LA MENTIRA OMNIPRESENTE
Por HERMANN TERTSCH
ABC Viernes, 28.02.14
Cuán diferente el trato dispensado al «gusano» cubano
español Payá, encima cristiano, y el dado a los mitos que la izquierda arropa
LA Audiencia Nacional ha dado definitivo carpetazo a la
querella presentada por la familia de Oswaldo Payá contra mandos militares
cubanos por su muerte el 22 de julio de 2012. La Sección Segunda de lo Penal
confirma la decisión del juez Velasco. Y ya no cabe recurso. Las autoridades
judiciales españolas, como ya hizo antes el Gobierno, se creen plenamente la
versión de los jueces de la dictadura cubana y desprecian las sospechas de la
familia. Las pruebas producidas sin control independiente, como todo el atestado
y la investigación de la policía política cubana, la obvia parcialidad de todos
los implicados desde el principio hasta el final, la absoluta indefensión de
quienes se vieron implicados... todo ello no tiene la menor importancia. Porque
al fin y al cabo, los tribunales que mandaron fusilar al general Ochoa, que
mandan desde hace medio siglo a centenares de miles de cubanos a las cárceles,
a trabajos forzosos o directamente a la muerte, están compuestos por unos
comunistas de carnet y fidelidad jurada y probada a diario. Según la Audiencia
Nacional son unos señores muy respetables que jamás nos mentirían.
Nada permite cuestionar «los hechos probados en la sentencia
del Tribunal Provincial Popular de Granma». Ya saben, esos tribunales populares
que han sembrado el terror en Cuba en todos los momentos de crisis. Sin jamás
opinión, decisión, investigación o sentencia no sujeta a la incondicional
obediencia al Partido Comunista de Cuba. Nada de investigar, o de comisiones
rogatorias, como las que se mandan a Irak para que el juez Pedraz demuestre que
Bush ordenó atacar Bagdad para matar a un periodista español de izquierdas. Ahí
se sospecha. Porque podrían mentir todos los oficiales norteamericanos que
juran que no fueron a Bagdad a matar a Couso ni a sus colegas. Pero un militar
yanqui no tiene la credibilidad de un juez comunista para la Audiencia. Da
igual que Payá llegara vivo al hospital. Da igual todo. Al fin y al cabo era
español porque le había dado la ciudadanía el presidente Aznar. Y era eso que los
amigos de Couso llamarían un «gusano». Cuán diferente el trato dispensado al
«gusano» cubano español Payá, encima cristiano, y el dado a los mitos que la
izquierda arropa y presenta. Más allá del caso Couso. A izquierdistas españoles
muertos en otras dictaduras que gustan menos que la cubana. Aunque en muchos
casos la implicación o la complicidad de los españoles en actuaciones armadas o
terroristas estuvieran más que probadas.
Y ahí tienen el caso del diplomático Carmelo Soria. ¡Cuánto
ahínco en saber del caso, que todos aplaudimos! Pero hay que marcar
diferencias. Nuestros compatriotas en Venezuela, como los propios venezolanos
aplastados ahora por Maduro y sus agentes cubanos, no deben esperar nada. El
pobre canario Wilder Carballo, al que asesinaron el pasado lunes de un tiro en
la cabeza, se enfrentó a los chavistas. Y encima era empresario. No esperen sus
familiares se haga mucha épica con su muerte en España. Y pierdan cuidado, que
el juez Santiago Pedraz no irá.
En el caso de Payá, bastó con echar la culpa a un chivo
Carromero fácilmente ridiculizable. Aceptando sin rechistar la sentencia de un
tribunal popular de uno de los regímenes más canallas del globo. Mucho de lo
peor que pasa en España se debe a la mentira del pueblo antifranquista. Por la
que todos han de hacerse perdonar no haber sido el antifranquista que fueron
muy pocos. Es muy equiparable al mito castrista en toda Latinoamérica, una
lacra del pensamiento y un lastre para todo desarrollo. Está comprobado que
esas miserias morales, la una como la otra, se heredan. Quizás sean la misma,
esa mentira omnipresente.
CISLEITHANIA Y TRANSLEITHANIA
Por HERMANN TERTSCH
ABC Martes, 25.02.14
Aquello que debía ser la solución al insaciable nacionalismo
húngaro, fue la simiente de los odios y agravios que acabaron enterrando al
Imperio
EL 28 de junio, día de San Vito, patrón de los serbios, se
cumple desde 1389 el aniversario de la batalla de Kosovo Polje, en la que los
ejércitos otomanos destruyeron el reino serbio del Zar Lazar. Es un día clave
en la mitología serbia y eslava en general. Aquel día, hace ahora un siglo, en
1914, el archiduque Francisco Ferdinando, heredero del anciano emperador Francisco
José I, fue asesinado en Sarajevo por un nacionalista serbio, Gavrilo Princip.
Fue el detonante de una guerra que devoró a muchos millones de jóvenes,
dinamitó estados, culturas y el orden tradicional en toda Europa, y cambió el
mundo para siempre. El joven serbio actuó por odio a Viena, movido por el
nacionalismo serbio, contra el emperador germano y católico. Pero sobre todo
fanatizado en el espíritu del paneslavismo, que había adquirido gran fuerza
entre los jóvenes eslavos en la segunda mitad del siglo XIX en Europa central y
los Balcanes. Este odio a Viena no se debía al trato recibido desde la capital
del Imperio. Se debía a la opresión húngara. Y al agravio que había supuesto el
privilegio otorgado por Viena a Budapest. Ni checos, ni croatas, eslovenos,
eslovacos, serbios, rutenos o polacos perdonaron jamás que el Imperio otorgara
a Hungría un estatus de plena soberanía interior. Hungría había conseguido ese
poder en 1867 cuando se firmó el célebre «Ausgleich» (Igualamiento) que
convirtió el Imperio en tan bicéfalo como el águila negra de los Habsburgo. El
irredentismo húngaro no había dejado de sabotear al Imperio desde la revolución
de 1848. Bajo presión de los nobles húngaros y de sus círculos en Viena, se
convenció al Gobierno del emperador de que la división del Imperio en dos
grandes partes autónomas sería la solución a los permanentes problemas. Serían
Cisleithania, gobernada desde Viena y allende el río Leitha, la Transleithania
gobernada por Budapest. Aquello que debía ser la solución al insaciable
nacionalismo húngaro, fue la simiente de los odios y agravios que acabaron
enterrando al Imperio.
