LA GRAN MENTIRA DE ESPAÑA
Por HERMANN TERTSCH
ABC Martes, 30.09.14
Cataluña es un efecto más de la putrefacción de los
problemas que arrastra España
NUNCA podrá un personaje menor como Artur Mas ser un
problema para España. Si vemos ahora al hombre vulgar que preside la
Generalidad de Cataluña como alguien especialmente detestado por hacer un
inmenso daño a la convivencia entre españoles, es porque personifica nuestra
crisis más inmediata. Nuestros problemas son otros. Los que dejamos entrar en
un grado de putrefacción que nos ha llevado a esta postración por septicemia.
Mas es aquí un mero virus oportunista. Nuestro problema más serio ni siquiera
es «Cataluña». Por mucho que sea el nacionalismo en esa región española el que
ha adquirido la masa crítica para ser el detonante de la crisis de Estado en
que nos hallamos. Y no desde ayer, desde que comenzaron las violaciones de la
ley, el desprecio y desacato de sentencias y artículos de la Constitución. Como
todo ha sido en la más absoluta impunidad y sin réplica desde el Gobierno de
España, no ha sido difícil a los caudillos de la sedición nacionalista
convencer a los catalanes de que también será impune el salto más osado, la
celebración de la consulta que simboliza la rebelión contra el Estado. La
organización de un referéndum de autodeterminación en una región europea es una
inmensa payasada. Y no deja de serlo porque se organice de forma legal y por invitación
de un primer ministro conservador bastante irresponsable. No soluciona nada y
rompe para generaciones la concordia en la región afectada, en sus ciudades,
sus comunidades, incluso sus familias. Escocia será prueba de ello.
Pero insisto, Cataluña es un efecto más de la putrefacción
de los problemas que arrastra España. Ante todo la incapacidad de superar la
mentira que la izquierda logró imponer ya en la transición política. La que
otorgaba esa superioridad moral y cultural a una izquierda a la que nadie se
atrevía a recordar sus infinitas miserias. Que obligaba a mentir a toda la
sociedad, que en su inmensa mayoría había vivido dócil y satisfecha en el
franquismo hasta el final. Los horrores del franquismo, los ciertos y otros
fabulados, se convirtieron en escenario y argumentario político y cultural
omnipresente. Así nos llegó la mentira decimonónica de los nacionalismos con
todo el vigor de su invención victimista y el apoyo incondicional de la
izquierda, cuya obsesión era la lucha contra todo identificable con el
franquismo. Como España y su unidad. Y una derecha obsesionada por ser centro
solo sabía serlo acatando el mensaje de la izquierda. Acobardada y sumisa a la
falsaria retórica antifranquista. Desde entonces al menos los problemas
capitales de España son la mentira y la cobardía. Todos los conflictos que
sufre hoy en día la sociedad española, desde el nacionalismo a la corrupción,
desde el totalitarismo revanchista de la izquierda radical al dopaje en el
deporte, se deben a lo mismo. A la búsqueda de la solución fácil,
inevitablemente con trampa, ocultación y mentira. Y a la cobardía para hacerle
frente por parte de los grandes partidos y esas elites de esta sociedad, que
vuelven a fracasar como en siglos pasados, de forma trágica y estrepitosa. Todo
el discurso del nacionalismo está basado en la mentira. Hoy ya en mentiras
pueriles. Grotescas. Que la población catalana cree como otros creen en
soluciones bolcheviques. Nadie les ha contradicho. Toda la capacidad del
nacionalismo de erigirse en amenaza para España se debe al miedo. Era más
lucrativo, corrupto, frívolo, cómodo y armonioso pretender respetables sus
mentiras. Parte de la gran mentira antifranquista de España. Ahora, en la hora
de la verdad, hay quienes creen que podemos mantenernos en el carrusel de la
armonía de esa permanente mentira y cobardía. Va a ser que no.
SIEMPRE ESAS SEÑALES CONFUSAS
Por HERMANN TERTSCH
ABC Sábado, 27.09.14
Pretenden que el peligro es tan intenso que es obligatorio intervenir, pero no lo suficiente como para enviar tropas
El Reino
Unido está ya plenamente incorporado a la campaña militar contra los yihadistas
del Estado Islámico, horas después de que el Parlamento de Westminster lo
aprobara ayer con abrumadora mayoría. El mensaje del primer ministro David
Cameron no necesitaba siquiera ser muy persuasivo. Demasiado claras están las
peligrosas implicaciones del desarrollo de los acontecimientos en Irak y Siria.
Todos son conscientes
del peligro que suponen los éxitos del joven Estado Islámico para toda la
región y para el mundo. Para el Reino Unido muy en particular. Son muchos
cientos los ciudadanos británicos de raíces árabes que combaten como
voluntarios del estado terrorista yihadista. Pueden ser muchos miles los
tentados si no se pone fin a aquello. Irían y volverían después a sus casas en
las islas decididos a continuar allí la sangrienta lucha por lograr el califato
universal.
Ahí están por tanto
los gobiernos británico y norteamericano, de vuelta en una guerra que
celebraron haber abandonado. Sus líderes exponen la amenaza pero la gradúan a
un tiempo.
No es fácil. Pretenden que el peligro creado por los éxitos
del Estado Islámico es tan intenso que es obligatorio intervenir. Pero no lo
suficientemente intenso como para mandar a tropas a combatir. Señales confusas.
Porque todos saben que tendrán que ser tropas terrestres las que destruyan al
Estado Islámico. Y abajo, sobre el terreno, no salen las cuentan con
peshmergas, los rebeldes sirios no yihadistas y un ejército iraquí impotente
pese a las decenas de miles de millones invertidos en él por el gobierno de los
Estados Unidos. Tiempo habrá para revisar expectativas. Porque volvemos a una
guerra de años.
