BAILAD HIPÓCRITAS, BAILAD
Por HERMANN TERTSCH
ABC Martes, 18.06.13
Ahora llaman a aplaudir a estos personajes que roban datos y a condenar a los organismos de las democracias que vigilan las redes
¡QUÉ escándalo, aquí se juega! Todos los aliados de EE.UU se echan las manos a la cabeza por las revelaciones de Edward Snowden, otro de esos espías tan leales que ha puesto de moda el zeitgeist. Estamos todas horrorizadas y subidas en la banqueta ante este ratón informativo. Un ratón que, eso sí, convenientemente cocinado, desmenuzado e incansablemente distribuido en los medios occidentales hará todo el daño posible y corrosión necesaria a los sistemas de seguridad y a las relaciones de confianza de las democracias occidentales. Menos mal que también nos dará momentos de hilaridad como sólo pueden generar unas protestas indignadas del régimen comunista de China por la brutal violación de la intimidad que perpetra EE.UU. O los preocupados llamamientos a la transparencia y a la virtud en la protección de datos que nos haga Vladimir Putin. Esas risas sí las tenemos aseguradas.
Resulta que Washington vigila y controla internet, la red inventada en su día por EE.UU para su seguridad y abierta al público y al éxito comercial cuando se quedó sin enemigo en la guerra para la que había sido inventada. ¿Alguien pensaba que no lo hacía? ¿Alguien creía realmente que lo que sucede en la red sólo iba a ser controlado por rusos y chinos, por británicos, franceses, alemanes, brasileños, indios o israelíes y no por el autor del invento? ¿Alguno de los socios europeos de Washington que ahora se declaran horrorizados ante su opinión pública por la curiosidad de la NSA, no ha desarrollado, comprado o conectado en los últimos diez años un sistema propio con el fin del control general de las comunicaciones, incluida la red? Si fuera así serían unos irresponsables indignos de la confianza de sus electores. Pero no es así.
Lo que sí nos podemos creer es que esos sistemas generales de vigilancia y espionaje se utilizan en muchos casos sin conocimiento de sus parlamentos. Mal hecho. No así en EE.UU donde miembros de la Comisión de Secretos del Congreso norteamericano sí dicen haber sabido del sistema Prism. Pero tiene esa costumbre de guardar los secretos que afectan a su seguridad nacional. Y de no salir corriendo de las reuniones de alta confidencialidad a buscar a periodistas para «largarles» todo lo escuchado sin importar las consecuencias de las filtraciones.
Lo cierto es que hay mucha justicia poética en que el principal damnificado de este escándalo en medio de la apoteosis de la hipocresía sea el mayor hipócrita de todos. Porque Barack Obama y su entorno político y cultural son responsables de escándalos verdaderos, entre los que no incluyo este control de comunicaciones que es un deber para que no queden a merced de los enemigos de las sociedades abiertas. Escándalo es perseguir con la Agencia Tributaria a miembros de la oposición por el hecho de serlo. Escándalo es espiar a periodistas. Escándalo es mentir sobre hechos tan graves como la muerte de un embajador en Bengasi. Esos casos han sido rápidamente olvidados por la prensa occidental por el bien de Obama. Y ahora estalla Prism y toca convertir en héroe al civil desleal Snowden como en su día al soldado traidor Manning o al traficante de información robada Assange. En el fondo, productos de la cuadra cultural de Obama. Ahora llaman a aplaudir a estos personajes que roban datos y a condenar a los organismos de las democracias que vigilan las redes. Y toca hacerlo en armonía entusiasta con campeones de la libertad y transparencia como el régimen chino y el presidente Putin. El control de los abusos de un sistema tecnológico en las democracias no se consigue en un baile de hipócritas que le quiere ceder un monopolio a los enemigos de la libertad.
SERBIA Y KOSOVO SELLAN LA PAZ PARA DESBROZAR EL CAMINO HACIA LA UE
Por HERMANN TERTSCH
ABC Lunes 17.06.13
Sería el último cambio de fronteras en Europa. Todas las
partes coinciden en que el caso del «mísero Kosovo» no es comparable con la
«rica Cataluña»
Los
primeros ministros de Serbia y de Kosovo, Ivica Dacic, y Hashim Thaci,
escenificaron ayer en Göttweig, Austria, su reconocimiento mutuo y voluntad de cooperación como
paso irreversible para cerrar el capítulo de la guerra de los Balcanes y abrir
uno nuevo, el de la integración en Europa. Ambos
quisieron presentar su encuentro de conciliación como gesto clave para que la
frontera marcada con la sangre de decenas de miles de albaneses y serbios sea
la última herida en cerrarse en Europa. En unos Balcanes
que quieren caminar con todos los demás europeos hacia la plena unidad e
integración para poder ser competitivos en el mundo actual.
Todo
ello sucedió en una mañana radiante en el monasterio benedictino de Göttweig en la Baja Austria, también conocido
como el Montecassino del
Danubio. Los dos jefes de
Gobierno de países enfrentados a muerte hasta hace muy poco, se daban allí la
mano por primera vez fuera del ámbito de las negociaciones en sede de la UE en
Bruselas o de las Naciones
Unidas en Nueva York. Ha sido
una jugada maestra de la
diplomacia austriaca: los dos fueron invitados, al principio ninguno quería
ir si acudía el otro y al final acudieron ambos y pronunciaron dos discursos
complementarios. En ellos se insistió en la necesidad de cerrar para siempre la historia de la guerra entre los dos pueblos, causa y origen
de toda la tragedia común. Y en la necesidad de emprender juntos el futuro con
la meta de la plena integración en la Unión Europea.
Con
este reconocimiento de facto del Kosovo independiente por parte de Belgrado,
muchos participantes en el Foro de
Göttweig, también por parte oficial austriaca, mostraron su
esperanza de que España y otros cuatro miembros de la UE pongan fin a su boicot
al reconocimiento de Kosovo que ya han llevado a cabo los otros 22 miembros.
Especialmente porque, tal como anunció ayer Austria, en el próximo Consejo Europeo va
a pedir que se ponga ya fecha al comienzo de negociaciones con Serbia y también
a un Acuerdo de Estabilidad y Asociación con Kosovo como primer paso.
Rumanía,
cuyo ministro de Exteriores, Titus Corlatean, se hallaba presente en Göttweig,
podría cambiar pronto de actitud, se decía en círculos de la conferencia. Y
fuentes austriacas, pero también de otros muchos países participantes,
mostraban su esperanza de que esto pudiera mover también a Grecia y a España.