El «Ausgleich» se había decidido con Viena muy debilitada,
aun trastornada por la derrota de Austria ante Prusia en Königgrätz. Allí
perdió Silesia. Y con aquellas viejas tierras del imperio también perdió el
pulso por la supremacía en el espacio alemán europeo. Prusia caminó hacia el
fortalecimiento de la unidad alemana bajo Bismarck, que se lograba en 1871.
Austria, por el contrario, buscaba la estabilidad en la división política y
administrativa en la citada bicefalia bajo la unión personal del emperador de
Austria y Rey de Hungría. Fue una catástrofe. Budapest utilizó desde el primer
momento su total autonomía para anular las leyes y costumbres tolerantes de
Viena e imponer implacables dictados del nacionalismo magyar sobre todos los
demás pueblos. Colapsaba la igualdad de derechos de todos los pueblos en el
imperio que había sido sido el orgullo de los Habsburgo durante siglos. En los
pueblos eslavos cuajó la convicción de que los privilegios húngaros se debían a
su falta de escrúpulos en el chantaje a Viena. Pronto era el emperador el
acusado de indolencia ante los sufrimientos bajo la arrogante autoridad
nacionalista magyar. Y el agravio no dejó de crecer. Los intentos de la Corona
en Viena por evitar los efectos perversos de aquella estructura asimétrica
aceptada en 1867 fracasaron. El emperador pasó a tratar igual a quienes
cumplían las leyes que a quienes la violaban, a leales y desleales. Todos
pasaron así a emular a los más desleales. Y las instituciones comunes, el
emperador a su cabeza, se convirtieron en símbolos de injusticia. La debilidad
llevó al abuso y éste al odio. La patria de todos dejó de serlo. Y al final no
hubo quien la defendiera.
UNA FIRMA Y CIEN FUNERALES
Por HERMANN TERTSCH
ABC Sábado, 22.02.14
Mientras se entierra a los muertos de los últimos días, se
abre una esperanza de transición a una era post Yanukóvich
El acuerdo lo ha
firmado quien debía hacerlo, Víctor Yanukóvich. Que jamás lo hubiera hecho de
haber tenido otro remedio. Pero todos eran conscientes de que no podían
concluir su encuentro sin acuerdo documentado. La alternativa era con bastante
seguridad un baño de sangre de imprevisibles consecuencias. Ministros europeos
y el enviado ruso son garantes del acuerdo. No hay ninguna garantía de que no
pueda reabrirse la batalla y matanza del jueves cualquier día en el futuro.
Pero lo acordado, con una clara pérdida de poder para Yanukóvich, desactiva la
voluntad de inmediata respuesta al crimen masivo de la plaza Maidan del día
anterior. Así, mientras se entierra a los cien muertos de los últimos tres
días, se abre una esperanza de transición pacífica a una era postYanukóvich. Se
vuelve a la Constitución de 2004 que le despoja de gran parte de sus poderes
presidenciales. Queda muy debilitado legalmente, además de muy vigilado, en los
meses que pudieran quedarle en el cargo. También se abren las puertas de las
cárceles y se pondrá en libertad a Julia Timoshenko. En diez días habrá un
Gobierno de Transición, en otoño nueva Constitución y en diciembre elecciones.
Nada será tan fácil como suena. Y todos los participantes ayer en el acuerdo de
urgencia han evitado con razón hablar del fondo de la cuestión. Porque los
muertos dieron su vida por caminar hacia Occidente y huir del abrazo ruso. Los
mataron quienes quieren un régimen en una alianza eurasiática dominada por
Rusia. Estas posiciones se mantienen inalteradas. El gran cambio está en la
inmensa disposición de tantos ucranianos a morir antes de perder el tren
europeo para otras tres o cuatro generaciones. Y en que queda ya claro que
imponerles lo contrario requeriría un inmenso baño de sangre.
LA SANGRE DE LOS FRACASOS
Por HERMANN TERTSCH
ABC Viernes, 21.02.14
Ambos países están en plena deriva hacia el Estado fracasado
porque los regímenes cerrados y corruptos han sido incapaces de regenerarse y
asumir los retos del siglo XXI
ESTAMOS ya en el escenario que todos temían, pero con el que
todos han jugado para conseguir sus fines. Cuando los muertos comienzan ya a
contarse por decenas queda claro que los engaños y las añagazas habidas hasta
ahora tocan a su fin. La sangre de estos días cambia drásticamente la
situación. Lo dicho puede aplicarse igual a Ucrania y a Venezuela, dos países a
los que separan miles de kilómetros pero unen en este momento los hilos del
drama y el dolor. Y también algunas características muy definidas de sus
respectivas tragedias. En ambos países, unos regímenes corruptos y contrarios a
la sociedad abierta luchan por su supervivencia y contra su propio fracaso. Y
contra una población que, desesperada, tiene ya más rabia que miedo y que no
acaba de articular una oposición unida.
