«THE ONE MAN SHOW»
Por HERMANN TERTSCH
ABC 31.01.14
Si Pedro Jota Ramírez hubiera sido sustituible como
director, cualquier empresa razonable lo habría echado hace muchos años
SI una compañía extranjera tiene un medio de comunicación en
España es siempre con dos muy legítimos objetivos, que son ganar dinero con la
propia empresa y tener influencia que le sirva tanto en el campo político como
en el mundo más amplio de los negocios. La situación de calamidad total se
produce cuando todo deja de funcionar. Cuando no solo se pierde masivamente. Y
todos los intentos de reflotar, reformar y cambiar de piel no han cambiado esa
situación. Es cuando a las enorme pérdidas de dinero se añade, no ya la
evaporación de todo poder para influenciar situaciones y opiniones en favor de
los intereses de los propietarios, sino la conversión del medio un lastre
infinito que daña de forma radical y permanente las propias posiciones en ese y
otros negocios. Si la propiedad de un medio de comunicación conlleva, además de
esas masivas pérdidas, un aislamiento y una sanción efectiva en el mundo
empresarial y económico, deja de ser un patrimonio problemático y un mal
negocio para convertirse en maldición. En esa crítica situación se busca
solución con un intento de salir del aislamiento eliminando las causas del
mismo. Como última solución, ya que no hay comprador. Como última posibilidad
de no perder todo lo invertido. Anima a la compañía extranjera una hipotética
mejora de la situación económica. Pero ante todo le mueve a ello la esperanza
de que, en condiciones normalizadas, el medio puede ser tratado como algún otro
con problemas similares. Y en su día abocado a la quiebra. Pero que supo
encontrar su acomodo y, pese a su hostilidad al poder político actual, lograba
el decisivo oxígeno financiero gracias a la intervención de dicho poder. Con
puntuales cambios de prioridades y énfasis en su forma de informar. Hasta aquí
la reflexión desde el sentido común en el caso abstracto.
Ahora entremos en el caso del relevo del director del diario
«El Mundo». Que no es el relevo de un director. Ni mucho menos. Fue el
fundador, ha sido el alma y el motor único del diario y, no por casualidad, ha
mantenido siempre lejos a todo perfil que pudiera remotamente hacerle sombra.
El magnífico profesional que es Casimiro García Abadillo es ahora un brillante
periodista en un terrible brete. Porque se pide lo imposible. Nunca podrá
sustituir al protagonista de lo que ha sido veinticinco años un «one man show».
Eso ha sido el periódico. Si Pedro Jota Ramírez hubiera sido sustituible como
director, cualquier empresa razonable lo habría echado hace muchos años. En
este intento de mantener el periódico vivo se verá hasta qué punto el personaje
era el producto. Habrá libros y programas y hasta «pedrojotaramirólogos» que
darán infinitas satisfacciones al ego inabarcable del protagonista del
culebrón. Que por supuesto volverá. Ya veremos con qué, como qué y por dónde.
Sería tan ridículo como mezquino negarle su extraordinario talento, su
brillante obsesión por la profesión, su inmensa laboriosidad, su considerable
cultura. Como sería iluso pensar que alguna vez ha tenido algún escrúpulo que
le fuera obstáculo en sus fines. Ni otra moral que no fuera siempre armónica
con la obtención en cada momento y situación de su beneficio personal. Es
preocupante para todos su última gesta, de momento, que es irse tras haber
impuesto una convicción general de que su abismal fracaso empresarial nada
tiene que ver con su caída. Y que esta es únicamente una heroica inmolación del
héroe con sus convicciones intactas, frente a la ofensiva de los poderosos
dragones del maléfico sistema. Ni lo uno ni lo otro. Y pese a ello, hay que
reconocer que inquieta tanta gente celebrando que una voz sea acallada.
LA JORNADA NEFASTA
Por HERMANN TERTSCH
ABC Martes, 28.01.14
Si a un Gobierno con mayoría absoluta le ganan los pulsos
desde la calle, no utiliza sus fuerzas de la manera más conveniente
CUANDO se sufre una jornada terrorífica en la que todo
parece salirle a uno mal, lo más fácil es echar la culpa a la fatalidad o al
prójimo. Pero lo cierto es que la concatenación de reveses que ayer tuvo que
encajar el Partido Popular en el plazo de pocas horas se debe en gran medida a
culpas propias. Y ahora, con tantísima loza rota, lo más relevante es ver cómo
van a reaccionar sus dirigentes, cómo va a reaccionar Rajoy. Si van a dar la
batalla, emprender una contraofensiva política frente a los intentos de negarle
su derecho legítimo de gobernar. O si van a pretender confundirse con el
paisaje, arriolizados hasta las elecciones. Eso que tanto le ha gustado
practicar. En la oposición era fácil. Se llamaba «gestionar los tiempos». Que,
después supimos, venía a ser verlos pasar. En el Gobierno, lo conseguido no es
poco. Pero es tan radicalmente insuficiente, que todo puede no ser nada.
Básicamente se ha portado bien el Gobierno dentro de las reglas de urbanidad
europea. Para ordenar y sanear el carajal que habían dejado El Gran Atila y su
tropa.
Nada más cruzar el ecuador de la legislatura, ese sistema
tan adecuado al carácter del presidente ha quedado agotado. Evitar conflictos
ya no es una estrategia. Es un suicidio a plazos. La izquierda, que le niega
tanto el derecho a gobernar como el derecho a legislar a la mayoría, ha cobrado
pieza. Piezas ya. Y le gusta. En la calle, triunfos como el de Gamonal hacen
escuela. Y todo ello tiene un eco triunfal en las televisiones privadas
convertidas en los grandes altavoces del desafío violento a los resultados de
las urnas. Pero también en una RTVE a veces grotesca. Los pulsos se suceden. Y
los pierde el Gobierno.
El anuncio ayer de que, ante las trabas judiciales, la
Comunidad de Madrid renuncia definitivamente a privatizar la gestión de seis
hospitales es uno muy serio. Un nuevo éxito de esa izquierda antidemocrática,
disfrazada con mil camisetas de mil mareas. Y además una claudicación. Si era
necesario, eficaz y lógico y funciona bien en otros sitios, la renuncia no es
otra cosa. Había mucha contestación en Madrid al proyecto. Pero políticamente
gana impulso la batasunización de la izquierda madrileña. Esa depravación
antidemocrática tiene mucho que ver con Tomás Gómez, que encaja en una
emergente subcultura extremista sin escrúpulos con la violencia. Nadie espere
que la izquierda parlamentaria condene esos usos o frente la deriva extremista.
La considera útil y necesaria. Así las cosas, resulta grotesco que parte de los
mandos del PP se dediquen básicamente estos días a descalificar a los miembros
de su partido que, hartos de cinismo, indolencia y desprecio a promesas y
valores, busquen la defensa del programa del PP fuera del PP.
Si a un Gobierno con mayoría absoluta le ganan todos los
pulsos desde la calle y al mismo tiempo se le abre una vía de fuga de
militantes, cabe sugerir que no utiliza sus fuerzas de la manera más
conveniente. Ya no le basta con grandes discursos como el Rajoy de Barcelona,
que llega con dos años de retraso. Si no hace política se la hacen, por todos
los rincones. La falta de decisión y voluntad política para modificar la
realidad nacional de acuerdo con su programa ha decepcionado y abatido a los
propios. Y envalentonado a la peor reacción que se resiste a modernizar España.
Que vuelve a creer que puede ganar. Si el destino de una mayoría absoluta
desconocida en España y con mandato excepcional fuera a ser barrida desde la
calle por un pentapartito extremista que nos hunda para dos generaciones, Rajoy
dejará mal recuerdo.
CRISTINA Y EL DINERO
Por HERMANN TERTSCH
ABC Sábado, 25.01.14
El peso no se derrumba porque ella haya vuelto, ni por su
ausencia, sino por todo lo hecho y no hecho
Cristina
Fernández de Kirchner reapareció el miércoles después de más de un mes de
ausencia tras la operación de neurocirugía a que tuvo que someterse. Reapareció
muy molesta con las críticas a su largo silencio político. Y para anunciar unas
becas para jóvenes. La beca era de 600 pesos, que eran 84 dólares ese día. Hoy
son mucho menos. Porque fue reaparecer Cristina y colapsar el peso argentino. Nadie debe encontrar una relación causal, al menos inmediata, pero todos han
pensado en ella. El Gobierno pone fin al veto a la compra de dólares por
particulares en el mercado oficial. En lenguaje propio de ese equipo de
comisarios que impuso en su día la prohibición de la compra de dólares, que se
justificó como herramienta contra la evasión y la especulación, el jefe de
gabinete de Cristina Fernández, Jorge Capitanich, anunció ese: « Hemos decidido
autorizar la compra de dólares». Así, el empobrecimiento ha dado un inmenso
zarpazo en cuestión de días. Lo ha oficializado.
La economía de
juguete montada por los Kirchner y su gente se tambalea. Y queda en evidencia
una disparatada fragilidad general de la que nada han querido saber la Cristina
ausente, la presente y todos sus ministros. La devaluación del peso frente al
dólar en tres días ha sido la mayor en el mercado oficial desde el año 2002.
Pero se suma a la que es permanente. En 2013, el peso se depreció un 31%.