LA BATALLA DESIGUAL
Por HERMANN TERTSCH
ABC Viernes, 26.09.14
Quienes sabemos que la libertad y la verdad son los dos
vectores de la dignidad humana hemos perdido la capacidad de movilizarnos
CIRCULA
por la red una película de terror de dos minutos y veintidós segundos de
duración. Les aseguro que se puede hacer larga. Es la grabación clandestina
hecha por una mujer siria en la ciudad de Raqqa, convertida en la capital del
Califato por las hordas yihadistas del Estado Islámico (EI). El coraje de la
mujer es difícil de exagerar. Se juega la vida en cada instante. Y en los
muchísimos que no aparecen en la grabación. Mucho silencio de las calles.
Hombres y mujeres armados. Ellas, totalmente cubiertas por los niqabs negros. En
un instante se oye una voz que llama a la mujer con la cámara oculta. Desde un
coche una voz le reprocha que su apertura para la vista en su ropaje sea
demasiado transparente. Todo es terrible en el paseo silente, pero hay una escena
después que es especialmente desoladora. En el cibercafé hay una mujer que
habla con su familia en Francia. En un perfecto francés le espeta a su madre
que no, que no hay ninguna posibilidad de que vuelva a Francia. La madre
insiste, pero ella, inflexible, le dice que deje de insistir, que no le sirve
de nada llorar, que ella ha tomado su decisión y está donde quiere estar. Donde
han convivido desde hace miles de años pueblos antiquísimos y cultivados
imponen el terror las más sórdidas y primitivas supersticiones y las más
fanáticas y primarias de las creencias.
Que nosotros no somos
inmunes a esta plaga lo revela esa presencia de la jovencita que ha abandonado
la tediosa vida de su suburbio francés para obedecer el llamamiento del
Califato. Para acudir a Raqqa a casarse con un «guerrero de Dios», para darle
todos los hijos posibles para una yihad en la que maten a tantos infieles como
puedan. La joven desprecia a su madre, una pobre mujer de origen sirio que,
desde Francia, implora a su hija que vuelva a casa. Imperturbable, deja claro
que su sitio está allí, en aquel sórdido rincón del mundo, en aquellas calles
polvorientas en silencio, bajo aquella tela negra. Con todo prohibido, salvo el
callar.
Son muchos cientos de
millones los jóvenes frustrados que se ven sin salida en los estados fracasados
o semifracasados que son tantos en ese inmenso mundo musulmán que se extiende
desde el Atlántico hasta Afganistán y China. Y son millones en las ciudades
europeas en las que, a su desesperanza y frustración, unen su desprecio a unas
sociedades occidentales de las que invariablemente conocen las peores facetas.
Los primeros no conocen en su mayoría la sociedad libre. Pero los europeos sí.
Y sin embargo son tan vulnerables como los otros a la llamada al consuelo absoluto.
Tan accesibles al mensaje de la solución radical de todos los males y temores.
Es la oferta redentora que transmite el yihadismo con la misma eficacia y el
mismo vigor que en su día el nacionalsocialismo y el comunismo. La tentación de
encontrar salidas al tedio, la frustración y la penuria, a la mediocridad
general, en esa épica de la salvación es difícil de resistir.
Como todos los movimientos totalitarios, se alimenta de la
idea que Lenin plasmó de la forma más escueta en su pregunta retórica de
«¿libertad, para qué?». Yihadistas, nazis o comunistas creen saber que la
libertad es un odioso impedimento a la organización impuesta de las soluciones,
con o sin Dios. Por desgracia, quienes sabemos que la libertad y la verdad son
los dos vectores de la dignidad humana, del desarrollo y el bienestar,
parecemos haber perdido la capacidad de movilizarnos. Batalla desigual en la
que nadie se atreve a defender la libertad de la que goza. Frente a enemigos
que desean morir por liquidarla.
RELIGIÓN DE UN DIOS MISERABLE
Por HERMANN TERTSCH
ABC Martes, 23.09.14
Una vez más se demuestra que todos los cantos al
apaciguamiento y al entendimiento con los nacionalistas son inútiles e
insensatos
YA lo dijo Joseph Roth hace casi cien años, cuando escribió
uno de los más bellos cantos a un Imperio austro-húngaro que ya había dejado de
existir. En «La marcha de Radeztky», surge una y otra vez el poder fatal y la
sórdida maldad de los fantasmas de las identidades y los odios entre naciones,
esa maldición del tiempo moderno que culminó en aquella guerra de 1914 a 1918
que destruyó el mundo de los Von Trotta y del propio escritor austriaco. «El
nacionalismo es la religión de nuestro tiempo». Roth como Stefan Zweig y Robert
Musil y Friedrich Torberg y tantos otros escritores de la vieja Austria-Hungría
vieron nacer esa brutal religión de la nación, que produce tantos fanáticos
como el dios más implacable y sangriento. Es la religión del dios miserable de
los bajos instintos de las masas enloquecidas en su soberbia y desprecio al
otro. Durante 40 años destruyó sin cesar Europa, anegó el continente en sangre
y lo cubrió de cadáveres, primero de soldados, después de civiles y víctimas
elegidas por naciones y razas, hasta construir fábricas para matar a los de
otras naciones. Después de 1945 su desprestigio era total. Nunca más nazismo.
