The Unending Gift

martes, diciembre 31, 2013

MEMORIA DEL CATACLISMO

Por HERMANN TERTSCH
ABC Martes, 31.12.13

La guerra acabó generando el caos y la disolución en las retaguardias y no sólo de los perdedores

MUCHO leeremos en este año 2014 que mañana comienza sobre la Gran Guerra de cuyo estallido se cumple el centenario en verano. En toda Europa –aunque España quede ahora como entonces algo al margen– está ya en marcha una auténtica avalancha editorial que se prolongará durante todo el año. Con nuevos libros sobre la guerra y sus efectos, algunos excelentes. Y también llega ya la reedición de los títulos de la grandísima literatura que se hizo con el que acontecimiento más traumático y de mayores, más profundas y terribles consecuencias en el mundo habido hasta entonces. Desde «Sin novedad en el frente», de Erich Maria Remarque, hasta «Educación hasta Verdún», de Arnold Zweig, de las «Tormentas de acero», de Ernst Jünger, al Karl Kraus de «Los últimos días de la humanidad» o «Agosto», de Alexander Soljenitsin, es interminable la lista de obras importantes inspiradas por esta tragedia universal. Es probable que hasta después de la Segunda Guerra Mundial no se escribiera nada que no tuviera la Primera como tema de una u otra forma. No pocos vemos el siglo XX como una gran guerra civil europea que comenzó en 1914, se prolongó hasta 1945 y se congeló en «guerra fría» hasta 1989. Comenzó anegando los campos de Flandes en sangre y llevó tres décadas después a la cima de su monstruosa escalada de deshumanización con los hornos crematorios. La Gran Guerra fue el gran cataclismo de la civilización occidental.


Su detonante, el 28 de junio, los disparos letales en Sarajevo de un nacionalista serbio contra el heredero del trono imperial de Austria-Hungría, se convirtió rápidamente en una nimiedad olvidada, causa inverosímil ante las dimensiones pronto adquiridas por aquel espanto. Se habría de prolongar cuatro años y acabaría con imperios e ideas, lealtades y obediencias, jerarquías de valores, creencias y formas de vida. Supuso, más allá de una inmensa carnicería continuada, una brutal quiebra moral y cultural. El horror fue general. Desde los barrizales del Somme a las increíbles trincheras alpinas, desde los bosques la Bukovina al interminable frente ruso o la implacable guerra naval. Pero como símbolo quedó Flandes, el terrible cuadro de Otto Dix. Es el horror de las trincheras inundadas, de los cadáveres de soldados y caballos pudriéndose confundidos en el barro sanguinolento, gelatinoso, cubierto por manadas de ratas que a su vez servían de caza y alimento de unos humanos que, cual fantasmas sin esperanza ni moral, subsistían como alimañas en aquellos laberintos de túneles pestilentes. De aquellos abismos de la experiencia humana surgió gran literatura, sin duda. Pero ante todo brotó odio y descreimiento. Odio al poder y al Estado personificados en aquellos generales que orquestaban las reiteradas matanzas y la permanente agonía. En aquella absurda parálisis de la guerra de trincheras del morir por cinco palmos de paisaje lunar, de troncos calcinados y sin una brizna de hierba. En aquellos barros se disolvieron las jerarquías y el respeto al orden tradicional, así como la fe y la esperanza de millones de jóvenes.


La guerra acabó generando el caos y la disolución en las retaguardias y no sólo de los perdedores. La falsa paz con sus artificios de fronteras e imposiciones solo incubó más violencia. Los veteranos, que habían partido al frente entre cánticos patrióticos, volvieron para hacer caer sus reinos. Se multiplicaron los nacionalismos fanáticos y surgieron las ideologías redentoras y criminales que habrían de cautivar a las masas. Pero la escalada hacia la abolición de la piedad que llevaría a Auschwitz y el Gulag no la dirigirían los veteranos. Sino los niños de la guerra, educados durante la contienda sin más biografía propia que el mensaje bélico. Las auténticas camadas del odio.



lunes, diciembre 30, 2013

LETANÍA POR SREBRENICA

Por HERMANN TERTSCH
El País, 15.07.03

Hace muchos años, cuando la ONU no existía y la Liga de las Naciones era ya difunta, cuando la inmensa mayoría de los que hoy viven no estaban a este lado del espejo, cuenta el poeta checo Jaroslav Seifert, premio Nobel de Literatura, en unas de las más conmovedoras memorias jamás escritas -Toda la belleza del mundo-, su visión de lo que supuso la ocupación de Praga por los nazis y especialmente la represión alemana tras el atentado que costó la vida, el 27 de mayo de 1942, a Reinhardt Heydrich. "Nos parecía que los manantiales se habían vuelto amargos y que los pozos habían perdido ese maravilloso sabor de sus aguas. Hasta el canto de los pájaros se nos antojaba más vacilante. Quizás ni lo oíamos. Detrás de la oscura ventana quedaba acurrucada la vida". Días después de la muerte del asesino supremo en el Protectorado y gran líder carismático en las SS de Heinrich Himler, el joven Seifert y unos amigos oyeron por la radio una larga lista de ya ejecutados. Uno de los primeros era su amigo Vladislav Vancura. Era una ejecución muy calculada. Con él mataban simbólicamente a una generación de brillantes intelectuales, condenaban un talante y dejaban claro el propio. Cuenta el gran poeta que Vancura comenzó a aparecérsele en sueños. "Veía los gestos familiares de sus manos, pero cuando quería dirigirme a él, se marchaba hacia su oscuridad".

El sábado se celebró en una gran campa de Bosnia el entierro de más de tres centenares de Vancuras que, como todos los demás ocho mil ejecutados en Srebrenica en 1995, nos debieran venir constantemente a visitar a los europeos. La mayor parte de aquellos ejecutados aún están en fosas comunes o en bolsas sin identificar. Dice Seifert, recordando a Vancura: "No soy muy riguroso cuando digo que los muertos vienen a nosotros. No es así. Eso es un engaño que nos hacemos porque en realidad somos nosotros los que vamos hacia ellos. Cada día estamos más cerca. Un día engrosaremos sus filas y entraremos en los sueños de quienes dejamos atrás". Cierto, sin duda. Pero el acto de visitar a los muertos por mucho que ellos nos visiten es en sí una ceremonia que da vida a los vivos, dignifica a los que están y enaltece a los que se fueron. Por eso, miles de viudas y huérfanos se reunieron en aquella campa el pasado sábado a rezar, pero también a recordar y recordarnos a todos los demás lo que allí pasó y por qué pasó. Un acto de purificación para todos y una ceremonia de la advertencia para todos aquellos que desde el relativismo moral y político creen poder sobrevivir dejando al prójimo a los pies de los caballos de odio y metal.

Niños, hombres y ancianos -recuerden, ocho mil- murieron a manos del ejército serbio en la mayor matanza en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Por supuesto que Europa no hizo nada por evitarlo porque era incapaz de hacerlo como lo sería hoy en similar situación. Y esa organización tan coqueta y bondadosa que son las Naciones Unidas y que según algunos debe ser el único garante de nuestra seguridad, presente con tropas holandesas en Srebrenica, a la que había declarado "ciudad segura", fue la que entregó ocho mil ejecutables al carnicero vestido de militar que era el general Ratko Mladic y que sigue tan suelto, de momento, como Bin Laden, Sadam Husein y José Ternera. Hace ocho años que murieron los ahora enterrados, pero por fin sabemos quiénes eran. El sábado fueron a visitarlos los vivos al escenario de su muerte.

Cuenta, en otras memorias memorables, Milovan Djilas, partisano, político, disidente y siempre hombre valiente y libre, cómo los ustachas croatas mataban en Foca en el verano de 1941 a los hijos de las familias serbias importantes de la ciudad. Y cómo los chetniks serbios mataban a los musulmanes doblados sobre tinajas para llenarlas de sangre. "Después tiraban a los musulmanes encadenados y flotaban juntos río abajo", recordaba Djilas. Y en Macedonia se ejecutaba a los prisioneros cociéndolos en barriles de acero hasta que se sacaban los esqueletos limpios de carne. Eso también es Europa. En 1941. También más tarde. A punto de entrar en el nuevo milenio, volvíamos a lo mismo. Mladic alineaba a los musulmanes en el puente sobre el Drina en Foca, los ejecutaba con un solo tiro y los volcaban sus soldados con un mero empujón al río. Por el Drina y por el Una flotaban en los años noventa los cadáveres como cuando Djilas luchaba en Yugoslavia y Vancura moría en Praga y hacía sufrir a Seifert para que le brotara poesía.

Pero los europeos, nosotros, tan elegantes y sofisticados, tan sensibles ante todo, seguíamos mirando a aquello que pasaba en Bosnia, que somos nosotros, con la exquisita displicencia que nos da ese señorío que nos otorgamos, vayan ustedes a saber por qué. Y llegó la caída de Srebrenica, una ciudad cercana a Foca en Bosnia oriental, aislada durante meses, asediada por los serbios y supuesto enclave protegido por la ONU, esa supuesta solución beatífica a todos los problemas de seguridad del mundo. Entonces, como somos todos muy pacifistas, las fuerzas holandesas con mandato de defender a la población civil de Srebrenica, no desenfundaron ni una pistola. Ni siquiera elevaron la voz ante aquellos bárbaros triunfantes que creían en lo que hacían. No fuera el general Mladic a hacerlos a todos rehenes, dado lo poco impresionable que siempre se había mostrado cuando los europeos o el Consejo de Seguridad le regañaban a él o a su jefe Slobodan Milosevic. No estamos para líos. Mientras, en Europa, las plañideras eran otras, esos intelectuales que decían que las críticas a Milosevic por su supuesto trato rudo a los bosnios se debían a que era un líder de izquierdas.

