The Unending Gift

domingo, agosto 18, 2013

BLANCO SUPREMO

Por HERMANN TERTSCH
ABC, Viernes, 19.07.13

Hay que felicitar hoy a don José Blanco porque desde ayer está libre de toda sospecha oficial por el célebre caso Campeón. Como ha sido el Tribunal Supremo el que ha archivado su causa, no debe temer ya inconveniencias por aquellas gestiones que hizo para favorecer a unos empresarios en sus contactos con ciertos ayuntamientos. Es un caso cerrado y, a no ser que surjan nuevas denuncias distintas contra quien fuera factótum del PSOE con Rodríguez Zapatero y su omnipotente ministro de Fomento, podrá éste disfrutar a partir de hoy tranquilamente de sus casas en Madrid y Galicia. Aunque en el futuro llegáramos a saber que familiares suyos gozan de negocios o propiedades por el extranjero, ya sería maledicencia intentar buscar conexiones con este caso felizmente cerrado. Blanqueado supremo. Ha sido un año muy duro. Pero valió la pena. Ahora se irá vacaciones y después a vivir con sabiduría, dice. No tiene intención de volver a la política de primera línea. Hace bien. Probablemente ya no le haga falta.

Es un político que no tenía nada y se ha convertido en un paradigma del éxito sereno. Como su tocayo, otro don José. Es decir, Bono. A ninguno de los dos se les conocen en su vida actividades al margen de la política. Pero ordenaditos como son, ésta les ha cundido. Llegó vestido de Ángel Cristo y ya parece, con su sastrería fina, el campeón de Savile Row. Tiene propiedades, sus hijos se codean con los ricos de verdad y él ha aprendido mejores modales que la inmensa mayoría de los diputados. Aunque esto no sea mucho decir. Para él y para Bono, el socialismo ha sido toda una escuela de vida con la que ni Oxbridge, ni Harvard ni la LSE pueden competir. Tampoco hay escuela de negocios que haga sombra a un buen cargo público, asumido con constancia y provecho como han hecho estos dos Pepes. Ha sucedido algo fantástico. El Tribunal Supremo da por probados y buenos todos los hechos acumulados a lo largo de la investigación. Que son los que llevaron a la jueza de Lugo y al fiscal de Lugo a la convicción de que había delito, al menos de tráfico de influencias. Así pasó también con la fiscalía y el juez instructor del Supremo. Que también vieron delito. Y miren que se habló y escribió de cuentas que no salen y de eso que llaman «signos externos de riqueza». Esos que llevan igual a empurar a un narco que a torturar a un ciudadano decente para exprimirle explicaciones agónicas hasta del último euro. Pues ya lo hemos olvidado todo.

El sereno don José habla bien de la presunción de inocencia. La que él, hasta ayer, jamás había aplicado a nadie. Pero se transforma en regresión en el tramposo Pepiño cuando dice que el Supremo ha sentenciado que todo «el infundio político» contra él era una falsedad. Porque lo que dice el Supremo es lo contrario, que todo es cierto. Pero llega a la conclusión de que, pese a ello, no hay delito. Conclusión opuesta a la de los demás fiscales y jueces implicados. Lo dicho, celebremos el archivo de la causa por el bien de don José, por sus padres y por la mano de Rubalcaba. Eso sí, no nos pidan que creamos hoy en la justicia española un poquito más que ayer. El espectáculo político nacional genera inmensas ganas de salir huyendo de este país. La justicia es complementaria. La justicia genera directamente miedo ante la imposibilidad de huir de inmediato. La desconfianza en la justicia y en los políticos tiende a igualarse. Porque ya se ven como parte del mismo negociado.


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