En ambos países, en el Caribe y junto al Dnepr, las
sociedades están profundamente divididas y enfrentadas. Ambas naciones barajan
entre las opciones de la revolución democrática, la involución autoritaria y
represiva y una guerra civil de incierto final. En Venezuela como en Ucrania el
origen del conflicto está en ese fracaso de los regímenes a la hora de
satisfacer las crecientes expectativas de sociedades cada vez más informadas y
articuladas. El hundimiento en Venezuela tiene mucho que ver con la propia
ineptitud del aparato dirigido por Nicolás Maduro. Está dirigido por un país
vecino, Cuba, que despliega todo su know how de
la represión, intoxicación y gestión dictatorial. El caos en Ucrania llegó
cuando el presidente decidió romper su proceso de acercamiento a Europa y
dejarse «convencer» por los firmes argumentos de un país vecino también, Rusia,
cuya presencia histórica es masiva.
Está claro que Viktor Yanukóvich ya no es el presidente de
Ucrania, sino el líder de una de las partes combatientes. Todo lo que suceda de
aquí a las próximas elecciones presidenciales y parlamentarias se harán ya sin
un poder legítimo en Kiev. Lo cierto es que según pasan las horas más fuerza
toma la opción de una intervención militar. Se dan los requisitos. Pero plantea
serios problemas. No está claro que más allá del orden de las bayonetas
decretado por un estado de sitio, un régimen tutelado por el ejército pudiera
restablecer cierto tipo de normalidad. Y ahí está la guerra fría segura con
Europa y EE.UU.
En Venezuela es evidente que los sueños de Maduro de
estabilizar el régimen chavista están abocados al fracaso. Y que el aparato
tendrá que plantearse una negociación para abrir el régimen a la participación
real de la oposición o cumplir la amenaza de Maduro de aplastar por la fuerza a
la oposición y establecer un régimen de socialismo de guerra. Los costes son
evidentes. Y probablemente ni los cubanos, quienes nombraron y tutelan a
Maduro, los quieran asumir.
Dos sociedades divididas entre las dos grandes opciones
ideológicas. Ambos países están en plena deriva hacia el Estado fracasado
porque los regímenes cerrados y corruptos han sido incapaces de regenerarse y
asumir los retos del siglo XXI. Y tienen enfrente a los sectores más formados
que exigen una reformas para adaptarse a las sociedades abiertas occidentales
que, pese a todas las crisis, son capaces de conjugar reformas y libertad. Por
eso es una inmensa falacia de nuestra progresía española esa comparación entre
los antisistema en Estados de Derecho en Occidente y los opositores a aquellos
regímenes. Porque, a grandes rasgos, los manifestantes de allí quieren Estados
como los de aquí. Y los manifestantes de aquí, son los que tienen su referente,
sus apoyos y sus camaradas en las dictaduras de allí.
QUERIDO ARTURO
Por HERMANN TERTSCH
ABC Martes, 18.02.14
Periodistas acusados desde el poder por opinar. Me recuerda
a mi época en el Este bajo el Pacto de Varsovia
ME dicen, querido Arturo, que nos habéis denunciado. Que
habéis presentado una denuncia ante el Juzgado de Primera Instancia Nº12 de
Barcelona contra varios periodistas. ¡Qué cosa tan rara, Arturo! Un Gobierno
democrático de Europa occidental que presenta una demanda contra muchos
periodistas. No contra un periodista por cometer un delito. Sino contra varios,
muy distintos, de medios muy diversos. Muchos no viven en Cataluña, sino en
otros puntos de España. Bajo otras jurisdicciones. Y ninguno de ellos ha sido
acusado de tales delitos por ninguna instancia. Algunos de los periodistas ya
han recibido la citación, toda ella en catalán. Imagina que no la entienden. O
que responden en alemán, en ruso o en yiddish. Para así comenzar esta relación
en perfecta falta de respeto mutua. Raro. Periodistas acusados desde el poder
por opinar. Me recuerda a mi época en el Este bajo el Pacto de Varsovia.
También a mi padre y sus problemas con el régimen de Franco por los editoriales
en su semanario Spanish Economic News Service (SENS). Uno fue sobre el célebre
caso de la «Barcelona Traction». Le acusaron de injurias al Jefe del Estado.
Con quien se había metido era con Juan March. Fue en los años sesenta. Le
detuvieron en la Nochebuena. Vino la Guardia Civil a buscarle a casa y mi padre
salió en smoking y con monóculo a abrir la puerta al jardín. Muy sorprendidos
los agentes porque les habían dicho que era peligroso, le dejaron cambiarse
antes de llevárselo a la DGS. Mis hermanos y yo solo recordamos aquello como
drama porque uno de los guardias rompió sin querer una de las bolas grandes del
árbol de navidad. Lo cierto es que mi padre fue acusado, juzgado y absuelto por
los tribunales franquistas. Absuelto en pleno franquismo, nada menos que de
injurias al jefe del Estado y acusado por alguien tan poderoso como March y sus
emilioromeros pegados a la ubre del régimen. También hubo periodistas decentes
que le ayudaron como el admirado y querido Jesús de la Serna. Y hubo un juez
independiente y honrado. No sé si hoy podemos esperarlo en Cataluña con jueces
tan permeables a vuestro fanatismo nacionalista. Vuestra delirante denuncia se
basa en un informe de un organismo inventado para la censura. Que ha fabricado la
conclusión de que cometimos el delito de «fomento del odio, menosprecio o la
discriminación por motivos de nacionalidad y opinión». Aquí, lo sabes, los
únicos que fomentan el odio a todo lo español sois vosotros. Quienes
consideramos a los catalanes españoles no podemos odiaros. Solo deseamos que
los aquejados por ese veneno decimonónico del nacionalismo despierten del
tóxico sueño y sean otra vez con serenidad ambas cosas, españoles y catalanes,
a la vez. Mira Arturo, yo no he dicho que seas un nazi porque sé lo que fueron.
