FORO DE SAO PAULO Y MISERIA MORAL
Por HERMANN TERTSCHABC Viernes, 18.09.15
El siniestro mensaje del chavismo y del populismo
izquierdista es plenamente hegemónico y no ha dejado de avanzar en los pasados
quince años
EL grado de
sensibilidad que alguien muestra ante una injusticia o desmán revela su nivel
de disposición a aceptar ese mal o en su caso cometerlo. Si esto es así como
parece, son malos tiempos para aquellos que tengan aún ciertas ilusiones en un
desarrollo de las sociedades latinoamericanas hacia una mejor democracia, mayor
Estado de Derecho y más transparencia y justicia. Porque las reacciones, o la
falta de ellas, a la condena al líder opositor venezolano Leopoldo López han
sido un escándalo que confirman el deterioro general de la calidad moral de las
democracias latinoamericanas y por tanto su debilidad para resistir a las
pulsiones populistas y antidemocráticas, que son muy poderosas en todo el
subcontinente. Pese a la muerte de Hugo Chávez y el colapso general del régimen
chavista en Venezuela, el siniestro mensaje del chavismo y del populismo
izquierdista es plenamente hegemónico y no ha dejado de avanzar en los pasados
quince años. El silencio cómplice ha sido la principal reacción a una condena
de casi 14 años a un líder de la oposición. Por oponerse, porque ninguna otra
acusación puede ser tomada en serio por nadie. Las 43 muertes que se le quiere
hacer pagar a Leopoldo Chávez fueron causadas en su mayoría de forma muy
directa por sicarios del régimen. Y todos lo saben.
Ese silencio de
gobiernos latinoamericanos, con muy pocas excepciones, es algo peor que una
vergüenza o una infamia. Es, se antoja, toda una declaración de intenciones. A
nadie puede extrañar, porque son casi los mismos dirigentes que fueron hace dos
años en la cumbre de la Celac en La Habana a hacer en disciplinada, obsequiosa
y nutrida cola, el más largo y nauseabundo besamanos recibido probablemente
nunca por un tirano. La devoción por Castro de los dirigentes políticos
latinoamericanos no es menos lamentable por el hecho de que tantos gobernantes
europeos se deshagan de placer ellos también cuando tienen ocasión de hacerse
una fotografía con el criminal dictador que ha torturado a Cuba por la fuerza
de las armas y el terror desde hace 57 años.
Este año se unió el
campeón de los relativismos, Barack Obama. En todo caso, y a la espera de que
la presidencia de EE.UU. la ocupe alguien menos dado a los relativismos
extremos, en Latinoamérica no quedan ya ni las dos grandes excepciones
dignificantes en la defensa de la libertad que han sido Chile y Colombia. Ha
quedado en brutal evidencia un Maduro que no piensa guardar ni las mínimas
formas ante unas elecciones del día 6 de diciembre que, si se celebran, puede
perder incluso con fraude. Ya busca solución a este peligro con su declaración
de estados de excepción en regiones en las que suspenderá las elecciones a poco
que pueda.
Ante la enormidad de estos desmanes, los gobiernos
latinoamericanos callan en solidaridad evidente con Maduro y la represión
chavista. Y deja ver la inmensa fuerza de cohesión antidemocrática y enemiga de
la sociedad abierta que es el Foro de Sao Paulo. En «Días de ira» hablo de esa
internacional antioccidental, fundada en 1989 como sucesora de la Internacional
Comunista agonizante con la URSS. Dirigida ideológica y estratégicamente desde
Cuba, financiada por la Venezuela de Chávez, el Foro de Sao Paulo, inmensa red
de intereses económicos y políticos, ejerce una masiva presión y control sobre
todos los gobiernos latinoamericanos para que ninguno intente ese golpe
liberador que eleve la verdad y la lucha por la libertad a categoría política
en el subcontinente. Para que intentos valientes y dignos como los Fernando
Henrique Cardoso en Brasil y Álvaro Uribe en Colombia se hundan en el marasmo
de los obedientes y corruptos «normalizadores» del socialismo latinoamericano.
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