Por supuesto, este
desplome ha afectado a todas las compañías implicadas en el mercado argentino
como bien ha podido comprobarse en el IBEX madrileño. El problema es que las
reservas del Banco Central argentino han caído ya por debajo de la barrera de
los 30.000 millones de dólares, su nivel más bajo desde hace siete años.
Cristina Fernández ha vuelto. Le quedan dos años que puede ya
augurarse serán más que difíciles. El peso no se derrumba porque haya vuelto,
ni por su ausencia, sino por todo lo hecho y lo no hecho cuando estuvo. Como
bromean algunos, por no haber hecho siempre lo contrario. Que era lo necesario.
PENAS, JUSTICIA Y TOREO
Por HERMANN TERTSCH
ABC Viernes, 24.01.14
Se nos había pasado el susto de saber que Garzón había
tenido poder sobre nuestra libertad y hacienda. Ahora ha sido Elpidio
EL extorero Ortega Cano deberá ir a la cárcel porque la
sentencia «está para ser cumplida», tal como ha dicho la titular del Juzgado de
lo Penal número 6 de Sevilla. Parece bastante obvio o al menos lo sería en
cualquier otro país de nuestro entorno. Porque resulta del todo absurdo que una
solicitud de indulto que hace el propio condenado paralice indefinidamente el
cumplimiento de una condena. Pero sería de agradecer que, si así se decide esta
vez, no acabe resultando que esta medida tan razonable solo es aplicable en
España a toreros jubilados. Y no a políticos, insulares o no. No vamos a hacer
una lista de todos los que han visto transcurrir la espera del compasivo
indulto gubernamental y el tiempo de su hipotética condena en una comodísima
libertad, en pleno disfrute de sus fortunas, en muchos casos, beneficio directo
del delito por el que habían sido condenados.
En el desgraciado caso de Ortega Cano la causa de la condena
fue su maldita idea de sentarse borracho al volante aquel día y el trágico
accidente que provocó y que costó la vida a un conductor que por puro azar se
cruzó en su paso. Lo curioso, o lo terrible, es que esa frase de «la pena está
para ser cumplida» parece querer recordárselo la jueza a la sociedad en
general. «Oigan, que las penas de cárcel no son virtuales». Lleva años la
sociedad española, por no hablar de los periodistas, en clase intensiva de
leyes, derecho procesal, penal y civil, para intentar explicarse, primero las
tropelías cometidas por algunos destacados conciudadanos, muchos de altas
responsabilidades. Y segundo, los mecanismos, añagazas, recursos legítimos,
trucos y perfectas golferías, toreo puro, que muchos organizan para que
aquellos polvos no les manchen con lodo alguno. Los diarios nacionales parecen
todos abrir con una eterna crónica de tribunales. Lo que la sociedad percibe es
que tenemos maestros del toreo con sumarios y causas. Lo cierto es que, por
ejemplo, el señor Miguel Blesa está en la calle. A muchos les parece raro, pero
en realidad está en gozosa libertad como todos los responsables de los
hundimientos de las Cajas, políticos incluidos.
Que hay cientos de sumarios abiertos, se sabe. Pero si
preguntan por la calle verán que nadie confía en que nadie pague abusos, robos
o temeridades con catastróficas consecuencias. No ayuda saber que los
terroristas apenas pagan, claro. Y es que el señor Blesa tuvo la inmensa suerte
de toparse con el juez Elpidio Silva, que, con su tontiloquismo, por lo menos
le ha quitado de encima un par de sumarios de casos, raros, raros, raros.
Porque si nuestros ilustres imputados son una casta extraordinaria más propia
de regímenes caribeños que de democracias europeas, nuestros jueces han
demostrado también ser una casta a la altura. Cuando a un juez al que se le
pone cara, responde a lo que hace treinta años considerábamos la lógica imagen
de un juez, nos emociona como el ser extraordinario que hoy nos parece. Nos
insisten en que en su mayoría son así. No nos lo parecen cuando vemos las
actuaciones. Y hemos visto muchas en los últimos años, meses y semanas. No sólo
en el dantesco espectáculo desencadenado por la sentencia Parot. Ni en el baile
del CGPJ. Lo grave es lo poco que nos fiamos ya.
Se nos había pasado el susto de saber que Baltasar Garzón
había tenido poder sobre nuestra libertad y hacienda. Ahora ha sido Elpidio.
Pero queda claro que, sin un damnificado como Blesa y un abogado como el suyo,
este juez seguiría en su cargo ejerciendo como lo que es, un auténtico peligro
público.
EL PRESTIGIO DE ETA
Por HERMANN TERTSCH
ABC Martes, 21.01.14
Ya no necesitan el grito de «ETA, mátalos», les sobra con el
mucho más eficaz de «sabemos dónde vives»
ES cierto que el asunto en sí, que es ETA, sus objetivos y
recursos, no tiene ninguna gracia. Pero sí son de risa muchas de las reacciones
que suscita la banda, tanto entre sus cómplices como sus compañeros de viaje o
sus enemigos. Como cómplices de la banda terrorista se puede considerar a
aquellos que creen tener objetivos comunes con ella. A los que tienen o han
compartido intereses tácticos o estratégicos con los terroristas. Aunque no les
gustara que mataran. Sus enemigos fundamentales son todos los que buscan una
derrota incondicional de los terroristas y de sus objetivos. Que creen en una
España unida y plural y exigen por ello el fin del permanente acoso político,
educativo, cultural y mediático del nacionalismo contra la Constitución, del
que ETA ha sido vanguardia durante medio siglo. Y quiere seguir siéndolo. Es
obvio que la pujanza de todos los nacionalismos antiespañoles y los
planteamientos independentistas actuales serían una absoluta y ridícula quimera
de no haber existido ETA. Cierto es que a la lamentable situación actual han
ayudado todo el espectro político español y las propias instituciones. Con
cotas de tolerancia hacia los desafíos al Estado de Derecho y la Constitución
que en cualquier otro país europeo habrían sido impensables y por lo demás
delictivos. Risa producen estas reacciones escandalizadas cuando se valoran los
pasos dados por ETA desde que anunció que, a la vista de los acuerdos
alcanzados con el Gobierno de Zapatero, había dejado de tener necesidad de
matarnos para lograr sus objetivos. Con esa proclamación, ETA recuperó de golpe
su pleno prestigio en la izquierda española. No habría de necesitar más, ni
arrepentirse, ni lamentar el daño, ni condenar, ni distanciarse de ETA ni mucho
menos colaborar con la Justicia a esclarecer los casos pendientes. ¡A dónde
íbamos a ir a parar, exigirles esas cosas a los etarras que volvían al seno de
la familia política progresista tras años de rabia y confusión moral! Ahora se
sorprenden algunos ante la noticia de que las organizaciones de ETA, Sortu,
Bildu, también lo es Amaiur, van a incorporar etarras a sus listas para cargos
políticos. Son los mismos que desde derecha e izquierda aplauden a este
ministro del Interior cuando dice que los etarras están acabados por ser
liberados con violadores, que el aquelarre de Durango era inevitable, que
Zapatero no hizo concesiones a ETA o incluso que Bolinaga se nos muere.
Aplauden y no se ríen como debieran. Por supuesto que ETA va a incorporar a sus
asesinos a las listas de sus organizaciones porque les dan el lustre. Y porque
dejan claro que son ellos. Los combatientes dan prestigio a las listas.
Incorporan la épica a la política. Tienen el valor añadido de la fuerza armada,
el argumento de la lucha que impone. O intimida, da igual. Se incorporan los
excombatientes al poder popular que se extiende como una mancha de aceite. Y
tienen ese prestigio y esa legitimidad añadida que dan las hazañas bélicas.
Será un argumento de peso para las jóvenes generaciones formadas en el odio y
el victimismo y en la narrativa de la «guerra con España». Frente a los
peneuvistas, «esos que jamás han sufrido», estarán las biografías heroicas,
cuantos más muertos mejor. Kubati ya está lanzado al estrellato, cuentan. El
prestigio de los asesinos en ciertos sectores de la sociedad vasca será menor.
Pero verán cómo se les ataca poco. Porque no usan las armas, pero no están
desarmados. Todos saben que llegan a todas partes. Y que ya actúan con práctica
impunidad. Ya no necesitan el grito de «ETA, mátalos», les sobra con el mucho
más eficaz de «sabemos dónde vives».
OBAMA PROMETE ESPIAR POQUITO
Por HERMANN TERTSCH
ABC Sábado, 18.01.14
Los estados que se quejan de ser espiados solo se
diferencian en que ellos pueden espiar mucho menos
Cuando
entran en conflicto cuestiones de seguridad de un Estado con sus relaciones
exteriores hay que recurrir a la diplomacia. Mucho más si trata de la primera
potencia mundial. Para intentar tranquilizar a los ofendidos hay que encontrar
las buenas palabras adecuadas y ciertas concesiones, pero nunca unos
compromisos que pongan en cuestión la libertad de acción de los órganos propios
de seguridad. Porque si Lenin decía que «la confianza es buena, pero el control
es mejor», Washington dice que «los amigos son buenos, pero mi seguridad es
mía». Por eso ayer Obama anunciaba ciertas medidas de procedimiento para dejar
clara su voluntad de poner cierto límites al autoservicio de información que,
gracias a la vertiginosa revolución tecnológica en marcha, se había organizado
para sí misma la Agencia Nacional de Seguridad NSA.