Nunca más nacionalismo. Y los Gasperi, Monnet, Schumann, Adenauer y tantos
otros concibieron el proyecto europeo para enterrar para siempre esa peste del
nacionalismo. Que había enfrentado a los pueblos unos con otros, generado
caudillos monstruosos, provocado tragedias sin fin, cometido genocidios. El
romanticismo, del que había surgido la idea nacional allá en épocas posnapoleónicas
y a lo largo del siglo XIX, había degenerado invariablemente en proyecto
fanático que entierra al hombre, a la libertad y toda capacidad de compasión y
empatía.
Algo más de medio siglo después, una grave crisis en Europa
abre grandes grietas en los suelos del edificio común por las que resurgen los
fantasmas de aquella religión fanática que, ya sabía Von Trotta en el
«Radeztkymarsch», siembra odio y división primero y después terror y muerte. Es
el nacionalismo. En España se ha cultivado insensatamente desde la transición.
No se combatió. Solo se luchó contra el fenómeno más superficial y sangriento
que fue ETA, pero no contra las mezquinas ideas que se promovían e inculcaban a
los niños de los colegios en regiones españolas. Cuya cosecha es el odio ahora
en las calles contra su propia patria. Pero no es solo aquí. Como un virus
ébola de la mente, se extiende por la geografía europea. Ahora en Escocia se da
otra vez la prueba de que, agitado, no hay nacionalismo democrático porque
eleva a su dios nacional por encima de la ley. Alex Salmond parece haber
entrado como Artur Mas u Oriol Junqueras en Cataluña, en la fase de delirio en
la que ya no se reconoce la legalidad. Un insólito encanallamiento le ha
llevado a amenazar con un segundo referéndum días después de haberlo perdido o
incluso una declaración unilateral de independencia. Escocia está ya partida en
dos. Y la radicalización del nacionalismo ha producido la primera violencia.
Una vez más se demuestra que todos los cantos al
apaciguamiento y al entendimiento con los nacionalistas son inútiles e
insensatos. Los estados modernos y la UE han de dar la batalla a los
nacionalismos, con fascismo y comunismo, el máximo enemigo de la idea europea.
Y han de ganarla si Europa no quiere sumirse otra vez en la división, el
totalitarismo, la parálisis y la marginalidad. Europa debe enviar a esta
religión del odio definitivamente al basurero de la historia. Será una batalla
difícil, dura y larga, pero no hay otro camino a medio plazo para la libertad y
la convivencia.
RETORNO A LA GUERRA
Por HERMANN TERTSCH
ABC Sábado, 20.09.14
Tras la intervención francesa, es conveniente que otros
aliados se unan a la campaña contra el EI
Por
tierra «Vencer al Estado Islámico y destruirlo requiere el combate sobre el
terreno»
EE.UU. «Serán muchos más aunque Obama diga que no habrá operaciones
terrestres»
Aviones
franceses ya han volado sus primeras operaciones de ataque contra objetivos de los
ejércitos yihadistas del Estado Islámico (EI). Cierto es que la rápida
disposición de Francia a intervenir se produce bajo la sospecha de la
conveniencia política de su presidente, Francois Hollande, y su interés por
distraer de sus problemas en París.
Pero por los motivos que
fuere, que otros aliados se unan ya a la campaña, es conveniente. Ayudará a
vencer las muchas reservas que tienen los aliados árabes. Y las reticencias a
un retorno norteamericano articuladas por líderes iraquíes, incluido el líder religioso
chií Al Sistani. Con la poca fama de leal y fiable de Barack Obama, a los
árabes les cuesta comprometerse. Por mucho que teman al EI.
Todos saben que los
yihadistas no van a intentar tomar Bagdad con sus cuatro millones de chiíes
armados en su interior. Y todos saben que comenzadas las operaciones de las
aviaciones de EE.UU. y aliados, se acabaron esos veloces movimientos del Estado
Islámico por el desierto que llevaron a sus grandes conquistas y la toma de
Mosul. Pero saben también que vencer al EI y destruirlo, objetivo declarado,
requiere el combate sobre el terreno. Porque si el EI lograra usar su mucha
fuerza y dinero actuales para avanzar en el norte de Siria, existe el grave
riesgo de que acabe con otra frontera, la de Jordania, un país en el que
prestigio y simpatías por los yihadistas son ya enormes.
Para evitarlo hay que
combinar el intenso castigo militar con esfuerzos para arrebatar a EI a los
cuadros militares de Sadam Hussein y a tribus suníes que se les unieron por
odio al gobierno sectario chií de Maliki.
Hay unos mil norteamericanos sobre el terreno. Serán muchos
más pronto por mucho que Obama diga que no habrá operaciones terrestres. Y el
mayor reto estará en combatir después al EI en Siria, donde habrá otro protagonista
que es el ejército del régimen de Assad. Un tercero, nunca mejor dicho, en
discordia.
EL MIEDO NECESARIO
Por HERMANN TERTSCH
ABC Viernes, 19.09.14
El mismo día que elige Escocia si crea otra frontera más,
China e India negocian la superación de sus diferencias fronterizas
ENTRAMOS ya en una nueva era y no sabemos nada de qué nos
deparará. Pero los indicios que tenemos son bastante inquietantes. El siglo XX
comenzó con el atentado de Sarajevo el 28 de junio de 1914 y los primeros
jóvenes muertos en los frentes de Bélgica y Bessarabia. Les seguirían muchos
millones en los años siguientes. Puede que el siglo XXI también empiece tarde,
aunque muchos creen que nació con todo el brutal dolor de aquellos humanos que
se tiraban desde las Torres Gemelas en llamas. Con una guerra yihadista que
entonces irrumpió en nuestras vidas y ahora adquiere nuevas formas más
aterradoras si cabe con el estallido general de la guerra interna sectaria en
el islam. Y con la cristalización del yihadismo sunita como ideología política
totalitaria. Ante este hecho, ante la globalización y sus vértigos, pero, sobre
todo, ante la frustración de las inmensas expectativas generadas en el seno de
las sociedades modernas del bienestar con la crisis económica y social, Europa
entra en años decisivos. En los que se decidirá pronto si es capaz de superar
las grandes contradicciones de su unión política y económica. Porque Europa
vuelve a tambalearse. Para quizá consumar el fin de su relevancia en el mundo.