Soy de cultura alemana con un padre que fue diplomático en ese régimen. Él sí
fue nazi hasta que vio la monstruosidad que había ayudado a crear. Fue de los
muchos millones seducidos por la gloria nacionalista, nacionalsocialista. Pero
fue de los muy pocos que se revolvieron. Lo pagó después del 20 de julio de
1944 con mazmorra de la Gestapo en Moabit y el campo de concentración de
Sachsenhausen. De los suyos sobrevivieron muy pocos. Volvió a España donde
había quedado su primera mujer. Y cuando ella murió y se casó con mi madre,
convirtió en tarea sagrada la educación de sus hijos en la memoria, dignidad y
firmeza contra esa enfermedad del alma de los hombres y los pueblos que fue el
nazismo, expresión extrema del nacionalismo. Y de la seducción totalitaria.
Espero nunca llegues a lamentar tanto como él, el haberte equivocado, Arturo.
EL ÚLTIMO RECURSO
Por HERMANN TERTSCH
ABC Sábado, 15.02.14
Italia no puede perder más tiempo, porque con esta política
de parches reformistas se hunde
Llega con furia, no
esconde su ambición infinita y se jacta de haber expulsado casi físicamente del
cargo a su antecesor. Va a ser muy previsiblemente el nuevo primer ministro y,
de momento, el joven Matteo Renzi ya ha dejado claro que no será ni como Mario
Monti, con sus permanentes miedos al conflicto, ni como Enrico Letta, al que
por lento e indeciso ha quitado la jefatura del Gobierno desde su propio
Partido Democrático con una demoledora votación de 136 a 16. Italia no se puede
permitir perder más tiempo. Porque con esta política de parches reformistas se
hunde. La producción industrial de Italia ha caído un 25%. La situación es
dramática y exige por ello un golpe de timón. Es el último recurso para evitar
algo muy serio. Ese es el mensaje del alcalde de Florencia y estrella del
centro-izquierda. Y con ese ánimo ha irrumpido en la política nacional como
protagonista indiscutido y arrollador. Quiere unas reformas profundas y rápidas
de las instituciones italianas. Y quiere cambiar de inmediato la ley electoral,
para lo que ya se reunió el 18 de enero con Berlusconi. El presidente
Napolitano recibió ayer la dimisión de Letta y mantuvo conversaciones para la
formación del nuevo Gobierno. Pocos dudan de que lo presidirá Renzi. Entonces
habrá que ver si realmente estamos ante ese político capaz de romper las
infinitas inercias y resistencias del Estado italiano. Se verá qué alianzas
encuentra y qué pasos da. Las formas son nuevas, prometedoras para muchos. Lo
demás está por ver.
INCENDIOS DEL MIEDO
Por HERMANN TERTSCH
ABC Viernes, 14.02.14
España y nuestras instituciones sufren un devastador
incendio político, alimentado por la deslealtad, la impunidad y el miedo
NO hubo ayer ocasión de que se pronunciara el ministro de
Asuntos Exteriores, García Margallo, sobre los estudiantes muertos a tiros en
Venezuela. Estaría enfrascado en pergeñarnos alguna nueva frase brillante sobre
Cataluña, su asunto único para nada exterior. Una pena. Porque los demócratas
en Latinoamérica, y especialmente en Venezuela, habrían agradecido cualquier
mínima manifestación de afecto desde Madrid. Para aquellos que se juegan la
vida y a veces la pierden, por demandar un Estado de Derecho, libertades
políticas y económicas y un poco de respeto a los derechos individuales. Pero
no puede ser. Sería meterse en un lío. El Gobierno de España ya no se da por
enterado de lo que sucede en Cuba ni Venezuela ni nada que pueda importunar. Si
hasta hemos mirado hacia otro lado mientras se acumulan en Washington los
indicios de que un ciudadano español, Oswaldo Payá, fue asesinado a sangre fría
por los sicarios de Castro. Cualquier cosa menos pleitos. Temor reverencial
ante el pendenciero. Hemos adoptado así la política de Zapatero en el Caribe,
de obsequiosidad con el matonismo totalitario. Desde una debilidad que se nota
porque el miedo huele. Podemos agradecer a Dios, a la fuerza del sino o a
Bruselas que, en materia económica, las imposiciones hayan llegado de la mejor
de las partes. Que el matón al que había que plegarse era bueno. Y llegaba
cargado de razón y decisión de poner coto a nuestros peores desvaríos
económicos. Que por interés propio quería nuestro bien. En lo demás, la regla
básica de conducta ha sido un sistema general de apaciguamiento en todos los
frentes. Con el único sobresalto de que el ministro de Justicia, en sus juegos
y añagazas, se ha pasado de frenada en una cuestión que creía poder usar bien
para su promoción y conveniencia, el aborto. El sistema de claudicación
preventiva del Gobierno se rige según una escala de la capacidad de abuso y
atropello de la parte en conflicto.