El Ejército serbio comenzó entonces a coger prisioneros a todos aquellos varones que tuvieran vello en los genitales. Suele pasar a partir de los catorce. Con mala suerte, antes. Y se llevaron a ocho mil y trajeron excavadoras y se pusieron a disparar y a enterrar a aquellos europeos en fosas. Durante días. Las mujeres partían de allí por el monte en una procesión interminable, camino hacia Tuzla y Sarajevo, con su también incesante letanía en los labios que eran llantos y rezos entrenzados con la queja y la incomprensión gimiente ante tanta crueldad, tanto odio y también, o sobre todo, tanta cobardía de aquellos que sistemáticamente lanzan al mundo sus proclamaciones de superioridad moral.
Nuestro superhéroe europeo Jacques Chirac se enfadaba ya entonces mucho, después, cuando todos eran ya conscientes de que los musulmanes con vello en la entrepierna jamás retornarían de ese viaje con Mladic, que era un viaje hacia la muerte para ellos y uno hacia la miseria e impotencia para tantos otros. Y proclamaba estar indignado porque hay cosas que en Europa no se hacen. Recordó a Múnich. Al acuerdo de Chamberlain y Daladier con Hitler en 1938. Pero no sabía que iba a ser prueba viva de que si Múnich para el Reino Unido fue la excepción lamentable, para Francia es la regla luctuosa. Si hubiera escuchado bien, tanto entonces como el pasado sábado, habría oído en la letanía de las viudas y los huérfanos las imprecaciones de quienes sabían y saben que se dio protección y cobertura efectiva a los asesinos de Srebrenica por impotencia, por comodidad, por pereza mental y, es triste, por la miseria intelectual a la hora de evaluar lo que se podía ganar y perder en la defensa de unos principios que, tras Auschwitz, muchos creíamos que habían sido declarados intocables por las democracias europeas.

Gracias a la Alianza Atlántica, no hemos tenido más Srebrenicas entre el Adriático y el Cáucaso desde entonces. Se intervino por decisión de Washington. Era la menos mala de las opciones. Y se intervino años después en Kosovo cuando las pequeñas Srebrenicas se multiplicaban tanto como la percepción de una insufrible impotencia europea ante la hemorragia generada por el fascismo etnicista del Belgrado de Milosevic. La letanía de Srebrenica tiene por ello un mensaje claro aparte del llamamiento al llanto de todos por el dolor habido y no evitado, por todos esos Vancuras de todas las edades que dejamos morir por desidia y que el poeta Seifert llora después de muerto. Si no logramos pensar por fuera de nuestra cotidianeidad glotona y cómoda sin historia ni memoria, sin duda morirán antes otros para visitarnos y gesticular en nuestros sueños. Si no logramos creer lo suficiente en nuestra identidad como seres libres y sociedades abiertas, seremos incapaces de frenar a quienes saben muy bien ser enemigos con causa, y si nadie entre nosotros, ciudadanos libres en la sociedad humana más próspera y piadosa jamás habida, es capaz y está dispuesto a sacrificarse por ella, es probable que hayamos definitivamente perdido el derecho a vivir en ella. Desde los bosques bosnios de Srebrenica seguirá llegando mientras vivamos su letanía de amargura y advertencia contra los horrores de guerra y el crimen, pero también de la destrucción de la autoestima y de la quiebra de la dignidad.


domingo, diciembre 29, 2013

LA MISERIA RECURRENTE DE AQUEL SOFÁ VIENÉS

Por HERMANN TERTSCH
El País Martes, 08.03.05

Un brillante diplomático austriaco de entreguerras, excelso premio en su promoción del Theresianum de Viena, humanista cultísimo, contaba hace ya muchos años que décadas antes, allá por 1938, se había dado cuenta de su terrible corresponsabilidad en el acceso al poder de la peste parda nazi cuando vio a unos personajillos, que en circunstancias normales no habrían sido sino pequeños delincuentes, entrar en la casa patricia de un gran hombre de letras y espíritu, no lejos de la Ringstrasse. Con sus uniformes de la SA, se bebieron los licores de la casa, sacaron con desprecio innumerables libros de las bellas estanterías, los tiraron y pisotearon sobre las alfombras y plantaron sus botas sobre los magníficos tapices de los sofás, exclamando todos más o menos al unísono algo así como que "por fin hemos llegado a pisarles la seda a los señores". Sebastian Haffner y Viktor Klemperer son dos testigos de excepción de esta conducta social de la jactancia totalitaria perfectamente explicable que convierte al delincuente triunfador en amo de joyas que no conoce ni aprecia y que sólo identifica para despreciarlas desde la soberbia ignorante. El triunfador, con sus deseos claros y el sentido de poder implacable, arrasa al dueño inane, lector dubitativo y hombre de cultura que, perplejo ante la rotundidad de estas manifestaciones violentas de la vida y ante la gloriosa falta de matices de los avasalladores, no hace sino pedir perdón. El portero, que había abierto la puerta a la banda de nazis uniformados, gesticulaba junto a la puerta intentando transmitir a los atropellados en su propio hogar que desaprobaba conductas tan bárbaras que el acababa de permitir. El portero es, ya lo sabemos, el chivato y el mediador. Pero el diplomático no era inocente porque había dejado que la basura cuajara.

Los ciclos históricos son un misterio que no se anuncia y cuando nos creemos que hemos dado el salto al respeto general entre los individuos, de repente, entra el portero con cara atribulada y nos mete en casa a la banda de camisas pardas. Nos está pasando y lo cierto es que no lo estamos viendo, al menos con la claridad que haría posible el movimiento reflejo. Pilar Bonet nos lo contaba ayer desde Turín, donde coincidió con ese viejo inteligentísimo que es Alexandr Yakovlev. "El pasado continúa aterrorizando nuestra vida hoy", dice el anciano zorro, una de esas grandes excepciones en la selección negativa del régimen soviético que no hacía sino dar poder a los más mediocres y a los que menos escrúpulos tuvieran. Yakovlev, un hombre que ha hecho historia y fue coautor con el mucho más gris Mijail Gorbachov de la dinamitación de las dictaduras soviéticas. Sabe muy bien lo que sucede en Rusia y en todos los países en los que la oposición puede ser liquidada, criminalizada o marginada con ese terrible mecanismo del pensamiento débil que tiene, paradójicamente, una vocación totalitaria y un inmenso éxito de consumo rápido.

En Rusia, no sólo allí, existe hoy una mayoría social perfectamente moldeable para una política como la de Vladímir Putin, que usa la palanca de la opinión pública cautiva contra toda minoría que disienta. El que no muestre de forma fehaciente su docilidad y lealtad al pensamiento nacional o general es tachado de fascista, checheno o corrupto y queda laminado para cualquier aspiración política o proyección social. Como si de encuentros monstruosos con el poder de Mijail Bulgakov u Ossip Mandelstam se tratara, pero con la totalidad sofisticada que el mundo mediático actual garantiza, aquellos que disienten son literalmente fumigados con la liquidación de su honor, su prestigio social, su hacienda y sus esperanzas. Siempre, insisto, con la benevolencia o el aplauso de unas mayorías sociales que saben muy bien que, al no haber alternativa ni opción distinta posible, su desafío al poder solo puede tener consecuencias nefastas, sociales, económicas y vitales. Y la historia sirve ante todo como ese perfecto generador del rencor necesario para que la mayoría social se sienta reconfortada en una revancha contra las minorías que disienten y que el poder identifica. Es la miseria del sofá de Viena que nos acompañó el pasado siglo y que ahora retorna implacable, el resentimiento.


sábado, diciembre 28, 2013

ERDOGAN EN APUROS

Por HERMANN TERTSCH
ABC Sábado, 28.12.13


Nadie quiere inestabilidad política en un aliado de la OTAN, vecino de Siria e Irán. Pero los momentos de inestabilidad no se eligen

El Ejército está muy desactivado,  pero aún existe. Y también están los «gulenistas»

Un golpe de la Policía contra miembros de la propia elite gobernante puede ser una prueba del buen funcionamiento de un Estado en la lucha contra la corrupción. Como mensaje claro de que todo ciudadano, por alta e influyente que sea su posición o cargo, está sometido al dictado de la ley. También puede ser un caso de lucha por el poder en la cúpula de un Estado. Se vio hace poco en Corea del Norte.

En el caso que sacude estos días los cimientos del poder en Turquía todo sucede a un tiempo. Una parte del aparato del Estado se ha atrevido a atacar a la cúpula del poder político bajo el primer ministro Recep Tayyip Erdogan. Las protestas en Estambul por la especulación urbanística hace un año fue el primer movimiento contra un Erdogan que gobierna desde 2003 y ha sido todopoderoso e incuestionable. Son ya muchos los turcos que creen llegado el momento de frenar a un Erdogan erigido en caudillo de un país cada vez menos libre. Erdogan ha llegado a creer, dicen, que como Kemal Ataturk, él seria identificado con la patria y moriría en el poder. No será así. Quienes han decidido pasar a la acción con la operación policial del día 17 de diciembre que desencadenó toda la crisis sabían que declaraban la guerra a Erdogan y su gente.

El ataque se ha realizado por un frente débil del AKP y muy obvio desde hace años: la rampante corrupción del entorno del Gobierno. A los hijos de los tres ministros que fueron los primeros en dimitir les intervinieron en sus casas dinero en efectivo suficiente para empapelar muchas de las urbanizaciones que promueven y construyen gracias al tráfico de influencias, abuso de poder, cohecho y una decena de delitos más de los que ahora deberán responder. El tercer ministro en dimitir en horas, el de infraestructuras, pidió a Erdogan que hiciera lo mismo. Éste no le ha hecho caso, obviamente. Pero sí ha tenido que sustituir a 10 de sus 25 ministros en un desesperado intento de lavado de cara gubernamental que no parece haberle funcionado.
Las manifestaciones continúan. Y la dimisión ayer de tres diputados del AKP revela que también en su partido se le pierde el miedo al primer ministro. Ya no son solo la juventud de Estambul y Ankara, las elites urbanas laicas y los kemalistas de izquierdas o derechas los que ven en el AKP, pero especialmente en Erdogan, la amenaza para la democracia, pero también para sus esfuerzos de no perder sus vínculos europeos y occidentales.

