LA HONRADEZ INTELECTUAL Y SUS ENEMIGOS
Por HERMANN TERTSCH
ABC Viernes,
02.03.18
La marabunta de la vulgaridad mantiene cautiva a una
sociedad asustadiza
EN menos de dos años se nos han ido las dos cabezas más
brillantes y libres de España que eran Gustavo Bueno y Antonio Garcia-Trevijano.
Cierto que era esperable –nacidos en 1924 y 1927–, y ya ha sido mucho regalo
que llegaran ambos a nonagenarios, dos personajes tan únicos. Pero eso no merma
trastorno ni tristeza. Es una pena que España no aprovechara dicho regalo todo
lo que pudo o como lo hubiera aprovechado otra sociedad menos traumatizada ante
la libertad y menos asustadiza ante el poder. Pero nada de fatalismo. No lo
eran estos dos pensadores muertos. Con toda su extraordinaria lucidez. Hay jóvenes
del entorno de ambos que animan a creer que España tiene remedio. Que no habrá
que emigrar, huir de una marabunta de la vulgaridad amoral que todo lo quiere
corroer y nada respeta. Más aún, hay muchos españoles no ya dispuestos,
ansiosos de honradez intelectual y por tanto política. Hay más España de la
verdad de lo que parece. Ajena a los fatuos santones de la política, la cultura
o la economía.
Cierto es que las universidades están ya asfixiadas bajo la
mugre de ideologías, corrupción y frivolidad. Que el desprecio por la
investigación alcanza cotas sangrantes. Que la indiferencia hacia el
conocimiento se fomenta y cimenta en la mediocre educación media. Dice mi caro
Gabriel Albiac que cuando llega a la universidad una mayoría ya está echada a
perder para el amor al conocimiento. Y para la pulsión trascendente. En las
ciencias sociales los sumergen en un adoctrinamiento del que pocos salen con
ganas de conocer la verdad de las cosas y la libertad de uno mismo. En los
colegios el proceso de infantilización ha sido vertiginoso. Debe ser cierto que
la maduración de la persona adulta se ha retrasado una media de diez años.
Con la puerilidad y el sentimentalismo rampante se ha
generalizado el reino de la farsa en la política y la cultura o lo que así
llaman. Quienes triunfan han de ser campeones en la trampa y falta de
escrúpulos. Sin ese doping ni se gana ni se llega. Las televisiones y el
entretenimiento han extendido su siniestro espectáculo, su falsedad y matonismo
a la vida social, relaciones personales y la política. Y han fagocitado el
periodismo. Para hacerlo un instrumento de coacción y agitación de noticias
reales y falsas y silencios por conveniencia. Todo sucede en ese mundo de la
bondad sentimental y la falsa intimidad, sin una mala palabra ni una buena
acción.
Es imposible que gigantes intelectuales como Bueno o
García-Trevijano sean promocionados y conocidos en una sociedad cautiva en la
que periodistas y políticos, escritores y los llamados creadores bailan al son
de un guión mentiroso del que nadie puede salir sin escarmiento. La honradez
intelectual es una bomba de probidad, la amenaza letal para este espectáculo.
Quienes se nieguen a someterse al unte del pensamiento puré socialdemócrata, no
bailan. Pero así se salvan. Porque nadie se recupera de la humillación de
entrar en el mundo en el que son estrellas Iglesias y su Irene, Sánchez y las
saunas, cientos de elviralindos y muñozmolinas, Rajoy, Soraya y cientos de
tertulianos pendientes de sus hipotecas, miserias morales cual Evole o Wyoming,
Ciudadanos jugando a Podemos o ese Maroto del PP que si le hablan del
terrorismo y sus víctimas responde: «Pelillos a la mar». La baba falsaria
produce monstruos. Pero el gran circo no se siente ya seguro. Todos se quieren
blindar. En España y toda Europa. Algo se mueve bajo la costra paralizante del
consenso socialdemócrata. Hay indicios serios de que son ansias de honradez,
sed de verdad.
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