La negativa española
La
fuente más rotunda en favor de la
necesidad del reconocimiento de Kosovo por España vino de parte serbia. Jelena Milic,
responsable de uno de los grupos de trabajo de la conferencia, y directora en
Belgrado del Centro Euroatlántico dijo que la actitud
de España se basaba en dos errores: el primero, creer
que el reconocimiento de
Kosovo perjudica a Serbia. Al contrario, mantener la negativa al
reconocimiento sólo alimenta las esperanzas de las fuerzas involucionistas en
Serbia y no permite pasar definitivamente página. Como la pasaron los alemanes
al renunciar a los territorios que habían perdido en el este tras una guerra
que habían provocado. «Eso fue lo que le sucedió a Serbia con Kosovo. Está
perdido por responsabilidad propia. Para siempre. Reconocerlo será una
liberación que quitará un argumento a los enemigos de reformas y democracia».
«Cataluña
no es Kosovo»
Pero
Milic se refiere con mayor contundencia aun al segundo error que ve en la
postura española, que ha sido dice «mezclar lo que no puede mezclarse. Nada se
puede comparar en Europa occidental con las matanzas que precedieron a la
guerra y que llevaron al final tras miles y miles de muertos a la independencia
de Kosovo». Según dice, comparar la Cataluña autonómica, desarrollada y rica
con un Kosovo mísero, torturado y escenario de un genocidio racista es tan
grotesco como terrible. Y todo paralelismo es por ello absurdo, lo haga el
Gobierno español o lo hagan nacionalistas.
Nacionalismo y corrupción
Toda
la conferencia de Göttweig ha estado marcada por la preocupación, más allá de
la crisis, que generan lo que el gran patriarca de este foro, el legendario
periodista Paul Lendvai calificó como «las
dos pestes de Europa, nacionalismos y corrupción». También el célebre actor
y escritor austríaco Herz Kerstranek apeló
a hacer frente a demagogos, populistas y nacionalistas. «Todas y cada una de
las fronteras de Europa se han hecho con sangre. Los europeos lo sabemos, por
eso ni una más».
El
primer ministro kosovar pidió expresamente a los cinco países de la Unión
Europea que aun no reconocen a su país que lo hagan porque «ya es fuente de
estabilidad en los Balcanes». Y Dacic dejó claro su agradecimiento especial a
Austria, uno de los países que con mayor ahínco promueven el reconocimiento de
Kosovo. La demanda de apoyo a la UE para la cooperación la hicieron Thaci y
Dacic arropados por el vicecanciller y ministro de exteriores austriaco, Michael
Spindelegger, y los ministros de exteriores de Rumanía y Macedonia.
Este
encuentro supone un reconocimiento de hecho de Kosovo y de sus órganos de
Gobierno electos por parte de Serbia. El primer ministro de Serbia, consciente
de ello, quiso dejar claro hasta dónde llegaba este paso en este momento al
señalar que «no reconocemos la soberanía, sino reconocemos las realidades.
(...) Somos conscientes del paso histórico dado». Dacic continuó recordando, al
igual que su homólogo albanés había hecho, que estos acuerdos entre Belgrado y
Pristina tienen enemigos. Y por eso pidió una reacción urgente de apoyo por
parte de la Unión Europea. «Nosotros hemos
asumido riesgos. Pero estamos decididos a cumplir nuestros compromisos.
Queremos ahora que también la Unión
Europea cumpla los suyos».
Ambos
elogiaron el papel de la UE y especialmente de su representante para Asuntos
Exteriores y Seguridad, Lady
Ashton, tantas veces criticada. El magnífico día de ayer en el valle del
Danubio, hace una semana castigado por las inundaciones, se convirtió por obra
de la democracia europea, en una jornada histórica en el monasterio benedictino
de Göttweig.
VIAJAR A GÖTTWEIG
Por HERMANN TERTSCH
ABC 19.05.09
ES una publicidad que se oye mucho últimamente por la radio. Pero realmente es una recomendación que conviene hasta a los que nos hemos pasado la vida viajando: hay que viajar más. Más aún. Para no caer nunca en el error de pensar que lo que sucede aquí en España es normal. A poco más de cuatro horas de Madrid, menos de tres de vuelo a Viena y algo más de una en coche a lo largo del Danubio hacia el norte, se alza imponente sobre un alto rodeado de bosques el monasterio benedictino de Göttweig, conocido como el Montecassino al norte de los Alpes. Fundado en el siglo XII, presidiendo el estrecho valle del Danubio que se conoce como Wachau, Göttweig cuenta, como el otro cercano gran monasterio de Melk, con una biblioteca que es una crónica continuada de lo que es la gestación de la idea de Europa. Pocos años después de caer el Telón de Acero y a instancias del Gobierno austriaco se instituyó allí un foro anual de políticos y analistas de toda Centroeuropa. Surgió para hablar de mucho más que de economía y política. Su carácter único está en el énfasis con que se debaten y estudian los problemas de la identidad y las raíces de Europa.
Este año se acumulan las efemérides. Se cumplen los 90 años de los Tratados de Versalles y Trianon, que quisieron reordenar Europa y sembraron de odio el continente con el surgimiento de los grandes totalitarismos. Se conmemorará también el 70 aniversario del comienzo de la Segunda Guerra Mundial el 1 de septiembre de 1939. Se celebra también el 20 aniversario de la caída del muro que construyó el totalitarismo que salió triunfante en parte de nuestro continente. De todas estas fechas se puede aprender mucho. Entre otras muchas cosas que la venganza y la humillación del prójimo nunca puede ser una victoria duradera. También que los totalitarismos surgen de la movilización del desprecio al carácter sagrado de todo ser humano. Y desde luego la inmensa lección de que, igual que se puede sucumbir por cobardía, comodidad, ignorancia o indiferencia ante los totalitarismos, la sociedad libre consciente de su poder y liderada con coraje y sabiduría, puede derrotar al totalitarismo y ayudar a sus víctimas a unirse a la comunidad de ciudadanos libres.