El Ejército turco, otrora todopoderoso guardián de las esencias laicas de Kemal Ataturk, está muy desactivado gracias a la persecución de sus generales y oficiales acusados de golpismo por Erdogan. Pero existe. Y también están los «gulenistas», seguidores de Fethula Gulen, un predicador en el exilio, ex aliado del AKP. Son muchos los enemigos de Erdogan y algunos han pasado a la ofensiva. Los síntomas de debilidad económica ayudan. Todo ello en un momento en el que nadie quiere inestabilidad política en un aliado de la OTAN, vecino de Iran y Siria. Pero los momentos de inestabilidad no se eligen.


viernes, diciembre 27, 2013

LA RECONCILIACIÓN DEL MUNDO

Por HERMANN TERTSCH
ABC Viernes, 27.12.13


Es muy probable que ese niño aun viva. Quién sabe si recuerda el rostro del que le regaló los zapatos y de quien hizo la foto, quizás el mismo

ES una imagen que, sin saberse, se guarda muy dentro de la baqueteada maleta del recuerdo. Con estuche, como se guarda un broche o diadema. Se nota con gusto que es así cuando se evoca. Que sale del mejor rincón. De donde guardamos las joyas de la memoria. Las imágenes que al menos creemos indelebles. La del rostro de la madre. Las de momentos en que fuimos felices. Ver la fotografía alborozo. Recordarla produce ternura. No sé ya siquiera de dónde la saqué. Dónde la encontré de excursión por el espacio virtual. Solo sé y tampoco sé por qué que es una fotografía en blanco y negro tomada en la primavera de 1945 en las cercanías de Salzburgo. La vi, me impresionó y la guardé. No solo en el ordenador. Porque la recuerdo mucho desde que la encontré. En cualquier momento. Cuando pienso en la alegría de unos amigos o en la gratitud de alguien. O en la ingratitud, en abstracto o no. En la guerra o en el hambre, en Weimar o el general Patton, en mis sobrinos, en Putin y Jodorkovski, en Roma o la Piedad de Miguel Angel, la guerra en Siria o las víctimas de las inundaciones en Brasil. Ahí está la imagen de ese niño que ríe, llora y reza a un tiempo por su suerte. Muestra a un niño sentado en el más bajo de cuatro escalones de piedra. Viste un jersey oscuro de lana gorda, una chaqueta negra de fieltro tradicional en esta región austriaca, un viejo pantalón corto, unas medias de lana a medio caer y unos zapatos viejos, desgastados y sin tacón, con sendos rotos en las punteras, atados a duras penas con varios trozos de cordón raído. El corazón de la fotografía se halla justo encima de las blancas rodillas desnudas. A la altura del pecho, dos manitas sujetan dos flamantes zapatos nuevos. Y los aprieta contra el pecho. Como queriendo guardárselos dentro. Y la cara, alzada al cielo, en gratitud infinita. Con una sonrisa de placer y los ojos cerrados, para concentrarse y retener mejor el instante.

Tiene siete u ocho años, luego solo conoce la guerra. Tendría un año cuando Austria pasó a ser Imperio alemán en marzo de 1938. En Salzburgo las tropas de anexión fueron recibidos con vítores de entusiasmo. Seguro que también por los padres del niño. Tras seis años de destrucción, los Alpes, al sur de Salzburgo, serían con Berlín los últimos metros cuadrados en desaparecer de ese III Reich que iba a ser inmenso y eterno. Llegaron los americanos. Los zapatos que estruja al pecho el niño son los tradicionales de la región, con los cordones ladeados. Haferlschuhe se llaman. Sería raro que fueran regalo de las tropas ocupantes. A no ser que los hubieran encontrado en alguna zapatería bombardeada. Ellos distribuían al derrotado enemigo civil chocolate, chicles y cigarrillos. No esos zapatos austriacos duros y bien cosidos, quizás un poco grandes, con magníficos cordones de cuero que le caen al feliz pequeño propietario por la muñeca. Es muy probable que ese niño aun viva. Que sea un viejo austriaco de 75 años. Quién sabe si recuerda el rostro del que le regaló los zapatos y de quien hizo la foto, quizás el mismo. Del enviado que le trajo aquel regalo navideño en primavera tras años de miedo y violencia. El regalo a un niño, un gesto de reconciliación con la humanidad. Quizás no recuerde el rostro, pero seguro que sí la explosión de felicidad propia en el pecho y la gratitud al acto de bondad entre los hombres, a Dios y al mundo entero.


martes, diciembre 24, 2013

HOMBRE DURO VENERADO

Por HERMANN TERTSCH
ABC Martes, 24.12.13

Con Helmut Schmidt llegó un hombre sobrio y seco, arrogante decían sus adversarios también en su partido. Pero fue providencial

NO gobernó tanto tiempo como Konrad Adenauer ni como Helmut Kohl. No inspiró a una generación ni a los poetas como Willy Brandt. Y hace tanto tiempo que gobernó que dos generaciones no lo recuerdan en activo. No tenía carisma, nunca quiso ser simpático ni en campaña electoral. Y, sin embargo, hoy es en toda encuesta el hombre más respetado y admirado de Alemania, por delante del Papa y de Ángela Merkel y de todas las instancias morales, intelectuales y políticas que queramos recitar. Es Helmut Schmidt. El hombre duro venerado. Excanciller desde hace la friolera de 32 años. Cumplió ayer 95 años. Con su presencia de ánimo, su lucidez cortante como un diamante, su abrumadora capacidad de análisis, su hiriente altivez hanseática y su eterno cigarrillo. Replicar a Schmidt era un serio problema cuando estaba en la política activa, porque era un interlocutor con todos los datos y alguno más en la cabeza. Replicarle hoy es algo que no se le ocurre a nadie. Por una «auctoritas» que cimenta hasta sus conocidas fobias y su no excesiva consideración por los políticos alemanes de la actualidad. Y es el único alemán que aun fuma allá donde quiere. Su trayectoria era antipática para el votante de la izquierda por socialdemócrata que fuera. Había sido ministro del Interior en el Senado de la ciudad hanseática Estado de Hamburgo, ministro de Defensa, ministro de Hacienda y Economía. No eran esas ni mucho menos las características ideales para sustituir a un Willy Brandt, carismático, sentimental, simpático arrollador, adulador y jovial, dicharachero, disfrutón y mujeriego. Brandt era ya leyenda cuando aun no había tenido que dimitir en 1974, arrollado por el escándalo del espionaje que estalló al saberse que la Stasi de la RDA, con su temido departamento de investigación exterior HVA, dirigido por Markus Wolf, había captado hacía muchos años a su secretario personal Günther Guillaume. Aquello había sido una cruel paradoja. Porque había sido Brandt quien inició la apertura hacia el este, la nueva «Ostpolitik». Pero Brandt había cambiado además el signo de la política alemana. Había llenado de alegría y nuevas iniciativas, muchos decían que de frivolidad, aquella cancillería, después de los años de rigor y pulcritud, pero ante todo de expansión económica con mucha cautela conservadora política bajo Konrad Adenauer y sucesores. Con Helmut Schmidt llegó un hombre sobrio y seco, arrogante decían sus adversarios también en su partido. Pero fue providencial. Y fue clave para la evolución de Alemania y Europa hacia la unidad y libertad.

Habría de dirigir la RFA con la misma energía que le hizo famoso en las terribles inundaciones del Mar del Norte que devastaron la región de Hamburgo. En los momentos clave, frente al terrorismo de la Baader Meinhof y frente a la Unión Soviética, Schmidt resistió y ganó. Nunca cedió ante la RAF aunque costara la vida al presidente de la patronal y a otros. Y acabó con el terrorismo. Profundo atlantista, con la doble decisión de la OTAN para el despliegue de euromisiles aguantó toda la presión de la URSS, del este, la izquierda de su partido y del pacifismo, ansioso por rendirse a la amenaza soviética. Fue su firmeza en Alemania la que quebró la URSS y a sus satélites en aquellos años. Cuando los liberales cambiaron la mayoría y tuvo que irse, el Pacto de Varsovia ya se resquebrajaba. Fue el Churchill de Alemania en un momento clave en que el enemigo interno y el externo querían quebrar la voluntad democrática y la vocación occidental. Por eso los alemanes, aunque muchos ya no sean conscientes, saben que le deben gratitud a Helmut Schmidt. Los demás europeos también se la deben.


lunes, diciembre 23, 2013

EL TESORO DE CORNELIUS GURLITT

Por HERMANN TERTSCH
ABC Lunes, 23.12.13

«Cornelius Gurlitt, el insignificante guardián del tesoro, se siente el ser más desgraciado del mundo. Y es un hecho que ni la más diminuta de las injusticias deja de serlo por inmensa y tenebrosa que sea la sombra de la más monstruosa imaginable»

    LA noticia se extendió por todo el mundo, copó portadas, abrió informativos y protagonizó debates y comentarios televisivos. Y la historia lo merece. Tiene todos los elementos de misterio y fascinación, poder, lujo, arte, dinero y dolor para un premio Pulitzer, para un bestseller de novela, para guión propio de un Oscar. En Múnich, en la vivienda de un anciano, se había encontrado un inmenso tesoro. Un tesoro nazi, se dijo. No, un tesoro judío, se anunció después. Ni lo uno ni lo otro y ambas cosas a la vez. Cierto era el tesoro en sí, el hallazgo de un inmenso depósito de obras de arte escondido desde la II Guerra Mundial. De incalculable valor. Con joyas de la pintura de los grandes genios del siglo XX, de Chagall a Matisse, de Picasso a Beckmann, de Klee a Kokoschka, de Toulouse-Lautrec a Schiele. Hay cuadros desaparecidos que se creían destruidos en la guerra. Y obras desconocidas de muchos grandísimos autores. Más de 1.300 cuadros. Descubiertos por la Policía judicial bávara en un registro domiciliario, iniciado por motivos fiscales, de un discreto piso del bonito barrio burgués de Schwabing en la capital bávara. Una sensación.

