EL REY Y LA OKUPA
Por HERMANN
TERTSCH
ABC Martes, 27.02.18
Hacen daño, dan la lata, pero al final pierden
EL Rey Felipe VI no solo ejerce como el principal bastión de
la dignidad de la Nación. De una España que muchos atacan, otros traicionan y cada
vez más españoles se muestran dispuestos a defender por mal que se pongan las
cosas en un futuro próximo. También ha de hacer labores de pedagogía e
ilustración básicas a una clase política que cuenta con una patulea de seres
ignorantes como no tuvo este país en puestos de responsabilidad ni en los
momentos peores de su historia. Ahora ha tenido que explicar a la alcaldesa de
Barcelona el funcionamiento más elemental de las cosas. Que el papel del Jefe
de Estado no es el de mediador entre los delincuentes y los defensores de la
ley, como a ella le gustaría, sino por el contrario ser el máximo defensor de
la ley y del Estado. La alcaldesa y muchos viven del malentendido. La culpa no
es solo suya. Muchos han dado pie a la dramática confusión moral.
Tuvo España un presidente del Gobierno que hizo de mediador
entre el terrorismo y el Estado y siempre estuvo más cerca del primero que del
segundo. Hoy se cree mediador entre un pueblo venezolano torturado y su
torturador, cuando es un mero lacayo del segundo. La confusión entre legalidad
y delito, entre probidad y crimen, que tienen Colau, y tantos otros del
separatismo e izquierdismo catalán, no tiene parangón en Europa. Hasta en
posiciones burguesas tienen ya de ídolos a gente como el etarra Arnaldo Otegui
y Carles Sastre, el carnicero de Bultó y otros criminales. La Cataluña
autosatisfecha de los obispos adopta a notorios asesinos como referentes
morales y de lucha. El culto a la transgresión de la izquierda y el odio a
España del nacionalismo lo hacen posible. En casos como Colau, hay además un
tierno enfoque biográfico.
La señora Inmaculada Colau se ha ganado la vida desde la
tierna adolescencia con la transgresión de la ley. De jovencita se fue a
«okupar» casas ajenas y lo hizo profesión. Con la ampliación del negocio montó
la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH). No porque ellos se vieran
afectados por hipotecas. ¡Qué va! Ni Colau ni sus amigos tuvieron jamás
hipotecas. Tontos habrían sido de meterse en algo tan complicado como un
préstamo con esos buitres de los bancos. Al margen de las propias
complicaciones técnicas que supone convencer a los tigres del capitalismo de
que presten dinero a desaliñados personajes sin estudios ni trabajo ni
intención de trabajar. Cuyo curriculum era haber vivido de gorra desde que
dejaron de ser niños. Antifascista a fuer de no dar un palo al agua, Ada se
encumbró a cabeza visible de la referida PAH. Así se erigió en defensora de los
agobiados por sus hipotecas. De los «pringaos» que no pretendieron nunca vivir
usurpando casas ajenas y que además querían pagar los préstamos para una
vivienda digna y una vida honrada y trabajadora. Es decir, todo lo contrario
que Inmaculada. Pero ella vio el nicho de mercado. Eran legión los que dejaron
de poder pagar por la catastrófica crisis. Colau no solo comenzó a recibir
subvenciones a tutiplén. Empezó a aparecer por las televisiones como ángel de
la guarda de los maltratados por el capitalismo.
Entre el culto a la transgresión, la ayuda de dictaduras y
delincuencia internacional y un gobierno de España deseoso de fomentar en
televisión lo peor para asustar al votante, llevaron al éxito a toda la patulea
citada de enemigos de España. Cierto es que al final, nadie se equivoque, aquí
no hay mediador y pierden los malos. Pero hay que ver qué daño hacen y qué lata
están dando.
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