En Göttweig este año hemos hablado por supuesto de la crisis. Una mayoría ha insistido en que el relativismo fomentado durante tanto tiempo en nuestras escuelas y por los poderes públicos supone una terrible dificultad añadida para la superación de las dificultades. Y para evitar males mayores para la seguridad, el bienestar y la paz, que en absoluto están descartados. El discurso estelar lo pronunció el nuevo primer ministro húngaro, Gordon Banjac. La primera parte la pronunció en un correctísimo alemán para después pasar al inglés para poder, dijo, precisar más en los datos sobre economía y finanzas. Pidió sacrificios a todos, pidió equilibrio entre prudencia y ambición. Dijo que en Hungría se dan dos crisis superpuestas, la internacional y una nacional. Hay que pasar por reformas muy dolorosas para no pasar de lo malo a lo insoportable. Y pidió sentido común. Como ven hay que viajar para oír verdades sobre lo que nos pasa.
PAUL LENDVAI: "NO DA IGUAL QUIÉN MANDE"
Por HERMANN
TERTSCH
ABC
24.06.07
Nacido
en Budapest en una familia judía diezmada en el Holocausto, encarcelado en
Hungría antes de la muerte de Stalin como conspirador trotskista, Paul Lendvai
logró huir a Austria durante la Revolución del 56. Desde entonces, ya
austriaco, en décadas como corresponsal del «Financial Times» y jefe de la
oficina oriental de la televisión austriaca, legendaria por su inmensa
autoridad en Centroeuropa, trató prácticamente a todos los líderes del
comunismo europeo después de Stalin. Es autor de libros imprescindibles para
entender el siglo XX en la Europa dividida. En «El Balcán rojo» analizó ya en
1969 las relaciones entre comunismo y nacionalismo. En «Antisemitismo en Europa
oriental» examinó la movilización del odio al judío en la retórica y la
política del comunismo oficial, y en «La burocracia de la verdad», la
manipulación y la mentira del comunismo.
-Los
problemas en la gran Europa ampliada tienen mucho que ver con la imprevisión ante
el colapso del imperio soviético.
-El
hundimiento fue un regalo del cielo. Si se considera lo que decían incluso
aquellos con tanta visión como Helmut Schmidt o Willy Brandt, que daban por
hecho que el muro seguiría allí dentro de un siglo. En Alemania había 60 u 80
institutos dedicados al análisis y observación del Este de Europa. Nadie supo
ver aquello.
-Entonces
no estaba bien visto plantearlo.
-Discutíamos
mucho Leszek Kolakowski y otros amigos sobre cuál sería el escenario más
probable de crisis. Si vendría desde la periferia o desde el centro. Pero no se
supo prever ni había tampoco un plan «B» ante un colapso y sus consecuencias.
El precio de esta falta de preparación se pagó al final en Yugoslavia cuya
desaparición sí era previsible. Yo la había anunciado años antes en mis libros.
-¿Qué
funcionó tan mal?
-Existe
un dilema básico siempre en la relación con regímenes de este tipo y está en
saber cuando se debe tratar con el prisionero o el carcelero. Es un dilema muy
difícil que requiere mucho conocimiento. Hoy muchos tienden a creer que basta
con hablar tan sólo con los carceleros.
-Eso
recuerda al dilema de los europeos con Cuba.
-Cuba
es un caso especial porque está revestido de ese «pathos» de la derrota. Todo
el mundo sabe que el comunismo no funciona, saben que la dictadura es terrible,
pero se asume desde fuera como un monumento y allí van los García Márquez y
compañía a adorar a Castro. Es esa izquierda que no quiere plantearse la
alternativa segura de que Cuba sería una joya si hubiera adoptado una política
y economía razonables o se hubiera matado al dictador a tiempo. Pero ese pathos
de la derrota también se ve en general en la política internacional. ¿Dónde hay
manifestaciones contra Rusia y Putin como las que se producen contra la globalización
y EE.UU.? Véase la prensa europea en la que, si se excluye a un par de
publicaciones de calidad, la vocación fundamental es condenar por todo a
Estados Unidos y otorgar siempre el beneficio de la duda a Rusia. El
antiamericanismo en ciertos medios de Europa es una plaga intelectual. Pero la
izquierda sigue con sus dogmas frente a las evidencias. Por eso pretenden que
Rusia no es una amenaza y Washington sí. Hay poca memoria y mucha tontería.
-Se le
desoye a usted, y a muchas voces centroeuropeas, que advierten del nuevo
peligro desde Rusia.
-Bueno,
hay mucho oportunismo y es evidente que la evolución económica y las
necesidades energéticas han dado muchos argumentos a aquellos que creen que hay
que hacer negocios con Rusia sin importarnos nada que es lo que pasa en el
interior del país. Cierto que la estabilidad es muy importante pero nada dice
que lo que la garantiza a medio o largo plazo es un régimen que aplasta la
libertad de prensa, liquida los partidos, persigue a los discrepantes y se ha
convertido en una dictadura sui generis en la que todo el Estado ha sido
absorbido por los servicios secretos. Esto no tiene precedentes.
-¿Ni en
el pasado soviético?
-No,
tampoco con Stalin. Entonces los que mandaban eran él mismo o el partido. Los
servicios secretos eran un arma suya. Pero ahora estos servicios secretos han
asumido todo el poder. Y esa estabilidad de la que hablan muchos como gran
conquista puede convertirse en la paz de los cementerios. Esa estabilidad fue
la que existió entre 1945 y 1953. Nada indica que en esta senda Rusia vaya a
tener indefinidamente esa estabilidad que desean quienes hacen negocios con
ella.
-Hablamos
de antiamericanismo pero en EE.UU. muchos desprecian a Europa como socios poco
fiables, apaciguadores y nada dispuestos a sacrificios.
-El
«appeasement» (el apaciguamiento) pertenece a la esencia de la política
europea. Con esta UE ahora inflada a 27 miembros será imposible que tomemos
decisiones unidos. Considero un gravísimo error la huida hacia delante de la
pasada ampliación. Pero ante todas las amenazas, externas e internas, si no
estamos dispuestos a hacer sacrificios para defender nuestros valores, estos se
hacen indefendibles y los enemigos son conscientes de ello. Esto es una máxima
que en Europa muchos, pese a las terribles lecciones del siglo XX, no parecen
dispuestos a aprender.
-¿Cree
que cambia la situación con los nuevos liderazgos en Berlín y París?
-Creo
que la trayectoria de Angela Merkel es realmente prometedora. La gente la
subestimó. Es una mujer que procede de Alemania oriental, sabe lo que es una
dictadura y la falta de libertad, es por profesión una científica, pragmática,
razonable, sin objetivos ilusorios y con un sano instinto de poder. Y también
es una buena señal un Nicolás Sarkozy, cuya elección dice mucho bueno sobre
Francia pero también sobre las diferencias en el seno de la Europa unida.
