PODEMOS ESTAR FATAL
Por HERMANN TERTSCH
ABC Viernes, 31.10.14
Si no hay una reacción, los que han gobernado sin creer en
nada van a ser laminados por los que creen demasiado
NO hace
falta siquiera conocer las intenciones y los planes reales de los líderes de
Podemos, que son las de unos comunistas muy clásicos que hoy no creen aún
conveniente exponerlo, para saber que en los próximos meses España se puede
jugar su destino para un par de generaciones. España se jugará su democracia y
lo que en sectores de ese nuevo movimiento se llamarían las «libertades
burguesas», es decir la libre expresión, el libre movimiento, la libre
asociación, el libre comercio, el libre culto y tantas otras libertades
individuales y civiles que estas fuerzas emergentes quieren ver
convenientemente «matizadas». Lo sabemos por sus padrinos, esos regímenes
latinoamericanos que han tenido a sueldo a la mayoría de los dirigentes de
Podemos y que no por casualidad son algunos de los estados más corruptos del
mundo. Resulta un obsceno sarcasmo que los adalides del movimiento de
indignación ante la corrupción política en España sean gentes que han vivido
del mismo fondo de rapiña oficial del que han salido los aviones privados del
narcotráfico de generales chavistas, las fiestas neoyorquinas de la familia de
Chavez o las compras inmobiliarias multimillonarias en España de potentados del
chavismo.
¿Resulta chocante que
un país del Primer Mundo reaccione como un pueblo primitivo e infantil a la
llamada a la venganza con las únicas perspectivas de futuro realistas del
fracaso, la escasez, mayor corrupción y falta de libertad? No. Pasó en países
más cultos y desarrollados, menos dóciles y más valientes. En realidad, unos
meses bajo estos «leninistas amables» serían instructivos. Una estupenda
lección. Pero poco práctica y muy peligrosa. Porque los comunistas saben llegar
al poder, pero se les da mal dejarlo. Igual que no existe un régimen comunista
que no haya reprimido a los discrepantes y los haya matado cuando lo ha
estimado necesario, no hay ningún régimen comunista que no aspire a
perpetuarse. Y la vocación de Podemos es crear unas condiciones que hagan muy
difícil perder tras una legislatura y absolutamente imposible perder tras la
segunda. Parece por los sondeos que hay millones de españoles deseosos de darle
el poder a Pablo Iglesias y Juan Carlos Monedero para que «limpien» esto, y si
no cumplen con sus promesas de quitarnos a todos de trabajar con un buen sueldo
social con lo que les quiten a los ricos, echarlos dentro de cuatro años. Esas
cuentas no salen.
Si recorren mentalmente la situación de los principales
países miembros, comprenderán que la UE puede no existir en unos años. No hay
mayor necedad que decir que «a estas alturas» no puede pasar esto o aquello.
Porque a estas alturas precisamente, puede pasar cualquier cosa. No estamos en
1934. Pero estamos en 2014 y, en Europa y en el mundo, no se dan señales menos
inquietantes que en aquel remoto año de entreguerras. Que el éxito de unos es
el fracaso de los otros es evidente. Y pocas cosas hay tan claras como el
histórico fracaso político de los dos grandes partidos españoles. La tragedia
que supuso el paso de José Luis Rodríguez Zapatero por la historia de España ha
tenido perfecta continuidad con Mariano Rajoy. No ha habido corrección, ni
regeneración, ni ley, ni autoridad, para lo que había poder y mandato
inequívoco de los españoles. Ahora, si no hay una reacción llena de coraje y
determinación –para muchos no ya improbable sino impensable–, los que han
gobernado sin creer en nada van a ser laminados por los que creen demasiado. Y
los españoles se verán arrollados a la anomalía para décadas.
PRUEBA DE FUEGO
Por HERMANN TERTSCH
ABC Martes, 28.10.14
Justo 25 años después de que se borraran los últimos
vestigios de las grandes guerras, vuelve a estar cuestionada la supervivencia
de la UE
ES como si todos se hubieran puesto de acuerdo en el
centenario del comienzo de la I Guerra Mundial en conmemorarla con una
constelación de pequeñas catástrofes que parecen estar a la espera de unirse en
gran hoguera histórica. Un siglo después de aquella terrible catástrofe con
decenas de millones de muertos, todo son amenazas para la UE. Por primera vez
Europa goza de unidad en libertad y razonable prosperidad. Pero justo
veinticinco años después de que la caída de muros, fronteras y dictaduras
comunistas borraran los últimos vestigios de las grandes guerras, vuelve a
estar cuestionada la supervivencia de la UE. «Nunca hemos estado tan cerca del
fracaso de la UE como ahora», decía hace una semana Joschka Fischer, exministro
de Exteriores alemán.