    La prensa mundial se convirtió, no podía ser de otra forma, en una gran olla de información especuladora. Con pocos casos de rigor, muchos fueron temeridad periodística cuando no pura ficción narrativa. Es sabida la mala literatura que siempre se hizo en torno al nazismo. Pero con esta mitología improvisada de «todo a cien», volvió también a la actualidad la historia. La más tenebrosa. Se publicaron de nuevo fotografías de Hitler de visita en museos durante aquella operación de purga de lo que el nazismo llamó «arte degenerado». Fue en 1937. El Führer hizo desaparecer de todos los museos alemanes las obras de artistas judíos y las que tuvieran temática o motivos judíos o contrarios a los ideales estéticos del Tercer Reich. Volvieron a verse imágenes de los grandes depredadores nazis de arte. Allí estaban Hermann Göring, Heinrich Himmler o Martin Borman, dirigentes que atesoraron inmensas colecciones de arte robadas, botín primero de Alemania, después de todos los países ocupados por la Wehrmacht.
    Todavía es capaz la historia más oscura del siglo XX de generar sorpresa, estupor y fascinación. Si algo caracterizó al nazismo, más allá del crimen, fue la colosal distancia entre sus excelsos ideales y solemnidad y la vulgaridad y la brutalidad de sus dirigentes. Y la bajeza moral y cultural de la mayoría de los mandos nazis era pareja a su avaricia y rapacidad ante bienes de valor y todo tipo de signos externos de riqueza, lujo y pretensión. Quienes decían buscar el Santo Grial y el Walhalla eran rufianes y ladrones. Quienes proclamaban el ideal del superhombre y llamaban al sacrificio en el altar de la patria y la raza eran todo mezquindad y degeneración moral. Cierto es que partes de aquella sociedad alemana culta y sofisticada se resistieron. Pero pronto o tarde, todos los ámbitos sociales se hicieron permeables al mensaje nacionalsocialista, permanente y penetrante desde 1933. Y con él, a la depravación. Los saqueos en museos y colecciones de magnates por los grandes dirigentes tuvieron su reflejo en los robos populares en las casas de los judíos deportados. Por bandas organizadas o los propios vecinos. Cuando en 1938 llega la «Noche de los cristales rotos», el pogromo contra los judíos en todo el Reich, la complicidad ideológica y moral fundía ya destinos de régimen y sociedad alemana.
    Aquí se vuelve a abrir la cruel disparidad. La fascinante historia del gran tesoro es la reconstrucción de la sórdida trayectoria de unas obras de arte, creadas por lo mejor del espíritu humano y condenadas por lo peor del mismo. La alegría por la recuperación de obras únicas nos lleva al dolor de las víctimas que las gozaron y amaron como propias. Cientos de los cuadros encontrados portan consigo una tragedia concreta, personal, familiar. Unos fueron compras oportunistas, baratas, porque, por degeneradas, ya no tenían sitio en galerías, museos o subastas. Muchas fueron robadas. Otras, compradas a unos legítimos propietarios que ya luchaban en desesperación por su supervivencia y la de sus hijos y nietos. Que vendían a precios de saldo sus tesoros para intentar salvar sus vidas. Pocos sobrevivieron al nazismo. Los herederos de muchos aún luchan hoy por sus propiedades. Unos, con éxito, han recuperado obras de Picasso, Munch, Klimt, Schiele, subastadas después por muchos millones... Otros litigan aún, como los herederos del coleccionista Max Emden, al que el Ministerio de Hacienda alemán se niega a devolver dos Canalettos.
    En el centro del huracán causado por el descubrimiento del tesoro de Schwabing está un hombrecillo muy menudo. Como predestinado para este papel estelar periodístico, lleva un nombre muy literario, Cornelius Gurlitt. ¿Quién es el guardián del tesoro y su secreto? ¿Quién es ese anciano frágil de rasgos suaves, casi femeninos, que vivió como un ermitaño en soledad absoluta con los cuadros desde que murieron su padre, en 1957, y su madre, diez años después? ¿Qué mundo tiene este hombre que calculaba hasta el último céntimo sus gastos para ir al médico, cuando tenía cientos de millones de euros en pinturas hacinadas hasta en la cocina, trastero, armarios y cuarto de baño? Cornelius Gurlitt está abatido, destrozado. Se siente humillado porque se le ha tratado como a un delincuente. La Fiscalía le ha quitado sus cuadros. Han profanado su intimidad, su hogar y propiedad. Son sus cuadros. Conservarlos y cuidarlos ha sido su única misión durante toda la vida. La que le encomendó su padre, Hildebrandt Gurlitt, un conocido marchante de arte en la República de Weimar. Era un hombre sin miedo, un emprendedor que se comía el mundo. Todo lo contrario que su hijo. Disponía, Gurlitt padre, de contactos en los museos que desechaban arte degenerado, entre galeristas judíos que ya no podían comerciar desde 1938 y con ricas familias judías que vendían desesperados en busca de visados y refugio. Tenía dinero en efectivo y veía las oportunidades. Y las aprovechó. Cornelius Gurlitt insiste en que su padre no hizo nada malo. Y él, por supuesto, menos. Heredó todo como otros heredan un terreno o una casa o un título.

    Nadie pregunta por la procedencia de lo que hereda. Y menos por un hipotético lastre moral de fortunas multimillonarias. Su padre, dice, salvó los cuadros del fuego de los nazis, de las bombas aliadas, del saqueo de los rusos, de la rapacidad de los americanos. Sin duda, ayudó a judíos a huir gracias a esa compra. Y no estaba en su mano salvar a quienes no lo lograron. Hildebrandt Gurlitt no cometió ningún crimen, asevera su hijo anciano. Nadie puede desmentirle, de momento. No va a ser fácil para la Fiscalía quitarle legalmente la propiedad. Ni para las asociaciones que luchan por la restitución del patrimonio de las víctimas del Holocausto demostrar que tienen otros propietarios legales. La pobre vida de Cornelius Gurlitt que ya acaba ha transcurrido toda en un escenario repleto de objetos que claman contra el peor crimen de la historia. Y él no oye nada en todos esos años de implacable soledad y silencio. Ni un eco para la reflexión, ni un gemido imaginado para la evocación. Nada que despertara quizá la conciencia del pasado o un impulso a donar o vender o exponer su tesoro. Ni unas repentinas ganas de enseñarle un cuadro a un niño. Casi resulta obsceno ver al anciano pedir justicia, cuando se evocan las dimensiones infinitas, el carácter metafísico de la injusticia del Holocausto en el que se desvanecieron los propietarios anteriores de su tesoro. Y sin embargo, Cornelius Gurlitt, el insignificante guardián del tesoro, se siente el ser más desgraciado del mundo. Y es un hecho que ni la más diminuta de las injusticias deja de serlo por inmensa y tenebrosa que sea imaginable.

sábado, diciembre 21, 2013

LOS FALSOS OFENDIDOS

Por HERMANN TERTSCH
ABC Sábado, 21.12.13

La ofensa está en que los espiados aún no sepan proteger sus conversaciones

Molière se habría divertido con estos políticos europeos que insisten en presentarse como señoronas ofendidas cuando les dicen que les han espiado. Muchos son políticos que desayunan a diario con dosieres secretos sobre valoración de riesgos, boletines informativos realmente confidenciales y mucho memorando de servicios de información, cuando no transcripciones de conversaciones de líderes africanos o avisos de contactos entre empresas. Pero no se les había pasado por la cabeza que alguien podría tener curiosidad en saber lo que traman ellos. Edward Snowden ha vuelto a soltar una dosis de datos para que unos se declaren espantados. Y para dañar un poco más las relaciones transatlánticas e intereuropeas sobre todo en la opiniones públicas. Esto siempre lo agradecen los amigos de Snowden, estén donde estén.

Ahora se anuncia que ha sido espiado por los servicios británicos el actual comisario de la competencia Joaquín Almunia, cuando era comisario de Asuntos Económicos. El afectado se ha declarado indignado. Pero no sorprendido. Entre wikileaks y demás zarandajas que se publican para la agitación de las opiniones públicas hemos llegado a un punto ridículo. Hasta políticos serios se ven en la obligación de ofenderse ante la eficacia de unos servicios de información. Que tienen un mandato constitucional, recolectar toda la información susceptible de servir para mayor seguridad y bienestar de la propia nación y Estado. Y que tienen una capacidad tecnológica impensable hace pocos años, que permite muchas cosas. ¿Les está diciendo alguien que renuncien a saber algo de interés porque sí? Ese planteamiento pueril se puede vender en periódicos y televisiones para agitar a los votantes. Pero no puede asumirlo seriamente ninguno de los afectados. Esfuércense un poco y contrapongan tecnología que les permita recuperar la capacidad de confidencialidad y secreto. La ofensa está en que los suyos no sepan aún proteger sus conversaciones. Y también, cierto, en que los aliados que espiaron tuvieron imperdonables fallos de seguridad al permitir acceso a la información a personajes como Snowden.


viernes, diciembre 20, 2013

PUTIN Y JODORKOVSKI

Por HERMANN TERTSCH
ABC Viernes, 20.12.13


Abandona la cárcel siberiana el exmagnate Mijail Jodorkovski, el único de los titanes de la transición que presentó batalla a Putin

EL nuevo zar de las Rusias ha anunciado medidas majestuosas de clemencia para los cientos de miles de desgraciados encarcelados en su reino. Está de nuevo pletórico Vladimir Putin después de unos años en que se percibió vulnerabilidad en los cimientos de su poder. Fue cuando salieron cientos de miles de moscovitas a protestar por el evidente fraude en las elecciones. Nunca fueron una amenaza real. Supo reconducir con pequeñas dosis de brutalidad aquellas engorrosas situaciones. Volvió a tener para ello la habitual ayuda de Occidente, que es su comprensión y condescendencia. Siempre tan obsequiosa esta comunidad de democracias occidentales con los hombres fuertes y con pocos escrúpulos. Tan impresionables los europeos ante la fuerza y tan cautos y temerosos siempre para ayudar a quienes defienden principios que proclaman propios. Brutalidad y dinero, armas supremas del poder, y el conocimiento de las debilidades de sus súbditos y de los mandatarios occidentales le han bastado.

Es un caudillo a la vieja usanza rusa este antiguo oficial de los servicios del KGB. Que tiene hoy más poder que nadie desde Stalin en el Kremlin y que ha logrado ahora que un país estancado como Rusia, sin otras fuerzas que sus materias primas, vuelva a echar pulsos y disputar hegemonías a Occidente. Sabe meter miedo y medir en los demás tanto el miedo como el aguante. Como en un interrogatorio a presos políticos de antaño o de siempre, ha sabido comprar con tranquilidad a la alemana Merkel y con dinero al ucraniano Yanukovich. A Obama con ayudas para huir de sus compromisos. Principal aliado del responsable de las matanzas en Siria, ha logrado salir de la farsa del control de armas químicas convertido en el «honrado mediador». Eso sí, muy ayudado por un Occidente aterrado de verse forzado a cumplir su deber y promesas.