Mucho indica que este continente puede acabar siendo un gran
parque temático que pueda alimentar a una población dedicada a los servicios
para los visitantes procedentes de otros continentes más prósperos. Todo podría
comenzar con la recaída de Europa en los estados nacionales cada vez más
pequeños y agresivos, la proliferación de fronteras y conflictos y el
definitivo fracaso del proyecto global europeo, último intento para lograr una
competitividad que permitiera tratar en régimen de igualdad a las grandes
potencias emergentes. Es casi una metáfora perfecta del desfase total en que
vive el continente europeo, una coincidencia a primera vista casi graciosa. El
mismo día que elige Escocia, un diminuto enclave europeo en el norte de las
islas británicas, de cuatro millones de almas, si se separa del Reino y crea otra
frontera más, los dos gigantes de China e India, cada uno con más de 1.200
millones de habitantes, negocian en Delhi la superación de sus diferencias
fronterizas y un programa de cooperación de dimensiones colosales. El
presidente chino, Xi Jinping, de visita oficial en India, anuncia, con su
homólogo Pranab Mukherjee, una nueva era de la cooperación. China e India,
2.400 millones de seres humanos, dan un paso hacia la permeabilidad de su
frontera común. Escocia, con cuatro, erige una nueva.
Los europeos han gozado de 70 años de paz, y en los países
más afortunados de su mitad occidental, también de libertad. Eso sí, después de
dos terribles guerras mundiales que dejaron devastado su territorio y sus
ciudades. Algo parece indicar que algún resorte interior considera que ya están
demasiado lejos los espantos de aquella guerra para tener los efectos sin duda
saludables que han ejercido en estas pasadas décadas sobre políticos y
opiniones públicas. Quizá se ha agotado el miedo necesario. Al totalitarismo, a
la guerra. Quizá también se ha olvidado. Porque las nuevas generaciones no
saben nada de lo sucedido. No quedan testigos vivos. La educación ha fracasado
en la transmisión del mensaje. Y las sociedades, confundidas, infantilizadas,
sometidas a un bombardeo permanente de impulsos, reaccionan con confusión y
miedos que nada tienen que ver con los miedos necesarios. Curioso es en todo
esto que España, que estuvo al margen de la evolución europea gran parte del
siglo XX, se haya convertido en el prototipo de los peores males con que la
ignorancia y el pensamiento débil amenazan a las libertades y al futuro europeo.
LA OVEJA INDOLENTE
Por HERMANN TERTSCH
ABC Martes, 16.09.14
Con una nación en tal estado de postración, el enemigo de la
sociedad abierta ni siquiera tiene que venir de muy lejos
HEMOS creado una sociedad española al principio del siglo
XXI que se considera cuajada de buenos sentimientos, pero en realidad carece de
la más mínima compasión y empatía con todo lo desconocido y la mayor parte de
lo conocido. Pero además es ya tan absoluta la indiferencia del español hacia
todo lo que no le afecte de forma directa, que carece de la necesaria
percepción de un interés común para reaccionar en su propia defensa. Debería
producir consternación esta evidencia. Una mayoría de los españoles parece
convencida de que ante un peligro nacional puede y debe salvarse solo. Lo que
convierte a España poco menos que en un inmenso rebaño de ovejas que ante
cualquier agresión reaccionaría con pánico y huida desorganizada. De la oveja
indolente a la oveja aterrada. La capacidad de una autodefensa nacional
organizada sería nula y, en teoría al menos, nos podrían invadir, ocupar y
tiranizar a toda la nación con fuerzas muy escasas. Dicen que en 711 entraron
muy poquitos árabes, que sobraron para arrasar y ocupar la España visigótica.
Da la impresión de que ahora sería aún más fácil. Ante el espanto y la
vergüenza que la encuesta del CIS sobre la disposición a la defensa de los
españoles ha generado en algunos, hay quienes dicen que «las respuestas serían
distintas si el peligro fuera real». Ahí está el problema, que el peligro es
real. Y no existe, no ya la percepción del peligro, ni siquiera la noción del
peligro mismo. Creer que los peligros, por inminentes que sean, van a ser
suficientemente evidentes para que la población los perciba, es vana ilusión.
Publicada por encargo del Ministerio de Defensa, la encuesta del CIS revela que
solo un 16% de los españoles se sumarían sin dudarlo a la defensa de la patria
de ser ésta atacada. Dudo que haya en Europa, no sé si en el mundo, otra nación
que ofreciera los oprobiosos datos de España.
