FRENTE AL MIEDO
Por HERMANN TERTSCHABC Viernes, 15.01.16
El miedo a enfrentarse a una fuerza con convicciones puede
más que el difuso miedo a perder la libertad
ACABA de publicar mi querido y admirado Antonio Escohotado
su último libro, cuyo título he puesto a la columna. «Frente al miedo», un
título siempre actual pero quizás ahora especialmente oportuno. Es el último,
también imponente trabajo de un pensador en nuestro país con una obra que puede
ya calificarse de grande, gracias a su reciente y colosal «Los enemigos del
comercio». Y a este que también se encuadra plenamente en ese viaje desde la
erudición a los confines de la sabiduría. Sin entrar en sus enciclopédicos
conocimientos y fascinantes reflexiones, celebro que se publique ahora que España,
una vez más en su historia y por primera vez en muchas décadas, se halla en
momentos estelares del miedo. Todos tenemos miedo, al dolor y al horror, al
vacío, a lo desconocido. Tenemos miedo a los demás que percibamos como amenaza.
Los españoles tienen miedo a muchas cosas. Pero hace 40 años creímos quitarnos
definitivamente de encima los miedos tan severos que la historia nos había
inoculado. Y pensamos que los españoles podíamos dejar de temer y de temernos
los unos a los otros. Constatemos que, como tantas ilusiones de la Transición,
aquella entusiasta convicción de que nos librábamos para siempre de la opresora
presencia del miedo de la dictadura o a los rencores mutuos de una nación
dividida, era un espejismo.
Ahora el miedo vuelve a estar omnipresente en el discurso
público y en la reflexión privada en España. Los españoles vuelven a tener
miedo. Pero no solo al paro, a la crisis, la inmigración extranjera o la
delincuencia. Miedo a los «otros» españoles. El miedo vuelve a ser un
instrumento de poder de unos españoles contra otros. El partido Podemos celebra
el miedo de sus «enemigos» como victoria. «El miedo va a cambiar de bando».
Siempre hay uso político del miedo anteriormente. Pero solo esa conocida
«estrategia del miedo» que intentaba movilizar el voto a favor de la opción
propia desertando temores a otros. Lo que no habíamos visto desde la dictadura
–exceptuando una vez más al terrorismo– es la voluntad de una fuerza política,
Podemos, de generar miedo y terror en los rivales. Como tantos otros trucos
populistas, movimientos tácticos y criterios políticos estratégicos
subversivos, Podemos se ha traído técnicas de Venezuela donde, bajo control
cubano, sus mandos fueron asesores bien asesorados, también en guerra
psicológica, en producir miedo en el campo enemigo. Ahí está el tic-tac-tic-tac
de Hugo Chávez, repetido mil veces por todos los líderes de Podemos que
prestaron servicio en Venezuela y otros países de la órbita del siniestro Foro
de Sao Paulo. Necesitan generar miedo a la libertad entre su público para que
busque cobijo en sus promesas de protección e igualdad impuesta. Y necesitan
generar miedo en el resto de la sociedad para que no reaccione contra la
amenaza que suponen para la libertad. Fomentan el miedo a la libertad en unos y
el miedo a proclamarla y defenderla en los demás.
La irrupción el miércoles en el Congreso de sus diputados
fue la escenificación del espectáculo virtual que fueron hasta hace dos años
los tuits violentos en que pedían guillotina, tortura y muerte contra el Rey o
políticos de derechas. No se trata solo de robar protagonismo, sino de destruir
las formas pactadas de conducta. E intimidar. Rompen toda convención en su
avance hacia la destrucción de unas leyes que también lo son. Con éxito. El
miedo a enfrentarse a una fuerza con convicciones puede más que el difuso miedo
a perder la libertad de quienes no distinguen ya convicciones de intereses
particulares y conveniencias personales. En el Congreso se vio. Nadie levantó
la voz y se puso firme frente al miedo.
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