Ahora ha ordenado a la Duma proclamar una amnistía y va a sacar a la calle a criminales reales y supuestos, diseminados por la inimaginable extensión de Rusia a lo largo de seis husos horarios. Decir «dejarlos en libertad» sería decir demasiado. Porque la libertad la tendrán tan medida al menos como todos los demás en la Rusia de hoy. La amnistía revela lo seguro que se siente Putin hoy de nuevo. Saldrán a la calle las inofensivas niñas de Pussy Riot que tantos titulares generan en Occidente. Y que tan bien le sirvieron al presidente para presentarse como el defensor de la cristiandad en la tercera Roma. Pero lo único realmente importante es que abandona su terrible confinamiento en una cárcel siberiana el exmagnate Mijail Jodorkovski, el único de los titanes de la transición digno y valiente, que presentó batalla a Putin en Moscú y no escapó al exilio. Víctima de una terrible persecución política y de una obsesión personal canalla por parte del presidente Putin. Solo tibiamente condenada en Occidente. Ha pagado con durísimos años de prisión en Siberia, que pusieron en peligro su vida. Será de gran interés saber los planes de Jodorkovski. Comprobar si sale de la cárcel un hombre quebrado o sale intacta la arrolladora inteligencia de este hombre frágil pero inmensamente fuerte. Y con madera de líder. Fue uno de los magnates, cometió todos sus pecados pero es el único de los protagonistas de la transición rusa que mostró propósito de enmienda y voluntad de hacer de verdad y decencia sus armas contra la brutalidad de la Rusia eterna y su Estado, representada por Putin. Su cautiverio fue una vergüenza. Su libertad es un soplo de esperanza, no ya para un país en sombras, sino para aquellos que luchan allí con sus haces de luz de la buena voluntad.

martes, diciembre 17, 2013

ENTRE KOSOVO Y LA RIVIERA

Por HERMANN TERTSCH
ABC Martes, 17.12.13

La vida en Cataluña invita muy poco al martirio. Y ni los más fanáticos lograrán deteriorarla como para que valga la pena

CUENTAN que el presidente de la Generalidad, Artur Mas, no quiere preguntas sobre la corrupción en una entrevista que se prepara en su televisión, TV3. No sé quién habrá sido el insensato en proponerle alguna. Pero seguro que ya no anda por ahí. Y se lo merece. Porque no puede ser buen profesional quien tan despistado anda todavía sobre el estado de cosas por el oasis enfangado del mundito mediático catalán. Si le preguntaran a Artur Mas por la corrupción y le diera por decir lo que sabe, podría salirle a TV3 un programa de confesión para Pulitzer. Eso sí, largo. Quizás esos conocimientos le sirvan para protegerse de los suyos cuando esta oleada de disparates que él desencadenó hace dos años se lo lleve por delante. Dicen además que Artur Mas anda enfadado porque se ha enterado por la prensa del nombramiento del nuevo director de La Vanguardia. Eso es otra ofensa. Y un ninguneo al jefe. También porque es buena costumbre respetar ese principio de que «el que paga manda». Después de darle al tambor separatista como solo los Junqueras y los batasunos barretinos del CUP saben, hay cambio significativo en casa Godó. No es que vuelva un triunfante Galinsoga para infundir el brioso compromiso con la nación de La Vanguardia española. Pero sí alguien que modere su entusiasmo y exceso de celo en destruir España, la nación y el Estado al que se juraba lealtad eterna. Como la eternidad ahora es más breve que nunca, hay muchos con prisas. Que no saben cómo ponerse para no les pille el tsunami de la realidad, del fracaso. Saben que no va a haber consulta. Pero saben también que no va a haber independencia. Y que las opciones después de enterrar a Artur Mas y a sus patéticos cómplices están en una masiva operación de reducción de expectativas y consuelo a los más ilusos y fanáticos de sus huestes. Y en una reconducción general de la política catalana hacia el autonomismo que tan bien les ha funcionado. Hasta que los peores aprendices de brujo, encandilados por osadía y felonía de Rodríguez Zapatero, se lanzaron a esta delirante aventura. Mientras no existan generaciones de nacionalistas catalanes decididas a matar y morir por la independencia, y además suficientemente numerosas y fuertes para ganar a toda España, catalanes no independentistas incluidos, las aventuras separatistas son lo que siempre han sido: un intento general de chantaje al resto de compatriotas.

Ya se ha desvanecido el panorama idílico que han querido vender Mas y su tropa, con una secesión «de buen rollo», como si destruir la casa común y amputarnos la vida, la patria, la historia y el futuro a 47 millones de españoles fuera fácil, amable y además gratis. Van Rompuy es el último que les ha dicho que tienen mucha suerte los catalanes de que los independentistas no se vayan a salir con la suya. Porque de hacerlo, estarían solos, aislados y empobrecidos para dos generaciones. Y la vida es muy corta. Y en Cataluña, bella. Pese a la crisis. Como para inmolarse por los tataranietos. Poco razonable sacrificar la vida en Cataluña, tan poco kosovar ella. ¿Si se parece tanto más a la vida en la Riviera que en Kosovo, por qué imitar a los kosovares y no a los razonables franceses meridionales? La vida en Cataluña invita muy poco al martirio. Y ni los más fanáticos lograrán deteriorarla como para que valga la pena. Otra ventaja: No les será difícil a los gobernantes reconducir el discurso. Para eso cuentan con los medios y los periodistas más dóciles y oficialistas del mundo. En rivalidad con China y Bielorrusia.


sábado, diciembre 14, 2013

ASUNTOS FAMILIARES

Por HERMANN TERTSCH
ABC Sábado, 14.12.13

El régimen de Corea del Norte se ha quedado solo en su brutalidad hermética

     Las imágenes no se olvidan. Soldados en sus uniformes verdes irrumpen en una sala grande en la que decenas de miembros del partido están sentados en mesas alineadas en perfecto orden. Se acercan a la primera fila y cogen del antebrazo a un hombre mayor. Se lo llevan. Nadie en la sala hace el mínimo movimiento. No hay gestos. Ese fue el momento de la detención de Jang Song Thaek que ofreció la televisión oficial.
     Desde su detención a su ejecución pasaron, que se sepa, tres días. Se ha mostrado al reo un par de veces humillado ante jueces o entre soldados. Y después llegó la noticia de su ejecución. Por traición. Y por «vida disoluta y perversa». Era el hombre fuerte de Corea después del joven dictador Kim Jong-un. Pero, además, era su tío.
     El problema familiar se ha resuelto de forma expeditiva. Tenía 67 años y como hombre de confianza había sido el introductor a los mecanismos del poder para el joven dictador desde que tomó el relevo de su padre, Kim Jung-il en 2011. Desde entonces se ha sabido ya de otras ejecuciones de generales y altos mandos del partido. Por vida disoluta. Vale para casi todo. Como también ha vuelto a haber ejecuciones públicas por poseer biblias o «proselitismo religioso» y otros delitos graves.
     El régimen de Corea del Norte que compitió antaño con Albania como ejemplo purista del régimen comunista total se ha quedado sólo en su brutalidad hermética. Su crueldad solo es comparable a su terrorífico ridículo. «Ocho niños y nueve niñas cantan himnos en alabanza a Kim Il-sung. ¿Cuántos niños cantan?» O este otro: «Tres soldados del ejército popular matan a 30 soldados yanquis. ¿A cuántos soldados yanquis mató cada uno si mataron al mismo número?». Corea del norte es una pesadilla muy real que subsiste al amparo de China. Y hoy es potencia nuclear. Que es la llave y garantía de esta monstruosa monarquía comunista en su tercera generación.

viernes, diciembre 13, 2013

LA PESTE Y EL GOLPE

Por HERMANN TERTSCH
ABC Viernes, 13.12.13

Los nacionalismos se inventaron una historia épica que nada tenía que ver con la realidad histórica
PROSIGUE el proceso de envenenamiento de las almas y ofuscación de mentes. Todos los pasos son de manual. Y estamos avisados por la experiencia de siglo y medio. Esperemos que el enésimo tropiezo en la misma piedra no sea tan sangriento como los anteriores. La peste nacionalista que surgió de la tonta adolescencia del idealismo alemán y el romanticismo europeo en el siglo XIX, en el XX sembró de millones de cadáveres el viejo continente. Creíamos que con el fin del siglo terrible y los centenares de miles de cadáveres que cubrieron los Balcanes, Europa se liberaba para siempre de esta terrible enfermedad, infecciosa como pocas, que enloquece a las sociedades y envilece a las personas antes de comenzar a matar. Como en casi todo, hemos sido los últimos de Europa en España también en esto. Con los compañeros en pobreza e ignorancia que han sido Rusia y los Balcanes. E igual que al caer los regímenes comunistas surgieron en Centroeuropa los nacionalismos, largo tiempo congelados en Guerra Fría, en España también aparecieron tras el final del franquismo. Lo hicieron reclamando con la izquierda unas supuestas legitimidades y una superioridad moral que ni les correspondía ni merecían. Les fueron otorgadas por una sociedad cobarde y con mala conciencia, temerosa que se les recordara que su paz y armonía con el régimen de Franco apenas se habían visto turbadas desde la posguerra hasta ya enterrado el dictador. Con tal de acceder al nuevo carnet de demócrata que repartían unos antifranquistas reales o supuestos, los hasta hacía muy poco probos ciudadanos franquistas estaban dispuestos a aceptar casi todo. También a ceder la supremacía a las tesis generales sobre la historia de la izquierda y los nacionalismos. La izquierda se inventó el pueblo español antifascista que era el mismo colectivo humano que había prosperado en obediencia, sumisión y apoliticismo bajo el régimen del general. Los nacionalismos se inventaron una historia épica que nada tenía que ver con la realidad histórica. Pero que nadie se atrevía a cuestionar. En esa mentira sobre la historia inmediata vivían y medraban, una vez más, todos los protagonistas. Hubo, cierto, gentes gallardas y dignas durante la transición y después de ella, honradas y desprendidas, que se esforzaron por sacar a España de su postración y anomalía histórica. Que sabían que una sociedad para ser libre y próspera necesita la verdad. Después fracasarían. Pero ni siquiera ellos, para no generar discordias entre españoles, cuestionaron jamás la inmensa mentira histórica que la izquierda y los nacionalistas habían logrado imponer. Era base del rechazo a una España que en su unidad y continuidad histórica habían condenado como cómplice de la dictadura. Lo demás fueron ya pactos parlamentarios, de izquierdas y derechas con los nacionalistas. PSOE y PP simularon creer en una lealtad nacionalista obviamente inexistente. Y la permanente labor de descrédito de España que se ha transmitido en las regiones nacionalistas y en la educación izquierdista en general. Así llegamos al Pacto del Tinell en 2003 y justo diez años después al grotesco espectáculo de ayer. Hay daños irremediables. Las generaciones crecidas en el odio nacionalista vivirán con él, alimentado por la frustración de su sueño que se verá roto en el futuro próximo. Pero la ley ha de manifestarse. La impunidad es ya una perversión española con la que hay que acabar si no queremos que acabe con todos nosotros. Es hoy una peste peor que el propio nacionalismo. Hemos llegado al hito en el camino en el que España, por primera vez en 30 años ha de pasar de no defenderse a la ofensiva. La conspiración para delinquir de San Jaime es un golpe de Estado. Como tal debe ser tratado.


