RASPUTIN NOS QUIERE CONQUISTAR
Por HERMANN TERTSCHABC Viernes, 14.11.14
La Guerra Fría es un hecho y muchos rezan porque quede en
eso. Porque se ha visto lo lejos que es capaz de llegar Putin
EL Kremlin ha
comunicado a Washington que va a cancelar la cooperación bilateral en materia
de seguridad nuclear. Se trata de unos programas comenzados nada más disolverse
la Unión Soviética, destinados a controlar el armamento y combustible nuclear
exsoviético para impedir que caiga en manos de terceros países u organizaciones
terroristas. La nueva era glacial cristaliza así en la primera ruptura de un
programa concreto de cooperación militar. La Guerra Fría es un hecho y muchos
rezan porque quede en eso. Porque se ha visto lo lejos que es capaz de llegar
Vladímir Putin en su osadía y vocación expansionista. Ya dijo hace muchos años
que la disolución de la URSS era para él la mayor tragedia del siglo XX. Y
todos sus planes, hoy está claro, han tenido siempre como objetivo la
reconstrucción del imperio por medio de alianzas pero también conquistas. Su
reacción a la resistencia de Ucrania a someterse a Moscú en la Asociación
Eurasiática fue invadir Ucrania y anexionar Crimea. En Ucrania oriental,
controla una amplia región y muy pronto podría ser más, dadas las noticias que
se acumulan estos días sobre fuertes movimientos de tropas rusas que entran en
territorio ucraniano controlado por Rusia. Moscú puede estar preparando la
ofensiva para crear una conexión terrestre entre Rusia, los territorios
ucranianos orientales y la anexionada Crimea. Sucede en un momento de tremenda
escalada verbal en Moscú. Hablan en Moscú los teóricos y propagandistas del
Kremlin abiertamente de guerra entre los bloques y conflicto termonuclear. Dibujan
un Occidente paradójico. Han asumido la visión que del «peligro judío» dibujaba
el nazismo alemán. Las democracias occidentales son una sociedad débil,
depravada, homosexual, decadente y viciosa. Son un peligro para la pacífica y
sana Rusia a la que pueden contagiar sus enfermedades del espíritu y el
pensamiento. Ese es el peligro que combate ahora mismo Rusia en Ucrania.
El campeón de los asesores del presidente Putin es Alexander
Dugin, al que muchos tomarían por un charlatán de feria si no se moviera en los
círculos poderosos en los que despliega sus enormes influencias. Ridiculizarle
como un nuevo Rasputín es fácil. Al igual que el célebre monje y quizás sin sus
legendarios atributos, tiene Dugin en el Kremlin un predicamento que asusta a
los pocos elementos que intentan aun imponer cierta racionalidad a un
presidente Putin cada vez más cautivo de su propia propaganda nacionalista y
ultraortodoxa. Dugin combina mesianismo paneslavo con antiguo nihilismo ruso y
agitación nacionalista moderna con visión tradicionalista ortodoxa
«pravoslavie». Es un auténtico «tesoro» con teorías nacionalsocialistas,
esotéricas y antisemitas sobre el conflicto final entre el bien y el mal y el
papel redentor de la nación rusa sobre todos los pueblos depravados por el
liberalismo y la democracia en Europa occidental. Dugin es el fundador del
«movimiento eurasiático» cuyo concepto después adopta Putin para su alianza con
las repúblicas exsoviéticas que fracasa por la resistencia ucraniana. A lo que
Putin responde con la invasión. Este filósofo y gurú tiene una clara visión del
conflicto entre la Rusia cristiana y la viciosa Europa liberal. Que concluye
con el triunfo militar, político y cultural del tradicionalismo y la desaparición
de las decadentes democracias liberales desde Vladivostok hasta Lisboa. La
misión civilizadora de Rusia se consumaría así. América quedaría aislada como
foco del mal. En este proyecto político cultural invierte Moscú inmensas
cantidades de dinero. No solo en su propia maquinaria de propaganda como
Russian Today, sino en financiar grupos y grupúsculos de izquierdas,
ultraderecha y extremistas católicos en toda Europa. También en España, donde
los fervorosos seguidores de la mano dura cristiana del chequista convertido
Vladímir Putin gozan de los mimos del Kremlin.
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