Esta tragedia, porque es una tragedia que pagaremos aunque
no seamos atacados ni hoy ni mañana, tiene muchos responsables. El primero es,
sin duda, el franquismo. El segundo, la cobardía nacional. Se impuso pronto
después de la transición que solo el antifranquismo otorgaba a los individuos
respetabilidad y plenos derechos. Mala conciencia a raudales les fue imbuida a
los españoles que habían hecho cola para despedir a Franco. Y se decretaba el
desprecio y desprestigio de todas las virtudes tradicionales que se respetaban
bajo el franquismo, aunque en absoluto fueran definitorias y mucho menos
exclusivas de aquel régimen. Y así la propia unidad de España y su bandera, el
patriotismo, la cortesía o el deber, el sacrificio o la autoridad pasaron a
formar parte de vergonzosas rémoras franquistas al progreso que debían ser
combatidas y desterradas. Y progresista -cuán prostituida palabra- fue todo lo
contrario. La derecha aceptó esa narrativa perversa de la izquierda. La
educación ha hecho el resto. Con el triunfo del localismo, la incultura y la
subcultura del igualitarismo, el desprecio y el resentimiento. Y aunque hubo
algún intento de cambiarlo, en 2004 quedó abortado. Hoy, conservadores y
liberales en España sobreviven en sus nichos, mientras un gobierno que se
presentó como representante de sus valores, asume, acata y aplica toda la
legislación izquierdista de siete años de legislatura revanchista. El mensaje
es por tanto inequívoco: no meterse en líos, pagar a terroristas, huir del
agresor, ceder ante el chantajista, obedecer y apaciguar al matón, mirar a otro
lado, medrar y trampear para sobrevivir, cada uno por su cuenta. Con una nación
en tal estado de postración, el enemigo de la sociedad abierta ni siquiera
tiene que venir de muy lejos. Con una buena franquicia se puede acabar apañando.
UNA MINORÍA SENTENCIA LA HISTORIA
Por HERMANN TERTSCH
ABC Sábado, 13.09.14
La automutilación del Reino Unido es un drama que dañará a
los escoceses y a todos los europeos
Una de
las falacias más majaderas en el «mantra» de la corrección política que ha
impuesto la democracia contemporánea, convertida en religión laica obligatoria,
es esa de que «el pueblo nunca se equivoca» o, casi peor, «el pueblo siempre
tiene razón». En realidad, el pueblo se equivoca constantemente. A veces de
forma dramática. La historia está llena de ejemplos. En Escocia no va a ser el
pueblo el que se equivoque o tenga razón, sea cual sea el resultado del
referéndum sobre la independencia del próximo jueves. Porque al final va a ser
una ridícula minoría de escoceses, quizás tan diminuta que quepa en un campo de
fútbol, la que decida sobre la vida o muerte del Reino Unido, miembro del G7,
uno de los grandes países del mundo y de la historia. Dan igual ya dos puntos
arriba o abajo que den las encuestas.
REUTERS Partidarios
del «sí» en un acto de Salmond en Edimburgo
La sociedad escocesa
está partida en dos. Entre los que quieren seguir siendo la Escocia británica y
quienes quieren dejar de serlo para ser algo diferente. Porque esos
nacionalistas que, con la mitad más uno de los votos, pretenden romper los
lazos de tres siglos que convirtieron a Escocia en lo que es, van a fundar un
nuevo Estado sobre el trauma de la ruptura, que será otra cosa. Porque la
Ilustración Escocesa, referente mundial del pensamiento y la razón, y la edad
de oro de la Escocia británica, poco o nada tendrán que ver con un país pequeño
antibritánico, chovinista, socializante y marginal.
La ridícula aventura
de esta independencia, como todas las nacionalistas en nuestros tiempos, solo
tendrá perdedores. Si gana el «no» porque la ciudadanía queda dividida. Si gana
el «sí» porque la automutilización del Reino Unido es un drama europeo. Cuyos
daños afectarán primero a los escoceses. Pero nos alcanzarán a todos.
MASAS Y VERDAD
Por HERMANN TERTSCH
ABC Viernes, 12.09.14
Frente a la demostración de las masas obedientes al régimen
que cada vez tolera menos fisuras, en Madrid se celebró ayer un acto tan
modesto como prodigioso
CIENTOS de miles de catalanes salieron ayer a la calle para
seguir las consignas del gobierno de la Generalidad y de los partidos
separatistas. No, no salieron para protestar contra el robo generalizado
protagonizado por sus gobernantes. Ni por los servicios deteriorados ni por
ninguno de los angustiosos problemas que acosan a la sociedad catalana. Porque
los gobernantes han convencido a gran parte de la sociedad catalana de que su
único problema real hoy en día es descubrir quiénes son. Y ya nada tiene mayor
urgencia para la población adulta del noreste español que convencerse a sí
misma de que son una cosa y no otra, aunque pretenda seguir siendo la misma
después. Todos los catalanes que se han agarrado a una bandera separatista este
jueves lo han hecho porque se sienten mejor y mejores que si se hubieran
ausentado del aquelarre identitario. Están convencidos de que son la voz y la
expresión incuestionable de la voluntad de Cataluña, que es algo así como una
gran señora buena y limpia. Todos ellos acudieron ayer armados con el equipo
completo de consignas entre las que el lema «el derecho a decidir» (cómo no
vamos a tener derecho a decidir todos, siempre y en cualquier cosa) y otro no
menos rotundo de «votar es democracia» son los más luminosos pendones de la
bondad frente a la monstruosa negativa del poder malo y oscuro. No es ni la
primera ni la última vez que un régimen convoca a los sectores más obedientes
de su población para usar su imagen en beneficio propio. No es la primera ni la
última vez que un inmenso aparato público y privado, eso sí, engrasado con
dinero público, se pone al servicio de una opción política concreta que es
hostil a parte de la población. Contra España y contra los españoles en
Cataluña que son leales a España. Ha sucedido siempre en las dictaduras y en
todos los regímenes populistas que pretenden lograr objetivos que no pueden
lograr por vías legales o regulares. Desde los peronistas hasta los
norcoreanos, dictadores, demagogos, populistas y caudillos de todo pelaje, la
movilización para desafiar a un marco legal interno o externo es asunto muy
visto.
