The Unending Gift

martes, julio 09, 2013

DE BOMBA ATÓMICA A FÉTIDA

Por HERMANN TERTSCH
ABC Martes, 09.07.13


Pero para derribar a un Gobierno con una mayoría absoluta en un país razonablemente civilizado van a necesitar algo más que pestilencias

SI escuchan y leen y además creen a ciertos personajes de nuestra maltratada y encanallada vida pública, estarán Ustedes ya convencidos de que el Gobierno de Mariano Rajoy estuvo a punto de dimitir ayer y es probable que lo haga mañana. De nada les servirá intentar tranquilizarse con el recuerdo de las otras veces que nos lo anunciaron ya los mismos o parecidos augures. Porque esta vez toca y es la buena, dicen. No se toleran alegatos en contra de esta teoría del gobierno irremisiblemente condenado. Todo Gobierno en democracia pasa por momentos en que algunos adversarios acarician la idea del atajo para liquidarlo. Y cierto es también que pocos Gobiernos como el de Rajoy se merece tanto la mucha agresión que sufre. Por pazguato, consentidor y condescendiente con sus adversarios y sus mortales enemigos. Y por arrogante, insensible y despreciativo hacia sus votantes. Es el propio Gobierno quien renuncia tantas veces a la iniciativa. Pero también a la reacción. Y el que por su casi infantil miedo al conflicto asume permanentemente la derrota por incomparecencia en la batalla de las ideas, los lemas y la propaganda. En la batalla política, a la postre. Esa ausencia acobardada es la que hace crecerse a los enanos. Que son muchos y diversos. No lleva aun veinte meses gobernando y ya lo han dado por muerto media docena de veces. Unas por grandes traiciones, otras por «multitudinarias manifestaciones» o por «el escándalo definitivo» que ha de helar al Gobierno el corazón. Que, cuando llega, siempre nos sale ratón. Porque las gesticulaciones últimas por las teatrales confidencias de Luis Bárcenas a la prensa son de lo que somos, de paisito. «La bomba atómica, es la bomba atómica», dice uno de esos portavoces mediáticos del izquierdismo tan mimados hoy por el Gobierno en el cultivo de sus fortunas generadas en el abuso del privilegio permanente bajo Zapatero. Esa curiosa alianza se escandaliza poco con la Junta de Andalucía acusada de ser una organización criminal de atraco al parado. O con la masiva corrupción y traición de la era Zapatero y sus amiguitos del baloncesto, de las teles y la ETA. Claro, son ellos. Pero Bárcenas les parece poco menos que las fosas de Katyn. Si no hay algo más que esas «confesiones» del presidiario, la gran bomba atómica va a acabar en bombita fétida. Un asco, sin duda. Es más, un repugnante ascazo. Pero para derribar a un Gobierno con una mayoría absoluta en un país razonablemente civilizado del Primer Mundo, van a necesitar algo más que pestilencias. Algo más que la peste resultante de la combinación de una soberbia confundida de un reo, la vanidad estratosférica de algún periodista, la agitación antisistema de una izquierda política hundida y sin principios, una izquierda mediática crecida y encanallada y los aires misioneros de ciertos personajes en la justicia. ¿Que todo huele a mierda? Cierto. También lo es que los aires fétidos jamás se combatieron con excavadoras. En la situación de emergencia de España, cuando a duras penas comienza a estabilizarse un poco algo, pero todo puede hundirse aun definitivamente, hace falta ser irresponsable, necio, golpista, amoral o todo a la vez, para querer dinamitar lo único que nos mantiene y nos da esperanza de salir a flote, la estabilidad política. Rajoy, bunquerizado y bien servido de soberbia, comete errores indescriptibles. Pero el mayor, pese a lo que digan su nefasto Arriola y demás, es esconderse. En vez de salir, ponerse una vez colorado y correr a gorrazos de verdades a todos los enanos que lo acosan cubiertos de sus propias podredumbres y de su radical impotencia política.


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