Para determinar la premura con la que se debe ceder para
evitar o posponer los conflictos. Así es en el exterior. Así en Cataluña. Así
se hizo en Gamonal. Así también con una Andalucía que se perdió cuando se pudo
ganar. Y frente un Gobierno andaluz que levita sobre cleptocracia e ideología
redentora. Así se ha actuado con ETA y sus organizaciones. La metáfora total
fue el pulso que echó un miserable etarra al Estado y lo rápido que ganó la
batalla el agonizante imaginario. Por miedo. Por «la que nos montan en el
norte». «Nada de abrir frentes». Así hemos llegado hasta aquí, desesperados por
posponer todo hasta el momento en que florezca el buen humor y la gratitud con
la economía. Pero las mejoras económicas son solo proyecciones cuando estallan
a un tiempo todos los conflictos soslayados y pospuestos. Cuando la deriva
catalana alcanza cotas insufribles llega ahora la otra apuesta, nada difícil de
prever ella. El pacto para una izquierda con ETA era el plan original de
Zapatero y Eguiguren en el País Vasco y Navarra. Aquí está. Creen llegado el
momento. «El tiempo nuevo» según el siniestro Eduardo Madina. Con el asalto al
Gobierno de Navarra de socialistas aliados con las organizaciones etarras, como
primer paso para la unificación con el País Vasco. Con todos los frentes
abiertos, el Gobierno insiste con la matraca de que la economía va a ir bien
pronto y lo calmará todo. Pero España, su mapa, nuestras instituciones y leyes
sufren un devastador incendio político, alimentado por la deslealtad, la
impunidad y el miedo, que nadie tiene hoy controlado. Que no se puede aplacar
sino, acaso, vencer.
SUIZA, SÍNTOMA Y SÍMBOLO
Por HERMANN TERTSCH
ABC Martes, 11.02.14
A los suizos les gusta su forma de vida. La ven amenazada. Y
quieren preservarla
DE nuevo la eterna
salmodia –de biempensantes profesionales y de la masa progresista cariñosa– que
nos explica que en Suiza un referéndum ha optado en favor de cortar la libre
circulación por la sencilla razón de que triunfa la extrema derecha. Como
siempre en cualquier problema, conflicto o disyuntiva, dentro o fuera de
nuestras fronteras, lo que no les gusta es «facha» y punto. En realidad no es
así. No es que los suizos se hayan vuelto de repente todos camisas pardas y
consideren a los extranjeros infrahumanos. Al contrario, cerca del 25% de los
habitantes de la Confederación Helvética son extranjeros sin derecho a voto. Y
la cifra aumenta sin cesar. Es mucho más del doble que en la mayoría del resto
de sociedades europeas. En Suiza ha pasado lo que sucede cada vez con más
frecuencia en toda Europa cuando se pregunta a la mayoría sobre decisiones
impuestas por las elites. Que la respuesta no gusta. Como sucedió en Francia con
la Constitución europea o en Holanda, o como pasaría con muchas decisiones de
la UE si sus gobiernos se atrevieran a preguntar. En Suiza se hace.
Desde sus épicos
orígenes medievales como cantones alpinos unidos por juramento contra los
poderes centroeuropeos. Así sigue siendo. Está claro que las decisiones tomadas
así no siempre son sabias. Las mayorías se equivocan. Serán muchos los suizos
que lamenten este voto, auspiciado en referéndum por el líder populista del
Partido Popular Suizo (SVP), Christoph Blocher. La pregunta era tan tramposa
como pueden serlo en referéndum y hablaba de poner fin a la «inmigración en
masa » desde los países de la Unión Europea. Blocher es un inteligente hombre
de negocios, no un zoquete ideologizado, y sabe bien que jamás hubo ni habrá
«inmigración en masa». Pero cierto es que los suizos han ido en masa a votar. Y
con menos de 20.000 votos de diferencia, ha ganado el «sí» a las restricciones
que suponen el fin de la libre inmigración de ciudadanos de la UE a territorio
helvético. ¿Por qué? Porque a los suizos les gusta su forma de vida. La ven
amenazada. Y quieren preservarla. Por el mismo motivo que Suiza no asumió la
vía de la UE y rechazo el acuerdo de asociación en 1992, pese a las presiones
masivas de sus poderosas elites en sentido contrario. Los suizos son síntoma y
símbolo a un tiempo de lo que en Europa no quieren ver sus propias elites. Y
que no se puede expresar dentro de esta corrección política que reprime los
humores hasta que estallan.
Suiza es una isla de bienestar dentro de otra isla de
bienestar, que es Europa en el mundo. Ambas se protegen. Y nadie quiere
hundirse bajo el peso insostenible de demasiados náufragos. Pero nadie hace
caso hasta que se pone en marcha el miedo. Y el miedo es mal consejero. Ahora
se habla de represalias. Suiza –sus bancos, sus farmacéuticas, sus cantones
ricos y egoístas– es ideal como chivo expiatorio para mucho político europeo.
Haría mal la UE. Porque es cierto que tiene medios para castigar severamente a
Suiza. Puede cancelar mil acuerdos de un denso entramado contractual entre
Suiza y la UE que este voto pone en cuestión. Y todos podrán engañarse en la
pretensión de que castigan a la ultraderecha. Lo cierto es que ese sentimiento
fortísimo en la Suiza alemana, algo menor en la francesa, es un miedo que
comparten muchos europeos en toda la UE y que los políticos desprecian. Hasta
que se arma de votos y leyes. Tiene razón Merkel en que, con este voto, Suiza
se ha metido en un buen lío. Pero nadie se engañe, es un lío europeo.
FUEGO EN EL POZO NEGRO
Por HERMANN TERTSCH
ABC Domingo, 09.02.14
El único hecho positivo es que esta violencia no tiene un
trasfondo étnico, pero sí lo tiene el fracaso de Bosnia
Arden edificios en
Sarajevo, la juventud se echa a la calle en Bosnia y el mundo parece
sorprenderse. Como si en un lugar tan castigado por la guerra, la violencia de
este tipo fuera más chocante si cabe. Pero lo cierto es que han pasado dos
décadas desde el final de la contienda. Y que la paz que se arrastra desde
entonces es incapaz de generar expectativas.