Frente a la demostración de las masas obedientes al régimen
que cada vez tolera menos fisuras, en Madrid se celebró ayer un acto tan
modesto como prodigioso. Fueron cuatro piezas de piano tocadas por Borja
Mariño. De Antonio Soler, Isaac Albéniz, Enrique Granados y Amadeo Vives. Los
cuatro nacidos en Cataluña. Y después, en el escenario vacío la lectura serena
de un texto sobre Cataluña, sobre España, sobre la historia y la probidad, leído
por Cayetana Álvarez de Toledo, que no olvidará nadie de los presentes. En
décadas de torrentes de discursos, artículos, libros y debates, es difícil
recordar en España un texto con mayor vocación de verdad y concordia, leído con
pulcra serenidad y emoción contenida. Esta declaración de Libres e Iguales, la
iniciativa de españoles para la defensa de España, los españoles y su
Constitución, recibió aplausos atronadores. Pero la conmoción de la audiencia
iba más allá. Porque la declaración, en la voz de Álvarez de Toledo, será
recordada como un hito en la reacción de la dignidad de la ciudadanía de España
ante tanto atropello separatista, tanta agresión a la legalidad y tanta
indolencia de los gobernantes. Léanla. Ante tanta mentira de quienes quieren destruir
España y tanta indiferencia y desidia por parte de quienes han jurado
defenderla, la declaración de Libres e Iguales es una proclamación rotunda de
la vigencia de la verdad y la buena fe. De un pequeño grupo de españoles que
llaman a los españoles a reaccionar. Porque importa la verdad. Y porque España
importa.
DE OTRAS DECAPITACIONES
Por HERMANN TERTSCH
ABC Martes, 09.09.14
Como todos los nacionalismos, el escocés se ha extendido y
agravado como una enfermedad que agrede al sentido común y a la empatía
HAN causado espanto en Londres y en todas las capitales
europeas los sondeos que por primera vez dan en Escocia vencedor al «sí»
nacionalista en el referéndum sobre su independencia que se celebra el próximo
día 18 de septiembre. Como dice el alcalde de Londres, Boris Johnson una de
las cabezas más brillantes hoy en el Reino Unido «dentro de diez días podemos
estar deambulando todos como zombies a ambos lados de la frontera escocesa. Y
se habrá destruido una de las partes fundamentales de nuestra identidad». Como
zombies o gallinas sin cabeza, decapitadas en su pensamiento e identidad sin
que nadie sepa muy bien cómo ha sucedido todo. Se han encadenado hechos y
palabras, imprevistos y emociones, casualidades y trivialidades y de repente
todo entra en una deriva en que lo peor se consuma.
Como todos los nacionalismos, el escocés se ha extendido y
agravado como una enfermedad que agrede al sentido común y a la empatía, como
una peste que apela a los instintos y sentimientos más simples y mórbidos. Al
final van muchos a la urna que votan «paisito» con un estado de ánimo en el que
se mezcla chovinismo y sentimentalismo con fobia a Cameron o Thatcher y al establishment de Londres que ha despreciado la
consulta. Y se vota tragedia por mil factores de agravio, ofensa y ofuscación
coyuntural. En una mañana se ha dinamitado un Estado grande y magnífico de
gloriosa historia. Y se arranca de cuajo la cabeza a todos. Sin más. Se arranca
gran parte de su identidad a los otros británicos al tiempo que se la arrancan
los escoceses a sí mismos. Puede pasar el día 18 próximo y será una inmensa
desgracia. Como lo habría sido hace veinte años en un Quebec que no dio el
salto al vacío por poco. Hoy una amplia mayoría no quiere tentar más a la
suerte. Está feliz de que, por los pelos, aquel 30 de octubre de 1995 saliera
el «No» vencedor. Fueron 2,308,360 «Yes», un 49.42% y 2,362,648 «No», un
50.58%. Por poco más de 25.000 votos, el aforo de un campo de fútbol de segunda
división, no sucumbió un grandioso país como Canadá.
Dentro de diez días puede que el Reino Unido deje de existir
y dejará de existir también Escocia. Porque lo que surja de allí, de esa
decisión de la autodecapitación y de la expresión, en un instante ante la urna,
de la negación de la historia propia de siglos, no será la Escocia que se
conoce. Ni la de su siglo de oro, el XVIII en que fue la vanguardia de la
ilustración en el mundo. Y lo fue como parte de la Corona británica. Voltaire
llegó a decir que «Miramos a Escocia por todas nuestras ideas de civilización».
Fue la Escocia británica abierta al mundo, fulgurante con el pensamiento y el
comercio y también la industria. No será un país normal lo que surja en lo que
ha sido Escocia, por pacífica que sea una mutilación que no dejará más que
perdedores tullidos. Bajo el siempre cerrado y mezquino dominio de la obsesión
nacionalista. Estará fuera de todos los organismos, fuera de la UE. El
nacionalismo achacará todas las desgracias del joven estado tullido al vecino
amputado y dolido. Y las relaciones no se normalizarán en generaciones. Y se
verá si las fronteras están tan claras.
En España, un separatismo catalán triunfante tendría una vocación
expansionista tan acendrada que haría el conflicto armado prácticamente
inevitable a medio plazo. Por fortuna, España tiene, como tantos grandes
estados, recursos legales para evitar la autodecapitación. Y ninguna minoría de
españoles puede convertir Cataluña en el estado chovinista y totalitario que
algunos pretenden.
