LA EUROPA FARISEA
Por HERMANN TERTSCH
ABC Martes, 29.10.13
EE.UU. no sólo espía en Europa. También le envía un flujo
incesante de información, de vital eficacia para su seguridad
ESCÁNDALO, es un escándalo! Con música de
Raphael o con el cínico grito ¡Escándalo, aquí se juega! del capitán Louis
Renault al entrar en el Rick´s Café en Casablanca. Todos se proclaman
horrorizados porque las agencias de espionaje se dedican a espiar que es una
barbaridad. Y porque los más grandes, más ricos y más desarrollados espían
mucho más y mejor que los demás. El primer hecho comprobado en esta compleja
crisis trasatlántica del espionaje es que Obama, celebrado como un santo laico
por los europeos, es más tramposo que tricky Dicky o dirty Dick, también
conocido como Richard Nixon. El segundo hecho incontrovertible es que los
líderes europeos y sus clases políticas y mediáticas son casi tan fariseas como
el citado santo laico de Martha´s Vineyard. El tercer hecho, que cada vez
ofrece menos dudas, es el más serio de todos. Porque tiene consecuencias para
nuestra seguridad y bien común a medio y largo plazo.
Y es que la quiebra de confianza que se
ha producido es en parte real. Aunque la escenificación del enfado sea en gran
parte impostura para satisfacer instintos populares. Los líderes europeos
creían solventada la crisis provocada por los robos y la traición de ese
siniestro personaje que es Edward Snowden, cuyas motivaciones están tan poco
claras como sus vínculos con las dos capitales que le ayudaron en su fuga. Que
son Moscú y Pekín, no precisamente centros de defensa de la libertad y derechos
civiles que el personaje dice defender. Las revelaciones previas habían hecho
daño a los sistemas de seguridad occidentales. Pero los responsables creían
haber logrado un razonable control de daños. Saben lo que nos jugamos si, por
pasiones políticas y mediáticas, ponemos en peligro los servicios de
información. EE.UU. no sólo espía en Europa. También envía a Europa un flujo
incesante de información. Nadie pretende que sea toda la que tienen. Pero es de
vital eficacia para la seguridad de los europeos.
EE.UU. tiene un
nivel de relación distinto con cada aliado. No es el mismo con el hermano
europeo histórico que es Londres, que con una España que se identificará aún
mucho tiempo con la traidora deserción de Rodríguez Zapatero. Ni es igual con
un aliado incondicional como Polonia, que con una Francia siempre con
veleidades antinorteamericanas. Con Alemania las relaciones tiene altibajos. Si
fueron espléndidas con un Helmut Schmidt socialdemócrata o un Helmut Kohl
democristiano, lo son menos con una Merkel que ha caído en tentaciones
neutralistas en varias ocasiones, Libia por ejemplo. Y que además no permitió a
Obama la impertinencia que pretendía de dar un mitin en la Puerta de
Brandenburgo en su campaña electoral, aún como candidato.
Lo cierto es que el mundo está muy
peligroso y mucha gente solo se fía de sí misma. Y no siempre. Y si cuenta con
medios inimaginables que la tecnología ha generado a lo largo de la última
década para acceder a información que le dé ventajas o seguridad añadida, los
utiliza. Los europeos se podrán hacer los ofendidos. Y alimentar el populismo
antiyanqui. Pero ellos hacen lo mismo en la medida de sus posibilidades.
Históricamente, los EE.UU. pueden razonar mil veces su legítimo interés de
conocer todo lo que puedan de lo que sucede en Europa. Habrá que limitar daños
en las relaciones y confianza. Derivados de lo que sin duda es un abuso de
fuerza norteamericano. Con un gran acuerdo de zonas, pocas, libres de espionaje
o líneas rojas. Y controles conjuntos contra el abuso. Pero sin caer en el
ridículo de pretender exigir a los estados que renuncien a sus capacidades para
saber.
LOS SECRETOS DEL AMIGO
Por HERMANN TERTSCH
ABC Sábado, 26.10.13
Más allá del lógico enfado, no parece que los Veintiocho
vayan a cargar contra un gran aliado
Que los planes meticulosamente elaborados
para la agenda de un Consejo Europeo se los lleven los vientos huracanados de
los acontecimientos es algo que sucede con relativa frecuencia. Este Consejo
Europeo iba a intentar avanzar en la Unión Bancaria, en el estrechamiento de la
coordinación de la política económica y fiscal. Y otros capítulos de la
abigarrada agenda económica pendiente. Pero todo ha quedado en buenas
intenciones.
Primero porque las tragedias de la
inmigración en el Mediterráneo, con su síndrome Lampedusa, habían trastornado
ya el orden del día. A última hora la propia cuestión del drama inmigrante tuvo
que dejar paso al escándalo del espionaje norteamericano, en plena escalada
cuando los jefes de Estado y Gobierno llegaban a Bruselas.
Todos los líderes
europeos se declaran muy indignados por abusos «impropios de socios y amigos».
Pero más allá del lógico enfado y de la exigencia de explicaciones no parece
que los 28 vayan a seguir a quienes quieren cargar públicamente contra su
aliado transatlántico.
Los contactos con Washington se van a
multiplicar para establecer un nuevo código de conducta entre los aliados en
labores de información. Se ha impuesto el criterio de que los evidentes,
flagrantes y tremendos abusos perpetrados por la NSA han de investigarse,
acotarse e impedirse para un futuro. Pero que los aliados no pueden incrementar
el daño ya hecho con una guerra transatlántica de espías. Nada hay que más
deseen en capitales como Moscú y Pekín, las dos escalas hechas por el origen de
la filtración, Edward Snowden. Todos los países afectados, que con razón se
sienten ofendidos, son a la vez beneficiarios de las labores de espionaje de la
agencia responsable de los abusos.
El amigo ha estado robando secretos. Hay
enfado, pero no ruptura por mucho que la quieran y busquen otros. Difícil
equilibrio en una tormenta de información cargada de indignación lógica y muy
interesado antiamericanismo. Pero el Consejo Europeo parece haberlo logrado.
EL TALENTO POLÍTICO
Por HERMANN TERTSCH
ABC Viernes, 25.10.13
La falta de inteligencia emocional del presidente del
Gobierno en esta crisis Parot no pudo ni supo compensarla nadie
HAY instantes de los que uno puede arrepentirse durante
mucho tiempo. Hay instantes de los que un político puede tener que arrepentirse
siempre. Cuando el martes pasado el presidente Mariano Rajoy fue interpelado
por los periodistas para que dirigiera unas palabras a las víctimas, respondió
con un inolvidable «llueve mucho». Nada más. Dos palabras, duras, inoportunas y
frívolas a un tiempo, eran un jarro de agua fría, más que un chaparrón, para
unos españoles conmocionados por los acontecimientos. Por unos hechos que, se
piense como se piense sobre su trasfondo jurídico, han supuesto una victoria
para ETA, una humillación para el Estado de Derecho, una vergüenza nacional y
un zarpazo de dolor insoportable para las víctimas del terrorismo.