La crisis, el paro,
la ineficacia y ante todo la corrupción, colman la paciencia de una sociedad
muy maltratada. El único hecho positivo es que esta violencia no tiene
trasfondo étnico. Aunque el fracaso del Estado bosnio en tantos frentes sí lo
tenga con su división en dos entidades, la Federación de Bosnia-Herzegovina y
la República Serbia de Bosnia. Este complejo marco administrativo y burocrático
devora inmensos recursos y mantiene una inmensa red clientelar que lastra de
ineficiencia, costes y corrupción todo el sistema. La distribución de cargos
por cuotas étnicas paraliza la gestión. La reacción a esta lenta deriva hacia
el Estado fallido llega ahora en un escenario clásico de crisis. En Tuzla se
protesta por el cierre de cuatro fábricas. Se dispara la desesperación. Y un
día después el resto del país se da cuenta que tiene los mismos problemas y
emula a aquella ciudad industrial y minera que tanto sufrió en la guerra. Y la
violencia escaló de forma fulminante especialmente en la capital.
Desde hace años se viene advirtiendo que el pozo negro que
se ha generado en los Balcanes occidentales tiene un inmenso potencial de
conflicto. Mientras Rumanía, Bulgaria y Croacia están en la Unión Europea, son
Bosnia, Serbia, Kosovo y Macedonia y hasta cierto punto Albania, los que se han
quedado atascados en un peligroso limbo. Las esperanzas de que estas sociedades
se mantengan en paz, mientras se preparan para beneficiarse de acuerdos con la
UE comienzan a revelarse como ilusorias.
GAMBERRADAS DE ANTAÑO
Por HERMANN TERTSCH
ABC Sábado, 08.02.14
Rusia filtró las palabras de Nuland para presentar a los
ucranianos prooccidentales como marionetas de otros
Victoria Nuland es secretaria de Estado adjunta de Estados
Unidos, y Geoffrey Pyatt es el embajador norteamericano en Ucrania. Hablan
mucho entre sí. Por teléfonos cifrados. Les han escuchado y grabado. Con gran
calidad. Obviamente los rusos. Y de las grabaciones, de las que tanto
escandalizan si las hace Estados Unidos, han filtrado una en la que Nuland dice
«Fuck the EU», (que le jodan a la UE) cuando discute medidas de apoyo a la
oposición.
Se filtra para crear cizaña entre Estados Unidos y la Unión
Europea, claro. Pero ante todo para presentar a los ucranianos prooccidentales
como marionetas y agentes extranjeros.
Es un juego viejísimo. Muy propio de la Guerra Fría, que
reaparece con la certeza de que Rusia se encierra y endurece sus formas de
poder exterior. En este pulso político de vital importancia geoestratégica,
juegan todos. Washington y la Unión Europea defienden a los mismos, a la
oposición, pero con matices. Algo se hace en común, mucho cada uno por su lado.
También distintos países europeos juegan distintas cartas.
Sucedió igual en los ochenta en Europa oriental. La UE es más cauta, lo que
irrita a Washington. Nada nuevo. Nuland y Pyatt hablan mucho porque en Ucrania
pasan muchas cosas. Gran parte de la población no quiere pasar otras cinco
generaciones bajo un sistema dictatorial y dependiente de Moscú. Y se ha
lanzado a la calle para evitarlo. Quieren ser Europa. Pero Putin no quiere
dejarles. Considera que, con los Bálticos y Polonia, la Unión Europea y la OTAN
están ya demasiado cerca de la frontera rusa.
Si Ucrania tiene un éxito democratizador lo estarían aun
más. Y sería un malísimo ejemplo para Rusia. Por eso Putin denuncia a Estados
Unidos y a la Unión Europea por ayudar e influenciar a la oposición.
Precisamente él, que ha comprado con protección y amenazas, nada menos que al
presidente ucraniano, Víctor Yanukóvich. Las viejas gamberradas de la Guerra
Fría son parte del juego. De un juego terriblemente serio.
LA CONSPIRACIÓN DE CHARTWELL
Por HERMANN TERTSCH
ABC Miércoles, 05.02.14
«En una cinta hecha pública ahora por el FBI, Guy Burguess,
uno de los célebres espías de Cambridge, evoca un emocionante encuentro con
Winston Churchill. Fue en los meses en que Londres se debatía entre el temor a
la guerra y la esperanza alimentada por
ESTAMOS en el gran
año de las efemérides. El 28 de junio se cumplen cien años del magnicidio de
Sarajevo, detonante de la Primera Guerra Mundial. Y el 1 de septiembre se
cumplen tres cuartos de siglo del comienzo de la Segunda Guerra Mundial en
1939. Muchos historiadores consideran esta mera continuación de la Primera. Con
nuevo reparto de cartas, más y mejores armas y la irrupción brutal de las
ideologías. Las masas estaban lanzadas a la frenética búsqueda de una salvación
en las religiones laicas de adoración a un caudillo, a una clase, a una nación.