CUMBRE DE LA OTAN. MODESTO AVANCE EN TEMAS CAPITALES
Por HERMANN TERTSCH
ABC Sábado, 06.09.14
Están en la alianza contra el yihadismo todos los países importantes de Europa, salvo España
Hubo momentos en el último cuarto de siglo en los que la
mayor preocupación de la OTAN era
quedarse sin función. La única buena noticia de los tiempos más recientes es
que ese problema ya no existe. Ayer en la localidad galesa de Newport, los
jefes de Estado y de Gobierno de los 28 países miembros de la Alianza Atlántica
se enfrentaban al mayor reto a la seguridad
mundial en muchas décadas, en su
complejidad posiblemente desde la II Guerra Mundial, a un reto que son dos. Por
un lado, una Rusia gravemente enferma, pero
con las mismas veleidades imperiales que en sus momentos más expansionistas,
arrolla fronteras, atropella territorios, pactos y soberanías y se ríe del
derecho internacional. Y amenaza a la libertad de sus vecinos pero también a
miembros de la alianza.
Y en Oriente Próximo, el Estado Islámico, un ejército islamista de
brutalidad infinita, arrolla también fronteras, siembre el terror, asesina en
masa y amenaza con extenderse por toda la región y hacia Asia y África. Islamistas
de Europa se han unido a este monstruoso proyecto del califato fanático y combaten allí como voluntarios. Pero
se teme que a su vuelta se conviertan en una terrible amenaza en las
comunidades islámicas europeas. Así las cosas, frente a estos dos inmensos
retos, en los que ya nada puede descartarse, ni el enfrentamiento armado en
países europeos de la OTAN ni inmensas matanzas y destrucción en países árabes
y africanos, la situación, concluido el encuentro no es peor que cuando
comenzó.
Se ha firmado un alto el fuego en Minsk entre las
fuerzas separatistas y el gobierno de Kiev. Aunque todo es una farsa mientras
Rusia niegue como niega su presencia como parte combatiente, lo cierto es que
desde ayer por la tarde no se dispara y no se mata. La máxima cautela es la
justa. La actual ofensiva busca crear un corredor entre Rusia y Crimea con
continuidad territorial. Nadie crea que este alto el fuego va a hacer olvidar
la geografía y sus apetitos al presidente Putin. La
OTAN va a establecer una fuerza de despliegue rápido e institucionaliza la
presencia rotatoria de fuerzas en los países de la OTAN más expuestos a la
amenaza de Rusia que son los Bálticos, Rumanía y Polonia. Pero claro está que,
sin la decisión de bases estables de la OTAN que pedían, la inquietud de estos
países seguirá siendo mucha.
En el otro flanco de la guerra abierta contra Occidente y sus
intereses, también hay resultados. Diez
países formarán con EE.UU. la alianza contra el
califato con el objetivo declarado de estrangular y liquidar, con ayuda árabe,
al ejército y al estado islámico. Se trata de aislarlo, acosarlo, matar a los
líderes y conseguir que le abandonen sus aliados y se dispersen, quebradas, sus
huestes fanáticas. Están en la alianza todos los países grandes y medianos
europeos salvo España, ausencia por cierto difícil de explicar.
AMORDAZADOS EN CASA
Por HERMANN TERTSCH
ABC Viernes, 05.09.14
En el escándalo de las niñas de Rotherham no hay detenidos
NIÑAS de once años violadas por media docena de adultos.
Menores alquiladas y canjeadas como esclavas sexuales. Palizas sin fin.
Sesiones bárbaras con grupos de adultos aplicando torturas y sevicias de todo
tipo a niñas indefensas. Criaturas de doce dando alaridos de desesperación ante
el dolor y el miedo. Criaturas bañadas en gasolina y amenazadas con ser
quemadas vivas. Y no eran unas pocas desgraciadas caídas en manos de un par de
psicópatas. Ha sido un fenómeno masivo. Continuado. Y conocido. Protagonizado
por adultos conocidos por todos. Y son hasta 1.400 las menores víctimas de esta
inmensa red de depredadores sexuales. Todo esto ha sucedido en la ciudad de
Rotherham. Los testimonios son el horror absoluto. Una pesadilla. Pero ha sido
la realidad en pleno corazón de Inglaterra. Realidad conocida durante casi
quince años por las autoridades. Tres informes se elaboraron en pasados años
sobre varias denuncias y en todos surgieron con mayor o menor detalle estas
prácticas monstruosas. Pero policía, ayuntamiento y servicios sociales
prefirieron mirar a otro lado. Cientos de funcionarios prefirieron ignorar los
tormentos de estas niñas indefensas, procedentes de familias rotas y
desestructuradas. Ha sido en Rotherham, en el norte pobre y desindustrializado
de Inglaterra.
Llegado aquí el lector no entenderá cómo es posible que este
horrendo crimen continuado haya sido posible tanto tiempo. No lo entiende
porque yo le he sustraído un dato fundamental de la noticia. Y ese dato es que
todos los violadores y torturadores de niñas inglesas blancas son miembros de
la comunidad paquistaní de la región de Rotherham. Los autores eran musulmanes
y las víctimas eran blancas. Y es un hecho, denunciado con indignación y horror
por voces como los filósofos Roger Scruton o Slavoy Zizek, que durante más de
una década la policía y los servicios sociales han callado el horror por miedo
a ser tachados de racistas. Por temor a verse envueltos en una caza de brujas
del antirracismo oficial y extraoficial que en la administración británica
amenaza siempre con concluir en la pérdida del empleo del acusado. Es milagro
que un funcionario blanco sobreviva profesionalmente a una acusación de racismo
de un grupo de presión, con la terrible agravante de «islamofobia». Nadie dude
de que, si los canallas implicados en las violaciones y torturas hubieran sido
blancos, ya el primer informe habría tenido drásticas consecuencias y habría
saltado a la prensa. Pero denunciar por tales horrores a paquistaníes
musulmanes es algo a lo que nadie en Rotherham se atrevió hasta el último y
dramático informe. En el que también se pasa de puntillas sobre el hecho.