Resulta dramática la falta de presencia de ánimo de Rajoy.
En un momento en el que todos los españoles sentían ganas de dar a las víctimas
un consuelo, el presidente se lo negaba con desaire ante los micrófonos.
Momento estelar del espectáculo de falta de empatía de la política hacia las
víctimas del terrorismo. Tras un golpe con su insufrible trasfondo de traición,
la clamorosa injusticia, las imágenes de la etarra sonriente y los comentarios
triunfales de los asesinos y sus cómplices. La falta de inteligencia emocional
del presidente del Gobierno en esta crisis Parot no pudo ni supo compensarla
nadie. La vicepresidenta desapareció. Revelando como otros una vez más el hecho
de que las oposiciones brillantes, la laboriosidad incansable, la capacidad
organizativa y el cálculo manipulador pueden ser necesarios, pero no bastan por
sí mismos para suplir la política con mayúsculas, que surge del talento que
combina empatía, instinto, conocimiento y reflexión. También grandeza y
amplitud de miras. Y sentido de la historia.
Por lo demás, quizá sea mejor no hablar de la comparecencia
más patética a la que asistimos en mucho tiempo y miren que las hay, que fue la
ofrecida el lunes por los ministros de Justicia e Interior. Es difícil
recuperarse de un papelón como el que jugaron Alberto Ruiz-Gallardón y Jorge
Fernández Díaz. La impotencia, falta de ideas, reflejos y percepción de la
realidad que se había ido gestando en España desde las 11.30 en que se conoció
el falló del Tribunal Europeo quedó grabada con la imagen de estos dos en retina
y memoria. Este cuadro podría ser un accidente si creyéramos en que este
presidente y este Gobierno van a ser capaces de reaccionar en el ecuador de la
legislatura y llenar de contenido político estos dos años. Para recuperar una
iniciativa que han perdido ante los acontecimientos. Por falta de política, por
falta de coraje, por falta de discurso. Por falta de liderazgo. Ni siquiera la
han perdido ante una oposición que es el principal argumento para que sobreviva
el PP gobernante. Porque enfrente, en esa fotografía frente al Congreso de los
Diputados, con los rostros de todo el Frente Popular anti-PP desde Rubalcaba al
deportista filoetarra de Amaiur, está plasmado como amenaza el futuro de
España, si este Gobierno y este partido no se paran a una seria reflexión y se
ponen a la altura de las circunstancias.
El penta o hexapartito con el que los socialistas quieren,
como anuncian, liquidar todas las leyes del PP de esta legislatura sería el
retorno del zapaterismo con toda su siniestra determinación para acabar de
hundir definitivamente a España como realidad y como idea. Si el PP, con todo
el poder que los españoles le otorgaron, fracasa tan estrepitosamente que deja
España en manos de la siniestra alianza, no sabremos quién se hizo más
culpable, quién tiene la mayor culpa en nuestra tragedia histórica.
QUIEBRA DE CONFIANZA
Por HERMANN TERTSCH
ABC Martes, 22.10.13
El problema está en el
desmoronamiento de la esperanza en que el Gobierno de Rajoy fuera una
alternativa real de integridad
LA tragedia de lo sucedido ayer no está en Estrasburgo.
Donde unos jueces de dieciséis países se dejaron convencer hace un año por un
juez español de que había que ayudar a la paz y reconciliación en España. Y que
todos ellos podían ser muy útiles en ello si juntos apoyaban la causa de una
etarra que, bien asesorada, había llegado a aquel tribunal luchando contra una
práctica que consideraba anómala. La práctica era la forma de computar la
redención de pena por trabajo. En 2006 la inminente salida de la cárcel de un
sanguinario terrorista llamado Henri Parot hizo cambiar la forma de contar los
días redimidos por jornadas de trabajo en prisión. A descontar no de la condena
efectiva sino del total. Con lo que se garantizaba que cumplieran al menos los
30 años de pena máxima. Este cambio, que nada tiene que ver con la condena sino
con la reglamentación de su cumplimiento, es el que, movidos por el juez
socialista Luis López Guerra, los miembros del Tribunal en Estrasburgo han
considerado que vulneraba el principio de irretroactividad. Podían haber
decidido lo contrario. De hecho estuvieron a punto de hacerlo en la primera
sentencia Y, me dicen y me cuentan, habría sido jurídicamente tan impecable
como la decisión contraria. Pero el juez español, que fue secretario de Estado
en el Ministerio de Justicia con el inefable ministro López Aguilar, estaba en
Estrasburgo para lo que estaba. Allí la lucha antiterrorista había ganado una
gran batalla al sancionarse la Ley de Partidos, con la que España estuvo a
punto de vencer definitivamente al terrorismo con el presidente Aznar. Hasta
que el terrorismo, el 11 de marzo del 2004, nos hizo descarrilar. Como segundo
hombre en el Ministerio que, aparte de Interior, habría de llevar la larga
coordinación con la banda ETA para adaptar las realidades al beneficio mutuo. Y
en 2007, reconvertido de nuevo en juez, López Guerra se fue a Estrasburgo a
preparar el desmantelamiento de las conquistas de España en la condena y
persecución internacional de ETA y sus grupos.
El problema no es ya la sentencia. Ni siquiera la salida de
la cárcel de Inés del Río, por mucho que sea un símbolo más para ETA de que su
larga lucha ha cuajado y vencido. Y en todos los que saldrán triunfantes y que
reafirmarán su mensaje de que gracias a estos héroes se han sembrado las
condiciones para que el País Vasco quede firmemente en manos de quienes dominan
el terreno, ellos. Que son quienes abrirán y cerrarán la espita de la presión y
el miedo para diseñar política y vida cotidiana. Para garantizar que España, su
historia y los vascos que se saben españoles nunca vuelvan a tener allí
presencia plena ni derechos.
Años antes de las bombas eficaces de marzo de 2004 ya
planeaban algunos en caseríos guipuzcoanos lo que ha ido sucediendo. El
problema ahora no está en la miseria moral de un Zapatero colaborador del
primer enemigo del Estado desde el corazón del mismo. El problema está en el
desmoronamiento de la esperanza en que el Gobierno de Rajoy fuera una
alternativa real de integridad para los principales desafíos políticos y
morales de esta sociedad. Ni en la regeneración interna ni en la voluntad de
reafirmación de la legalidad nacional frente al separatismo hay estatura ni
calidad. No hablemos de grandeza. Ahora se suma la terrible sospecha de que
este Gobierno ha asumido el peor legado de Zapatero como propio. Que se han
convertido en émulos en lo peor. Cuánto desearían las víctimas, que ayer
volvieron a ver morir a los suyos, pero también muchos millones de españoles,
que esto se desmintiera.