Con fuerza imparable habían surgido las ideologías redentoras, el comunismo y
el nazismo o fascismo. Enemigas pero similares, sus dos grandes caudillos
tenían mucho en común. Hitler y Stalin eran dos dictadores osados, con vocación
de trascendencia, rebosantes de brutal energía y ambición. Frente a ellos
parecían enanos los políticos de las democracias, débiles, mediocres y
vulnerables. El pacifismo se convirtió así en fiebre de las masas en las
democracias que desesperaban por aplacar a las fieras totalitarias. Así lo
dieron todo por la paz. Y todo lo perdieron. Paz, dignidad e integridad
incluidas. El 30 de septiembre Chamberlain se había bajado de su avión en el
aeródromo de Heston procedente de Múnich, blandiendo feliz una hoja de papel
con la firma de Hitler. Aquella noche, ante Downing Street, proclamó aquello de
«Peace for our time» (paz para nuestro tiempo). Aquella escena y aquella frase
son celebérrimas y paradigma del autoengaño. Mucho menos conocido es el
encuentro extraordinario que se produjo al día siguiente. Dos hombres, que
serían después polos opuestos en la historia británica y europea del siglo XX,
compartían penas y miedos y se conjuraban en contra de la claudicación de las
democracias frente a la barbarie totalitaria. Disponemos, gracias a los
archivos del FBI, de una cinta con la narración de aquel encuentro del 1 de
octubre de 1938 hecha por uno de ellos en Washington quince años después en
1951. Es una pequeña joya que nos llega por el túnel del tiempo. Y nos habla de
aquel 1 de octubre en que la sociedad británica se levantó pletórica de
felicidad. Chamberlain había vuelto de Múnich con la prueba de que las
concesiones de Londres y París a Hitler habían surtido efecto. No habría
guerra, decían. La paz asegurada, repetían todos. ¿Todos? No todos. Un joven
periodista de la BBC llamado Guy Burguess estaba muy deprimido. Que el nazismo
hitleriano hubiera cosechado otro triunfo al serle entregada Checoslovaquia,
meses después de haber anexionado Austria, no le parecía garantía de paz, sino
de guerra. Y tuvo el impulso de llamar a un viejo político del que sabía que
compartía su pesar. Era el viejo Winston Churchill. A sus 62 años, se hacía
entonces cada vez más evidente para todos que su brillante carrera política
había acabado. Sin poder ninguno en Londres, sin partido que le apoyara,
aislado en Westminster y evitado por muchos en la City por su «radicalismo»,
parecía definitivamente un hombre del pasado. Muy abatido por las noticias de
Múnich, se había refugiado en su casa de campo de Chartwell, en Kent. Sin
visitas ni ganas de trabajar, recibió con gusto la llamada del joven al que
había visto alguna vez en algún acto social en Londres. Brillante en Cambridge,
miembro del club Pitt y del círculo secreto de los Apóstoles, Burguess era un
joven prometedor en la BBC. Y Churchill tenía además ganas de quejarse. Pensaba
que la BBC le ninguneaba. Y que la radio pública había tomado partido por el
entusiasmo pactista del Gobierno de Chamberlain. Por todo ello, invitó al joven
Burguess a pasar el día en el campo para hablar de la desgracia de Múnich.
Muchos han imaginado aquel encuentro fascinante entre el mayor ídolo y quizás
el peor villano en el imaginario colectivo británico del siglo XX. Se ha escrito
alguna novela y hasta obra de teatro sobre ello. Pero ha sido ahora, en enero
de 2014, cuando por primera vez se publica la breve cinta. Burguess cuenta que
Churchill le había recibido muy deprimido, lamentando que lo único que podía
hacer ya por su patria, ante una guerra segura, era entregarle como combatiente
a su hijo Randolph. Que su impotencia era total. Burguess animó al viejo león
abatido a utilizar su inmensa elocuencia. A batirse con ella para convencer a
los británicos de que claudicar ante Hitler era cobardía, pero además una
trampa mortal. Pasaron muchas horas juntos de conversación, comida y bebida
estos inmensos bebedores. A la tarde, Churchill despidió a Burguess junto al
coche en que emprendía regreso a Londres. Y le regaló un libro dedicado. Era
«Arms and the covenant» («Armas y el pacto»), que contiene discursos suyos en
los que advertía sobre la guerra. Dijo Burguess que creía que su visita había
animado a Churchill. Un año más tarde aquel anciano abatido se erigió en líder
de un pueblo, del que erradicó toda intención de apaciguamiento. Y, convertido
en un ejército, lo llevó a la guerra y a una victoria que se hacía imposible.
Churchill no podía ni imaginar entonces quién y qué era aquel joven. Sí lo
sospechaba el FBI once años más tarde. Guy Burguess grababa al parecer
voluntariamente la declaración. Por la voz, aparenta estar relajado. No podía
estarlo. Semanas después huía a Moscú con otro británico al servicio del
espionaje soviético, Donald Maclean. Años más tarde les seguiría Kim Philby. Y
décadas después se destaparía al último topo de los cinco de Cambridge, que era
Anthony Blunt. Todos ellos habían sido reclutados en Cambridge para el
Comintern por el espía judío austriaco Arnold Deutsch.
Lo cierto es que
aquel sábado 1 de octubre de 1938 hubo pleno acuerdo en lo que muchos
calificarían como el encuentro entre el mejor y el peor británico del siglo XX.
Churchill y Burguess –el gran líder de una guerra heroica, premio Nobel,
estadista y personalidad histórica aclamada en todo el mundo; y el espía y
traidor, alcohólico y depredador homosexual, que murió marginado y despreciado
en Moscú– eran aquel día la minoría más diminuta y aislada del Reino Unido. En
aquella improvisada conspiración de Chartwell, en su desesperada resistencia a
la política de concesiones al totalitarismo nazi. Y tenían razón. El
apaciguamiento fue claudicación. Y solo alimento del totalitarismo. Aquella paz
a toda costa era falsa. Una lección para siempre que los europeos –no digamos
los españoles– se niegan a aprender. La historia sería redonda, de acabar así.
Pero el traidor no lo habría sido del todo si no hubiera seguido a Stalin en su
posterior Pacto con Hitler, que llegaría diez meses después. Y así Burguess dio
un gran salto más hacia la infamia. Eso ya sería el 1 de septiembre hace 75
años. Justo cuando su anfitrión de aquel día inolvidable, Winston Churchill,
emprendía, con la Batalla de Inglaterra su senda hacia la gloria.

