UN PAÍS ANTINACIONALISTA Y PATRIOTA EN SU MÁS SANO SENTIDO
Por HERMANN TERTSCHEnviado Especial a Berlín
ABC Lunes, 10.11.14
Ayer transitaba por Berlín un inmenso gentío, especialmente
ya a la caída de la tarde y, como es lógico, a lo largo del trayecto del Muro
que dividía la ciudad desde aquel fatídico 13 de agosto de 1961. A lo largo de
16 kilómetros, las autoridades municipales habían instalado 8.000 globos
luminosos que a partir de las 19.15 se soltaron con lo que la frontera, el
Muro, fue desapareciendo en la oscuridad. Cada globo llevaba un mensaje con una
historia personal relacionada con el muro. Berlín era una inmensa fiesta, como
lo era también el resto del país, donde se conmemoró una fecha que cambió
Alemania, Europa y el mundo. Y que a los alemanes les cambió también en la
forma de pensar de sí mismos.
Alemania es ahora un país contento, cauto, antinacionalista
y sanamente patriota. La alemana es hoy una sociedad razonable. Aunque hay aún
diferencias entre regiones del este y del oeste que provienen de la separación.
Las hay aún incluso en los barrios de Berlín.
Son espectaculares –y solo posibles en la mayor potencia de
Europa– los cambios habidos en el Este en este cuarto de siglo. Pero los 45
años de división, que son más que los 28 de Muro, hacen que aún haya
diferencias en las reacciones y en el trato de los alemanes de una y otra
parte.
El Muro hizo muchas cabriolas en su brutal
división y desgarro de barrios, casas y familias. Y eso sí que el tiempo lo ha
subsanado con rapidez «haciendo que crezca junto lo que siempre debió estar
junto», como dijo Willy Brandt, histórico alcalde de Berlín, que lo era cuando
los comunistas Walter Ulbricht y Nikita Jrushov decidieron partir la ciudad en
dos para evitar que siguieran huyendo los alemanes orientales en aquel 1961
amenazando con que el paraíso comunista se quedara definitivamente vacío.
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