COMPASIÓN, LEY Y FALACIA
Por HERMANN TERTSCH
ABC Sábado, 19.10.13
Nadie puede pedir a las sociedades europeas que se suiciden
Honra
al mundo desarrollado, especialmente en Europa, haber creado un sistema de
acogida de refugiados y asilados como ninguno en el mundo. Que obedece
exclusivamente a criterios de compasión y generosidad. A criterios
humanitarios. Existe en estas sociedades europeas del siglo XXI, pese a todas
las crecientes estrecheces y necesidades para sus poblaciones autóctonas, una
empatía sincera hacia los extranjeros necesitados. Que jamás existió en otras
épocas, ni existe hoy en otras regiones del mundo. Millones de inmigrantes
procedentes de países remotos aquejados de pobreza crónica o violencia,
torturados por dictaduras y estados fracasados, han recibido refugio, trabajo o
apoyo en Europa. Francia ha sido un país ejemplar.
Pero toda comunidad humana, y las
sociedades modernas europeas también, tienen niveles de saturación para sus
mejores características. Y cuando los superan, fenómenos por nadie deseados
pueden hacer quebrar esas sociedades y agotar sus preciadas virtudes. Todas
estas características que la convirtieron en tierra prometida de todos los
desfavorecidos del mundo. A nadie puede beneficiar que se hundan en el caos, la
inestabilidad, la pobreza y la discordia. Nadie puede pedir a las sociedades
europeas que se suiciden. Y lo harían si bajo presión de minorías renunciaran a
sus leyes. La fatiga en la empatía tiene muchas causas. Una de las principales
es el abuso y la estafa. Que se da en el caso de la familia Dibrani. Y que no
es excepcional. Sólo una minoría irresponsable puede exigir que se violen las
leyes para dar impunidad a esta cultura del abuso.
LA SENTENCIA
Por HERMANN TERTSCH
ABC Viernes, 18.10.13
Las buenas intenciones, ese empedrado del infierno que tanto
está haciendo por destruirnos la patria, la convivencia y el futuro
PUEDE ser la puntilla. De verdad. El texto de esta sentencia
tiene todo lo necesario para serlo. Para que muchos manden a la mierda la
esperanza. Para que pasada la indignación, la furia, entren en silencio con
vocación de permanencia. Cierto, nadie va a pegarse un tiro. Porque eso no se
estila. Nadie va a asaltar la Audiencia. Porque eso lo hacen, cuando se
enfadan, quienes ahora se sienten satisfechos con lo que han leído en esas 57
páginas. Pero otros, muchos, habrán pensado que esta sentencia era la dosis de
realidad nauseabunda que les faltaba para desentenderse de lo que en este país
sucede, de lo que en España pasa. Y no estarán aquí si otros, encanallados por
ideologías liberticidas asaltan y destruyen las instituciones. Algunos medios
han dado estos días publicidad gratuita a un artistilla catalán que dice sentir
asco por ser español. Aunque ese idiota lo dijera como burda ofensa, quizás no
haya sentimiento más español en la actualidad. Asco, náusea y tristísima,
abatida resignación a que las fuerzas que condenan a España a la trampa como a
la mediocridad, a la división y a la falsedad como al resentimiento o la
envidia, no nos dejen jamás construir aquí un país normal. Había parecido que
por fin sí, estábamos en ello. Con todas las dificultades y los sempiternos
traumas y cuitas nacionales. Pareció desde que hubo generosidad, conciencia,
calidad y emoción suficientes de una inmensa mayoría de los españoles para
juntos emprender en 1976 un camino. Y creímos que cumplíamos y construíamos un
país moderno y libre, homologable a nuestros socios europeos, que tanto nos
aplaudieron y tanto nos ayudaron en ello. Hasta marzo del 2004. La tragedia
trajo la catástrofe. Y volvió la trampa y la miseria moral y el rencor. Y lo
cubrió todo. La maldita trampa. No habrá pensado en ello en ningún momento el
juez de la Audiencia Nacional responsable del escrito. No habrá habido ni un
fugaz instante durante la redacción, en que el magistrado Félix Alfonso Guevara
Marcos haya sentido pudor por el texto. Por las intenciones de las palabras.
Pues si al escribirse no produjo pudor alguno, al leerse éste brota a mansalva.
La trampa es tan obvia. Tan ofensiva en la procacidad de la exposición de sus
intenciones. Donde nos dice que debemos aceptar excepciones en la ley. Y que no
hay delito donde hay buenas intenciones. Las buenas intenciones, ese empedrado
del infierno que tanto está haciendo por destruirnos la patria, la convivencia
y el futuro.
Los malditos buenos sentimientos, tan enemigos de lo bueno.
Aquel dechado de talante siempre impuso las buenas intenciones como mandoble y
escudo frente a la razón, a la realidad y a la ley. Ayudó a asesinos porque
creyó ayudarse a sí mismo. Su interés siempre lo tuvo por bien intencionado. La
unidad y los últimos anclajes de la cohesión nacional los vendió con la misma
naturalidad que las botellas del Faisán. Al enemigo. Contra la verdad siempre y
contra la libertad por tanto. El inmenso poder corruptor de la alta traición se
extendió como la peste continua del robo. La única esperanza de marcar un hito
para marcar la apertura de un proyecto de regeneración, una ruptura con la
resignación ante el delito y un renacer del compromiso de servicio al Estado,
radica en la Justicia. Pero comprobamos que las togas están, no ya manchadas
por el camino, sino cubiertas de inmundicia. En el corazón del Estado la
miseria moral se erige en canon. Habrá que buscar el gesto liberador para
rescatar las instituciones. Que pasa por vencer a esa sentencia. Si no, nos
pudriremos en el lodazal de la mentira.
LA DEPRAVACIÓN DEL DISCURSO
Por HERMANN TERTSCH
ABC Martes, 15.10.13
No hay ningún país que se respete que otorgue tan
generosamente sus tribunas a quienes insultan o quieren destruir sus
instituciones
PROBABLEMENTE todos
seamos culpables de lo que tanto lamentamos algunos: el vertiginoso deterioro
general de formas y contenidos, esta caída libre de las calidades generales en
el discurso, en el trato, en la estética y en las motivaciones. Es difícil
hallar un gesto de abatimiento que sea del todo inocente, una queja que no
lleve culpa. Desde la indignación pareja al encanallamiento que se percibe en
muchas manifestaciones de la vida en la calle, a las irresponsabilidades de los
más poderosos. Un ejemplo: la inmensa y tan significativa discrepancia entre
los llamamientos a la sensatez y responsabilidad del empresario José Manuel
Lara y las actividades cotidianas de su imperio mediático. Ayer, Lara pedía
nada menos que «defender a muerte la propiedad intelectual».