jueves, diciembre 12, 2013

NUESTROS HÉROES ANTIFRANQUISTAS

Por HERMANN TERTSCH
ABC Jueves, 20.11.08


MI querido y admirado amigo Adam Michnik ha escrito mucho de los héroes de la lucha contra el totalitarismo comunista que surgieron cuando el comunismo ya se había hundido y no tenía quien lo defendiera. Adam, seguramente uno de los espíritus más libres, dignos y cultos de Europa, empezó a conocer la cárcel cuando aun no había cumplido los veinte años. Cuando todo el mundo -y hablamos realmente de todo el mundo, este y oeste, norte y sur-, daba por hecho que el comunismo se había impuesto en media Europa y otras partes del globo para quedarse como sistema incuestionado hasta el final de los tiempos. Eran tiempos en los que el determinismo histórico era dueño de la geopolítica pero también de las mentes de las víctimas de la dictadura comunista en países que yo habría de recorrer con asiduidad y conocer en profundidad en las décadas siguientes. En 1976 pasé un par de semanas en la casa de Ferenc Rako en Budapest, en la calle Nepfürdö 34. Este obrero fue de los primeros beneficiarios húngaros de los Acuerdos de la Conferencia de Seguridad y Cooperación en Europa (CSCE) de Helsinki en 1975. Gracias a aquella distensión, consiguió un permiso para ir a visitar a su hermano que vivía en Suecia desde la revolución de 1956. A la vuelta coincidimos en el tren de Viena a Budapest. Hablaba ese alemán de acento magyar que tenían antes los leales ciudadanos de Austro-Hungría. Cuando llegamos a la capital húngara me había invitado a pasar el tiempo que quisiera en su casa. Al despedirme, después de gozar de su infinita hospitalidad, le ofrecí al viejo Rako y a su familia que vinieran a España. Su respuesta fue lapidaria y me acompaña desde entonces como lección de que la historia puede rápidamente salirse, para bien y para mal, de los raíles que creemos inamovibles y únicos. «Querido Hermann, no creo que sea posible salvo que España se haga comunista». Quiero con esto ilustrar que eran años sin la mínima esperanza de que el comunismo cediera. Pese a ello, grandes hombres, desde Sajarov a Soljenitsin, desde el propio Michnik a Havel o al inolvidable Geremek, luchaban contra una dictadura monstruosa e implacable sin más armas que su palabra y su compromiso con la verdad. Ofreciendo vida, salud y bienestar. Cuál sería nuestra sorpresa cuando, después de que el comunismo acabara en la basura de la historia, surgieron como furibundos anticomunistas los sicarios más obedientes, los súbditos más anodinos, los palanganeros más obsequiosos del poder. A Michnik le hacen gracia. A mí, será el carácter, me sigue produciendo náuseas. Allí como aquí. Ahora, con los nietos zapateriles, nos salen los héroes de la resistencia póstuma a Franco y son los obedientes, sicarios, súbditos, anodinos, palanganeros, obsequiosos y cobardes de siempre. Los que disfrutan escupiendo a un busto o a la lápida de un dictador que no tenía que hacer nada para mantenerlos a todos paralizados de miedo. Tienen el carácter del pringue, el discurso jactancioso, el cálculo sinuoso del que nunca quiere osar en contra de su conveniencia. Son nuestros héroes antifranquistas del nuevo régimen. O han tardado tres décadas en estar seguros de que su osadía no conlleva riesgos o acaban de darse cuenta de que pueden sacarle partido. Michnik se ríe de ellos. Yo también los desprecio.

EDITORIAL EN DIARIO DE LA NOCHE 12.12.13

Por HERMANN TERTSCH
DIARIO DE LA NOCHE - TELEMADRID 12.12.13

Como sabrán, la Generalidad de Cataluña ha organizado un Simposio de historia con el revelador título de "España contra Cataluña". Como ven, ya dejan claro en el lema de las jornadas que no quieren malentendidos. Se trata de regodearse en lo mucho que, según dicen, ha sufrido siempre Cataluña bajo un implacable enemigo llamado España, que nunca ha pensado en otra cosa que en castigar y esclavizar a los catalanes. Durante tres días, un nutrido equipo de historiadores reales o supuestos y otros intelectuales del bien surtido pesebre del nacionalismo catalán, se dedicarán a buscar ángulos desde los que insultar todo lo español. Para ello por supuesto tendrán que inventarse una historia paralela que ignore la realidad: Que Cataluña es España desde que España existe. Y que Cataluña nunca ha sido otra cosa que parte de España o parte del Reino de Aragón, a su vez parte fundacional de España. Cataluña es y será España. El simposio sería una despreciable y grotesca farsa de académicos que se desacreditan con su mera presencia, si no tuviera un perverso objetivo político. Que es sembrar el odio. Y su objetivo es casi menos agredir e insultar al resto de España. Eso ya lo hacen todos los días con sus muchísimos medios y el muchísimo dinero, en parte procedente de Madrid, que utilizan en ello. Lo peor es que este simposio del odio va dirigido a intimidar a los catalanes no nacionalistas. Se trata de advertirles que si siguen siendo leales a un enemigo tan cruel y monstruoso como España, todas las medidas contra ellos estarán justificadas. Lo que hace la Generalidad es advertir que a partir de ahora a los no nacionalistas se les tratará como enemigos. Se trata de infundir miedo a la población catalana leal a España. Se queja la Generalidad de que se les llama nazis. Si no les gusta que les llamen nazis, deberían dejar de hacer esfuerzos por parecerlo tanto.

martes, diciembre 10, 2013

LOS NOMBRES SAGRADOS DE LA VERDAD

Por HERMANN TERTSCH
ABC Martes, 10.12.13

Esta política de desterrar del uso común los nombres comunes españoles es todo menos inocente

LA llamada corrección política comenzó como un encomiable esfuerzo por evitar en el lenguaje términos ofensivos, antes habituales, que podían herir la sensibilidad a ciertos sectores de la sociedad, habitualmente minorías. Surgió en EE.UU. y ya allí muy pronto se pervirtió para convertirse en un instrumento de limitación de la libre expresión y camisa de fuerza del lenguaje y del pensamiento. Algunas minorías, así como la izquierda, se han arrogado el derecho a decidir qué se puede decir y qué se puede pensar. Y a imponer sanciones a los transgresores que van desde el insulto a la muerte civil. En España fue la izquierda la que asumió el control de la corrección política en la transición. Y con su ayuda, los nacionalistas también han accedido a este papel de policía, juez y censor en la semántica oficial y privada. Entre las peores ridiculeces de la tantas veces ridícula corrección política vigente en España está el uso de la toponimia vasca, catalana y gallega cuando se habla y escribe en castellano. Sin apenas resistencia, como en todo lo que ha supuesto cesiones a los nacionalismos, se ha ido imponiendo el uso exclusivo de los nombres en las lenguas minoritarias. Y ya se persigue, critica o amonesta el uso de los nombres históricos en español. De forma constante han sido liquidados del uso oficial, borrados sin rastro, los nombres castellanos de centenares de pueblos en el País Vasco, en Cataluña y en Galicia. En otros casos se ha «descastellanizado» el nombre con una grafía irreconocible. Hasta en los casos de dos provincias vascas se pretende que la ridícula grafía inventada para el vascuence sea la única oficial. Obviamente muchos jamás acataremos ese disparate a la espera que se enmiende. Mi madre, una guipuzcoana de Deva, con decenas de apellidos vascos, cuyo nombre Lersundi procede de una torre del siglo XII de la familia en Azcoitia, con siglos al servicio de la corona y de España, se revolvería en la tumba si me viera escribir Deva, Guipúzcoa y Azcoitia de otra forma. Lo cierto es que en los últimos años de su vida tuvo, hasta muy al final, fuerzas y lucidez para indignarse cuando escuchaba hablar en español de Oñati, donde estudió, o de Legutio por Villafranca de Álava o de Ondarribia por Fuenterrabía.

Esta política de desterrar del uso común los nombres comunes españoles, así como la grafía, de pueblos y lugares, es todo menos inocente. Por eso es una irresponsabilidad, cuando no una felonía, permitir esta limpieza étnico-lingüística implacable y obscena. Se trata de erradicar una historia milenaria. Se trata de erradicar la verdad. Se hace en las escuelas al enseñar a los niños una historia inventada en la que España y lo español solo aparece como elemento foráneo y hostil. Se hace con la ocultación y el olvido de la cultura y el legado común. Se hace alterando el nombre de las cosas. Se cambia el nombre propio de la gente, de los lugares, de las tradiciones. Y se hará con la lápidas de los cementerios para que no quede rastro. Ya ofrecen subvenciones para catalanizar lápidas. Que nadie sepa que el abuelo era Ceferino y la abuela Macarena. Y escribían en la lengua común de España. Cuando Stalin convirtió en 1945 en soviética la parte oriental de Polonia y deportó hacia el oeste a los polacos, a tierras alemanas previamente limpiadas étnicamente, se borró la toponimia, allá polaca, acá alemana. Y se prohibieron los nombres originales, centenarios y milenarios, sustituidos por otros artificiales. Pronto los niños aprendían un pasado que nunca existió. Sin rastro de la verdad, perdida en el olvido con los nombres sagrados.



