LAS RAZONES DE UN ENFADO
Por HERMANN TERTSCH
ABC Sábado, 12.05.18
«Jurídicamente no hay ninguna posibilidad de que podamos
proteger a las empresas alemanas ante las decisiones del gobierno
norteamericano». Con estas crudas palabras expresaba ayer el ministro federal
alemán de Economía, Peter Altmaier, la situación real que afrontan los
europeos. Aquí está la causa real del inmenso enfado europeo, mucho más que en
sus exagerados miedos a una guerra nuclear que tan buen eco histérico tienen en
los medios del continente. Más allá de las majaderías de la izquierdista
Federica Mogherini que pretende que el Acuerdo subsiste sin Estados Unidos.
Todos saben que eso es una fatuidad ideológica de la jefa de exteriores de la
Comisión que equivoca mucho sus deseos con la realidad.
«Veremos qué se puede mantener con vida del acuerdo sin la
gigantesca potencia económica», decía Angela Merkel. Se habla de economía y no
de guerra nuclear. Porque el problema está en que se aplaudió un acuerdo muy
desequilibrado en favor de Teherán por motivos económicos. Había que entrar
masivamente en el mercado de un Irán deseoso de inversiones y liberado de
sanciones.
Ahora quienes no secunden las sanciones que reintroduce
Estados Unidos contra Irán se cierran las puertas en Estados Unidos. Más allá
de garantías e indemnizaciones por contratos ya en marcha. Los europeos buscan
formas de limitar los daños para una situación que se había anunciado, pero que
se empeñaron en creer que no llegaría.
La manía de creer que Trump iba a olvidar sus promesas
electorales jugó otra mala pasada a los europeos. Como siempre con Trump,
creían que era un farol.
Él ya había calificado en 2016 de «pacto peligroso para la
seguridad de Estados Unidos» el Acuerdo. Abandonarlo era, con la retirada de
otros acuerdos multilaterales y el muro en la frontera mexicana, una oferta
estrella en el programa y la campaña.
No se sabrá si se pudo haber convencido a Irán de que era
insostenible el acuerdo arrancado a un Obama deseoso de algún éxito. No se
intentó. Todos quisieron doblarle la mano a Trump, no a Irán. Y el presidente
de Estados Unidos ha demostrado ser al menos tan firme como los mullahs.
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