Muchos estamos de
acuerdo. Pero sería mucho más fácil si medios de su propiedad no jalearan a
delincuentes políticos que cuestionan la propiedad en general. Si en su
televisión se demuestra a diario que robar en supermercados, robar información
secreta o hackear a las instituciones, te convierte en un héroe del pueblo,
difícil pretender que robar una canción o un poema sea una acción terriblemente
reprobable. No es la televisión de Lara más ofensiva, faltona y muchas veces
despreciable, es decir, la Sexta, la única, aunque sí la más activa en promover
el estrellato de todo aquel que sea noticia por acto delictivo o agresión a las
instituciones democráticas. Todas las demás televisiones, hasta las que se
pretenden más conservadoras, caen en la tentación de prestar espacio y tribuna
a un desecho de tienta intelectual y político cuyo único mérito ha sido
protagonizar agresiones contra el orden o contra las instituciones. Todas las
televisiones llevan a sus pantallas con regularidad a frikis, payasos
politizados y enemigos declarados de la democracia, de la Constitución y del
Estado. Y los promocionan como gladiadores para sus espectáculos. Equiparados a
los demás participantes que otorgan al debate, al menos teóricamente,
autoridad, conocimiento, competencia y seriedad. Dándoles así una legitimidad a
ellos y a sus postulados que van directamente en detrimento de nuestro orden
legal y del marco de convivencia establecido por la Constitución. Bajo el
absurdo, detestable y falso lema de que «todas las ideas son respetables»,
jóvenes y no tan jóvenes totalitarios atacan todo lo que debiera ser respetado
que son las leyes y las instituciones. Reconozco que el pasado sábado sentí
vergüenza de entrar al debate con una joven, cuyo único mérito de enseñar las
tetas para sabotear una sesión de las Cortes, le había valido su presencia
estelar en el plató de un programa de máxima audiencia en prime time. Habrá
quien me diga que la tercera participante en el citado debate, Pilar Rahola,
una habitual, demuestra siempre peor calaña que la fanática jovencita
guerrillera contra el patriarcado.
Lo
cierto es que no hay ningún país que se respete que otorgue siempre tan
generosamente sus tribunas a quienes insultan a sus instituciones o quienes,
como estas dos, quieren destruirlas. Este encanallamiento del discurso político
en televisión no lo hace más interesante. Y la presencia de radicales
antisistema no enriquece el debate, como creen algunos. Lo empobrece
radicalmente. Porque sin un consenso básico sobre el Estado de Derecho, los
debates se hunden en discusiones sobre los elementos básicos. Y se acaba
debatiendo el abecedario político que los totalitarios no aceptan. Con lo que
todos los debates quedan atascados en unos niveles primarios sin poderse
desarrollar hacia matices en las cuestiones a tratar. Pero sobre todo, este
discurso político depravado multiplica y ejemplariza el desprecio a las leyes.
Que es la causa de la inmensa mayoría de los problemas que conforman nuestra
actual tragedia.
EL MIEDO CONCILIADOR
Por HERMANN TERTSCH
ABC Sábado, 12.10.13
Los sondeos dejan claro que los norteamericanos culpan ante
todo a los republicanos del bloqueo económico que vive Estados Unidos
Vuelta a las reuniones entre la Casa
Blanca y el partido republicano para buscar ese acuerdo que impida la primera
suspensión de pagos de la historia de los Estados Unidos. Cuyas consecuencias,
precisamente por no haber precedentes de tan apabullante acontecimiento, nadie
se atreve a prever.
Unos dicen que sólo generaría un limbo en
el que llegar a un acuerdo sería más urgente si cabe. Otros creen que el
sistema financiero mundial podría descarrilar. Vistas las opciones peores,
todos están de acuerdo en que es preferible no probar. Por eso, desde el
jueves, el miedo conciliador ha creado un clima negociador en Washington de
razonable sobriedad ya sin intercambio de descalificaciones entre la Casa
Blanca y los republicanos como hemos visto en los anteriores diez días de
cierre gubernamental.
La mínima mejoría en el clima que sugiere
que puede estar cerca el acuerdo entre los dos poderes, Casa Blanca y Congreso,
ha despertado una alegría y un optimismo en los mercados que algunos ayer
todavía consideraban excesivos.
Los sondeos dejan claro que los
norteamericanos culpan ante todo a los republicanos de este bloqueo y este
peligro real de entrar en una situación muy peligrosa.
Según la cadena de televisión NBC, el 54
por ciento considera que la culpa la tienen los republicanos y sólo un 31 por
ciento culpa a Obama. Un 47 por ciento tiene una buena opinión de la actitud de
Obama ante la crisis y sólo un 41 por ciento la desaprueba.
Lo que sugiere que también esta vez –ya
les pasó a los republicanos con el expresidente Bill Clinton en 1996– el cierre
gubernamental beneficia a la popularidad del presidente.
En todo caso, da
la impresión de que tan gigantesco puede ser el desastre causado por la
discordia, que con el peligro y la conciencia del mismo aumentan rápidamente
las posibilidades de acuerdo.
LA MOCIÓN TUERTA
Por HERMANN TERTSCH
ABC Viernes, 11.10.13
Nazismo y comunismo se han comportado igual. Nunca ninguna
de esas dos ideologías ha sido aplicada sin el terror y el crimen
CUATRO partidos nada menos, PSOE, CiU, IU y UPyD, se unieron
ayer para pedir al Congreso, por medio de una moción de CiU, que persiga
implacablemente a todos los ultraderechistas y nazis y penalice el
enaltecimiento del franquismo. Esto último debe de ser una broma. Porque
entonces los españoles todos tendríamos que condenar nuestros éxitos de
cuarenta años, que nos llevaron desde las ruinas de una guerra civil fratricida
hasta un país razonablemente próspero. Desde una dictadura de corte fascista,
con todos sus horrores, a un régimen autoritario, que se autodisolvió en paz y
en aras de la democracia. En una transición que fue ejemplo para muchas otras,
en la que se asumió la Guerra Civil como tragedia nacional sin culpable único,
en una reconciliación nacional cuyo primer promotor ya en 1956 había sido,
pásmese el fanatismo revanchista de ahora, el Partido Comunista. Y ahora, unos
partidos que cuestionan y atacan a diario nuestra Constitución democrática
pretenden erigirse en jueces morales de toda España. De la pasada y presente. Y
CiU además quiere que sean la izquierda y ellos los únicos que puedan decidir
quién es nazi y quién no. Como son socios de quienes parecen nazis, actúan como
nazis y hablan como nazis, quieren que otros no podamos decir quién es nazi y
quién no. Dicen que tachar de nazi a alguien que dice que no lo es supone
«banalizar el nazismo». Preocúpense ellos de no parecerse tanto a los nazis en
totalitarismo lingüístico, agresión al discrepante, mentira histórica y
expansionismo territorial.
