The Unending Gift

sábado, noviembre 15, 2014

PELIGROSO MATONISMO, VLADIMIRO

Por HERMANN TERTSCH
ABC Sábado, 15.11.14
El análisis Cumbre del G20


ENGAÑO  La propaganda no puede ocultar la terrible disolución social rusa
FRACASO  El proyecto de Putin para una asociación eurasiática se esfumó ante la resistencia ucraniana
Rusia no tiene derecho a violar el espacio aéreo de los países de la OTAN como ha hecho con asiduidad

El presidente de Rusia, Vladimir Putin, no lleva mucha agenda propia a la Cumbre del G20 en Brisbane. Eso sí, se lleva para allá, a las aguas internacionales frente a Australia, a la flota rusa para realizar maniobras. Y anunciar que Rusia va a comenzar a patrullar el patio trasero de Estados Unidos, el Golfo de Mexico y el Caribe, con bombarderos de largo alcance con armamento nuclear. Ahí es nada. Rusia va a ser otra vez protagonista en la cumbre del G20. Lo será porque hay una escalada tanto del matonismo retórico como de medidas militares abiertamente amenazadoras y, lo que es aun más grave, claros preparativos para una nueva reapertura de la guerra en la Ucrania oriental. El nuevo secretario general de la OTAN, el noruego Jens Stoltenberg, de lenguaje mucho más moderado que su antecesor el danés Anders Fogh Rasmussen, ha arremetido con dureza contra los nuevos preparativos bélicos de Rusia en suelo extranjero, ucraniano. Se preparan contramedidas militares en toda Europa oriental. Y los países europeos y EE.UU. ultiman además un nuevo paquete de sanciones contra Moscú ante la evidencia de que en Ucrania oriental, las fuerzas rusas preparan esa temida nueva guerra de agresión con probable intención de nuevas anexiones territoriales. Lo que elevaría dramáticamente la tensión en Europa.

El anuncio de los vuelos de bombarderos estratégicos ante las costas norteamericanas no es precisamente un gesto amistoso. Según el Kremlin « las condiciones actuales obligan a garantizar nuestra presencia militar en el Atlántico occidental». Rusia tiene derecho a patrullar los aires y aguas internacionales. No lo tiene a violar los espacios aéreos de países de la OTAN con sus vuelos militares como ha hecho este año con alarmante asiduidad y de forma intencionada. Este matonismo llega cuando los asesores del presidente Putin han elevado su tono agresivo hacia Occidente. Lo cual revela que el presidente Putin está mucho menos cómodo de lo que pretende. Aunque en el interior de Rusia toda la oposición ha sido aplastada, dispersada y amordazada, lo cierto es que las clases dirigentes que apoyan a Putin sufren cada vez más los problemas derivados de las sanciones occidentales. La economía sufre. Y la caída de los precios de la energía son un duro revés para una economía que básicamente funciona como cualquiera de las economías del Tercer Mundo, con todo el equilibrio pendiente de los ingresos de materias primas. La liquidez de la que ha dispuesto en el pasado para sus planes megalomaníacos, sean los JJOO de Sochi, los gastos militares o la anexión de Crimea, no va a retornar, según los analistas. Y se le acaba el tiempo. La sociedad rusa, definitivamente resignada a que nada puede cambiar, se halla en una profunda crisis que la proliferación de actos patrióticos oficiales no pueden ocultar. La propaganda contra la decadencia occidental no puede ocultar la terrible disolución social rusa. La esperanza de vida en niveles africanos, la natalidad por los suelos, el alcoholismo ya epidemia nacional y las relaciones sociales embrutecidas por un darwinismo social del que después la propaganda rusa acusa a Occidente. Así las cosas y con unas estructuras que apenas han desarrollado la Rusia interior y sin valor añadido que exportar, la grandeza de Rusia que Putin busca como objetivo histórico personal, solo puede alcanzarse por la fuerza, en especial por la via militar.

El proyecto de la asociación eurasiática que fue su intento de recomponer un imperio para el Kremlin por la vía pacífica fracasó ante la resistencia ucraniana a volver bajo la hegemonía de Moscú. Putin quiere tensar todo lo posible la situación para lograr en los próximos años el suficiente poder de presión y coacción para jugar ese papel de superpotencia. Muchos temen que, al margen del inmenso peligro del conflicto militar en Europa, estos peligrosos juegos de matonismo global puedan llevar por fatalidad a algún incidente no querido por nadie que concluya en desastrosas consecuencias.

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