Porque la elección de alguien con un perfil como la del nuevo presidente, padre
húngaro y madre judía es absolutamente impensable en países hoy nuevos miembros
como Hungría o Polonia. Imagínese querer ser presidente en cualquiera de estos
países centroeuropeos con un padre alemán y una madre judía. La aparición de
ambos es una buena noticia para Europa.
-Curiosa
respuesta de una derecha francesa considerada chauvinista.
-Creo
que lo sucedido en Francia demuestra su inmensa madurez y salud de la sustancia
política, cultural y ciudadana. Un politólogo americano, MacNeal, escribió hace
más de treinta años un libro sobre el liderazgo que podía sintetizarse en que
solo la percepción de seguridad y prosperidad en una mayoría confiere realmente
significado a esta definición. Helmut Schmidt y Bruno Kreisky jamás fueron
amados por sus izquierdas a las que se metían en el bolsillo sin hacerles caso
jamás. Creo que en los últimos tiempos se ha minusvalorado el peso de las
personalidades. Isaiah Berlín solía decir que la historia no es una autopista
por la que todos conducen igual. Sin individualidades excepcionales como
Hitler, Stalin o Churchill, dirigentes hacia el bien o el mal, la historia
habría sido muy diferente. No da igual quién mande.
EL NOBEL A LA GUERRA
Por HERMANN
TERTSCH
ABC Sábado, 15.06.13
La sugerencia de intervención de EE.UU. en la guerra siria
parece un intento de quitar portadas al filtrador Snowden
Si el Nobel de Literatura jamás se concede a una joven
promesa de la escritura, el de la Paz tampoco se debería conceder por el
pálpito que despierte un supuesto bienintencionado. Así se habría evitado el
Comité Nobel Noruego el bochorno de ver cómo su premiado Barack Obama se va a
una guerra. O peor aún, de ver como su premiado utiliza una guerra, contra la
que nada ha emprendido en dos años, para distraer la atención de muchos
problemas en la política interna por abusos propios y la gran decepción que ello
ha generado. El uso de armas químicas en Siria por parte de Assad estaba
confirmado. Si Washington no lo había hecho antes es porque el recurso a esas
armas era la línea roja marcada por Obama que, de ser traspasada por Assad,
provocaría una intervención norteamericana en aquella guerra. Reconocer el uso
de las mismas obliga a Washington a actuar. En una guerra que ahora el ejército
del presidente va ganando claramente, gracias a la masiva ayuda exterior de
Rusia, de Irán y de fuerzas chiíes libanesas de Hizbullah. Y en la que Obama no
tiene ni mucho menos claro cómo implicarse.
El súbito activismo de la Administración Obama tras dos años
de pasividad puede deberse a que tiene información de que Assad podría estar
cerca de victorias decisivas. Pero también a que tiene en casa el escándalo
mayúsculo del espionaje masivo a ciudadanos con las filtraciones sobre control
informático de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA). Que se suma a los casos
de espionaje a periodistas, acoso a la oposición con la agencia tributaria o
desinformación en el caso de la muerte del embajador norteamericano en Bengasi.
Si se limita ahora a suministrar armas a los rebeldes
posiblemente llegue tarde. Porque tras años de inacción y abandono de posibles
simpatizantes, las principales fuerzas rebeldes son tan enemigas de Occidente
como Assad. Las sugerencias de intervención directa de EE.UU., en todo caso, sí
que parecen poco más que intentos de quitarle portadas al joven filtrador de la
NSA, Snowden.
ROTH POR ESPAÑA
Por HERMANN
TERTSCH
ABC Jueves,
12.02.09
HABRÁ quien piense que Joseph Roth
se fue de Berlín y se despidió de Austria para irse a morir a París por vicio o
capricho. No fue así. Nuestro querido Roth, mucho más viajero que su alma
gemela y copa contigua, el entrañable Peter Altenberg, se fue a París a morirse
de asco. Cierto es que para consumar su propósito utilizó la absenta. Pero sólo
porque los periódicos de la época no le valían como dosis definitiva. Y porque
no existía Youtube ni internet para hacer memoria inmediata. De existir, le
habrían sobrado. Y se habría ahorrado las copas. Roth se fue de viaje hacia la
muerte por asco a la marea de zafiedad violenta y obscenidad moral que, desde
el este, había irrumpido en Rusia, en Alemania y a la postre en su amada
Austria. Cuando los fiscales y los jueces se unieron a los banqueros e
industriales para jalear a la chusma ideológica de la peste parda o roja, las
almas más avisadas se dieron a la fuga. Las que no lo hicieron lo pagaron más
tarde. Nuestro santo bebedor que había llorado en bellísimas páginas el
desmoronamiento del orden que exigía tan solo un poco de honestidad y
salubridad, un poco de sentido común en las relaciones humanas, prefirió morir
a comer de la basura que se venía encima. Decenas de millones murieron en
aquella inmensa marejada de basura que nos trajo la primera mitad del siglo
veinte en Europa. Y quienes sobrevivieron lo hicieron en un miedo que aun hoy
espanta en sus testimonios que tienen sus cimas en Vassili Grossman o Boris
Pasternak, en Víctor Klemperer o Joachim Fest, en Mijail Sebastian o Jorge
Semprún.
Les confieso que me produce más ira que miedo -y éste no es poco- ver como
algunos de los pasos fundamentales en la destrucción de la convivencia se
producen de nuevo. Y como el odio y la manipulación del resentimiento vuelve a
ser el arma efectiva de los peores. Como la infamia vestida de benevolencia se
adueña, una vez más, del discurso público. Se reaviva la náusea que Joseph Roth
o Stefan Zweig sintieron al ver hundirse ante la indolencia e ignorancia
general los proyectos de vida en libertad y decencia del sujeto sacro que es la
persona. Produce indignación y pavor que vuelvan los ya citados correajes. Y
que tengan predicamento en gente joven. Y produce espanto saber que hay de nuevo
una jauría suelta que busca, localiza y tiene vigilados a quienes, como Joseph
Roth y millones más, tienen dudas y disienten. Resulta tenebroso saber que tras
sonrisas de «Joker» hay personajes que aplauden o justifican aventuras pasadas
que fueron matanzas, jalean a asesinos de antaño en Paracuellos, a dictadores
del presente en Cuba, o a fanáticos hiperactivos en Gaza. Creen realmente que
los humanos somos en el mundo piezas intercambiables en un gran campo de
experimentación.