Dicho esto, la simbología nazi debe estar prohibida. Como lo
está en muchas democracias. También lo debiera estar la simbología comunista,
tan criminal como la anterior. Porque es cierto que existe una singularidad del
nacionalsocialismo, y está en el Holocausto, un crimen único por su calidad, su
condición y significado casi metafísico. Pero, por lo demás, nazismo y
comunismo se han comportado igual. Nunca ninguna de esas dos ideologías ha sido
aplicada sin el terror y el crimen. No hay versión buena de nazismo, como no la
hay de comunismo. Que Stalin fuera uno de los vencedores de la guerra mundial
fue el motivo de que las dos ideologías criminales no fueran perseguidas por
igual en las democracias. Hoy eso ya no es razón. En Polonia y otros países
víctimas de los correligionarios de Cayo Lara y Llamazares se persigue esa
simbología. Y es general la repugnancia que generan sus símbolos e iconos de
verdugos de los decenas de millones de muertos que causó la ideología de la hoz
y el martillo. Hace unos meses una cadena de ropa occidental tuvo que retirar
una camiseta con el rostro del Che Guevara en Polonia, por la oleada de indignación
que produjo esa apología de un criminal. Nazismo y comunismo como los dos
grandes y monstruosos errores de la humanidad en el siglo XX han de ser
recordados como tragedia, pero desterrados como opción política. Por eso está
muy bien que, en el nuevo Código Penal, se refuerce la persecución del
«negacionismo», que siempre es un vil intento nazi de reactivación ideológica,
negando hechos incontestables del exterminio de los judíos en la Shoah bajo el
nacionalsocialismo. Por eso, los grupos nazis y de ultraderecha,
afortunadamente marginales en España, han de ser controlados y reprimidos. Pero
no sólo ellos, estimados partidos de la moción tuerta. La extrema izquierda,
hiperactiva y muy nutrida ideológicamente bajo el zapaterismo, es un peligro
mucho más presente, numeroso y agresivo que la extrema derecha. El separatismo
que promueve la destrucción de España y su Constitución, también. Va siendo
hora de que la Policía, los políticos y los medios traten igual a quienes hacen
lo mismo.
EL ESPAÑOL QUE TIRÓ EL MURO
Por HERMANN TERTSCH
ABC Jueves, 10.10.13
«Álvarez de Toledo no sólo estuvo allí. Fue un lúcido y bien
informado observador. Pero además participó. Y mucho. El muro habría caído sin
él. Pero quizá no hubiera empezado a caer por la Bornholmerstrasse»
EL embajador Alonso
Álvarez de Toledo y yo coincidimos en un lugar en el que la historia del siglo
XX se abatió con una brutalidad pocas veces conocida. Y en un momento en el que
la historia volvía a estar en movimiento. El sitio era Berlín. El momento, la
segunda mitad de la década de los ochenta. De una forma imprevista y con
velocidad creciente, la historia en Europa central, que había estado paralizada
en términos geoestratégicos desde el final de la Segunda Guerra Mundial, sobre
todo desde que en 1948 cae el Telón de Acero, hacía de nuevo crujir el orden
establecido. En 1985 llegaba a la jefatura de un Kremlin esclerótico y quebrado
un dirigente soviético llamado Mijail Gorbachov. Ese mismo año llegaba Alonso
Álvarez de Toledo a Berlín Oriental como embajador de España, a la República
Democrática Alemana. Yo había sido nombrado meses antes corresponsal del diario
«El País» en Bonn, Berlín y Varsovia. Confío en que me crean si les digo que
los tres nombramientos no estaban coordinados.
No voy a describir
aquí la suerte que fue para mí ser nombrado en aquel momento corresponsal en
aquella región del mundo. Lo que sucedió a partir de aquel año hasta 1990 fue
tan increíble, espectacular y trascendental que aun hoy, cuando se va a cumplir
el cuarto de siglo, causan estupor el ritmo y el calado de los acontecimientos.
Pero quiero recomendarles un libro que acaba de publicarse, que es «Notas a pie
de página. Memorias de un hombre con suerte», de Alonso Álvarez de Toledo. Y
que contiene algunas de las mejores explicaciones que conozco de aquella
realidad, terrible y mágica a un tiempo, que eran el Berlín dividido y la
Alemania comunista en sus últimos años. Cierto que el libro es más. Es todo un
vademécum de la historia del servicio exterior de España, cuajado de anécdotas,
sucesos de enjundia de nuestro pasado inmediato, personalidades y personajes.
Desde Foxá y Ranero hasta diplomáticos aún en activo, Alonso hace pasar por sus
páginas a ministros, políticos y decenas de compañeros de un servicio exterior
que llegó a ser un orgullo. Y que hoy adolece, como casi todas las carreras
vocacionales, de desamor, falta de medios y angustiosa fatiga de ideas y
materiales. Hay capítulos memorables. El que relata el rocambolesco proceso de
las ratificaciones de nuestro ingreso en la Alianza Atlántica –con mi admirado
Pérez Llorca haciendo gala de «zorro plateado»–, las divertidas escenas como
temerario traductor de Franco, el México de aquellos otros españoles, los
exiliados, los líos de protocolo o la Conferencia sobre Oriente Medio.
Pero volvamos a
Berlín. Los capítulos dedicados a aquella realidad que compartimos son toda una
inmersión en el llamado «Estado obrero y campesino sobre suelo alemán» y las
causas de su desmoronamiento. Álvarez de Toledo participó conmigo en un debate
de Televisión Española después del agitado verano de 1989. Estaban el profesor
Roberto Mesa y Miguel Ángel Sacaluga. Recuerdo el sabio escepticismo de Álvarez
de Toledo ante la solemne convicción de Sacaluga de que el muro se mantendría
aún muchas décadas y por el bien de todos. No podía, por supuesto, el embajador
ante la RDA decir que compartía mi análisis de que, después de la apertura de
la frontera entre Hungría y Austria el 19 de agosto, el Telón de Acero, todo el
telón, muro incluido, estaba condenado a la desaparición. Lo que nadie sabía era
que sólo faltaban semanas para la mayor escenificación del triunfo de la
libertad que se recuerda, y que se daría el 9 de noviembre. Y lo que nadie
podía soñar es que Álvarez de Toledo estaría allí para jugar, sin saberlo, un
papel que el azar había reservado para este hombre con suerte. En una anécdota
capital que convirtió al autor de estas memorias en protagonista involuntario
de un acontecimiento de mayor repercusión mundial que las campañas de Flandes.
