NI DETERMINISMO NI RENDICIÓN PREVENTIVA
Por HERMANN TERTSCHABC Viernes, 12.07.13
En ningún sitio está escrito que los árabes tengan que
sucumbir ante el fanatismo islamista
DÍAS después del pronunciamiento militar en Egipto, cuando
muchos anunciaban como prácticamente inevitable la guerra civil, parece que el
sentido común se puede ir imponiendo. Los Hermanos Musulmanes han rebajado
drásticamente la virulencia de su retórica y sus protestas callejeras. El
peligro de la guerra civil se mantiene. Y se mantendrá en el futuro previsible.
Pero la guerra, que parecía inminente antes del derrocamiento de Morsi, no ha
estallado. Aunque la tensión es extrema, el número de muertos no se ha
disparado. Y la vida cotidiana ha experimentado claras mejoras. Lo que
demuestra hasta qué punto gran parte de la sociedad egipcia se dedicaba a la
resistencia pasiva al gobierno de Morsi. Han desaparecido las colas ante las
gasolineras y la policía ha regresado a la calle lo que de inmediato ha
repercutido sobre la seguridad y el tráfico. Los mecanismos del Estado egipcio
han comenzado a funcionar y se ha registrado una considerable llegada de
divisas en forma de ayudas de países árabes y dinero privado. Claro está que,
de momento al menos, ha triunfado el Egipto institucional, el gran Estado
nación con estructuras que datan de la época napoleónica y son únicas en el
mundo árabe. Con una sociedad detrás que es ese viejo y tradicional cuerpo
administrativo y del comercio así como la juventud urbana de una clase media
surgida bajo Mubarak. Todos ellos se han movilizado de una forma insólita para
frenar el permanente golpe de Estado contra la democracia que era el Gobierno
de Morsi desde que obtuvo una mayoría en las elecciones. Hoy ya, hasta en los
Hermanos Musulmanes reconocen muchos el terrible error de Morsi de creer que,
con los comicios ganados, tenía ya abierto el camino para implantar un régimen
islámico dictatorial. En Egipto, lo mejor del pueblo se movilizó contra la
implantación de la tiranía llegada por los votos. Y logró sacar al ejército a la
calle. Quienes se quejan, que piensen cuánto hemos echado de menos siempre que
en Alemania se produjeran hechos parecidos después de la formación de Gobierno
por parte de Hitler en 1933. Lo que podrían haber evitado una parte de
población valiente y una Wehrmacht a la altura de las circunstancias. Los
egipcios movilizados y defensores de las libertades no se han resignado a que
el islamismo los dejara de inmediato de nuevo despojados de derechos. Y son tan
musulmanes como los fanáticos. Y es que, pese a los agoreros occidentales, en
ningún sitio está escrito que los árabes tengan que sucumbir ante el fanatismo
islamista. Siempre que haya alguien que les haga frente. Que no se resigne. Que
no crea en esos determinismos históricos. Tramposos, falaces e insanos. Todas
las grandes tragedias causadas por los humanos eran evitables. Si se produjeron
fue por el entusiasmo y la resolución de los peores y la resignación o cobardía
de quienes podían haberlas evitado.
Ni los árabes tienen que caer en manos del islamismo, ni los
rusos están condenados a vivir siempre bajo un régimen criminal. Ni los
europeos tienen que ser cada vez más indolentes y acobardados, ni los españoles
tienen que estar cada vez más divididos en taifas y tribus de identidades
fanatizadas. Ni el islamismo en Egipto ni los nacionalismos periféricos son el
futuro por decreto de la historia. Hay alternativas a semejante degradación de
las conquistas de las sociedades libres desarrolladas. Hay que presentarlas,
promoverlas y defenderlas. Siempre hay salidas mejores que la renuncia a las
libertades. Y merecen ser defendidas. Y se puede. Pese a esa peste cultural de
la resignación, la querencia por la mediocridad, el apaciguamiento o la
rendición preventiva, esa vocación de nuestro tiempo.
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