TODO MODERACIÓN Y TOLERANCIA
Por HERMANN TERTSCH
ABC Martes, 04.02.14
Es tan tolerable una asamblea de asesinos múltiples como
destruir en Gamonal o agredir al anciano cardenal ante la catedral
«LA moderación en el comportamiento es siempre una virtud.
No lo es la moderación en los principios». Esta sentencia del gran Thomas Paine
me la traía ayer al recuerdo el entrañable colega italiano Josto Maffeo. En su
glorioso panfleto de «Common Sense» («Sentido común») durante la Revolución
Americana, como en «Los derechos del hombre» en plena Revolución Francesa,
Paine cuaja los mejores aforismos sobre sociedad y libertad, sobre deber y
responsabilidad. Se dirigía a hombres que dejaban de ser súbditos y habían de
asumir en libertad la defensa del bien. Habían de defender la nueva sociedad
virtuosa. Sin corromper sus virtudes. Había que ser tolerante. Pero inflexible
en defender la libertad que hacía posible la tolerancia. Había que ser moderado
en formas. Pero no se podía moderar la defensa de la verdad. Como no se podía
modular la verdad misma. Aquello fue hace tiempo. Hoy nadie sabe quién es
Paine. Y un moderado es el que busca máximo provecho de mínimo compromiso. En
equidistancia exquisita. Cuando alguien defiende aquí, por ejemplo, la unidad
de España que está en la ley, y otro aboga por la destrucción de España y por
tanto de las leyes, nuestro moderado se sitúa en medio, en el centro lo llaman,
y tacha a los dos de inmoderados y radicales. Y frente a los dos «extremistas»,
se eleva con la superioridad moral que da el saberse moderado, quita la razón
por igual a uno que al otro y se la da a él mismo. Pero lo cierto es que, al
quitarle la razón a quien defiende las leyes, en realidad pasa a engrosar las
fuerzas de quienes las están combatiendo. Por ello, gracias a la proliferación
de moderados en la defensa de las leyes, de los principios y la cultura básica
de convivencia en España, los enemigos de todo ello llevan décadas en campaña
victoriosa en la sociedad española en permanente conquista de terreno y
creación de hechos consumados que después presentan como derechos irreversibles
por inalienables.
Nos ha pasado siempre con el moderado por vocación que ha
sido el PNV en la cuestión terrorista. El moderado equidistante ha sido a la
postre el más fiel aliado de los terroristas en la consecución de sus objetivos
para el nacionalismo. Ha sucedido con el PSOE, que en su equiparación entre
separatistas y constitucionalistas se convirtió en el peor enemigo de la
Constitución con Zapatero de timonel con su Estatuto catalán y sus acuerdos de
beneficios mutuos con ETA. Esas dos felonías nos han hundido en una crisis
existencial que no tuvimos ni en la Guerra Civil. Ahora es el PP el que se
despoja de todo lo que molesta para actuar igual. La fascinación por esa
moderación, ese relativismo indolente, es explicable. Cuando no se cree más que
en la conveniencia propia con el mínimo esfuerzo y sacrificio, esta
equidistancia ofrece mucha ventaja. Se puede cambiar siempre de aliado. Aunque
sea fugazmente. Se evita el conflicto en minoría. Siempre con esa mayoría que
huye todo conflicto, pero ansiosa del beneficio propio gratuito. Aplicado a la
educación el resultado es una gran masa manipulable. Y un sector muy radical en
las posturas primarias, en la exigencia sin responsabilidad, en la demagogia,
en el victimismo social e histórico, en las ideologías redentoras, es decir en
la izquierda y el nacionalismo. Su fundamental arma es la tolerancia. Si todo
es tolerable, propiedad, libertad y dignidad quedan a merced de los tolerados,
los peores. Es tan tolerable una asamblea de asesinos múltiples como destruir y
amenazar en Gamonal, la sedición, el golpismo o agredir al anciano cardenal
Rouco ante la catedral. Quemarla, también. Todo moderación, todo tolerancia,
todo impunidad.
NEGROS AUGURIOS
Por HERMANN TERTSCH
ABC Sábado, 01.02.14
El Ejército ucraniano deja claro que se dan todos los
motivos para una intervención
La cúpula del ejército ucraniano ha emitido un comunicado de
aquellos que, en las viejas tradiciones del siglo XX, solían ser la última
advertencia de un paso al frente del poder castrense para asumir las tareas del
Gobierno civil. En él, los generales expresan su profunda preocupación por la
desestabilización y por el peligro de conflicto civil. Los altos mandos
militares exhortan al presidente, Víctor Yanukóvich, a que tome de inmediato
las medidas para restablecer el orden y la concordia social.
El comunicado es doblemente preocupante porque se produce
después de que llegaran noticias sobre movilización de milicias en diversas
regiones del país. Y porque fuentes polacas y alemanas hablan desde hace días
de un posible aplastamiento violento de las protestas. De que el presidente
Yanukóvich, y también el vecino líder ruso, Vladímir Putin, creen llegado el
momento de poner fin al desafío al Estado que ha alcanzado un nivel extremo de
paralización de las instituciones con la ocupación de edificios oficiales. El
alto mando considera la situación «intolerable» y advierte de que «amenaza la
integridad territorial de Ucrania». La cúpula militar deja claro que se dan
todos los motivos para una intervención. Con seguridad, el alto mando ucraniano
ha pensado en la reunión de seguridad de Munich a la que asiste el secretario
de Estado de EE.UU., John Kerry. El encuentro es siempre una cumbre de defensa
atlantista occidental. Este año Munich mira solo a Ucrania. Y los militares
ucranianos a Munich.