Que lo sepan los ancestros.
Los conocedores saben
de la increíble y esperpéntica concatenación de coincidencias, malentendidos y
casualidades que llevó a la apertura de la frontera y la caída del muro. Sin
que nadie se lo propusiera. Aquel 9 de noviembre, en la conferencia de prensa
del portavoz del Partido Comunista, Günther Schabowski, se había hablado de
todo tipo de banalidades. Solo al final, y a instancias de un periodista
italiano, Schabowski sacó un papel que le había entregado el líder Egon Krenz
con las nuevas reglas para los viajes al extranjero. Unas reglas improvisadas
por un aparato del régimen desarbolado. En las que habían metido la pluma
varias instancias sin coordinar, como magníficamente describe Alonso. Leída la
nueva reglamentación que permitía viajes para todos y a través de todos los
puestos fronterizos, el periodista de la agencia italiana ANSA, Riccardo
Ehrman, preguntó cuándo entraba en vigor. Schabowski dudó, pero al final dijo
las palabras que sellaban la suerte del muro y a la postre del Estado
comunista: «Ab sofort, unverzüglich». De inmediato.
La noticia se
extendió por todo Berlín y la RDA, y ya con una interpretación de las nuevas
reglas que jamás se habían dado las autoridades que lo redactaron. Nadie
acababa de creerlo, pero muchos se acercaron a los puestos fronterizos a
preguntar. Como el propio embajador de España, al que las palabras de
Schabowski habían sorprendido con unos periodistas. Se fueron juntos al
checkpoint de la Bornholmerstrasse, a ver qué sucedía. Y así fue como, en la
confusión del momento, con un embajador occidental cuya presencia imponía a los
guardias y al propio oficial al mando, la presión de la gente alrededor, las
cámaras de televisión que habían acompañado al embajador y otras que llegaban,
el hecho mismo de abrir físicamente el paso para el diplomático... En fin,
nadie puede describir mejor el momento que Alonso Álvarez de Toledo. Y nadie lo
describe mejor que él en el libro.
Porque él estaba allí
en aquellos instantes, eran las 21.12 horas, con el teniente coronel Harald
Jäger, cuando este, nervioso, sin mandos ya a los que consultar, le dejó pasar
la verja a él y dejó que con él pasaran unos civiles y después otros y otros.
El teniente coronel Jäger, ya jubilado, años más tarde, confirmaría que su
presencia, la del embajador, fue decisiva para impulsarle a ser el primer
oficial de las tropas fronterizas de la RDA en abrir el paso entre los dos
Berlines y desencadenar así todos los acontecimientos posteriores que
asombraron al mundo y cambiaron Europa definitivamente. Los últimos halcones
habían intentado forzar una operación Tiananmen, una represión militar como la
que los chinos llevaron a cabo con éxito el 9 de junio anterior. Pero desde
Moscú se hizo saber que las fuerzas soviéticas en territorio alemán ya no
ayudarían a tropas germano-orientales en una operación contra la población como
había sucedido el 17 de junio de 1953. Que, por el contrario, podían contar con
que salieran en defensa del pueblo. Con esa clara certeza de la posición del
Kremlin, toda posibilidad de involución había muerto. Alonso Álvarez de Toledo
no sólo estuvo allí. Fue un lúcido y bien informado observador. Pero además
participó. Y mucho, como después se supo. No lo dude nadie, el muro habría
caído sin él. Pero quizá no hubiera empezado a caer por la Bornholmerstrasse. Y
todo habría sido un poco distinto. Fue como fue. El muro se desmoronó, y cuando
en diciembre cayó Ceaucescu no quedaba ni un régimen comunista aliado de la
URSS en Europa. Cuarenta años de dictaduras, terror y miseria habían tocado a
su fin. Yo conocí todas aquellas dictaduras y asistí en directo en aquellos
años a la caída de todas ellas. En este libro tienen uno de los mejores
testimonios directos de aquellas jornadas inolvidables. Y el mejor desde aquel
punto de Berlín, la Bornholmerstrasse, que se convirtió en epicentro del
terremoto de la libertad de 1989.
LOS GOLPES DE PECHO
Por HERMANN TERTSCH
ABC Martes, 08.10.13
Da la impresión de que es muy importante saber el culpable
potencial de algo para darle una dimensión u otra al suceso
EL trágico naufragio ante la isla italiana de Lampedusa de
un barco repleto de inmigrantes ha causado mucho dolor y estupor en todo el mundo.
Un inmenso drama. Centenares de hombres, mujeres y niños se ahogaron a unos
centenares de metros de la costa, tras incendiarse el barco en el que llegaban
desde las costas libias. Las víctimas procedían en su inmensa mayoría de
Somalia y Eritrea. Es de suponer que ese terrible viaje lo hicieron después de
pagar a unos traficantes de la región, que por lo general son árabes. Ayudaran
o no todos los pesqueros italianos de la maltratada isla de Lampedusa, lo
cierto es que muchos lo hicieron y gracias a ellos hay supervivientes. El dolor
y la compasión por los muertos son tan lógicos y necesarios como lo es la rabia
por la impotencia ante la tragedia. Ante la miseria que lleva a estos seres
humanos que huyen de guerras, hambrunas y tiranías a arriesgar su vida de esa
manera. Estalla primero el dolor y enseguida las ansias por encontrar
explicaciones o más bien culpables. Sucede hasta con catástrofes naturales en
las que por definición no hay responsabilidad humana. Las migraciones
desesperadas se deben a veces a determinadas catástrofes de la naturaleza.
Sequías, inundaciones, hambrunas. No en este caso. Aquí todos huyen de
catástrofes fabricadas por el hombre en sus lejanos países. Huyen de Estados
fallidos y de las consecuencias directas de guerras, dictaduras, fanatismo
islamista y odios tribales. Por eso resulta si no sorprendente, sí muy
sintomática, la dirección que muy pronto tomó la inmensa indignación habida.
Una indignación muchísimo mayor por supuesto que cuando escuchamos en Europa
que han muerto en Nigeria o Pakistán unos centenares de cristianos, quemados
vivos por islamistas radicales mientras rezaban en sus iglesias. De nuevo da la
impresión de que es muy importante saber el culpable potencial de algo para
darle una dimensión u otra al suceso. Es lo que en España llamaríamos el método
Blanquerna. Cuando la ultraderecha comete una tropelía, no hay comunicados y
comisiones suficientes en Parlamento e instituciones para condenarla como
gravísima e intolerable. Cuando asaltos similares los comete la ultraizquierda
o el nacionalismo en cualquier universidad en el País Vasco, Cataluña o Madrid
ni comisiones ni comunicados ni nada. Y si es una bomba en la basílica del
Pilar -o si fuera en el Valle de los Caídos- hay dificultades para impedir que
algunos aplaudan.