Quiere así primero
aplacar las protestas dentro y fuera de EE.UU., contra estas prácticas de
espionaje de barrido con la vigilancia de miles de millones de datos y fuentes.
Surgieron con las filtraciones hechas de Edward Snowden. Crearon aprietos a los
aliados al saberse que tanto sus poblaciones como sus empresas, sus dirigentes
y hasta sus máximos líderes eran vigilados.
En un espectáculo bastante hipócrita, los gobiernos
protestaron y exigieron a EE.UU. el fin de estas prácticas. Sobra decir que los
estados airados tienen sus propios servicios de espionaje que espían, como la
NSA, todo lo que pueden. Y que solo se diferencian de la NSA en que pueden
mucho menos. El texto del discurso de Obama deja claro el exquisito equilibrio
entre las palabras de bondad y comprensión para las ansias de intimidad del
común de los mortales y la firme voluntad de mantener sus posibilidades de
espionaje intactas. Y no sería Obama si faltara el buenismo fariseo con su
promesa a los líderes del mundo.
VOX O LA CONCIENCIA PERDIDA
Por HERMANN TERTSCH
ABC Viernes, 17.01.14
Ningunear al recién llegado es la reacción lógica de los
partidos tradicionales. Prefieren pensar que los nuevos son anécdotas y flor de
un día
YA pueden tener algunos cuidado con la arrogancia. Sobre
todo con la de esos mandos de segunda fila o esas gentes de los recados que
tienen todos los partidos y, sobre todo, por supuesto, los que gobiernan.
Algunos de los trovadores del poder con más celo laboral ya han dicho que al
Partido Popular no le inquieta nada la creación de Vox, un nuevo partido en la
derecha en España. Ningunear al recién llegado es la reacción lógica de los
partidos tradicionales. Prefieren pensar que los nuevos son anécdotas y flor de
un día. Pero ya saben hasta ellos que en la España actual todo se ha puesto en
movimiento y no solo las fuerzas más odiosas de la discordia, el resentimiento
y el separatismo.
El espectro político español en general está mutando. Y
aquel bipartidismo que se turnaban la cama con los nacionalistas para gobernar
a expensas de concesiones, ha muerto, por mucho que algunos en PP y PSOE lo
añoren y pretendan reanimarlo, incluso con una versión momificada en la próxima
legislatura. Para eso dan algunos oxígeno a líderes ya amortajados. El establishment español
–y ahí caben muchos– querría volver a esa situación. Pero no hay vuelta atrás.
El final del perverso minueto de partidos grande y partidos nacionalistas se ha
manifestado de forma irreversible cuando la mayoría absoluta actual dejaba a
los chantajistas fuera de juego. Las fuerzas separatistas se han montado en el
tigre. Pero no solo ellas están en movimiento. Quienes infravaloraban este
fenómeno se han equivocado. Sucedió con UPyD hace años y fueron legión a
derecha e izquierda los que sufrieron una muy desagradable sorpresa cuando
tuvieron que reconocer el éxito sin precedentes de ese animal político que es
Rosa Díez. Pasó con Ciudadanos en Cataluña, recibido con sarcasmo y altivez por
todos, hasta que, con el liderazgo de otro fenómeno político de primer orden,
Albert Rivera se ha convertido en una gran fuerza en Cataluña y puede aspirar a
serlo en el resto de España. Y ahora ha aparecido Vox que es la primera fuerza
que surge como desafío directo al PP en el poder. Entre los dirigentes hay
gente que militaba aun en el PP hace unos meses. A su cabeza una personalidad
extraordinaria y símbolo para España del sufrimiento ante el terrorismo, José
Antonio Ortega Lara. En cualquier otro país sería símbolo incuestionable de
toda la sociedad y todos los partidos. Ahora será símbolo del nuevo partido.
Que a su vez quiere ser la conciencia perdida de un PP marcado por la falta de
empatía de su líder y una cúpula que, para muchos militantes, ha despreciado
principios, programa y promesas con arrogancia.
Santiago Abascal, Ana Velasco, Ignacio Camuñas, Cristina
Segui, Ivan Espinosa de los Monteros y otros han llegado a fundar Vox como
declarados huérfanos de un proyecto liberal y conservador de regeneración
nacional que una mayoría vio en el PP y que consideran abandonado por el
Gobierno de Rajoy. Les llegan reproches de que dividen la derecha. Han llegado
a la conclusión de que los valores de la derecha estarán mejor protegidos si el
PP tiene que pactar con ellos. Y no secuestrados e ignorados por un aparato de
partido que ni lo defiende ni los aplica, movido por un pragmatismo que ellos
consideran indolencia. El PP deberá ahora esforzarse por demostrar que es capaz
de defender esos valores mejor que el nuevo partido. Lo cierto es que es
verosímil que Vox esté haciendo un favor al PP para la próxima legislatura.
Porque Vox podría movilizar votos en la derecha decididos a no volver jamás al
PP de Rajoy.
AL CALOR DE LOS CLÁSICOS DEL MARXISMO
Por HERMANN TERTSCH
EL PAÍS Jueves, 04.01.90
Vladimir Tautu es el jefe de
la granja agropecuaria de Pipera, cerca de Bucarest. Desde que el 22 de
diciembre quitó de su oficina el retrato del presidente Nicolae Ceaucescu se ha
convertido en un ferviente revolucionario anticomunista. El martes le visitaron
dos periodistas, uno del londinense The Times y otro de EL PAÍS. Ante tal
acontecimiento, y para caldear su hasta ahora gélida oficina, Tautu recurrió a
los clásicos del marxismo.
Cuando llegaron los visitantes, la estufa había consumido ya
todas las obras de Ceaucescu y estaba incinerando las de Marx y Engels, así
como los discursos del norcoreano Kim Il Sung sobre la irreversibilidad y las
glorias del socialismo. Tautu, organizador de los aquelarres pro-Ceaucescu en
esta granja de 100 trabajadores, considera hoy que todo lo que han hecho los
comunistas desde que tomaron el poder en 1947 ha sido una catástrofe. A la
pregunta de si alguien en la granja estatal lamenta la caída y ejecución de
Ceaucescu, Tautu responde que la madre de éste. Comunistas no quedan en la
granja, asegura, y dice que sólo unos pocos fueron miembros del partido,
omitiendo el detalle de que él es uno de ellos.
La colectivización de la
agricultura es uno de los pecados capitales de este sistema socialista, que se
ha hundido estrepitosamente en Europa oriental en los últimos meses. La
liquidación del campesinado tradicional y el desprecio a la agricultura con la
exaltación de la industria pesada ha hundido invariablemente a todos los países
socialistas en la escasez alimentaria.
La granja es todo un ejemplo
de la catástrofe en que está sumida la agricultura tras 40 años de comunismo y
24 de régimen de Ceaucescu. En Pipera tienen 500 vacas y 15.000 cerdos.
"Están tan flacos como nosotros", dice Vasile Surdu, el veterinario
de la granja. Cierto es que las vacas flacas parecen extraídas de una
ilustración bíblica. "Hace 20 años daban 40 litros de leche al día; hoy
dan sólo ocho. Se eliminó la mayor parte de las 500 hectáreas que teníamos para
forraje y pienso y se dedicó a los cereales para la exportación y pagar la
deuda. Estas vacas ya sólo comen paja, y así están", dice Nicolae Enache,
que ha estado muchos años dedicado a ordeñar a estos famélicos animales.
Con los cerdos pasa otro
tanto. Las naves están llenas de pequeños cerdos que tardan más de un año en
llegar a los 100 kilos estipulados para su matanza. "Antes eran unos seis
meses, pero como les tenemos que dar sobre todo celulosa y no tenemos piensos,
se eternizan aquí, a no ser que algunos trabajadores sacrifiquen uno
ilegalmente. Bajo Ceaucescu era muy peligroso, pero había que sobrevivir",
señala otro colaborador.
Cerdos hambrientos
Los cerdos reaccionan
entusiasmados ante cualquier ruido que les haga sospechar la llegada de algún
alimento, pese a que tienen gran cantidad de su supuesto pienso en los
comederos. "Los cerdos lo rechazan, a ellos no se les puede engañar tanto
como a nosotros. Están comiendo papel, y lo saben". Las centurias de
cerdos parecen relamerse ante la posibilidad de algún bocado que no sea
bazofia. Algún visitante comenta que de no estar los cerdos encerrados en
corrales el peligro de ser devorados por los animales de engorde no hubiera
sido una broma.
Muchos trabajadores de Pipera
dicen querer tierras propias para salir de su miserable existencia. Sin
embargo, los más ilustrados en esta granja piensan que pocos son sinceros. Ni
un 5% trabajaría lo necesario para cultivar unas cuantas hectáreas. Todos se
han acostumbrado a robar. Todos tienen miedo a trabajar mucho y a la
inseguridad de una iniciativa propia. Ésta se castigaba duramente hasta ahora.
"Hará falta mucho tiempo para que superemos esto", dice el
veterinario.
"Aquí todo el mundo roba.
