EL TALENTO Y LA NADA
Por HERMANN TERTSCHABC Martes, 16.07.13
Bárcenas
convertido en un perro de presa, en un «killer» perfecto como fuerza de choque
en la aventura purificadora
ERA ayer el lunes adecuado para que todo se hundiera y el futuro
nos llenara de gozo. Adiós a lo viejo, depravado, corroído y putrefacto. Adiós
a los miserables pactos y cambalaches. A la detestable casta política. En la
calle Prim de Madrid se habrían de pronunciar las palabras liberadoras que a la
postre sacarán a España de este pozo de moral, heces morales y orina política
en que cayó hace tiempo la seudodemocracia española de la Constitución de 1978.
A la cabeza en la organización de la apoteosis ceremonial, alguien que, lejos
de la calle Prim, disfruta su obra. Es el sumo sacerdote de este proceso
ceremonioso que está saliendo como nunca habría imaginado. No es un
revolucionario. ¡ Quiá! Sus vínculos con el poder son infinitos. Pero los
cultiva y niega al tiempo con enorme tranquilidad de espíritu. Tiene más
talento que casi todos. Y no tiene otro freno que su interés y conveniencia.
Otros periodistas habían visto también a Bárcenas. Pero ninguno supo verle todo
el potencial. Ninguno vio como él la inmensa veta dramática que había en un
Bárcenas encarcelado. Había que lograr que el hombretón fuera a la cárcel. Una
vez dentro, el gran chulo pronto sería un desesperado con una única obsesión de
hacer daño. Adiós precauciones para una razonable autodefensa jurídica. Adiós
cautelas contra la autoimputación. Bárcenas convertido en un perro de presa, en
un «killer» perfecto como fuerza de choque en la aventura purificadora. Y
nuestro sumo sacerdote consiguió que sucediera. Y que el fiscal para sorpresa
de todos apoyara una solicitud de prisión sin fianza de una acusación
particular. ¡ Albricias! ¡Todo en marcha!
El lunes puso en el frontis de su acorazado de papel una frase
que podría ser una copla en honor de la operación benefactora: «Si hablas tu
mujer irá a prisión; si callas caerá Gallardón y se anulará el proceso». Era
una frase terrible, brutal, inverosímil. De esas de no creer. Tanto decidía que
alguien hablara. Unas palabras de tan terrible peso. Una mujer entraría a la
cárcel sólo por ellas. Un ministro caería por su mera pronunciación. Propio
todo ello, no ya de mafia siniestra, de dictadura estalinista, de despotismo
árabe. Esa frase tan improbable abría la portada. Como el anuncio de una guerra
nuclear. Leída impone. En su contexto menos. Porque su existencia se basa sólo
en la pretensión del interesado en difundirla. Nadie la escuchó. Nadie la
grabó. El único supuesto testigo niega que existiera. Pero la palabra que vale
es la de Bárcenas. De ese mismo Bárcenas que ayer ante el juez, con solemnidad,
proclamaba que todo lo que él ha dicho antes de esa fecha era mentira. La
dignidad autoproclamada de la fuente.
Frente a tanto talento creativo de quienes, como presa, medalla
y botín, quieren un hecho histórico, aunque lance a España a la total
incertidumbre y al vacío, lo único que tenemos es un Gobierno que ha convertido
la inanidad en cualidad suprema. Su triste nada política y su cobardía
patológica generan continuamente inmensos vacíos que de inmediato llenan
alborozadas las fuerzas enemigas, con sus ruidos, sus lemas, su presencia y su
acción. El Gobierno sólo tiene una vocación, la incomparecencia. No son capaces
de la mínima gallardía política. Como la de reconocer unas prácticas que
compartieron con todos los demás. Y que si hay que pagar se pagan. Para batirse
en lo que importa que son las libertades y el futuro. Porque está en juego
España. Como nunca lo estuvo desde la Guerra Civil. Y se pueden exigir víctimas
incruentas por esa causa cuando tantos han dado su vida por ella.
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