Para cualquier ingenuo, el drama de Lampedusa no tenía en
principio más culpables inmediatos que los traficantes y las condiciones de
viaje de las pobres víctimas. Y culpables más lejanos eran las dictaduras y el
fanatismo islamista de la región de la que proceden. Porque apenas se habían
recogido los primeros cadáveres y noticias sobre las dimensiones de la tragedia
y ya parecía haber en los medios un curioso consenso en que la culpa de todas
estas muertes la debía asumir... Europa. Como suele pasar ya siempre que en los
medios se mezclan sentimientos, información, ideología e intenciones, no había
caído la siguiente noche, cuando todos exigían a Europa -a la Comisión Europea,
a los Estados europeos y a las sociedades europeas- golpes de pecho por estas
muertes. Ahí salió todo el coro de odiadores del sistema. Y todos ejerciendo
paciente comprensión. Si escucha un marciano el coro de reproches, habría
creído que las víctimas huían de una desalmada Europa hacia sus protectores
países de procedencia y sus compasivas tiranías. Para poder seguir siendo el
rincón ansiado y ese modelo, hay que seguir haciendo un conveniente corte de
mangas a quienes quieren imponernos un sistema similar al que rige en los
países de los que huyen esos desgraciados.
LENTO MUTIS INEXORABLE
Por HERMANN TERTSCH
ABC Sábado, 05.10.13
Nada será ya como antes para «Il Cavaliere». Sus idas y
venidas del escenario político, sus salidas dramáticas y entradas
intempestivas y a la vez triunfales son ya cosa de un pasado que no volverá.
Por muy cierto que sea que todos los que han dado por muerto políticamente a
Berlusconi se han tenido que tragar siempre sus palabras hasta ahora. Por
cierto que sea también que si mañana hubiera elecciones volvería a apabullar
con un resultado de dos dígitos. Quizás con uno mayor que los que garantizan a
muchos partidos en el resto de Europa el encargo de formar Gobierno. Pero ya no
es lo mismo. Porque será sin él. Y no es cierto, y él lo sabe, que puede hacer
igual política desde fuera de las instituciones. Agitación sí, política ya no.
Desde ayer, la tapa del ataúd político de este hombre
extraordinario, que ha marcado la política italiana como nadie en los pasados
veinte años, tiene un clavo más. Porque la comisión del Senado decidió su
expulsión y el levantamiento de su inmunidad. Dentro de quince o veinte días,
habrá de decidir el pleno del Senado que, previsiblemente, confirmará esta
expulsión. Y así entrará en vigor la inhabilitación de Berlusconi. No se sabe
por cuanto tiempo será. Lo suficiente para que no acceda a ninguna nueva inmunidad
política. Y mientras se puede sumar alguna sentencia más a las dos firmes que
ya le esperan. El ocaso político de Berlusconi ha llegado. Cuando el martes
apoyó al Gobierno de Enrico Letta después de un intento desesperado de tumbarlo
por defender su inmunidad personal, hacía «Il Cavaliere» un reconocimiento de
su debilidad, de su falta de razón, pero también era aquello, de algún modo, la
aceptación resignada del final del camino, de su edad que ya ningún «lifting»
ni viagra va a poder frenar. Ya no había subterfugio patriótico que hacer. Ya
ha quedado sin fuerza toda cantinela de la conspiración, por mucho que en algún
momento existiera. En su intento por acabar con el Gobierno de Letta en un
momento dramático para la economía italiana, Berlusconi había dejado los
últimos jirones de un argumentario político que siempre ha sido personal, pero
que ya era solipsismo puro. Él mismo se situó enfrente del evidente interés
nacional en una acción impropia de un gran calculador y sin duda fruto del
agotamiento y la desesperación.
A sus 77 años, Silvio Berlusconi tiene ahora tarea de sobra
con la lucha por conseguir que las condenas, las que le han llegado y le
llegarán, no turben demasiado los años que le quedan de vida. Una amnistía, ya
sugerida por el presidente Napolitano en varias ocasiones, podría facilitar esa
salida. Italia se tendrá que esforzar ahora, tras el ocaso de esta inmensa
personalidad política y genial zámpano en conseguir crear una derecha
homologable a la del resto de Europa.
COBARDÍA ANTE LA FALACIA
Por HERMANN TERTSCH
ABC Viernes, 04.10.13
Ahora, de repente, esta grotesca figura de la fatalidad en
la historia de España teme por la cohesión nacional
HACE unos días, el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero
deambulaba extremadamente locuaz por los salones de la Embajada en la primera
recepción oficial de bienvenida del nuevo embajador norteamericano. A diversas personas se
acercó con especial interés para comentarles su «gran preocupación» por la
evolución de los acontecimientos políticos en Cataluña. Las personas que me lo
comentaron a mí son extremadamente bien educadas y duchas en brega social por
lo que aguantaron pacientemente la exposición de los pesares del expresidente.
Agradecí no verme sorprendido en un círculo asaltado por el personaje con esos
lamentos porque no sé si la educación que me dieron mis padres y la disciplina
germánica habrían sido suficientes para evitar un exabrupto. Resulta que ahora
anda esta caricatura de Von Papen esforzada por mostrar en público inquietudes
por la suerte de la nación discutida y discutible. Ahora, de repente, esta
grotesca figura de la fatalidad en la historia de España teme por la cohesión
nacional, por la convivencia, por la legalidad y la seguridad. Lo cierto es que
ahora son legión los sorprendidos. Pocos con la apabullante culpa histórica e
ignominia que Zapatero se llevará a la tumba. Pero muchos con responsabilidad
en haber permitido que este obsceno proyecto de destrucción de nuestras leyes y
nuestra patria haya llegado a ser un peligro real y no siga siendo el
irrelevante delirio de unos ultranacionalistas desnortados. Que el disparatado
plan de dinamitar uno de los estados nación más antiguos del mundo tenga visos
de verosimilitud y haya sembrado zozobra, miedo y angustia en millones de
españoles. Ahora van cayendo del guindo uno tras otro. Y hay que ser muy
cristiano para no desearle a alguno que se haga daño en la caída.