Desde el director hasta el último trabajador, todos roban leche y todos se
llevan lo que puedan. Cuando hay matanzas en la cantina, ¡legales también, como
cuando pueden llevarse unos paquetes de mantequilla o queso, nos han obligado a
acostumbrarnos a vivir de robar. Será dificilísimo cambiar este hábito".
Reprivatización
El presidente del Consejo del
Frente de Salvación Nacional, Ion Iliescu, ha anunciado la reprivatización
parcial de la agricultura. Aún no ha sido publicada la ley al respecto, pero
muchos de los trabajadores de Pipera tienen grandes esperanzas. "Yo solo
soy capaz de cultivar cuatro hectáreas, sólo necesito un caballo o bueyes, dice
Enache, de 49 años, que tiene dos hijos y que se quedó sin la tierra de sus
padres tras 1947. Enache quiere herramientas y una tracción que en Occidente
pertenece ya a la historia de la agricultura. "Mis padres tenían sólo dos
hectáreas y media y les bastaban para alimentar a ocho hijos. Nunca pasamos
hambre como ahora que sólo tengo dos hijos".
La familia Surdu tiene desde
hace tres años a sus dos hijos viviendo con sus suegros en el campo. No están
escolarizados, pero pueden comer. "Mis suegros tienen una vaca y leche,
verduras y pollos, allí los niños pueden crecer sanos. Aquí, no", dice. El
régimen de Ceaucescu obligó a sus suegros a venderle el único cerdo que tenían
por 493 leis, cuando su valor normal es superior a los 5.000.
Ahora, muchos esperan poder
independizarse y establecer su vida en dignidad con su propio trabajo. Otros
muchos tienen aún miedo tras tantos años de terror y mentira. Los oportunistas
como Tautu hacen méritos ahora para compensar su exceso de celo en su
militancia pro Nicolae Ceaucescu. El país entero, y la agricultura en especial,
intenta salir de la pesadilla que le fue impuesta.
LIBELO CONTRA LA SECTA
Por HERMANN TERTSCH
ABC 16.11.10
CUANDO se termina de escribir un libro, al menos a mí me
pasa, está uno tan aburrido y harto del libro como de sí mismo. Y sin embargo
es cuando se espera que uno empiece a hablar de él. Lo haré hoy y prometo dejarles
después en paz aunque vaya por delante que se trata de un compendio de
reflexiones que tiene mucho que ver con «Montecassino», ese refugio o bastión
de papel desde el que escribo para los lectores de ABC. Mi columna no se llama
así por casualidad. En Montecassino, al sur de Roma, estableció Benito de
Nursia su primer monasterio en el año 529. Aunque muchos no estemos hoy muy de
acuerdo con el arrebato inicial de San Benito de hacer pedazos una estatua de
Apolo en el templo a ese dios que se alzaba en la cumbre que eligió para
asentarse y fundar su primer monasterio, entendemos que entonces venía a
cuento. Y su afán destructor de aquel momento fue compensado infinitamente con
la fundación allí de la orden benedictina y la redacción de la Regla de San
Benito que se convirtió en el principio fundador de la práctica monástica en
Occidente. Desde el siglo VI a nuestros días pasaron allí muchas cosas,
interesantes y magníficas. Allí se atesoraron joyas pictóricas y libros que
contenían gran parte de la sabiduría de Occidente y desde allí se difundieron
en siglos de asaltos, acosos y persecución. La identidad europea tiene una raíz
profunda en aquel monte sagrado. Quince siglos después de su fundación volvió a
convertirse en símbolo del drama continuo de la historia de Europa. Allí se
libró una terrible batalla en el año 1944 que fue fundamental para la
liberación semanas más tarde de la ciudad de Roma. Entre los capítulos más
gloriosos de la gesta de la toma de Montecassino, una fortaleza del ejército
nazi que se antojaba inexpugnable, está sin duda el asalto de las unidades de
voluntarios polacos que, con infinitas bajas, protagonizaron un avance insólito
bajo el fuego alemán por las empinadas faldas del monte. Los polacos, tras los
judíos las principales víctimas de la brutalidad nazi, despojados de su patria
una vez más bajo Hitler y Stalin, se erigieron en los héroes y vengadores de
sus desdichas nacionales, firmes en su fe, en su patriotismo y su anhelo de
libertad. La columna «Montecassino» pretende por ello ser un homenaje continuo
a los valores de Occidente, al pensamiento y la libertad.
Y el libro «Libelo contra la secta» no pretende otra cosa.
Tras su título guasón, que reivindica el libelo como escrito de combate o
condena de lo intolerable, se encuentra un esfuerzo por explicar parte de los
avatares de la sociedad española en estos últimos años y las numerosas
tropelías de sus gobernantes actuales. No es un libro periodístico, sino un
escrito tan reflexivo como airado que busca explicaciones y denuncia las
amenazas a la libertad de pensamiento, las mentiras como instrumento principal
de Gobierno, la mediocridad prepotente, la falsificación de la historia, la
vocación intimidatoria y los intentos de convertir la sumisión en virtud y la
cobardía en prudencia. Es un intento modesto pero abiertamente indignado de
poner pie en pared ante tanto desmán. Y de recordar que para recuperar los
valores de Occidente, el primero a recuperar es el valor en sí mismo. No ya el
coraje heroico de los benedictinos y de los soldados polacos, ni más ni menos
que el valor justo para hacer frente a la mentira, al matonismo y a la vileza.
EL TURISTA INFAME
Por HERMANN TERTSCH
ABC Martes, 14.01.14
Rodman se siente estrella en el centro del mundo, aunque
éste lo compongan 25 millones de coreanos del norte que viven en un régimen de
esclavitud
EL exjugador de la NBA Dennis Rodman es un exdeportista muy
gamberro, ya en la cincuentena, pero jocoso, provocador y nada convencional.
Como jubilado de oro que tiene que mantener vivo fuera de las canchas el circo
que le rodea, ha cogido la costumbre de visitar a uno de los peores dictadores
del mundo. Se desplaza a Pyongyang, capital de Corea del Norte, y pasa allí
unos días, en los que le ríe todas las gracias al siniestro jovencito Kim Jung
Un. Estos pasados días montó allí un partido de baloncesto con amigos para
dejar ganar a un equipo norcoreano con motivo del cumpleaños del sátrapa. Éste
presume de amigo americano. No recibe muchas visitas. No es que haga esfuerzos
por quitarle de la cabeza a su torturado pueblo la impresión de que viven en un
régimen apestado. Al contrario. Prefiere que sepan que están solos en el mundo
y que la vida de todos y cada uno de ellos solo depende de su capricho. Se lo
recordó ejecutando a su tío poco antes de Navidad. A Rodman no le da vergüenza
todo aquello. Él sabe que tiene asegurado su hueco en prensa y televisión,
también en EE.UU y Europa. Nadie sabe lo que cobra Rodman. Hay quienes sugieren
que lo hace gratis. Para sentirse allí en pleno estrellato, más que nunca, más
que en sus mejores tiempos en los Red Bulls o su noviazgo con Madonna.
Rodman se siente estrella en el centro del mundo, aunque
éste lo compongan 25 millones de coreanos del norte que viven en un régimen de
esclavitud, hambre y terror como en muy pocas mazmorras en este mundo. Rodman
se divierte bajo la mirada de seres que entierran niños, comen ratas y raíces y
tiemblan ante la amenaza de ser castigados por no aplaudir lo suficiente al
líder. Todo, absolutamente todo es mentira en aquel régimen comunista llevado
al paroxismo. Todo menos el dolor y el terror. Y menos la alegría del
desenfadado tirano y su invitado yanqui Dennis Rodman. Ellos disfrutan de la
opulencia y de la dominación. Del poder total. Es el gozo depravado de sentirlo
todo a su merced.
Hace 30 años un comunista en Praga, invitado a un Congreso
del PCCH, me confesaba su emoción de recorrer aquellas calles en coche oficial
con sirena, sin parar en semáforos, con prioridad total, «como si mandáramos».
Aquella era la inocente lujuria del abuso de poder en el tráfico. También
recuerdo después de la caída de Ceaucescu, cuántos equipos de agentes
extranjeros me topé en Bucarest que negociaban la compra de cintas a miembros
de la Securitate que habían saqueado el archivo. Vendían al mejor postor las
escenas comprometidas de políticos y poderosos grabadas por el régimen durante
aquellas visitas en las que les permitía sentir ese poder total que en sus
países jamás podrían disfrutar. La plena sumisión de hombres, mujeres y niños.
No era Rumanía el único régimen comunista con ese hábito fílmico. Cuántos
defensores de Cuba en Occidente, cuánto artistilla de medio pelo pasa allí
temporadas para gozar del poder del privilegiado de los miembros del régimen. Y
disfrutar de la sumisión de una población postrada y extenuada. De tratar allí
a seres humanos como nunca podrían tratar a nadie en sus lugares de origen. Es
peor aún que el despreciable turismo meramente sexual. Es la miseria de los
individuos de sociedades libres que acuden a otras esclavizadas para gozar del
abuso de su poder circunstancial, no ya como «el turista del ideal», ese idiota
que tan bien describió en su novela Ignacio Vidal Folch, sino el auténtico
turista de la infamia, del poder corrupto y del abismo moral.