Pero dejémonos de literatura barata. Volvamos al feliz presente. Dice el
presidente del Gobierno de España que la victoria está cercana. Y sus
ministros, jueces, fiscales, periodistas y banqueros asienten. Los demás,
también, agradecidos o asustados. Me permitirán que le deniegue tanto la
lealtad como el afecto. Puestos así, con Roth y la absenta.
RÉQUIEM
Por HERMANN
TERTSCH
ABC Jueves,
12.03.09
NO me pregunten si era alondra o
ruiseñor, petirrojo o mirlo, pájaro único y mágico o mera ilusión, pero ayer,
once de marzo, lo oí trinar. Y era el mismo que me saludaba hace veinticinco
años en mis paseos de madrugada por el parque de Schönbrunn en Viena. Perfecto
e igual. Supongo que son añagazas de la memoria. Trucos del sentimiento. Son
los mecanismos que nos dejan hurtarnos al presente para revivir las grandes
emociones de la vida que se alejan en el tiempo, sin piedad. Los que despiertan
una Séptima de Brückner, el Réquiem de Mozart o el Kindertotenlieder de Mahler,
no ya como placer presente sino evocación del pasado. Como el poso en el alma
de todo lo que sentimos alguna vez y que yace siempre oculto salvo en estos
guiños nuestros a aquellos que fuimos.
Cinco años hace de aquel día en que nos despertamos los españoles con un
sobresalto que segó 191 vidas, destruyó miles de existencias y cambió un poco a
todos. Y mucho a este país. No tiene sentido pensar sobre lo que habría
ocurrido de no haber pasado aquello. Como no tenía sentido para Mahler pensar
en por qué había muerto su adorado hijo pequeño. Él hizo su luto de la forma
más maravillosa posible. Nosotros deberíamos ser capaces al menos de mantener
una cierta capacidad de luto. Como el trino del pájaro ignoto, esa capacidad de
luto es el mejor lubricante para los mecanismos del alma que hacen mejores a
las personas y por tanto a las comunidades. También a las naciones. Alexander y
Margarete Mitscherlich escribieron hacen muchos años un libro clave para
entender y asumir el luto que se titula «Die Unfähigkeit zu trauern» (La
incapacidad para el luto). Fue una obra capital en el proceso de regeneración
de una sociedad, la alemana, que después de la guerra, acosada por la
culpabilidad, intentó sustraerse al padecimiento de las víctimas de aquella
tragedia de dimensiones bíblicas que fue el Holocausto y la Segunda Gran
Guerra. Venía entonces a contarnos el matrimonio de psicoanalistas que eran los
Mitscherlich que sin luto por las víctimas ninguna sociedad puede desarrollarse
de una forma sana y creativa. Supongo que pocos habrán leído a Mitscherlich en
el Partido Socialista de Madrid. Tantos como en el Partido Popular supongo.
Pero quien sí ha entendido al matrimonio de sabios alemanes es Inés Sabanés,
que ayer estuvo junto a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza
Aguirre, en el acto de luto en la Puerta del Sol. Sabanés discrepa
probablemente mucho más que Tomás Gómez de la política de Aguirre. Pero está claro
que esa gran señora de la izquierda madrileña entendería muy bien a
Mitscherlich y sabe distinguir muy bien entre lo que es la política y lo que es
el trino del pájaro mágico, la rememoración, el luto por los que se fueron y el
luto por nosotros que les seguiremos. Y el valor fundamental que para una
sociedad libre de individuos libres tiene los actos que nos definen y forman
ante un presente siempre arriesgado. Ante un futuro en el que la esperanza
siempre debe basarse en el respeto y homenaje continuo a quienes nos dejaron,
nuestros padres y nuestras víctimas.
MIEDO A LOS JUECES
Por
HERMANN TERTSCH
ABC
Viernes, 14.06.13
NO me extraña nada que los jueces se hayan enfadado con el
ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón. Este ministro tiene esa especie
de penetrante complejo de niño prodigio que, a partir de la pubertad comienza a
llamarse soberbia y ya en la vida adulta adopta nombres aún menos piadosos. Por
algo tiene don Alberto fama de convertir toda su incapacidad para formar
equipos de confianza en puro virtuosismo para crear consensos en contra de su
persona. En el mundo de la Justicia ha logrado ahora con especial brillantez
agraviar por igual a todos los sectores del mismo. Ha puesto de acuerdo a
jueces carcas, jueces frikis, jueces rojos, jueces antisistema y jueces
razonables, que dicen que también los hay. Y con ellos a fiscales, abogados,
secretarios, agentes, auxiliares, procuradores y demás. Todos están, por
primera vez que se recuerde, unidos en perfecta armonía en contra del ministro.
Puede que esto tenga algo que ver con esa manía de Gallardón de creer que
consultar al prójimo sólo puede distraerle de sus brillantísimas ideas.
Dicho esto, no está nada claro que el atasco en la reforma
judicial, que había anunciado Ruiz Gallardón y que había llevado a muchos a
albergar grandes esperanzas, haya quedado varada por culpa del ministro. Porque
ya hemos dicho que defectos tiene algunos, pero no están entre ellos ni el
miedo al conflicto ni la falta de coraje. Ya sólo cabe constatar que es una
perfecta desgracia que Ruiz Gallardón haya quedado paralizado por las marejadas
de hostilidades y la negativa de su jefe a secundarle en la reforma prevista.
Porque somos muchos los españoles que consideramos ya la justicia como el
principal problema de los españoles y dentro de la justicia, a los propios
jueces como un factor de inestabilidad, de inseguridad jurídica y de miedo.
Baltasar Garzón demostró lo peligroso que es alguien lanzado
con los poderes de la magistratura a la conquista de sus objetivos y
satisfacción de sus pasiones. Pero desde su expulsión de la carrera no faltan
sobresaltos de sus excolegas. Con autos y sentencias con pretensiones
literarias y moralizantes. Y proclamaciones políticas, económicas, e históricas
que producen estupefacción. El juez que se enzarza con Blesa nos habla de
tsunamis, tumbonas y costumbres inversoras. El voto particular en contra de la condena
al exmilitar Martínez Inglés por graves injurias a la Corona, hace insólitas
disquisiciones políticas e históricas. Como si los firmantes no tuvieran el
deber de aplicar las leyes, sino la obligación de proponer leyes mejores, dar
consejos morales, llamar a salvar la democracia o explicarnos el mundo. A
muchos nos asustan estos jueces con tanta vida interior e ideas para asumir
deberes del Parlamento. Tan volcados en consejos políticos que parecen
despreciar las leyes existentes, convencidos de que ellos las harían mejores.