Melancolía es lo que inspiran tantos lamentos sobre la
deriva separatista. Y un poco de desprecio. A esos comentaristas que tanto se
han mofado durante años de los temores de muchos españoles ante los planes
separatistas. Que tanto han caricaturizado a quienes denunciaban la
connivencia, cuando no abierta complicidad, de la izquierda en planes para la
liquidación sistemática de elementos de cohesión nacional. Toda iniciativa
contra la lengua común de todos los españoles ha contado siempre con el apoyo
entusiasta de toda la izquierda española. A veces también de sectores del
Partido Popular. Todos los esfuerzos por garantizar el acceso al español han
sido saboteados por los mismos. Treinta años de observación hacen inapelable el
diagnóstico de que la inmersión catalana es un instrumento más en la agitación
separatista. Para la formación de generaciones en el odio a España y el rechazo
y desprecio a todo lo español. La agitación contra la cohesión nacional, contra
la propia existencia de la nación española, ha existido siempre. Pero su
generalización llega con la ofensiva ideológica que trae consigo el revanchismo
ideológico de Zapatero. En su agresividad contra toda manifestación patriótica
que es descalificada en las televisiones y en las radios mientras se exige
respeto incuestionable para las manifestaciones identitarias regionales. La
violencia verbal contra todo aquel que defendiera la unidad de España y
denunciara la amenaza separatista la han generado los grandes comunicadores del
zapaterismo. Pero la insidia, la sorna y la ironía hiriente contra esos
españoles preocupados ante la posibilidad de que pasara lo que al final ha
pasado, la han practicado muchos más. Porque les resultaba más cómodo y más
rentable estar en esa masa de la opinión conforme. Y no querían exponerse a ser
tachados de fascistas, casposos o, por aún, españolistas, por ese rodillo de la
revancha y el odio que llegó con el milenio, disfrazado de talante. La
cobardía, ahora ante la falacia histórica, ha sido, una vez más, el drama de
España.
ANÁLISIS EN DIARIO DE LA NOCHE 03.10.13
Por HERMANN TERTSCH
TELEMADRID - DIARIO DE LA NOCHE 03.10.13
Buenas noches a todos.
El Parlamento
catalán ha establecido una comisión para el proyecto nacionalista ilegal de
romper la soberanía nacional. Se llama comisión del derecho a decidir,
eufemismo para no hablar de autodeterminación. Que no es un derecho, sino la
pretensión de destruir soberanía, constitución y patria común de todos los
españoles. A esa comisión parlamentaria, en la que para su vergüenza, no sólo
participan nacionalistas, sino también socialistas, han invitado como asesores
a una larga lista de personalidades españolas. Es curiosa esa invitación a una
comisión que proyecta la destrucción de la patria del invitado. Habrá
separatistas que acudan. Y habrá, por desgracia para este país, otros que por
afán de notoriedad o falta de dignidad acudan a asesorar a los sediciosos. Pero
ya han sido varios los que por pura decencia se han negado a acudir. Después se
ha sabido que también ha sido invitado el terrorista encarcelado Arnaldo Otegi.
Tiene mucha más lógica la presencia ante esa comisión parlamentaria de unos
terroristas del separatismo como Otegi, que la de reputados juristas o
políticos españoles. Desde luego a aquellos que aun no hubieran percibido la
ignominia que supone colaborar con esa comisión, quizás la presencia de Otegi
se lo deje más claro.
LOS SUDETES CON PLAYA
Por HERMANN TERTSCH
ABC Martes, 01.10.13
El nacionalismo
catalán no espera a ser independiente para tratar a Baleares con total
desprecio al gobierno allí electo
HA sido una gran
manifestación la que han logrado celebrar los grupos huelguistas de la
educación en la Comunidad balear. Aunque no fueran ciertas las hinchadas cifras
de los más expertos en la demagogia izquierdista y nacionalista que trabajan
codo con codo en este conflicto que nos ocupa. Dicen que ha sido por la calidad
de la enseñanza. Difícil es creer tan noble objetivo a quienes ya obligan a los
niños de la educación pública balear a su tercera semana de huelga. Tres
semanas fuera de clase a principios de curso no parecen forma adecuada de
transmitir esa preocupación por una mejor educación. Y de hecho no se
transmite, porque, preguntados por las causas, se habla poco de la calidad y
mucho de la lengua. Porque lo de menos es que los profesores sean capaces o no
de dar clases en inglés. Ni de que la calidad sea una u otra. Porque durante
los pasados tres lustros, con la educación balear a la cabeza del fracaso
escolar, es decir, a la cola de calidad, nadie se ha preocupado o sentido
ofendido. Se trata de que haya que dar clases en tres lenguas. Y no en una sola
que para todos los movilizados es la catalana.
Porque no ha
habido ningún problema con el fracaso escolar ni con los desastrosos niveles en
todos los índices comparativos, mientras los colegios públicos se convertían en
auténticas medresas del sentimiento nacionalista pancatalanista. Se trata de
que la inmersión lingüística catalana se mantenga, defienda e intensifique como
única opción de la educación pública en las Islas Baleares, cada vez más identificada
con la «escuela nacional catalana».
El Gobierno popular de José Ramón Bauzá sabía dónde se
metía cuando con su «decreto del Tratamiento Integrado de Lenguas (TIL)»
decidió poner fin a la intensiva catalanización de la educación balear. El
sistema ha degenerado bajo pasados gobiernos, con cuadros educativos militantes
del nacionalismo catalanista, coordinados con partidos y organizaciones
separatistas de Cataluña. Mucho se han molestado cuando Bauzá y su gobierno,
para no entrar en una guerra directa de mallorquín con castellano, decidió dar
un salto hacia el trilingüismo e incorporar el inglés. Todos deberían estar
satisfechos con la educación impartida en la lengua de la región, el mallorquín
que otros llamarán catalán, por supuesto, y las dos grandes lenguas
internacionales de Occidente, el español y el inglés.
Trilingües son la
inmensa mayoría de los colegios privados a los que los líderes del nacionalismo
catalán mandan a sus hijos en Barcelona. Bauzá les ofrece a todos los niños
baleares en la educación gratuita lo que los prebostes nacionalistas pagan con
mensualidades de vértigo para sus retoños. «Nuestros hijos, como los de los
Pujol, los Mas, los Montilla». Pues no. No puede ser. Porque los hijos de los
nacionalistas dirigentes requieren educación de dirigente. Ellos sí deben saber
desenvolverse bien en un español sin faltas y en un inglés perfecto. Al fin y
al cabo van para cosmopolitas, hombres y mujeres de negocios, cultura, estilo y
gusto. Pero esos mismos prebostes nacionalistas, estén en Palma o en Barcelona,
tienen otros planes para los niños de la educación pública en Baleares. Los
quieren bien adoctrinados para tropa de a pie que pronto hará manifestaciones
pidiendo el «dret a decidir»
formar parte de la Gran Cataluña.
Así las cosas, ya
se ha visto que el nacionalismo catalán no espera a ser independiente para
tratar a Baleares con total desprecio al gobierno allí electo por mayoría
absoluta. Con organizaciones subvencionadas por Barcelona se agita allí en
contra del castellano para acosarlo como en los colegios catalanes. Como si de
su territorio se tratara. Barcelona trata ya a Baleares como sus Sudetes.