Después de la crisis del euro y de años de zozobra, una
mayoría de europeos desea encarecidamente creer que la recuperación llegará
pronto para todos. En España, uno de los que más han sufrido por su propia
debilidad, sus errores, mentiras y gobernantes, esas ansias son angustia. Y
llevan a reacciones irracionales. Eran muchos los que anunciaban que todo podía
complicarse. Y así será. Se temen los efectos políticos de esta nueva
frustración. La radicalización hacia políticas populistas, autoritarias y
antidemocráticas se dispara. Entre quienes no han hecho reformas, como Italia y
Francia. En quienes se resisten a continuarlas, como España. En quienes se han
dormido en laureles, como Alemania, o quieren estar al margen, como el Reino
Unido.
Hay contingencias que tumban cualquier plan. Así sucede con
las guerras. La agresión de Rusia a su vecina Ucrania, con la invasión y
anexión, no ha arrastrado a la UE ni a la OTAN a la guerra. Pero para evitar
que así sea en un futuro próximo tienen que parar los pies a Vladímir Putin y a
su régimen, ya abiertamente despótico y expansionista. El coste de las
sanciones es alto. Pero más cara es la guerra. Pero hay otro conflicto bélico.
El que ha traído la creación del Estado Islámico. La terrible realidad es que,
aunque el califato yihadista tienen hoy sus territorios en Siria e Irak, Europa
es ya un continente totalmente penetrado por sus fuerzas. Si son muchos miles
ya los musulmanes europeos que combaten en Oriente Medio, son millones a los
que apela este Califato Terrorista para destruir la sociedad abierta que los
acogió a ellos o a sus padres o abuelos. La guerra entre kurdos y yihadistas ya
se ha trasladado a las calles de ciudades alemanas. Y son previsibles también
los choques violentos entre estos grupos y fuerzas de los países anfitriones,
cada vez menos dispuestos a la tolerancia ilimitada.
El otro elemento que amenaza con dinamitar la UE es sin duda
el ideológico. Los países más ricos y desarrollados buscan sus soluciones en
mayor autoridad, orden y esfuerzo, por lo que su populismo tiende a la extrema
derecha. Mientras, en el sur, son las fuerzas del igualitarismo y el
resentimiento social que movilizan hacia la extrema izquierda. Grecia podría
tener tras elecciones anticipadas en 2015 un gobierno de extrema izquierda. Una
España hundida en el fracaso político y la corrupción quizás imite a Grecia.
Nadie sabe qué puede pasar en Italia. Los países del norte tendrán nula
tolerancia para renovadas ayudas a un sur en regresión a ideologías pretéritas.
Las fuerzas antieuropeístas crecen en todos, en ricos y pobres. Con problemas
graves de defensa exterior, nacionalismos agresivos, seguridad interior,
inmigración descontrolada, crisis en la competencia globalizada y corrupción,
será previsiblemente la polarización ideológica, casi cultural, el mayor
obstáculo a superar si los europeos quieren seguir viviendo juntos dentro de un
lustro o dos. El 2015 se anuncia como prueba de fuego.
LA PATADA AL TABLERO
Por HERMANN TERTSCH
ABC Sábado, 25.10.14
Para Manuel Valls el propio término «socialismo» es ya una
rémora para una política de izquierdas
Manuel
Valls, el primer ministro francés, ha decidido hacer virtud de la necesidad.
Eso sí, a costa de arriesgarlo todo, incluida su vida política, la integridad y
quizás la subsistencia del Partido Socialista Francés (PSF). Quebrada
estrepitosamente la presidencia de François Hollande, sumidos el Estado y la
economía en una desesperante debilidad y parálisis y revolucionado el
electorado con la imparable ascensión de la líder del Frente Nacional, Marie Le
Pen, Valls considera que o le da una patada al tablero político o el Partido
Socialista de Francia se hunde en la irrelevancia. O peor aún, desaparece la
izquierda por completo, succionado su electorado tradicional por los cantos de
la sirena populista de la extrema derecha. «O la izquierda se reinventa o puede
desaparecer». Aferrada a sus dogmas del siglo XXI es incapaz de elaborar
alternativa alguna a la política de reformas liberalizadoras de la derecha.
Incluso esta tiene grandes dificultades en Europa que sus intentos de hacer
reformas manteniendo su doctrina social. Ha decidido que la salida está en una
reforma doctrinal, un giro a lo que llama «pragmatismo republicano » y un
abandono de tesis marxistas, lastres ideológicos obreristas y hasta el propio
nombre. «Hay que acabar con la izquierda anticuada, que se aferra a un pasado
superado y nostálgico», ha dicho Valls declarando así la guerra a la izquierda
tradicional en el PSF.