EDITORIAL EN DIARIO DE LA NOCHE 10.12.13

Por HERMANN TERTSCH
DIARIO DE LA NOCHE - TELEMADRID 10.12.13


Buenas noches a todos. Se cumplió el 35 aniversario de la entrada en vigor de la Constitución Española. Nunca había vivido España tan largo periodo de paz ininterrumpida bajo un régimen, que es la monarquía constitucional. Nunca había registrado España un crecimiento tan mayúsculo de su bienestar y su desarrollo. Ahora resulta fácil olvidarlo. Y muchos están dispuestos a olvidarlo. Porque llevamos más de un lustro sufriendo una gravísima crisis. Que comenzó como una crisis económica global, pero que la acción y omisión de gobernantes irresponsables e ineptos convirtieron en un colapso nacional que nos llevó al borde del naufragio. Éste se ha evitado ahora con un nuevo Gobierno. Con inmensas dificultades y sólo de momento. Porque los peligros siguen ahí. Desde hace más de una década, la izquierda encabezada por Zapatero comenzó a cuestionar la transición y la reconciliación nacional, las bases de nuestra Constitución. Hoy aquella ofensiva contra la carta magna es masiva por parte de cierta izquierda y el separatismo. Estamos pagando un alto precio por la dejación durante décadas en el cumplimiento de los deberes del Estado. Que son el defender todos los derechos de todos los españoles en todos los rincones de su territorio. Con la sociedad española sufriendo los rigores de la crisis y el paro y un profundo abatimiento, las fuerzas más desleales creen haber encontrado en esa debilidad, la oportunidad de destruir a la nación más antigua de Europa y a un Estado de 500 años. El anterior Gobierno fue colaborador en el debilitamiento de este Estado. El actual parece creer que con una hipotética recuperación económica los demás problemas se verán superados. Es un error. Como lo es pedir una reforma constitucional cuando es seguro que no hay el consenso que tuvo en su día. Lo que hay que hacer ahora con la Constitución es aplicarla. Frente a las agresiones que sufre, responder con los artículos previstos. Y con el mensaje politico de que todo intento de romper España es una temeridad que hace daño, pero está condenada al fracaso. Que una minoría jamás podrá romper la patria común ni hacer peligrar el futuro de todos los españoles, nuestro desarrolllo y bienestar como una España libre y unida en una Europa libre y unida.

sábado, diciembre 07, 2013

LA FORJA DEL HÉROE

Por HERMANN TERTSCH
ABC Sábado, 07.12.13

Muy pocos hombres, como Mandela, han sido capaces de modificar la Historia al modo por ellos deseado

Fue muy consciente siempre de su propia importancia. Dicen los que le conocían que nunca puso a disposición de otros el papel que él mismo se asignaba. El inmenso respeto que siempre demostró hacia todos y cada uno de sus interlocutores en la vida — desde el más poderoso De Klerk que le tenía preso hasta el último chófer que tuvo— era ante todo una expresión del supremo respeto que se tenía a sí mismo. Y ahí es donde hay que buscar el secreto de cómo fue convirtiendo en grandeza y magnanimidad inteligente todo su tiempo, sus reveses personales, sus años de prisión y aislamiento y la permanente y abrumadora manifestación de miedo y odio que era el apartheid en sí.

Tenía todas las posibilidades de haber sido un abogado comunista radical más. Pudo haberse quedado en otro aparatchik, embrutecido y resentido como tantos luchando entre ellos por medrar y destacar en las ciudades africanas durante la Segunda Guerra Mundial y después con la descolonización y la Guerra Fría. Mandela pasó muchos años actuando en terrenos pantanosos que las más de las veces arrastran a los hombres al odio y al crimen. Habitualmente sin retorno posible. Y no evitó el trato con quienes cayeron. Ahí está Mandela en tantas fotografías de su vida, antes y después de sus 27 años en Robben Island, con pésimas compañías, comunistas cínicos y criminales como Castro u otros caudillos.

Pero, al contrario que todos esos sátrapas y tiranos, él sufrió con la violencia, la impidió cuando pudo y la lamentó después como error propio. Los peligros en los que no cayó Mandela eran muchos. Sólo hay que recordar la siniestra deriva de otro gran líder africano que fue compañero de Mandela. Porque Robert Mugabe estudió como él en la Universidad de Fort Hare. Y volvería a su Rhodesia, aún como Sudáfrica Imperio Británico, para ser un brillante y valiente luchador por los derechos y la libertades. Tras 26 años de presidencia, hoy es quizás el más siniestro dictador de África, con su país, Zimbabue, otrora ejemplo de prosperidad, convertido en un pantano de demencia política y de miseria.

Mandela, él mismo lo decía con frecuencia, cayó y se levantó. Y cuando hablaba de caídas no se refería a los reveses infligidos por sus adversarios, sino de sus propios errores. Y dijo aquella frase célebre de que él no era un santo, salvo si serlo era el permanente esfuerzo por la enmienda. En todo momento, lo cuentan sus biógrafos y lo cuentan sus amigos, irradiaba una calidad diferente. Unos quieren ver en ello inicialmente la majestuosidad de un joven brillante y consciente de su pertenencia a la alta nobleza tribal. O el « aristocratismo », la firmeza de convicciones de un hombre inusualmente dotado y consciente de ello y vocacionalmente dispuesto al crecimiento moral. Pero muy probablemente haya en este caso algo más, casi mitológico. Que es esa continua e inverosímil mejora de la calidad del material del héroe. Esa vida convertida en forja para la aleación cada vez más perfecta de inteligencia con bondad, generosidad y lucidez, de arrepentimiento y enmienda.

Todo ello se antoja el beso de mimado de los Dioses paganos, que muy pocos seres humanos llegan a gozar en la historia. Muy pocos hombres en la memoria de la humanidad han sido capaces de modificar la historia del modo por ellos deseado. Lo hizo Alejandro Magno, sí. Lo hicieron los Reyes Católicos en España. Lo hizo Winston Churchill en el siglo XX. Pero si no hacemos incursión ya en las vidas de los santos cristianos, muy pocos han quedado en esa memoria universal con un reconocimiento prácticamente unánime como ese extraordinario ser humano que ha sido Nelson Mandela.


viernes, diciembre 06, 2013

CONTRA EL FRACASO

Por HERMANN TERTSCH
ABC Viernes, 06.12.13

La única razón noble y verdadera, viable en la paz, está con la Constitución

A Teo Uriarte no le quisieron publicar su libro en la casa editorial de Barcelona. Porque «su opinión podría molestar», le dijeron. Habían entendido bien el mensaje del libro titulado «Tiempo de canallas». Y se habían sentido aludidos. Porque habla del terror y el crimen, pero también de los nacionalismos, la industria transformadora de ambos.

Hay, entre los diversos enemigos de España y de la Constitución, que hoy cumple 35 años, grandes sinergias. Y son muy eficaces en impedir la difusión y promoción de todo mensaje que pueda cuestionarlo. Estamos en «tiempos de canallas». Así podría titularse un estudio general sobre la España actual. Y no porque haya más canallas hoy aquí que en otras partes del mundo. Sino por su forma de triunfar. Sin contestación. Con el entorno más amable que para un enemigo pueda generar una sociedad atacada. Han fracasado en España todos los mecanismos de protección, todos los filtros frente a la maldad y la necedad, a la mala fe y a la ignorancia. Y no ha habido calidad de resistencia. Porque entre el egoísmo y la cobardía, tanto monta, nadie ha cumplido con su deber. Nadie ha sabido estar a la altura que las circunstancias exigían. Ahí han quedado expuestas vergonzantemente en su fracaso unas elites mediocres y mezquinas. Que no es la obscena espuma ostentosa de la riqueza especulativa ni a la legión de falsarios que medra siempre en la España tan tramposa como pretenciosa. Sino a quienes creíamos con posición, condición, formación y criterio para asumir el liderazgo en una sociedad moderna. Y que han resultado tan cobardes, ineptos y oportunistas como lo ha sido la clase política, casi sin excepciones.

Parte del paisaje es también esa depresión de las menguantes clases medias, sin espíritu ni fuerzas. Como el encanallamiento virulento de parte de la juventud. Y el cinismo disfrazado de inteligente resignación o, peor aún, de tolerancia. Gran invento el de la permisividad magnífica que se convierte en impunidad incuestionable y universal para sus generosos promotores. Hay otro título literario que nos cuadra. Éste, del checo Pavel Kohout, es apropiado para estas semanas y meses que nos toca vivir. De «la hora estelar de los asesinos» nos habla en una historia sobre crímenes e impunidades. Tiempos terribles en los que los monstruos son vecinos. Y todos somos iguales. En los que tenemos que respetar lo más infame para que se nos respete. En los que ha colapsado el nivel de exigencia de «tiempos normales» entre seres adultos con ética y responsabilidad, con compasión y razón. Como gran colofón del permanente desfile de monstruos y miserables por nuestra realidad nacional hemos logrado lo jamás visto en ningún país civilizado que es sacar a la pasarela a los asesinos múltiples, terroristas más sanguinarios y campeones de la violación. Y no ha habido, ni siquiera en este horror, masa crítica de protesta.

Resulta difícil recordar, en estos días de náusea permanente, de asco físico, de ganas de huir, lo mucho que hemos conseguido aquí en España en estos 35 años que cumple la Carta Magna. Es difícil de recordar y de explicar. Pero habremos de hacerlo. Hace 35 años hubo buena fe, esa rara joya en España, y aptitud, inteligencia y eficacia, para hacer un país con ambición de homologarse con los mejores. Descarrilamos. Pero habrá que reaccionar. Habrá que levantarse contra la cobardía y la indolencia tanto como contra la vileza y contra el prestigio del odio a España. Y habrá que querer ganar. Y ganar. Porque la alternativa es a medio plazo la tragedia, la violencia y la miseria. La única razón noble y verdadera, viable en la paz, está con la Constitución.

miércoles, diciembre 04, 2013

EDITORIAL EN DIARIO DE LA NOCHE 04.12.13

Por HERMANN TERTSCH
TELEMADRID - DIARIO DE LA NOCHE 04.12.13

Buenas noches a todos. Por mucho que se retuerzan algunos en la oposición, el hecho de que la cifra de parados no haya aumentado sino disminuido, es una buena noticia. Pretender lo contrario es un ejercicio inútil de mala fe. Si en noviembre pasado la cifra de parados aumentó en casi 80.000 y este noviembre ha bajado en algo más de dos mil, habrá que pensar y decir que es un hecho bueno. Cierto es que hay menos inscritos en la Seguridad Social. Y cierto también, y eso es más grave, que si no se hacen reformas rápidas y este Estado no logra reducir gasto de verdad, lo que parece el principio real de la mejoría podría esfumarse en meses. Pero hay otras noticias. Otras cifras. Y no mejores. El informe PISA vuelve a insistir en que España está en la cola de los países desarrollados en educación. La miseria educativa igualitaria de treinta años nos ha hundido en un estado de postración total. Mientras sindicatos e izquierda salen a la calle a defender esa miseria educativa en la que parecen sentirse cómodos. Y hay otro informe aún peor. Transparence International considera que España ha caído diez puestos en transparencia. O mejor dicho, ha escalado diez puestos entre los países más corruptos. Educación e integridad son los factores principales para el desarrollo, la justicia y el bienestar. En ambos, en integridad y en educación, estamos en niveles tercermundistas. Aquí pueden ver jueces, fiscales, empresarios, trabajadores y todos los ciudadanos, pero ante todo los políticos: Que si no hacemos profundas reformas en nuestra organización del estado y en nuestras vidas, todo éxito coyuntural podrá hacer ganar unas elecciones, pero será con seguridad, hambre para mañana.


martes, diciembre 03, 2013

PUTIN ECHA UN PULSO A EUROPA CON SU PAPEL EN LA CRISIS DE UCRANIA

Por HERMANN TERTSCH
ABC Martes, 03.12.13

La reacción popular coge por sorpresa a Moscú y a su aliado, el líder ucraniano

Desesperación. Gran parte de los ucranianos temen perder el tren de Europa durante varias generaciones.