Da auténtico miedo el vídeo de Jueces para la Democracia en el que, para atacar
al ministro de Justicia, arremeten contra el Gobierno legal como contra un
enemigo que hay que batir como encarnación del mal absoluto. La hostilidad y descalificación
de la política del Gobierno, en cuestiones que nada tienen que ver con la
justicia, es propia de la agitación más sectaria de lo peor de la extrema
izquierda. Miedo da pensar en que un juez de esa corriente tenga que decidir
sobre la libertad y la hacienda de un defensor reconocido de este gobierno tan
maligno. La parcialidad y agresividad con la que estos jueces descalifican a
todos los que no piensan como ellos, recuerdan a las virulentas lecciones que
daban los peores jueces y fiscales totalitarios de la historia del siglo XX
antes de pronunciar sus terribles e injustas sentencias.
EL SABIO DE TUBINGA
Por HERMANN
TERTSCH
ABC
Miércoles, 12.06.13
WALTER JENS
(1923-2013)
UN sabio clásico, un
erudito alemán, un genio de la elocuencia, un virtuoso de la comunicación, un
creyente en crisis perpetua, un irritante pacifista omnipresente, un moralista
impenitente. Todo esto y mucho más ha sido Walter Jens a lo largo de sus
noventa años de vida. Casi todo ello lo fue al mismo tiempo. Y lo fue todo con
una pasión y vocación de transmisión y generosidad que muy pronto llevaron al
brillante filólogo a trascender de los ámbitos académicos para convertirse en
un referente cultural, intelectual y moral en toda la República Federal de
Alemania. En los años del milagro económico en que los alemanes estaban
absorbidos por la tarea de reconstrucción de una patria que surgía de las
ruinas, Jens fue uno de los más activos suministradores del «alimento
espiritual», que evitara la obsesión por el trabajo, la prosperidad y el
dinero, pero además prosiguiera la «desnazificación de las almas». Desde las
letras, las artes, la filosofía y la misma religión, desde la participación y
el fomento del coraje cívico, fue Jens uno de los principales autores de esa «
reeducación » de una sociedad alemana todavía brutalmente lastrada por los
crímenes del nazismo, por la educación hitleriana y por las monstruosidades de
la guerra y la posguerra. Como ha dicho la canciller Angela Merkel: «Su voz
marcó la línea durante décadas en todos los grandes debates políticos de
nuestro país».
Y cómo era aquella
voz. En los últimos años había enmudecido por una demencia senil este hombre
que llevó la palabra hablada alemana a su máxima gloria expresiva. Sus lecturas
y oratorias eran clases magistrales nunca superadas. Con textos de clásicos
griegos o un Lessing igual que un Brecht, sus grabaciones son joyas que le
sobreviven. Tan cómodo en la filología clásica como en la literatura o la
teología, Walter Jens era el ideal del orador que habría deseado uno de sus
favoritos, Quintiliano, autor de «La formación de un orador». Había nacido Jens
en Hamburgo. Pero muy pronto, ya como estudiante y pronto como uno de los más
jóvenes y brillantes profesores de Alemania, su vida se centró en la bellísima
ciudad universitaria de Tubinga en Suabia donde ha muerto ahora. Allí, en la
célebre universidad de Hölderlin, de Hegel y de Schelling, Walter Jens fue el
gigante de la erudición en honor del cual ya en 1963 se creó el primer y único
seminario de retórica de las universidades alemanas. Vivió en aquella ciudad
universitaria y medieval en tiempos tempestuosos cuando se convirtió en uno de
los santuarios más radicales del movimiento de 1968 después del embrión del
terrorismo que ensangrentaría Alemania en los años setenta. No siempre estuvo
clara ni fue afortunada la opción de Jens en ese afán tan propio del moralista
alemán por entenderlo todo y no ver enemigos ni donde son obvios. Como
polemista era muy difícil verle dar la razón al contrario. Y su cristianismo,
«siempre entre la duda y la esperanza» era combativo. Escribió teatro, novelas,
series divulgativas, fue presidente del Pen Club y consiguió un gran éxito con
una soberbia biografía de la mujer de Thomas Mann, Katia Pringsheim. Triste fue
que apareciera en el año 2003, un documento que certificaba su ingreso en el
Partido Nazi (NSDAP) en plena guerra. El dijo que nunca había dado ingresado.
Pero esa duda quedaría para siempre, como casi lógico colofón a una inmensa
vida de cultura y generosidad, pero, así es la historia, al fin y al cabo una
vida alemana del Siglo XX.
EL PATIO TRASERO DEL MUNDO
Por HERMANN
TERTSCH
ABC Martes,
11.06.13
En los mercados de China, India y toda Asia está el futuro
de Alemania, sobreviva o no la Unión Europea, tal como la conocemos
BARACK Obama está volcado en la política exterior. Lo que
seguramente le apetece, a la vista del lodazal que tiene formado en su política
interior. Este presidente llegó a la Casa Blanca con unas premuras moralizantes
que entusiasmaron a una mayoría. Hoy sabemos que el máximo representante del
buenismo en la Tierra tiende más al abuso y a la trampa sectaria que su
antecesor. A éste no le habrían perdonado que en el plazo de pocas semanas le
denunciaran por un escándalo de espionaje a periodistas, el acoso con la
Hacienda Pública a rivales políticos, la ocultación en la muerte de un embajador
en Bengasi y una masiva violación de la privacidad en Internet. Obama
sobrevivirá. Aún con la reputación seriamente arañada. La agenda le es
propicia. En California ha tenido intensas jornadas de trabajo con el nuevo
presidente Xi Yinping. Han sido por lógica en la costa del Pacífico, ese océano
que se llamó el «Lago español» por nuestros navegantes y que es ya el mar del
nuevo siglo. Como el Mediterráneo en la antigüedad y el Atlántico en la era
moderna, el Pacífico es ya, ahora, el centro del mundo. Y quien esté lejos de
allí habrá de esforzarse por no ser olvidado. Obama y Xi han hablado de sus
intereses comunes como las dos potencias máximas del mundo. Y de sus
conflictos. Pero al final todo habrá girado en torno a Asia. El presidente Xi
llegaba de una gira por una Latinoamerica decididamente volcada al Pacífico.
Ahora es Obama el que parte de viaje. Va a Berlín. «Por fin, Europa en la
agenda», se dirán algunos. Pues no. Obama y Merkel hablarán sobre todo de Asia.
