MAL MOMENTO PARA LA FARSA
Por HERMANN
TERTSCH
ABC Martes, 10.11.15
Todos los miembros de la UE van a entender el desvarío
separatista de Mas como una agresión a la estabilidad común
No podía elegir Artur Mas un momento peor para su huida
definitiva hacia delante y asumir ya evidentes responsabilidades penales. Ya no
va a poder salvarle ni el Gobierno de Mariano Rajoy, que por evitar el
conflicto y por sus ansias infinitas de armonía ha dejado que el ya
expresidente de la Generalidad llegara tan lejos. E implicara a tantos en un
delito que comenzó a gestarse, organizarse y también a ejecutarse antes del
ecuador de la legislatura. No ha elegido peor momento porque avanzamos
directamente hacia una situación de alarma en Europa en la que todos los miembros
de la Unión Europea van a entender el desvarío separatista de Mas y compañía
como una agresión a la estabilidad común. Y no es nada improbable que pronto
sean otras capitales europeas las que presionen al Gobierno español, al
saliente o al entrante, para que tome medidas más severas contra el delito del
separatismo, de traición, que hasta ahora han observado con más incredulidad
que indignación.
Un caudillo regional dedicado a desestabilizar a España es
lo último que quieren soportar ahora quienes van a tener que tomar gravísimas
medidas por una crisis de refugiados en la que nos jugamos, y ahora va en
serio, la supervivencia de la UE. Y nuestra seguridad. Los problemas a los que
se enfrenta ahora Europa ya no son de dinero. Son mucho peores por ello. Son
fortísimas las tensiones en Alemania y Suecia, los dos países que más
refugiados han recibido. Lo son las que se producen en los países de paso de
los refugiados en los Balcanes y Centroeuropa, que ven sus fronteras
convertidas en causa de conflicto y potencial escenario de catástrofes. El
cierre de una sola de esas fronteras, por no hablar de la alemana, puede
provocar allí un empantanamiento de centenares de miles de personas en este
invierno con el peligro de gravísimos disturbios. La propia Merkel ha hablado
del riesgo de conflictos armados en los Balcanes. Las masas que se han puesto
en movimiento para llegar a Alemania –400.000 han llegado a Baviera solo desde
septiembre– no se han dejado ni dejarán frenar ni disuadir por las fronteras o
fuerzas armadas. Nadie descarta ya ni el uso de la fuerza ni una catástrofe
humana.
Pero en primer orden está en juego la cancillería de
Alemania. Ni más ni menos. Los apoyos a Angela Merkel se debilitan con rapidez
inaudita. La revuelta de las bases comenzó poco después de su decisión del 4 de
septiembre de aceptar a todos los refugiados que quieran ir a Alemania. Hoy el
malestar contra ella se extiende por toda la sociedad. En el partido está cada
vez más aislada. La canciller ha asumido esta causa de los refugiados como su
bandera política irrenunciable, con la que triunfará o caerá. Dicen miembros
destacados del partido que sus posibilidades de mantenerse se deben ante todo a
que no hay un sustituto de consenso en el partido. Wolfgang Schäuble tiene en
su contra su paraplejia, debida a un atentado, y sus difíciles relaciones con
muchos aliados europeos. Pero el reto capital va a ser mantener la cohesión y
unidad europea. Países centroeuropeos se rebelan abiertamente contra los
intentos de Merkel de compartir la política de refugiados. Y en el oeste las
dificultades son más discretas, pero no menores. Nadie oculta el regalo que
para el Frente Nacional en Francia supone la situación en permanente deterioro.
Así las cosas, la España unida es un imperativo para los europeos, que si en
algo están de acuerdo con Merkel hoy es en que el nacionalismo es la plaga a
combatir en un momento de extrema gravedad.
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