A LA ESPERA DE ESPERANZA
Por HERMANN TERTSCH
ABC Sábado, 11.01.14
Los radicales sirios no quieren oír hablar de acuerdos que
no sean simples maniobras tácticas para matar más
El ministro español de exteriores, José Manuel Margallo, ha
dicho en Córdoba que confía en que estemos ante el principio del proceso que
lleve a una conclusión a la tragedia de la guerra civil de Siria.
Nos encantaría a todos. Por desgracia los ciento cincuenta
participantes en la reunión de la oposición siria en Córdoba solo confirman
que, en este conflicto sangriento, la voluntad de acuerdo hoy en día solo
existe entre quienes comparten la impotencia. Los contendientes principales no
están en Córdoba. No está el régimen de Bashar al Assad, crecido por su muy
considerable firmeza militar y su sólido apoyo internacional. Que ya no son
solo Rusia e Irán. Son muchos los que, después del espectáculo de la crisis de
las armas químicas, han decidido que no hay otra alternativa a Al Assad que no
sea Al Qaida.
No era así en estos pasados dos años de guerra. Quizás siga
sin ser así del todo. Pero es la visión que ha cogido fuerza, también en
Occidente.
Los grupos radicales como el ISIS, Frente Islámico de Irak y
Siria, el Frente Al Nusra u otras facciones rebeldes que se combaten mutuamente
en estos días, no quieren ni oír hablar de acuerdos que no sean simples
maniobras tácticas para matar más y mejor a otros rivales.
El Ejército Sirio de Liberación tiene serios problemas en el
terreno. Los grupos reunidos en Córdoba podrían haber tenido una opción real de
haberse comprometido Estados Unidos en el conflicto desde un principio. Y sobre
todo, de haber contado con una ayuda militar y logística como la del fanatismo
islamista. No ha sido así y ya es tarde. O demasiado pronto.
No hay esperanza de un fin de las matanzas. Lo más que puede
esperarse es que las próximas matanzas generen una realidad sobre el terreno
que estabilice la situación. Para una paz real quizás haya que esperar a otra
década.
Periodista Digital. Entrevista a Hermann Tertsch. 22 de mayo 2012
LA AÑORANZA DEL BIEN
Por HERMANN TERTSCH
ABC Viernes, 10.01.14
La admiración que los españoles sienten por la Guardia
Civil, como también por Cáritas, es una prueba de que no todo está perdido
HAN vuelto a ser ellos. Se repiten las imágenes en
televisión. Unos uniformados, junto a los coches. Otros de paisano,
encapuchados, con los petos verdes y las letras amarillas del cuerpo, entran y
salen de unos portales de Bilbao. Portan cajas de cartón o escoltan, con
perfecta serenidad, con suavidad cabe decir, a algún detenido. Son las últimas
imágenes que tenemos de una actuación de la Guardia Civil. En el golpe contra
el grupo de abogados que dirigen y controlan a los presos de ETA. Por orden de
ETA, como parte de ETA. Ha vuelto a actuar la Guardia Civil con toda la
eficacia que le es propia. Una vez más y pese a la torpeza de los políticos.
Que habían anunciado su operación con un aviso previo a los malos. Está curtida
la Guardia Civil en superar y corregir desastres de la política en España. Y
los ha pagado con un altísimo precio en sangre. Muchos centenares de miembros
del Cuerpo han caído en el cumplimiento del deber. Y muchos de ellos por
errores, culpas y cobardías de gentes ajenas al Cuerpo. De gobernantes que
siempre le han exigido el máximo sacrificio, como debe ser exigido. Pero casi
nunca han tratado a la Guardia Civil como merece ser tratada. Pioneros en la
austeridad desde su fundación, han sufrido siempre la pobreza de este país y
sus privaciones. Hoy mismo sufren de unos salarios, prestaciones e
infraestructuras que debieran avergonzarnos. Y sin embargo, nunca hemos visto
una merma en su entrega y su eficacia. Divisas que la definen como hoy a
ninguna otra institución española. Eficacia, honor y vocación de servicio. Y el
«Todo por la Patria». ¡Cuán antiguos suenan para la mayoría estos conceptos y
lemas! ¡Cuánto esfuerzo por enterrarlos en las pasadas décadas! ¡Cuán obsesivas
campañas de desprestigio contra sus valores! Pues ahí la tienen. Como la
institución más valorada por la sociedad española. Que solo compite en afecto
popular con los otros héroes de esta nación tan desgraciadamente posheroica ya
que es España, con el milagroso ejército de Cáritas.
Los que no somos ya jóvenes recordamos los momentos, después
de la Transición, en los que quisieron acabar con ella, con la Guardia Civil.
Querían desmilitarizarla, sindicalizarla, liquidarla. Como sospechosa
reminiscencia de un pasado que todos se empeñaban en criminalizar. Como
representante de una España con la que muchos querían acabar. Si miramos hoy
para atrás, es un absoluto milagro que esta institución fundada por el II Duque
de Ahumada en 1844 haya sobrevivido en su actual forma. Todo sugería que, tarde
o temprano, los políticos españoles de la democracia, cada vez más adanistas,
fóbicos a las tradiciones e ignorantes esclavos del zeitgeist,
acabarían enterrando a este Cuerpo y sus virtudes, muchas militares. No ha sido
así y quizá de las pocas cosas que hoy harían levantarse a esta cobardona e
indolente sociedad como se levantan los pueblos cuando les quitan la Casa
Cuartel, sería que algún insensato lo intentara. La admiración que los
españoles sienten por la Guardia Civil, como también por Cáritas, es una prueba
de que no todo está perdido. Que las campañas del odio y del desprestigio no
han podido con una realidad cotidiana en la que responden ambas, la Guardia
Civil y Cáritas Ejército e Iglesia, qué horror, dirán algunos como
representantes y demostración viva de ideales de entrega, probidad, eficacia y
honor. Demuestra que esta sociedad tiene profunda añoranza de unos valores que
se han despreciado como antiguos y superados. Pero que en realidad son los
valores originales y los definitivos. Los valores permanentes del bien.
DJILAS Y NUESTRA IZQUIERDA
Por HERMANN TERTSCH
ABC Martes, 05.01.08
POCOS
se han acordado durante el año recién despedido de la efeméride de una gesta
política e intelectual que merece los honores y la gratitud de todos aquellos
que creen que la verdad en la política no es un bien canjeable o modificable al
antojo de las conveniencias. Lamentablemente es lógico que, en los tiempos que
corren, pocos sepan que en 1957 se publicó un libro que, como pocos del siglo
XX, reunía todos los elementos que convierten un trabajo intelectual en un acto
de suprema entereza y entrega, de gesta personal, lucidez implacable y victoria
de la verdad. Era «La nueva clase» de Milovan Djilas. Se mueren ya los últimos
supervivientes de las generaciones del humanismo forjado en el rigor del
pensamiento, guardián de la sabiduría extraída a las terribles experiencias de
nuestra cultura común durante la larga guerra civil europea que fue el
sangriento siglo pasado. Con estos últimos testigos se nos escapa la memoria
directa del horror pero también de actos y «momentos estelares de la humanidad»
-parafraseando a Stefan Zweig- que han hecho de la civilización cristiana,
ilustrada y democrática occidental el mundo más libre, más compasivo y generoso
jamás habido, el más capaz de generar la promesa y la esperanza de felicidad a
los seres humanos. El rigor y la verdad pierden todos los días batalla frente a
la ofensiva de nuevas supersticiones predicadas por todo el arsenal mediático,
ante la terrible levedad de la adquisición de ideas fáciles, el pensamiento
débil, la mediocridad impuesta y los valores intercambiables de un relativismo
en el que sólo tienen solvencia el poder, la comodidad y la supervivencia.
Entre
1914 y 1989, la guerra europea hacinó cadáveres por todos los rincones del
continente, condenó a la esclavitud a centenares de millones de europeos,
despertó odios y vilezas inimaginables y generó dolor en cantidad e intensidad
nunca conocidas. Pero nos legó, además de gestas colectivas conmovedoras,
testimonios de la grandeza del ser humano que siempre mantuvieron vivo el
mensaje ejemplar del poder único que reside en la conciencia de la persona. A
uno de ellos, como ejemplo de la capacidad del individuo de reaccionar contra
toda la ponzoña de su formación y entorno y abrazar la causa de la verdad en
pleno desierto de la desesperanza, quiero referirme. Cuando Djilas se rebeló
contra todo el aparato de mentiras y represión que había ayudado
incansablemente a construir durante su vida anterior, era un hombre aislado, un
digno indignado, una conciencia que, en su soledad, había decidido nunca volver
a ser cómplice de la represión o humillación de ninguna otra conciencia humana.