En Alemania acaba de estar el primer ministro de Pekín, Li Keqiang. Ha visitado
a su socio preferente en la UE. La visita no ha terminado bien por una cuestión
de aranceles. Pero no por culpa alemana sino de Bruselas. Alemania se prepara
desde hace años para los grandes mercados de este siglo. Que están en Asia. Con
China hay cada vez más intereses comunes. Entre ellos la gestión del inmenso
Estado renqueante, potencialmente inestable, pero clave suministrador de
materias primas para ambos, que es Rusia.
En los mercados de China, India y toda Asia está el futuro
de Alemania, sobreviva o no la Unión Europea, tal como la conocemos. En las
cumbres y los foros asiáticos se dirimen ahora los intereses de las dos grandes
potencias, EE.UU. y China, pero también de las emergentes. Allí se habla de Latinoamérica,
de África, de Australia, de petróleo siberiano e iraní, de seguridad y
armamento en el mar de China. Allí se habla de todo, menos de Europa. En la
prensa asiática las únicas referencias a Europa suele ser por Ronaldo, Messi o
Mourinho. O alguna curiosidad cultural sobre un lienzo renacentista descubierto
en Padua. Europa ya es un pequeño y ridículo apéndice de una inmensa masa
territorial cuya espalda siberiana está vacía y cuya panza concentra en Asia a
la mayoría de la población mundial. Nuestras cuitas internas resultan patéticas
no sólo en China con sus 1.360 millones e India con 1.270. Las pretensiones de
las minúsculas sociedades europeas de mantener sus privilegios en competencia
con el resto del mundo son grotescas. No hay proteccionismo que salve al patio
trasero del mundo. Sólo con la unidad, la disciplina y la eficacia podemos
impedir el quedar reducidos a un triste parque temático, sin relevancia y
después sin derechos. Incluso Europa unida quizás sea demasiado pequeña para
evitarlo. Imaginen el miserable futuro de un país medio como el nuestro. O peor
aun, imaginen el de un ridículo fragmento del mismo.
CONTRA LA NUEVA MENTIRA
Por
HERMANN TERTSCH
ABC Viernes,
07.06.13
Otra vez en nuestra historia, la mentira se quiere imponer a
la memoria limpia
SIEMPRE hemos sabido que no debe construirse sobre cimientos
podridos. Pero a la hora de construir el edificio de nuestra convivencia
nacional, las prisas, la buena intención mal entendida o también, aquí por
supuesto, la cobardía, nos hicieron olvidarlo. Cuando estamos cerca de que se
cumplan cuarenta años de la muerte de Franco, hoy que tantas ilusiones han
caído, tantos espejismos se difuminaron y tanta impostura está expuesta, hay
que reconocer que nos faltó coraje para construir la reconciliación nacional y
la unidad de la historia común sobre cimientos sanos y veraces. Cierto que es
fácil juzgar hoy cuando conocemos los resultados. Y cierto es también que, sin
la magna tragedia en nuestra historia reciente, nuestro descarrilamiento como
Nación como consecuencia directa de las bombas del 11 de marzo del 2004,
nuestro balance podría ser otro. Pero nuestra transición política cometió
graves errores al redactar la Constitución de 1978 y al infravalorar los
peligros que sobre ella se cernirían. Por urgencia, negligencia y debilidad,
también por buena fe, no supo establecer una base histórica común, verdadera. Y
se permitió que, como gran excepción de la regla de que la historia la escriben
los vencedores, fueran los perdedores de la guerra los que impusieran su
versión. Una versión tan cuajada de mitos y mentiras como la de los vencedores,
vigente durante el franquismo. El rodillo de la supuesta legitimidad
democrática monopolizada por la izquierda pasó por encima de todas las verdades
incómodas. Así se impuso la mentira del pueblo antifranquista español y
«nacionalidades» invadidas, de la república impoluta e impecablemente
democrática, de los golpistas héroes si querían destruir España y golpistas
villanos si querían preservarla. Solo gracias a esa conquista subrepticia de la
supremacía moral y del práctico monopolio del relato histórico, con la mentira
omnipresente del antifranquismo legitimador, se ha podido avanzar tanto en la
destrucción impune y prácticamente incontestada del gigantesco legado histórico
y la apabullante legitimidad de la realidad de la Nación española. Esta
tragedia comenzó a gestarse durante el desmantelamiento y liquidación de la
dictadura. Cuando sus promotores liquidaron las mentiras de los vencedores.
Pero también a las verdades. Así nuestra democracia ha estado podrida por la
base en su mentira antifranquista que pretendía que en España ganó la guerra y
gobernó con paz y sin oposición hasta que murió el dictador una ínfima minoría
de generales, caciques y sotanas. Los más callados y dóciles en la dictadura,
que eran la inmensa mayoría de la sociedad española, fueron inducidos a
expresar su antifranquismo militando con compensatoria virulencia en contra de
todo lo defendido en su día por Franco. También contra la evidencia, de su propio
pasado, de la verdad recordada, la autoridad y, por supuesto, la unidad de
España. Ahora hay otra gran mentira con la que quieren anclar y hacer
irreversible esta miseria. Es la de la legitimidad de ETA. La del supuesto
conflicto histórico que se resolvería con una transición entre iguales como en
su día se pretendió entre las dos Españas. Es una nueva infamia. Que la
izquierda ya ha asumido por completo e intenta con creciente éxito imponer en
la derecha española. Uno de sus últimos obstáculos son las víctimas del
terrorismo. Son el peor un escollo para la indigna pero además ciega y suicida
política de conveniencia. En un tremendo libro ahora publicado por la Fundación
Villacisneros, «Cuando la maldad golpea», víctimas hablan de su verdad íntima.
En dura contraposición a la mentira oficializada que necesita ignorarlas. Otra
vez en nuestra historia, con la cobardía por aliada, la mentira se quiere
imponer a la memoria limpia. En este lamento por el olvido se refleja la
consumación de la tragedia de España.
PACTOS TÓXICOS
Por HERMANN
TERTSCH
ABC Martes,
04.06.13
Los intentos de este apaño general del «establishment» para
superar la crisis están condenados al fracaso
DICEN que hoy en España, si eres hombre, blanco, católico,
de derechas, heterosexual, madridista y taurino, estás invitando a que te
agredan. Y a que después te echen la culpa de haber comenzado el lío. Pues en
esta primavera tardía da la impresión de que si, a esas perversas
características mencionadas, añades la de sospechoso de aznarismo, la paliza,
aunque sea verbal, se tiene asegurada. Y no sólo por matones surgidos de las
trincheras de la izquierda.