Aunque sea ese dato el que explica el trato colectivo de los depredadores a
1.400 niñas como despreciable carne de mujer blanca infiel. Se ha callado y
tolerado todo por no poner en peligro eso que llaman comunidad multicultural,
ese fantasmal saco de convenciones mentirosas en el Reino Unido, como en toda
Europa y EE.UU. La corrección política, impuesta por izquierdas y minorías
militantes, ha derrotado a la verdad en Occidente. Amordazados en nuestra casa,
hemos asumido mil falacias y ficciones para evitar conflictos que ya hemos
perdido, con nuestra cultura en permanente retirada y rendición. Esa nuestra
cultura que, con su éxito al compaginar libertad y orden, creó las sociedades
más democráticas y prósperas de la historia. Son estas sociedades abiertas las
que han atraído a quienes vienen de unos estados fracasados debido a unas culturas del fracaso que son las que pretenden algunos imponernos. Este grotesco
y trágico sinsentido lo hemos asumido sin apenas réplica. Hasta cuando la
realidad más brutal devora literalmente a nuestras hijas, callamos. Se me
olvidaba: en el escándalo de las niñas de Rotherham no hay detenidos.
GAUCK Y CHURCHILL EN POLONIA
Por HERMANN TERTSCH
ABC Martes, 02.09.14
Si Putin puede tratar así a su vecino entre baladronadas,
nadie estará a salvo de las apetencias de quien solo reconoce el derecho de la
fuerza
EN su gran obra sobre la Segunda Guerra Mundial, Winston
Churchill narra su desesperanza y abatimiento en el año 1938 durante lo que
llama «la Tragedia de Munich». Aislado y tachado de catastrofista y belicista,
nadie le escuchaba. La inmensa mayoría de los británicos recibía entusiasmada
las noticias de acuerdos de paz con Hitler a cambio de entregarle tierras
remotas. No habría guerra ni sanciones que perjudicaran a la economía ni gastos
adicionales de armamento. Bastaba con aceptar que ciertas tierras centroeuropeas
pasaban a dominio alemán. ¿A quién podía molestar? Pero las cosas cambiaron con
rapidez, recuerda Churchill. En el verano de 1939 muchos vieron ya cuán vanas
eran las esperanzas de poder saciar el apetito de Hitler. Cuenta cómo surgen
voces que lo reclaman a él. Y en ese melancólico capítulo, Churchill habla de
las muchas ocasiones que habían tenido Francia y el Reino Unido de parar los
pies a Hitler en los primeros seis años del nazismo. Pero ninguna utilizada.
Porque los sacrificios de hacerlo se antojaban excesivos. Los 40 millones de
muertos en Europa convierten en un obsceno horror el mero recuerdo de aquellos
cálculos pecuniarios.
Ayer se conmemoró el 75 aniversario del asalto alemán a la
parte occidental de Polonia, que precedió en quince días al asalto ruso sobre
la parte oriental. Ambos actuaban en cumplimiento del acuerdo secreto entre
Hitler y Stalin firmado una semana antes en Moscú. Ayer en la Westerplatte, la
península junto a Gdansk atacada por el acorazado Schleswig Holstein aquel 1 de
septiembre, habló el presidente alemán Joachim Gauck. De la mano del presidente
de Polonia, Bronislaw Komorowski. Y con Churchill muy presente. Ambos hablaron
muy claro. Para todos los europeos que creen aún, como entonces los británicos,
que no afecta a sus vidas que Rusia aplaste a un vecino. Para todos los que por
evitar unas sanciones a Moscú que repercuten en su bolsillo, insisten en la
normalidad de que Putin viole fronteras e invada y robe territorios. Gauck,
como jefe de Estado de Alemania y en sitio y fecha tan inmensamente
significados, hizo ayer una solemne advertencia: «está en peligro la paz en
Europa». Y no en ciudades de nombres casi exóticos como Lugansk o Donetsk.
Estamos ante un desafío al derecho internacional y un alarde de agresión que,
de no tener respuesta contundente, se desbordará para desgracia de todo el
continente. Si Putin puede tratar así a su vecino entre baladronadas como su
frase directa por teléfono a Durao Barroso, «Si quiero yo tomo Kiev en dos
semanas», nadie estará a salvo de las apetencias de quien solo reconoce el
derecho de la fuerza. Y la agresión siguiente probaría la cohesión de la OTAN.
Tiene partidarios Putin entre los muchos enemigos que Occidente tiene en
Occidente. Desde rasputines y meapilas derechistas que se creen la conversión
ortodoxa de Putin y su «cruzada contra la degeneración liberal» hasta esa
izquierda que añora cualquier tiranía que acabe con su enemigo, la libertad.
Pero quienes creen en la democracia y los derechos del individuo, quienes salieron
triunfantes primero frente al nazismo y 40 años después frente al comunismo,
tienen que estar a la altura de las trágicas circunstancias. Polonia, que luchó
sola contra las dos tiranías hace 75 años y después lideró la revolución
democrática contra la miseria comunista, es la mejor inspiración. Lo recordó un
alemán, 75 años después de aquel otro asalto. Gauck dijo que ha sido Putin
quien ha hecho añicos la convivencia. «Tenemos que adaptar política, economía y
defensa a las nuevas circunstancias». Hagámosle caso. Si se permite a Putin que
imponga las reglas y el orden en Europa, nuestra libertad estaría a su merced.
Y la habríamos perdido.