Hace
medio siglo, Djilas, un comunista montenegrino, bregado en la clandestinidad,
la guerra y el poder, acostumbrado a matar y a ver morir, dijo ¡Basta ya! Mano
derecha de Josip Broz «Tito», miembro de la cúpula comunista de Yugoslavia
hasta 1953, tres años más tarde hizo llegar a Nueva York un manuscrito, escrito
en el máximo sigilo, que aun hoy conmueve. Era «Nova Klasa». Su ruptura ya se
había consumado. Con «La nueva clase» hizo temblar los cimientos del firme
andamiaje de la mentira ideológica del comunismo. Y el de aquella izquierda
europea que -con la excepción de la socialdemocracia anticomunista que lideró
Kurt Schumacher desde el SPD- mantenía su relación de complicidad con las
«democracias populares» de los regímenes comunistas. Hay que recordarlo ahora
que nuevos experimentadores nos proponen «democracias avanzadas», en
Iberoamérica o aquí, con actualizaciones del «antifascismo» frentepopulista y
el antioccidentalismo, la fobia antinorteamericana, la agresividad anticatólica
o la demanda de limitación de libertades individuales en aras de supuestos
derechos colectivos bajo el disfraz de multiculturalismo, el nacionalismo o el
«socialismo del siglo XXI».
Leído
ahora, el libro de Djilas no revela sino lo después evidenciado por la apertura
de archivos de los regímenes comunistas y en toda la bibliografía sobre el
totalitarismo comunista que saldría a la luz en décadas posteriores, con joyas
como el monumental «Archipiélago Gulag», de Alexandr Sozhenitsin o la novela
-tan justamente celebrada en España- «Vida y destino» de Vassili Grossman. Pero
en «La nueva clase» estaba por primera vez «todo» lo necesario para entender
que el comunismo -y no sólo la desviación estalinista del mismo como había
mantenido Nikita Jruschov un año antes en el XX Congreso del PCUS- era, en sí
mismo, un terrible error moral y un crimen masivo y sistemático. Desde dentro
del sistema, uno de sus prácticos y teóricos más reputados denunciaba la esencia
misma del régimen como totalitaria, cleptocrática y asesina en un análisis
nunca superado en este medio siglo. Desde la publicación de «La nueva clase» y
pese a su celebridad en el exterior -que le salvó de desaparecer para siempre
en alguna oscura prisión-, ya no dejaría de entrar y salir de la cárcel hasta
la muerte de Tito. Pero nunca volvió a estar solo como lo estaba cuando callaba
ante la mentira. En los años que lo traté después de 1988 y hasta 1993, dos
años antes de su muerte, Djilas era un anciano sabio respetado y querido por
intelectuales y amigos de todo el mundo y por quienes conocían su obra, también
sus «Conversaciones con Stalin» y sus magníficas memorias. Pero le debemos ante
todo aquel libro que supuso un «misil de verdades» contra el fortín, que se
presumía indestructible, del sistema de mentiras del socialismo real. No fue
sólo una denuncia inapelable del régimen de injusticia y terror común a todos
los estados comunistas habidos antes, durante y después de Stalin. Sigue siendo
también una lacerante acusación a todos los cómplices del mismo que durante
este medio siglo han ocultado, negado o relativizado los sufrimientos de
millones de personas en Europa y otros continentes que cayeron bajo la
experimentación social. Gracias al pundonor y la dignidad de supervivientes,
investigadores y estadistas, los miserables postulados del «negacionismo» del
Holocausto y del nazismo están plenamente desprestigiados en el mundo político
e intelectual. No sucede lo mismo con el Gulag y el comunismo. El mismo año en
que estallaba aquella «bomba editorial de la verdad» de Djilas, recibía el
Premio Nobel Albert Camus, otra víctima de la calumnia generada
sistemáticamente por la perversión izquierdista hegemónica en la
intelectualidad europea que hace del «antifascismo» un título y del
anticomunismo una tara, cuando ambos son, por igual, deber y condición de todo
demócrata y humanista.
Ahora, casi veinte años después de la caída del muro de
Berlín, vuelven a ser muchos los que consideran que la libertad, la propiedad y
la democracia -sin adjetivos- son valores relativos y subordinables a nuevos
planes de experimentación social y transformación del individuo. Y no se trata
sólo de profesores españoles o cubanos asalariados de Hugo Chávez, populistas
indigenistas o entusiastas del castrismo. Cuando dirigentes izquierdistas
europeos como Oskar Lafontaine declara pletórico en Madrid que las
posibilidades de la izquierda aumentan porque «entre la juventud hay más
antiamericanismo que anticomunismo», es que la deriva va más allá de la
confusión moral y política del sectarismo y la radicalidad izquierdista que se
ha adueñado del socialismo en España. Esta involución de la izquierda hacia el
abandono de la socialdemocracia y la reinvención de la felicidad colectiva y de
la imposición de una «justicia» superior a la del Estado de Derecho es uno de
los fenómenos más graves en la cultura política occidental actual. Son aliados
objetivos de los enemigos internos y externos de la sociedad abierta. Las
tentaciones de reintentar fórmulas coactivas en aras del supuesto progreso
deberían evocar a los demócratas aquella frase de Sigmund Freud, poco antes de
huir de los nazis a Londres, que escribía desolado en Viena en 1938: «el
progreso parece haberse aliado con la barbarie». Son muchos los que quieren
reinventar la historia del siglo XX. Con la misma osadía con que, por cierto,
algunos quieren reinventar en España la historia de esta malhadada legislatura.
La pérdida de la memoria es el salto decisivo a la pérdida de la libertad. No
hace falta leer «1984» de George Orwell para saberlo. Por ello, es necesario
recordar con gratitud a quienes desde el pasado nos ayudan a mantener viva la
memoria frente al asalto de la mentira.
MINARETES FRENTE A CASA
Por HERMANN TERTSCH
ABC Martes, 01.12.09
Pocas ciudades me emocionan tanto como Damasco y su mezquita
omeya. Me es difícil en Estambul reprimir el nudo en la garganta cuando cruzo
la plaza desde la Hagia Sofia, catedral y mezquita, hacia la gran Mezquita
Azul. Nunca olvidaré a mis viejos sabios musulmanes en la espléndida mezquita
de Edirne, que recibían con toda su maravillosa generosidad a los pamukos
expulsados por la limpieza étnica del régimen comunista búlgaro de Todor Yivkov
de la región de los Rodopos búlgaros en los que vivieron durante siglos. Pocos
sitios me tienen aún hoy tan profundamente conmovido como el Travnik de Bihac
en Bosnia y Pec en Kósovo con mi limpiabotas Ramadan Laros, que había estado
dos veces en la Meca. Minaretes por doquier. Y belleza sin igual. Nunca he
despreciado tanto a combatientes en guerra como cuando han dinamitado esas
torres del recuerdo de la fe y volado mezquitas, o quemado iglesias llenas de
gente, católicas u ortodoxas, y reprimido el mayor privilegio humano, que es
querer, buscar y adorar a un Dios bueno y justo. Simplemente por ser otro. La
maldita otredad.
Y sin embargo, señores, estoy perfectamente de acuerdo con
la decisión tomada por el pueblo suizo en referéndum, que prohíbe la construcción
de minaretes en las mezquitas en su país. Supongo que a muchos les parece
abominable. Ya sé que ahora saldrán nuestros Aliados de Civilizaciones diciendo
que los suizos -y por supuesto yo- somos unos fachas o Torquemadas siniestros.
O judionazis, que es otro insulto de moda, por grotesco que resulte y que yo ya
he disfrutado en esta España que tanto cultiva el odio y la revancha.
No sé si saben que bajo el Imperio Otomano la poca
tolerancia que había hacia los cristianos imponía que las iglesias y capillas
se construyeran cavando un foso para que nunca superaran en altura a las
mezquitas circundantes. Hoy esa mínima tolerancia otomana no existe en casi
ningún país que formó parte de ese último gran califato en Oriente Medio. Los
cristianos son perseguidos en decenas de países, forzados a emigrar y asediados
continuamente. En los países que financian y exportan a sus clérigos a
Occidente, Paquistán o Arabia Saudí, por ejemplo, resulta prácticamente
imposible celebrar una misa siquiera en privado. Lo de proponer construir una
pequeña iglesia sería una afrenta que pagarían muy caro sus impulsores. Aquí es
diferente. En Colonia, en Alemania, los musulmanes pretenden hacer una mezquita
mayor que la catedral. Y muy cerca. Nadie piense que es por necesidad de estar
más cerca de Dios. Eso se puede hacer en casa o en una mezquita que nadie les
impide construir, ni en Suiza ni en ningún país europeo. Se trata del poder.
En muchos colegios de suburbios europeos se empezó dejando
que una niña llevara el pañuelo, la hiyab, al colegio y hoy ningún musulmán,
por laico que sea, se atreve a que sus hijas vayan sin pañuelo porque las
consecuencias son imprevisibles, pero siempre peligrosas. Y en Suiza está claro
que después de los minaretes vendría el muecín para darnos cinco veces al día
la buena nueva de que Alá es el único Dios y los que creen otras cosas son
perros, cerdos e infieles. Y que la presión de los fanáticos islamistas que
tenemos en Europa adquiriría aún mayor fuerza sobre cualquier musulmán que
quisiera ser un simple ciudadano europeo cumplidor de las leyes nuestras y no
de la Sharia.
No tengo ninguna esperanza de que esta Europa débil,
dubitativa, relativista e ignorante pida algún día a los países musulmanes
desde el mayor, Indonesia a Marruecos o Dubai, un mínimo de reciprocidad en el
respeto a la fe de los demás. Ellos, con su fe, se sienten superiores a todas
estas sociedades que ya no creen en casi nada. Gobernadas por personajillos que
no entienden el profundo sentido común de la decisión suiza. Los suizos quieren
seguir siendo dueños de su destino. Por mucho invitado que tengan. Porque no se
puede invitar al invitado a ser invasor.