Sabemos mucho de las insidias, difamaciones y
descalificaciones que utiliza esta izquierda española para intentar liquidar
social o políticamente a la gente que le incomoda. Van desde las campañas
coordinadas con virtuosismo y precisión contra políticos, jueces o cualquier
persona de relevancia social que apetezca destruir. Hasta los acosos mediáticos
con sus mensajeros expertos en el trabajo sucio. Pero ahora estamos en tiempos
de pactos fantásticos. Y el primero habido es el de esta tropa del gentucismo
izquierdista con nuestro ultracentrismo, siempre deseoso de compartir espacio,
mesa, cama e ideas con ese «progresismo» que tanto le fascina. Ahora tienen a Aznar
de enemigo común y eso une mucho. A todos ellos les parece intolerable y muy
desleal que ese expresidente, no otros, exprese sus preocupaciones. Pero además
es muy útil para generalizar la prohibición de toda opinión que no sea el
aplauso. En eso están enseñando mucho los más encanallados de la tropa
mediática de la izquierda a los jenízaros del poder presente. Se había
preparado toda una batería de acontecimientos para celebrar como merece el
advenimiento de la cultura del pacto. Felipe González va a visitar al
presidente del Gobierno. También parece que estuvo por allí Zapatero. El
experto en pragmatismos diversos, como definen los más piadosos el oficio de
González, no tendría que esforzarse mucho para llevarse al presidente a la
fiesta socialdemócrata de París, organizada por el magnate Nicolas Berggruen y
el socialismo francés y capitalizada para España por Prisa. Allí salió Cebrián
a recibirle. Ya de paso le contaría Cebrián a Rajoy que se lleva a su ministro
de economía Luis de Guindos a la reunión de Bilderberg para consolidar esos
lazos de común dependencia que tanto convienen. A unos más que a otros.
Pero seguro que este Gobierno considera todo ello un golpe
de fortuna. Es un Gobierno en el que hay ministros que, cuando llaman a sus
subordinados, lo primero que preguntan es: «¿Estás oyendo la SER»? Rubalcaba
también está encantado con esta renovada cultura del pacto. Le pone a salvo de
los lobos de su partido al menos por un tiempo. Y puede presumir, sin que le
desmienta nadie, de tener ya casi convencido a Rajoy de hacer un pacto contra
Merkel y la Comisión. Entusiasmado de nuevo en este papel de estadista
impostado, don Alfredo ya exige públicamente a Rajoy que desmantele la ley Wert
y alguna más si quiere participar con él en la celebrada insurrección de los
pobres contra el poder oscuro de Merkel en el norte.
Hay consuelo ante tanta trampa al votante, al español en
general. Uno está en que la realidad es muy terca y ahí está la troika para
recordarlo. La verdad europea no está a su disposición. Los intentos de este
apaño general del «establishment» para intentar superar la crisis sin tocar sus
propios intereses, sin una reforma en profundidad del Estado y la Constitución,
están condenados al fracaso. Esperemos que Rajoy venza con lucidez esta tentación.
O que otros le impidan consumarla. Este intento de resucitar pasados tiempos
del permanente cambalache ha de fracasar. Si no, nos llevará a todos, eso sí,
muy consensuados, a escarbar juntos en la más profunda miseria.
COMPANYS, EL IMPECABLE
Por HERMANN TERTSCH
ABC
Sábado, 01.06.13
Companys se levantó contra la república igual que Franco,
pero más veces. La diferencia está en que él perdió y Franco ganó
ENTRE las muchas mentiras que el nacionalismo ha
institucionalizado como verdad oficial, una de las más grandes es la que
pretende que Companys era un impecable demócrata y una persona decente. Hace
unos días, al leer que ERC iba a presentar una denuncia contra el Estado
español por el fusilamiento de Companys y en reacción a esta enésima patochada,
puse el siguiente tweet: «Es de las pocas ejecuciones de Franco que habría
aplaudido una democracia». Por supuesto me cayó la del pulpo. No debí utilizar
el verbo aplaudir sino «aprobar» u «homologar». Porque todo nacionalista tiene
un manipulador dentro y horas después me acusaban de «aplaudir» yo la ejecución
y disfrutar con todas las muertes violentas en la historia habidas. Lo cierto
es que en aquella época las democracias también fusilaban a sus traidores. Y
que la traición de Companys fue reiterada, primero en 1934 y después
entorpeciendo el esfuerzo de guerra de la república. Companys se levantó contra
la república igual que Franco, pero más veces. La diferencia está en que él
perdió y Franco ganó. Si Franco hubiera perdido se le habría fusilado y nadie,
ni él ni los suyos, se habría quejado por ello. Sobre las «lealtades» de
Companys a la república, unos párrafos de las memorias de Azaña.
«Me trajeron una carta de Companys. (…) La carta es un
síntoma. Repetidamente le he dicho al Presidente del Consejo y al Gobierno en
pleno que las gentes de la Generalidad, mal avenida con su fracaso, con la
impopularidad resultante y con el rescate de servicios, tratarían de mover un
conflicto, en cuanto hallasen pretexto para hablar de la catalanidad ofendida,
o de las libertades holladas, etc. etc. En suma, que se apresurarían a ponerse
la venda y a presentarse ante la opinión catalana como defensores de la tierra.
(…) Ya está aquí la carta de Companys, hablando de los sentimientos de Cataluña
lastimados… Que Companys finja escandalizarse, como campeón del derecho,
después de cuanto ha ocurrido en Cataluña bajo su mando personal, es de un
cinismo insufrible. Otro tanto hay que decir de la presencia de unos militares
en un mitin. (…) Quejarse de ello Companys. ¡Si no han hecho otra cosa los
militares en Cataluña durante casi un año! ¿Quedaban rastro ni memoria de la
disciplina militar en Cataluña? No quedaban, y se ha hecho todo lo necesario, y
algo más, para que no renaciese. Lo mejor de los políticos catalanes es no
tratarlos». Negrín responde a Azaña: «Yo no he sido nunca lo que llaman
españolista ni patriotero. Pero ante estas cosas, me indigno. Y si esas gentes
van a descuartizar a España prefiero a Franco. Con Franco ya nos entenderíamos
nosotros, o nuestros hijos o quien fuere. Pero esos hombres son inaguantables.
Acabarían por dar la razón a Franco. Y mientras, venga poderes, dinero y mas
dinero».