Un cuarto de siglo después de la caída del muro, Valls
intenta imponer la convicción de que dogmas pero también el propio término «
socialismo » es ya una rémora para una política de izquierdas, que va de
fracaso en fracaso salvo cuando copia políticas liberales. Quizás Valls no
hubiera tomado esta decisión tan radical de no estar seguro de que los sectores
le han declarado ya la guerra sin cuartel. Veremos si la patada al tablero no
lo hace fenecer también a él bajo la lluvia de cadáveres politicos, François
Hollande incluido.
FURIA Y ESTUPEFACCIÓN
Por HERMANN TERTSCH
ABC Viernes, 24.10.14
La esperanza ya radica en que España no se inflija a sí
misma unos daños irreversibles antes de que la sociedad recupere algo el pulso
LA mayor
parte de los españoles no se ha debido de enterar de que se han estado
debatiendo esta semana los Presupuestos Generales del Estado en Las Cortes. La
ley más importante del año, en la que supuestamente hemos de ver planes y
expectativas del Gobierno, pasa casi inadvertida en unos momentos en los que
surgen serios interrogantes en una evolución de las economías europeas que
podría hacer aún más frágil esa recuperación económica a la que el Gobierno ha
querido poner fecha fija coincidente con el año electoral. Y es que los
españoles no dan abasto bajo la catarata de información, de hechos,
declaraciones, bulos y manipulaciones. Cada hora hay una novedad. Cada boletín
de noticias lleva una acción judicial, una operación policial o unas palabras
de algún imputado que son una ofensa. La sociedad española ya ha pasado de la
fase del enfado y la indignación ante hechos reprobables y escándalos. Ha
entrado en una fase en la que ya apenas se adivina la profunda angustia bajo la
estupefacción y su perfecta furia. Nadie se lo puede reprochar. Por mucho que
se pueda ya temer que este estado de excepción, en el que hemos entrado con el
colapso de la credibilidad de Gobierno, oposición y clase política en general,
no nos va a llevar a la necesaria catarsis que expulse del sistema a corruptos
y enemigos y reactive y refuerce las instituciones. Por el contrario, todo
indica que nos abocará a una coyuntura política explosiva de final
absolutamente imprevisible, pero difícilmente esperanzador.
Los
efectos de prácticas de toda una época han estallado en una apoteosis de
denuncias, procesos, revelaciones y cruces de acusaciones que actúa como un
terremoto sobre los cimientos de nuestra sociedad, del electorado. Las
profundas implicaciones de todos los partidos políticos y muy especialmente de
los dos grandes en un sistema perverso de financiación han llevado al delito y
al latrocinio brutal y obsceno que acaba haciendo parecer todo el sistema como
una cleptocracia impenitente. Hoy ya es demasiado tarde. Porque la credibilidad
de muchos gobernantes solo sería recuperable con decisiones que requieren un
valor y una disposición al sacrificio personal que son hoy inexistentes en la
política en España. Es una tragedia, pero es mejor ser conscientes de ello,
porque así habrá que afrontar el año electoral con un país crispado, agrio y ya
inmerso en una violencia verbal y unas hostilidades que solo cabe desear que no
nos lleven a nada peor. La esperanza ya radica en que España no se inflija a sí
misma unos daños irreversibles antes de que la sociedad recupere algo el pulso
y un cierto sentido de sus intereses reales para el futuro. Más allá del
inmenso ajuste de cuentas que cada vez más españoles ansían en las actuales
circunstancias. Es terrorífico comprobar cómo se ha producido esta constelación
maldita, esa concatenación de hechos, prácticas y personalidades nefastas en la
historia de España en una década. Cómo se descarriló en su día y cómo se ha
frustrado sin haberse intentado la histórica oportunidad de una concentración
de poder que hacía posible «poner patas arriba España». No ha habido ni
capacidad ni personalidad, ni visión, ni peso, ni coraje ni emoción, ni ideas
ni proyecto. Ni el necesario patriotismo para intentarlo al menos. Ahora la
marea del pozo negro anega de aguas fecales todos los rincones de la vida
política, también aquellos que no tienen culpa alguna, que los hay y son más de
los que hoy parecen. Prisioneros de su pasado y sus limitaciones, nada indica
que nuestros gobernantes sean capaces de dar el golpe de timón y asumir el
sacrificio necesario para evitar que el fin de lo intolerable lleve a España a
un futuro peor.