KEMP, MACLEAN Y EL 'ZÜRCHER ZEITUNG'
Por HERMANN TERTSCH
El País Martes, 25.04.06
Perdí de pista al pequeño de los Ramadami, mi querido Agim,
hace ya casi diez años y me cuentan que ha de vivir hoy en Nueva York hecho un
millonario, si no lo han matado antiguos amigos y por supuesto compatriotas.
Siempre fue compañero incondicional, tierno, buen hijo y luchador como exige la
sangre a algunos clanes albaneses y en todo caso a ellos, a la inmensa tribu de
tosks de Agim que hoy pululan tanto por el Bronx, como en Nueva Jersey, zonas
de Tirana, inhóspitas o fieramente sofisticadas, en las montañas malditas que
vuelcan al Kosovo, al campo de los Mirlos de Pec y Prizren en el norte y a la
gran sierra oriental hacia la Macedonia de Tetovo. Ayer, un diario que los
Ramadami jamás leerán, el Neue Zürcher Zeitung, describía toda una ceremonia de
dignidad en Rumania por las víctimas del comunismo. Ese serenamente maravilloso
diario hacía un gran homenaje a las víctimas de una ideología que aún defienden
obscenamente quienes condenan a sus clones nazis.
Los Ramadami cumplen al pie
de la letra aquella sentencia máxima del legendario Peter Kemp que le pude
escuchar cuando, ya octogenario, caminábamos juntos sobre cascotes ardientes en
la ciudad de Shkodra. Los niños hacían palanca desesperadamente para romper una
pared que seguía más o menos entera. Los albaneses”-dijo aquel mi gran Kemp con
la causticidad británica necesaria- “tienen la suficiente vocación y tradición
destructora como para aniquilar a cualquier amigo o enemigo. Pero con el
mensaje comunista todo resulta aparatosamente perfecto”. Kemp, el jefe de
operaciones especiales del Gobierno británico y enlace ante los partisanos
durante la segunda Guerra Mundial, se había dedicado muchos años con máxima
efectividad a generar cascotes masivamente por todo el país. Había volado
puentes, casas y túneles, acribillado a balazos a decenas de alemanes y
dirigido operaciones de represalia contra civiles que colaboraban con italianos
o nazis. Después ya, al contrario que su compañero de armas Fitz-Roy Maclean, enlace
de Churchill tan emocionado con Tito, Kemp se montó la guerra por su cuenta
contra Enver Hoxha, pese a las órdenes del Estado Mayor británico. Por supuesto
se convirtió también en enemigo de Tito y del ejército de asesores soviéticos
que Stalin había enviado a la región.
Fitz-Roy Maclean era un
genio británico de la palabra de ese siglo de decadencia que es el mejor que
jamás tuvo el Imperio. Vino, como Kemp, antes de morir a los Balcanes de sus
glorias, de su juventud y de su increíble vocación de hombre libre que sigue
conmoviendo a quienes los conocieron y hoy leen. Maclean escribía mejor y desde
luego era más petulante que Kemp. Y la petulancia iba pareja con el compromiso
con las más estupendas soluciones para hacer casar los intereses de Churchill
con los de Tito. Kemp supo que el Partido Comunista Albanés y las bandas con
seudónimos estaban secuestrados por una ideología ya entonces tan criminal como
aquella que combatían, la nazi, que había hecho proyecto industrial de la
liquidación del individuo y el exterminio de las culturas. Kemp no quiso estar
jamás en la foto de comunistas y nazis juntos repartiéndose Europa. Sabía que
habría guerra entre los miserables. Pero no era para él la fotografía de
Ribbentrop y Molotov la apuesta del futuro. Esa imagen habría de perseguir a
Europa, a quienes aplaudieron y a quienes callaron por miedo o conveniencia.
Como harán otras. Los nazis tienen, gracias a la victoria de 1945, garantizada
la condena de toda la civilización. Que aún algunos se presenten a unas
elecciones con un nombre de película de miedo como Refundación Comunista
debiera avergonzar a un continente que aún no se ha liberado de sus fantasmas…
En la sierra albanesa los comunistas solían hacer grandes hogueras y echar a
los prisioneros en viejos barriles de combustible llenos de agua hirviendo
hasta sacar los huesos blanquecinos y limpios de carne, atados por el cuello.
Los Ramadami se acuerdan y llorarían de emoción ante el acto de dignidad de un
periódico suizo recordando la tragedia de media Europa y recordando las
miserias de tanta memoria selectiva.”
IMPUNIDAD CONTRA ESPAÑA
Por HERMANN TERTSCH
ABC Martes, 07.01.14
Para recuperar su fuerza y su prestigio, su propia
viabilidad, España ha de acabar con la impunidad
SUPONGO que es difícil establecer retrospectivamente el
momento en el que una comunidad humana, una sociedad, una nación, deja de
respetarse a sí misma. Supongo que llega cuando, tras largo tiempo de
acumulación sin consecuencias perceptibles, dicha comunidad alcanza una «masa
crítica» de negligencias en funcionamiento y conductas, de desprecio a las
formas, de errores reiterados, de ausencia de responsabilidades, de desidia, de
falta de interés y emoción común y sí, también, una reiterada falta de aprecio entre
gobernantes y gobernados. Será ese momento en el que no hay respeto común y
mutuo entre sus miembros, por decepción y frustración, pero ante todo por
cansancio, agotamiento, y una rendición general de los viejos estandartes de
valores, dignidad, honor y amor propio, en el lodo de las gratificaciones
inmediatas y egoístas, de la corrupción, la pura negación del respeto. Supongo
que cuando esto llega a suceder, algunos lo notan antes o mejor. Perciben que
para la mayoría ha dejado de haber nada sagrado. Que no hay nada inviolable e
intocable. Todo puede profanarse. Nada merece castigo y nada merece sacrificio.
Todo es tolerable en aras de evitar el sobresalto. En aras de una calma de la
indolencia, de esa pretendida neutralización definitiva del conflicto entre lo
verdadero y lo falso, en la armonía mentirosa y enferma de la relativización.
Los enemigos aceptan gustosos estos regalos. El más insignificante se puede erigir en fuerza desafiante y desplegar una disparatada osadía. Lo estamos
viendo. Las ridículas mentiras de un pasado inventado se convierten en banderas
y arengas que generaciones intoxicadas adoran y enarbolan con fanatismo. En la
peor confirmación de aquello de Chesterton de que cuando dejas de creer en Dios
acabas creyendo en cualquier cosa. Sediciosos y criminales triunfan sin temor,
los asesinos dan consejos morales y los ladrones se ufanan por aleccionar en la
vida proba. Y la arrogancia del poder pierde todo sentido de la mesura y
empatía y pretende mantener la ficción de la armonía en condiciones que para la
población cada vez resultan más insoportables. Hasta generar una situación en
la que la humillación se instala en el acontecer político diario, en la vida
cotidiana.
Sabemos en qué momento decidieron los alemanes enterrar a la
República de Weimar. Sabemos del poco afecto de los franceses a su propia
república en 1940. En otros Estados también cayeron las democracias como
castillos de naipes. Muchos regímenes fueron sustituidos por otros peores.
Porque tuvieron la fatalidad de carecer en los momentos decisivos del liderazgo
necesario para ese golpe liberador necesario para recuperar el respeto a sí
mismos. A su historia, a sus logros, a su honor, integridad y legitimidad. Ese
golpe liberador de una democracia está en la restitución de sus leyes y de la
voluntad y decisión de sus gobernantes de aplicarlas, pese a quien pese. El
restablecimiento del respeto al Estado y la nación pasa por la defensa de la
Constitución y las leyes. Que son permanentemente violadas por quienes
convierten en un banquete de beneficios particulares y egoístas la situación de
debilidad, pasividad y miedo al conflicto de los gobernantes. Para recuperar su
fuerza y su prestigio, su propia viabilidad, España ha de acabar con la
impunidad. Si no, ella acabará con España. La impunidad con que violan las
leyes supremas los políticos separatistas, con que organizan el programa de
sedición, con que legitiman sus crímenes y la humillación de las víctimas, es
incompatible con la democracia española. Sin un Gobierno de España decidido a
imponer la ley, vamos a perder el último respeto a nosotros mismos. Vamos a
perder la batalla frente a los peores. Y entonces sí nos convertiríamos en un
Estado fracasado.
