The Unending Gift

domingo, agosto 18, 2013

RAJOY Y SUS NIETOS

Por HERMANN TERTSCH
ABC Martes, 23.07.13

Tendría interés conocer la versión extraoficial que transmitirá Rajoy a sus nietos sobre lo que ha pasado en estas semanas

PASADAS unas décadas, quizás les cuente Mariano Rajoy a sus nietos que, cuando él era presidente del Gobierno dominaba muy bien los tiempos. Tan bien, tan bien los dominaba el abuelo, que lograba engañar siempre al jefe de la oposición. Y a muchos otros. Y les hacía creer que lo que sucedía era producto de los esfuerzos de todos ellos. Cuando no era sino el cumplimiento de una agenda gallega bien llevada. En sus tabarras, les explicará a los niños lo que los cronistas por entonces ya conocerán como la metafísica de la indolencia. Tendría interés conocer la versión extraoficial que transmitirá Rajoy a sus nietos sobre lo que ha pasado en estas semanas, más bien meses. Será más interesante que la versión que nos prometió ayer presentar en el Congreso de los Diputados. En la que justificará con más o menos acierto una actuación que, a la vista de los resultados, no ha sido nada acertada. En esa historia íntima el abuelo confesará a los nietos cuánto tiempo le duró ese delirante convencimiento de que la historieta de Bárcenas moriría por sí sola. Y cuando vio hasta qué punto era ridícula esa pretensión. Les dirá por qué no dio ni uno solo de los pasos que habrían dado los socialistas en una situación similar. Tales como relevar de forma más o menos discreta a todo el casting militante del partido político contrario que, en la policía y en la fiscalía, recibieron durante años órdenes muy específicas desde el poder. Que actuaban muy legítimamente contra ese grupo de empresarios delincuentes que habían hecho de las estructuras del Partido Popular su perfecto hábitat. Pero con el fin acordado por el anterior Gobierno de hacer el máximo daño posible al Partido Popular. Por qué hubo tanta cobardía a la hora de quitar a cargos políticos puestos por los socialistas que siguen en idéntica función y con idéntica lealtad a quienes pretenden sabotear la acción de Gobierno y las reformas. Les dirá a los nietos que su partido no es como el socialista que cuando toma el poder entra a sangre y fuego en las instituciones a relevar a todo el que no haga ejercicio, no ya de docilidad, sino de obsequiosidad. En realidad es que el abuelo cree que con tener el BOE la obediencia es inmediata. Un grave error que se debe a su desprecio al poder de las ideas.


También explicará a los nietos lo que sabía sobre el enjambre de listos sin ideología ni escrúpulos que se fue colocando perfectamente en las estructuras del partido para crear el tamiz que no permitiera que se moviera un billete sin que otro se quedara enganchado. Y cuánto ha tenido que ver en esta cómoda estructura del pragmatismo el desprecio a la política y a los valores, ese carácter tan práctico que simboliza Pedro Arriola, un hombre inmensamente discreto cuyo nombre curiosamente surge de forma invariable a la mínima mención del dinero. Ese carácter que racionaliza todo menos las minutas. Cuán bien vino tener un teórico de la mediocridad. Para no dejarse distraer por planes de Gobierno o proyectos de futuro para el día de volver al Gobierno. O incluso por alguna idea nueva. Así se llegó al poder en 2011. Y no había nada hecho. Nada pensado. Metafísica de la indolencia. Con estas claves explicará a los nietos la deriva hacia ese relativismo que tanto se critica en los papeles. Pero que no combatió. Y combatió a quienes lo combatían. Y les explicará a los nietos la íntima relación entre dejar de creer, dejar de tener ideas y dejar de tener escrúpulos.

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