Ha sido inusualmente franco el primer ministro de Ucrania, hombre obediente del presidente Víctor Yanúkovich. Ha dicho Nicolái Azárov que «los acontecimientos están fuera de control » . Cuando decía esto ayer por la tarde, muchos debieron sentir un escalofrío recorriéndoles la espalda. Gentes como Azárov sólo reconocen haber perdido el control de algo cuando quieren pedir nuevos instrumentos para recuperarlo. Al tiempo que decía esto Azárov, la televisión rusa, por supuesto la mejor informada de lo que pasa en Ucrania, alertaba sobre «rumores de golpe de Estado, pero las autoridades se contienen». Todo suena terriblemente amenazador. Todo son mensajes ominosos. Todos están asustados. Hasta el gran organizador, con su despacho y su lucecita que nunca se apaga en el Kremlin, Vladímir Putin, está inquieto ante una reacción tan contundente, tan masiva, tan firme, de la población. Una reacción desesperada de esa parte de la sociedad ucraniana, la más formada, que de repente ve que parte su tren, el tren hacia la ansiada Europa de las libertades y el bienestar, y que su patria Ucrania, pierde ese tren quizás para generaciones, quizás para siempre.

Putin es el ganador de toda la gran jugada geoestratégica de los últimos años que culminó días antes de la cumbre de la Unión Europea en Vilna. Putin pasó momentos malos. Cuestionado en Rusia, ninguneado fuera. Estuvo débil. Lo peor que le puede a uno pasar en estos juegos. Pero gracias a la candidez y debilidades de sus rivales, de un mediocre e inseguro presidente Barack Obama en su política exterior y de una Unión Europea dedicada a sus angustias internas, Putin vuelve a ser la estrella y el jefe. Y vio llegado el momento de su gran golpe de mano ante la cumbre de la UE en Vilna.

Paranoias
Nada menos que en Vilna, escenario de humillaciones soviéticas y rusas desde la reinstauración de la independencia de los países bálticos. Que buscaron y lograron el ingreso en la Unión Europea y en la OTAN incondicionalmente. Así la propia Rusia tuvo de repente, desde 2004, una frontera con la OTAN, que en cuatro ampliaciones había avanzado imparable hacia el este.

Ahora la Unión Europea, vista en Moscú siempre como avanzadilla económica y política de la OTAN, iba a dar el salto a Ucrania con este acuerdo de asociación. La UE había intentado rebajar la inquietud de Rusia. Buena intención, pero un fracaso absoluto. La inquietud, más que eso, la angustiosa sensación del poder ruso de verse acosado por un rodillo occidentalizante, era demasiada. Así llegó en este noviembre del 2013 la hora de Putin, fuerte como en sus mejores tiempos, gracias en parte a los pulsos ganados a Occidente en la guerra de Siria. Llegó el momento, esperado desde la misma disolución del Pacto de Varsovia y después de la Unión Soviética, de parar esta expansión occidental hacia el este con sus organismos y estructuras democráticas que muchos nacionalistas rusos consideraron desde el primer momento el equivalente económico y político a la «operación Barbarrosa», la invasión alemana de 1941.

El golpe de mano de Putin tiene por objeto poner fin a todo ello. Se trata de frenar el proceso de democratización en Ucrania y cualquier esperanza de que avance en Bielorrusia, la otra dictadura hermana bajo Lukashenko. Con Lukashenko y Yanúkovich en el oeste, sus posiciones en Azerbayan y Armenia, su puño en Georgia y el Cáucaso en general y su alianza con las repúblicas exsoviéticas de Asia Central, Putin recompone una alianza de poderes autoritarios y abiertamente dictatoriales que reconozcan el liderazgo cuando no la plena hegemonía de Moscú.

Pánico en el poder
La inmensa reacción popular en Ucrania al anuncio del rechazo al acuerdo de asociación con la UE ha sorprendido a todos. Y si existe preocupación en el despacho del Kremlin de la lucecita del hombre fuerte, existe pánico en el poder ucraniano que en tres días se ha visto acorralado y asediado por su gente. Con un Vitali Klitschko, el campeón del mundo de boxeo y jefe de la Alianza de Reformas «Udar» (Golpe), que ha tomado la antorcha de la oposición de la encarcelada Julia Timoshenko. Para todo el movimiento opositor, la asociación con la UE es la garantía de la democracia.

El pulso de los próximos días y semanas será total. La voluntad de Rusia y su aliado Yanúkovich de imponerse está fuera de dudas. Si ha de ser con sangre lo será. La voluntad desesperada de los europeístas de no perder el tren de la historia que estaba allí, parado en el andén, con destino a Europa y las libertades, también se presta al sacrificio. Y se siente capaz de vencer al gigante. La pasada noche se hablaba de la dimisión de Azárov, que sería sacrificado por Yanúkovich. Y de un acercamiento de éste a la UE para tranquilizar a la calle. La oposición exige elecciones. Pero Ucrania está rota. Y lo que ha sido una guerra fría entre «europeos» y «rusos» puede acabar en tragedia y el país en llamas. Los ucranianos en la calle lo quieren todo. Y el hombre del Kremlin también. En todo caso, y de nuevo, la historia está en marcha en las costuras del continente que pasan por Ucrania.


MARTIRIO IGNORADO

Por HERMANN TERTSCH
ABC Martes, 03.12.13


Imperdonable es que los cristianos occidentales no ejerzan su influencia en hacer frente al martirio de sus hermanos en Cristo

VEMOS cruces rotas o quemadas, iglesias en ruinas y también, en ocasiones, cadáveres calcinados. Son imágenes que nos llegan ocasionalmente. Cierto que con alguna frecuencia. Pero como brotes aislados de violencia lejana. Son incidentes remotos con víctimas desconocidas. A las que prestamos poca o ninguna atención. Porque el mundo produce más noticias trágicas de las que podemos digerir. Porque tenemos nuestros propios problemas que siempre nos parecen los mayores. Por mucho que sepamos que son cuitas ridículas comparadas con otras que se sufren lejos. Todo esto, todo aquello, genera una muy densa y eficaz cortina de hechos y angustias que nos impide ver uno de los fenómenos más trágicos, amplios y trascendentes que se produce en el mundo en este comienzo del siglo XXI. Es la persecución a muerte de los cristianos y el exterminio de la cultura cristiana en muchas regiones de la Tierra. En muchas de ellas con raíces y tradición milenaria. No estamos ante inocentes religiosos o brotes de odio entre comunidades. Sino ante una persecución sistemática del cristianismo en muchas regiones donde es minoría. Y con intención de acabar con su existencia, de extirpar cristianismo y su memoria de países en los que ha sido parte capital de su identidad durante siglos.

El diplomático español Javier Rupérez publica un artículo al respecto en la revista de FAES en la que denuncia la pasividad con que la comunidad internacional asiste a una persecución de dimensiones bíblicas. La tragedia está en los hechos desnudos. En Irak el censo de 1987 registraba una población cristiana de 1,4 millones. En 2003 esa cifra se había reducido a 800.000. Hoy, la organización católica «Ayuda a la Iglesia Necesitada» estima que probablemente no sean más de 150.000 los cristianos en Irak. En el norte de Nigeria saltan regularmente a las noticias cuando la matanza de la organización islamista Boko Haram es multitudinaria. Pero apenas se percibe el permanente goteo de muerte, agresión y terror. Como no se informa de los pogromos que sufren los cristianos en partes de la India, bajo un hinduismo fanatizado.

Son decenas los países de Asia y África en los que la persecución de los cristianos es práctica habitual, más o menos tolerada por los Gobiernos, volcada contra esta comunidad por la única razón de su credo. Como señalan desde el National Catholic Reporter, que sitúa la cuestión en un contexto histórico comprensible y exigente: «No tenías que ser judío en los años 70 para estar preocupado por los judíos disidentes en la Unión Soviética; no tenías que ser negro en los 80 para sentirte afectado por el apartheid en Sudáfrica; y de la misma manera no tienes que ser un cristiano hoy en día para reconocer que los cristianos constituyen el grupo religioso más perseguido en el planeta».

Las cifras que hablan de 100.000 cristianos muertos cada año durante la pasada década están distorsionadas al incluir a los cristianos asesinados en las matanzas del Congo. Pero sin ellos hay que hablar de 10.000 cristianos asesinados todos los años desde hace una década. Es decir, cada algo menos de una hora se asesina a un cristiano por el mero hecho de serlo. Trágicas son las penalidades de los cristianos allí y triste la indolencia de los cristianos aquí. El desinterés en las sociedades occidentales –por lo general de mayoría cristiana–, es un síntoma desolador del estado de su músculo moral y su conciencia. Cierto que es muy ofensiva la falta de reacción del islam moderado ante las barbaridades cometidas por sus correligionarios radicales. Pero imperdonable es que los cristianos occidentales no ejerzan toda su fuerza e influencia en hacer frente a ese callado martirio de sus hermanos en Cristo por todo el mundo.