LA VIEJA COTIDIANIDAD COMO QUIMERA
Por HERMANN
TERTSCH
ABC Martes, 01.12.15
El retorno a la cotidianidad es imposible. Para bien o para
mal, la continuidad con que sueñan aun hoy algunos es ya una quimera
VAMOS a entrar en campaña oficial muy pronto. En cuanto a
agitación apenas se notará porque llevamos en frenesí electoral desde hace más
de un año. Lo que sí cambia ahora es que ya entramos en una fase en la que las
encuestas, por mucho que se cocinen con sabores distintos, pendulan cada vez menos.
Y la prepotencia de algunos que nos anunciaban la vuelta a la normalidad
bipartidista tras unos sobresaltos pasajeros ya no resulta osada, es
perfectamente ridícula. La vuelta a la cotidianidad acostumbrada es una
añoranza personal lógica del hombre. Pero en la historia de las naciones suele
ser el sueño irreal de quienes no entienden o aceptan el signo de los tiempos.
La vana ilusión de reaccionarios, perdedores y no avisados en la política y en
la vida. No habrá retorno a la cotidianidad en España. Quienes apostaron por
ella ya han perdido.
El momento internacional no ha ayudado a quienes pretendían
convencer a los españoles de que hoy lo mejor es no moverse. Y que moverse solo
puede traer inseguridad y caos. Porque todo el mundo, allá donde se mire, muestra
que el inmovilismo estable y seguro no existe. Y que si no te mueves, ten la
seguridad de que te mueven. Hay una guerra religiosa en marcha y Europa es uno
de sus escenarios seguros. Nadie sabe si la UE existirá en dos décadas. Han
surgido fuerzas totalitarias extremistas por todo el globo y el prestigio de la
democracia nunca fue tan bajo desde la II Guerra Mundial. El relativismo y el
infantilismo de las sociedades de bienestar modernas han hecho estragos en su
pensamiento, su reflejos y sus instintos. Estragos que merman dramáticamente su
capacidad de autodefensa. Siempre encaramadas a la montaña rusa de la
ciclotimia, las masas son incapaces de asumir sacrificios para su
autoconservación. Y los gobernantes no los plantean por miedo. En todo Occidente
ocultan las necesidades de futuro y por supuesto las verdades. Para no hacer
peligrar su propia subsistencia de legislatura en legislatura.
En España estamos peor porque aquí las verdades no son
reprimidas solo por los intereses cortoplacistas de los gobernantes. También
por una inquisición político-cultural impuesta por la izquierda, siempre
asumida por la derecha y reforzada por el PP en esta legislatura con celo
indecible y una política inaudita. Pese a ello, de la crisis, la quiebra
generacional y un imparable cambio de ciclo han surgido fuerzas que han roto el
cómodo equilibrio que algunos soñaban preservar. Aunque en la izquierda un PSOE
en disolución fuera relevado por un partido más radical y totalitario. Creía el
PP que eso generaría miedo, ganas de no moverse, cohesión propia y
supervivencia del bipartidismo. Todos esos cálculos se han ido al traste. Las
encuestas revelan que la estrategia del miedo ha fracasado ya. Y la llamada a
la continuidad. El partido del Gobierno va a pagar por soberbia y falta de
coraje. Y no va a rentabilizar sus notables éxitos. Convencido ya del fin de la
cotidianidad de los pasados 40 años, descartados el muy flojo Pedro Sánchez y
el fiasco de Pablo Iglesias, el votante indeciso ya se ha puesto a comparar
directamente a los candidatos Rajoy y Rivera. Y el presidente, nunca buen
candidato, lo es hoy peor que nunca. Lo que sabían él y su partido y
prefirieron ignorar. Ahora el PP se ve condenado a hacer campaña contra su
única esperanza de no irse a la oposición. Que es precisamente Albert Rivera
con Ciudadanos. Todo dependerá del recuento en la noche del 20-D. Pero el
retorno a la cotidianidad es imposible. Para bien o para mal, la continuidad
con que sueñan aun hoy algunos es ya una quimera.
0 comment(s):
Post a comment
<< Home