JÜNGER EN EL VITOSHA
Por HERMANN TERTSCH
El País, Martes, 16.01.07
El Vitosha es una gran montaña que domina Sofía y por cuyas
estribaciones orientales sale en invierno un sol que, aun muy bajo, crea unos
juegos de reflejo con la nieve que vistos desde la llanura occidental de la
capital, se antojan pura magia. La primera vez que presencié este inolvidable
amanecer en aquella amplia campiña búlgara bajo la sierra intentaba yo
sintonizar la BBC en onda corta y sólo captaba algunas emisoras rusas y árabes
y las combinaciones de números que las emisoras de los servicios secretos del
este y oeste se lanzaban por las ondas en inglés, alemán y ruso, para coordinar
las directivas a los agentes y las informaciones secretas a sus legaciones y
embajadas. Eran letanías con ritmo de tales: dva, chetri, piat, dva, yeden;
two, two, seven, five, two, zero, four, two; zwei, acht, sechs, sieben, zwei,
neun, null, acht, neun, sechs, vier. Sonaban
como oraciones lanzadas por unos seres a otros, escondidos y solitarios como
uno mismo, que esperaban indicaciones, órdenes, sentido a su existencia allá
donde estuvieran. Parecían órdenes del más allá para gentes superiores que
disponían de claves inaccesibles para los mortales. He escuchado durante horas,
antes y -menos- después de la caída del telón de acero, estos canturreos de
claves, en Sofía, en Riga, en Estambul, Berlín, Sibiu, Plovdiv, Cracovia,
Burgas o Moscú. Aunque muy pronto supe que quienes emitían y recibían estas
órdenes en clave eran unos pobres diablos que cumplían las más tristes y prosaicas
de las tareas posibles, nunca han dejado de encandilarme los ritmos y
sonsonetes cuasi religiosos que la guerra fría convirtió en rutina en las
ondas.
Aquella percepción de los
servicios secretos del Este de Europa -desde una posición de práctica impunidad
del profesional occidental y por tanto exentas del pánico ante la prisión,
tortura y muerte que sin duda generaban en millones de habitantes de los pueblos
visitados por el terror del nazismo y el comunismo-, siempre ha sido muy
literaria, por frívola que parezca la aseveración. Interés tiene todo aquello
que incita curiosidad e inteligencia aunque amenace con demonios. Es magnífico
el paralelismo que hace entre Jünger y Goethe el escritor y diplomático Manfred
Osten, en una joyita que ha editado en España un antiguo embajador de Alemania
en Madrid, Henning Wegener, en la editorial Complutense con el título de Ernst Jünger y los pronósticos
del Tercer Milenio (léanlo, es
una joya, insisto). Si Jünger evoca a "los bichos, las masas de ratas y
ratones que se presienten ocultos bajo el suelo y las bóvedas de los
sótanos", Goethe habla de que "nuestros mundos moral y político están
minados por pasadizos subterráneos, sótanos y cloacas...". Y lanza un
terrible mensaje: "Sólo aquel que posea cierta noticia de ello comprenderá
que el suelo se hunda aquí o que de allá surja humo de improviso".
Las cloacas existen y siempre
existieron bajo la bella montaña del Vitosha, como en los calabozos de Moabit o
la Lubianka y en todas las sentinas en las que hoy se lucha por información e
intoxicación, sea constructiva o destructiva, en las ondas hertzianas y aquí
detrás de la casa de todos y cada uno de los lectores y junto a todos los
obispos polacos, cancilleres alemanes y ministros consejeros de la más humilde
embajada. Todo para destruir a individuos y reconfortar y organizar a sicarios.
Allí, se impone, ya otra vez en términos de Jünger pero también de Goethe, el
espíritu de los tiempos o la oportunidad -o la moda- que es el Zeitgeist frente
al espíritu de los principios inquebrantables de la dignidad de la persona y la
honestidad intelectual y espiritual, de la trascendencia, que es lo que algunos
hemos entendido como elWeltgeist. Al Zeitgeist y
al relativismo de la palabra y de la idea lo acompaña esa implacable idea del
desprecio por la paciencia y lo acaecido. Goethe hace que Mefistófeles maldiga
a la paciencia. Mefisto no es otro que Napoleón y Hitler y Stalin y todos
aquellos que creen poder imponer soluciones de felicidad a su especie. Y para
ello necesitan tener soldados que les naden por las cloacas de Jünger. Por eso
hoy volvemos a tener muy en vanguardia de la defensa de los Estados a quienes
defienden el Zeitgeist desde el
lodo.
GRAN ENSAYO DE AL QAIDA
Por HERMANN TERTSCH
ABC Sábado, 04.01.14
Gracias al apoyo económico y militar que recibe, la red se
ha convertido en un ejército
Es una regla con poca excepción que un secuestro en zona de
guerra con irregulares es tanto peor cuanto más pequeña y más anónima sea la
unidad combatiente que lo comete. Es una terrible paradoja que, en ese sentido,
y solo en ese, ser secuestrado por Al Qaida hoy en Siria es caer en manos de
una fuerza militar estructurada y jerarquizada. Cuando hace dos años comenzó la
guerra no era así, pero el apoyo económico y militar que recibe desde el primer
momento el sunismo radical de la red lo ha convertido en algo ya parecido a un
ejército allí. En sus manos estarían, se asegura, los cinco miembros de «
Médicos Sin Fronteras » (MSF). No se sabe en manos de quienes están los
periodistas, cuarenta en total, tres de ellos los españoles Javier Espinosa,
Ricardo Garcia Vilanova y Marc Marginedas. Al Qaida ya no es esa red de
comandos aislados que surgió bajo Bin Laden.
Después de diez años de desarrollo en la larga franja del Magreb en
África y en su despiadada lucha contra el chiísmo y la fuerza occidental en
Irak, Siria ha sido el terreno ideal para que la gran legión universal,
multinacional y multiétnica, del sunismo extremista cristalizara en fuerza
regular y controlara territorio propio. También en Irak dan pasos en este
sentido. Dos ciudades, Faluya y Ramadi están bajo control de Al Qaida desde
hace días. En Afganistan eran meros huéspedes de los talibanes. Hoy en Siria
son una fuerza considerable, decidida a crear estados de Dios. En el
Mediterráneo, nada lejos de aquí.
LA CARTA IMPERTINENTE
Por HERMANN TERTSCH
ABC Viernes, 03.01.14
El presidente de la Generalidad se retrata como un insensato
e inmoral que hace de intereses propios el único norte de su conducta
TAMBIÉN en esto es Artur Mas un español realmente vulgar. Es
un español al que no hay indecoro que le espante, lo suficiente ignorante para
desconocer el miedo al ridículo y convencido de que somos el ombligo del mundo
y que como allí, que es aquí, en ninguna parte. Ahora ha decidido contárselo a
los de fuera. Por carta. El presidente de la Generalidad se retrata. No solo
como un insensato e inmoral que hace de apetencias e intereses propios el único
norte de su conducta. También por su suprema impertinencia. La carta a diversos
mandatarios europeos es torpe y paleta. Primero en las formas. Está escrita en
un inglés de escolar esforzado por no colar gazapos. Podría ser de Pilar Rahola
u otro sabio. Y no explica nada. Quizás porque le queda algo de vergüenza para
explicar los motivos de este delirio, las causas para esas preguntas tramposas
de esa consulta del nunca jamás.
Pero el escrito es, además, un insulto a quien la recibe.
Mal favor se ha hecho con esta carta que intenta vender un producto podrido sin
presentarlo. Sabedor de que, si abre algo el envoltorio, la pestilencia espanta
al potencial cliente y tumba la propia venta. Mentirosa la carta e inoportuna.
La recibe una Angela Merkel que, en su alocución navideña, habló de los
aniversarios que coinciden en este año estelar para la historia y su
conocimiento. Recordó que son tres las efemérides que se celebran: los cien
años del comienzo de la Primera Guerra Mundial en 1914, los 75 del trágico
comienzo de la Segunda y los 25 años de la caída del muro que trajo la unidad
alemana y la unidad europea tras medio siglo de división. Toda Europa lleva
mucho tiempo preparando este centenario de la Primera Gran Guerra, cataclismo
político, militar, cultural y moral. Fue el comienzo de una escalada bélica e
ideológica que, en los 75 años que separan su comienzo de la superación de sus
últimas consecuencias, causó más de cien millones de muertos. Y el origen de
todo aquello fue, Merkel lo sabe como cualquier europeo adulto culto y cuerdo,
el nacionalismo. El veneno del nacionalismo que ahora el señor Mas distribuye a
espuertas en los colegios catalanes que, sí, es el mismo que llenó de muertos
las trincheras de Verdún, el que llevó al poder a monstruos como Hitler o
Mussolini, el que llenó los hornos crematorios, el que erigió muros y campos y
persiguió a pueblos enteros. Sus caras amables son siempre caretas. Hasta su
réplica proletaria e internacionalista, la otra ideología criminal, llega al
poder y a aplicar su política genocida gracias al nacionalismo que emponzoñó
Europa.
Entre esas dos fechas tan presentes este año, están las
montañas de muertos, de ciudades devastadas, de pueblos aplastados y
genocidios. Tras esas terribles experiencias y gracias a estadistas sabios,
esfuerzo común y altura de miras, Europa es hoy un milagro en el que aun muchos
luchan por entrar. Y cuando se hacen esfuerzos ímprobos por este proyecto, una
casta política manipuladora agita un nacionalismo en seis de los 340 millones
de europeos y exige dinamitar la ruta común. A coste cero. Desde la autonomía
más amplia y de mayor calidad de Europa. Con privilegios inimaginables en otros
lares menos habituados al chantaje. Los destinatarios de la carta saben que Mas
jamás podrá dinamitar España. Pero estadistas con conciencia de la historia
solo podrán sentir desprecio hacia quienes persiguen sus fines agitando los
peores instintos del nacionalismo, causa de tres cuartos de siglo de odio,
muerte y crimen, cuyo comienzo el 28 de junio de 1914 y final, el 9 de
noviembre de 1989, conmemoramos este año.