SIN RETORNO
Por HERMANN TERTSCHABC Sábado, 15.03.14
Con Obama, Estados Unidos toca fondo en su credibilidad
disuasoria
Sueños del Kremlin. Putin ha visto ahora cómo los
ucranianos han frustrado su proyecto de Unión Euroasiática
Dice el senador John
MacCain que Obama no tiene la culpa de lo que sucede en Crimea. Pero también
dice que, sin cierta política que representa ante todo Obama, sería impensable
lo que está sucediendo en Crimea, lo que está pasando en Ucrania. No es solo
Obama quien ha llevado al presidente de Rusia, Vladímir Putin, a desafiar a la
comunidad internacional y especialmente a EE.UU., y a Europa como no se atrevió
ni Stalin en la cumbre de su gloria tras ganar la Gran Guerra Patria. Cierto
que, con Obama, EE.UU. toca fondo en su credibilidad disuasoria. Han sido
muchos los que han demostrado en los últimos veinte años lo fácil que es
doblarle el pulso y corromper a la comunidad de países más ricos y
desarrollados. Después del supuesto final de la historia y de las malogradas
aventuras bélicas de EE.UU. por el globo, los norteamericanos están cansados de
combatir y los europeos están agotados de pretender que lo han hecho.
En la relación con
Rusia había que ignorar todo lo que pudiera entorpecer los pingües negocios
primarios con los magnates asociados al Kremlin. Se ignoró el terrible fracaso en
la modernización de Rusia con su Estado fuerte y una sociedad en
descomposición. Con un Putin convertido en un zar al que todo se permite en la
crueldad contra los propios rusos. Sabe mucho de eso el exmagnate Mijail
Jodorkovski que ha pasado diez años en mazmorras y en Siberia.
Hace unos días acudió
a Kiev a apoyar la independencia ucraniana y dijo que si el ejército quiere
proteger a los rusos, que empiece por Moscú. Que empiecen por proteger a los
ciudadanos dentro de sus fronteras, a los maltratados rusos en un país cuya
esperanza de vida ha caído diez años desde la llegada al Kremlin de Putin.
Había que callar y hacer negocio con las materias primas y los ricos de Moscú,
desde Washington y desde Europa, cuando ya estaba claro que Rusia había puesto
fin al proceso civilizatorio de crear un Estado de Derecho. Olvidando que un
régimen antidemocrático, tarde o temprano, vuelca siempre su violencia también
fuera de sus fronteras. El mejor símbolo de la falta de honradez en la postura
de Europa hacia Rusia es el excanciller alemán Gerhardt Schröder, que se
convirtió en empleado del Kremlin, oficialmente nada más dejar la cancillería.
Vendido sin pudor al régimen neozarista. Putin ha visto ahora cómo los
ucranianos, que saben lo que vale la libertad, han frustrado su proyecto de
Eurasia. Que no podrá rehacer aunque machaque Ucrania con sus tanques. Quiere
convertir su fracaso en una gran operación que cimente su poder total dentro de
sus fronteras.
Todo hace suponer que
por eso llegará adonde jamás creyó nadie. Quizás tenga que arrepentirse de esta
gran apuesta violenta, pese a tener enfrente a unos adversarios desarmados.
Quizás Putin haya cometido otro gran error, que es acabar para siempre con la
ensoñación en muchas capitales europeas, sobre todo Berlín, de una Rusia
amable, leal y legal. El precio de la libertad siempre será distinto para unos
y otros. Pero solo el hecho de que los europeos vean que la amenaza de Putin
hoy a Ucrania es la de mañana a Polonia y el Báltico y pasado para Alemania y
Finlandia o Noruega, sería el principio del fin de la aventura expansionista
del nuevo zar.
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