TRES CRISIS Y UNA VENGANZA
Por HERMANN TERTSCH
ABC Martes, 21.10.14
La satisfacción no es una solución ni una mejoría ni una reforma. La satisfacción es la venganza
PEDRO Arriola, asesor eterno del PP, se ha hecho
multimillonario gracias a la única consigna fruto de su sabiduría que dicta que
lo pertinente en España en política es no hacer nada. Nada, salvo pagarle a él,
claro. Se le hace caso desde hace décadas. Pero más que nunca en esta
legislatura. Así, el Gobierno ha huido de la política que es siempre un lío. Y
ha apostado por concentrarse en hacer algunos de los deberes económicos
dictados por Bruselas y el sentido común. Contando con que estas reformas y el
cambio de ciclo traigan una recuperación que se deje sentir en los hogares
españoles. Con eso y el miedo a una izquierda que se ha promocionado hasta la
náusea en las televisiones privadas, el PP confiaba y confía en ganar las
próximas elecciones generales. Eso sí, gracias a los consejos de Arriola no hay
conflictos ideológicos en España. Porque todo el discurso político está en la
izquierda, cuando no en la extrema izquierda. Y un diario apreciado por Moncloa
anuncia que los comunistas de Podemos luchan «por hacerse con el centro».
Fíjense dónde esta el centro ya en España. Exactamente donde en la mayoría de
las sociedades democráticas europeas empieza la marginalidad, cuando no la
ilegalidad: en la extrema izquierda rotunda en su voluntad totalitaria y ambigua
en el mejor de los casos en su relación con la violencia y el crimen político.
Tenemos entonces tres crisis superpuestas en el panorama
español. Hay una económica, en la que los síntomas de recuperación pueden
apagarse en los próximos meses debido a los graves problemas de nuestros socios
europeos y los conflictos internacionales. Hay una crisis territorial y de
Estado por Cataluña, en la que gran parte de la sociedad catalana está
movilizada hasta la histeria por una Generalidad que ha preparado en absoluta
impunidad durante dos años la sedición. En ausencia absoluta de discurso constitucional,
en ausencia de España como Estado, como idea nacional y como argumento de
legalidad para millones de españoles catalanes que huérfanos han tenido que
adaptarse al único discurso oficial existente. No se hará el referéndum y se
hará el ridículo. Pero el secuestro de Cataluña continúa. Y previsiblemente
estallará en tormenta perfecta con la tercera crisis. Que es la crisis
institucional del sistema democrático, que provocará la irrupción en el poder
de fuerzas totalitarias de extrema izquierda. Arriola cuenta con que estas
fuerzas fraccionen y desacrediten a la izquierda tanto como para darle al PP la
victoria gracias a un electorado asustado. Cree que el español votará PP
olvidando todo lo sucedido.
Recomiendo leer a Peter Sloterdijk en «Ira y tiempo». Porque
el motor electoral que se ha puesto en marcha es la venganza. El odio y el
rencor artificialmente nutridos en décadas de educación mentirosa son el motor
de la sedición nacionalista catalana. Pero en toda España es la venganza la que
ha licuado el electorado. La ira contra la clase política convertida en odio al
sistema «llama a los individuos a representar una ley mejor como jueces
salvajes en tiempos de injusticia», dice Sloterdijk. La épica de la venganza
que nutrió a comunismo y fascismo despierta de nuevo movida por la ira a causa
de la corrupción e indolencia, del pensamiento débil e ineptitud. Podemos está
volcado en esa movilización que ofrece satisfacción a los millones de
agraviados reales o imaginarios. Y la satisfacción no es una solución ni una
mejoría ni una reforma. La satisfacción es la venganza. Sin cortapisas de leyes
y escrúpulos. Esa que ya prueban en los primeros juicios populares que, sin
haberse anunciado, se celebran ya en forma grotesca en nuestras televisiones
privadas en manos de esa justicia popular.
PUTIN Y SU NOSTALGIA DANUBIANA
Por HERMANN TERTSCH
ABC Sábado, 18.10.14
Los serbios han despedido al mandatario ruso sin otro
compromiso que seguir como estaban
Los
soldados alemanes ofrecieron una durísima, casi ya absurda resistencia a los
ataques combinados del ejército rojo y las tropas partisanas yugoslavas que
durante diez días conquistaron en combate casa a casa los suburbios y después
la propia ciudad de Belgrado. Y hasta el día 20 no abandonó la Wehrmacht el
Kalamegdan, la histórica fortaleza turca de la ciudad blanca. Ellos no podían
saber que 70 años después, el presidente de Rusia prefería la liberación cuatro
días antes. Porque la fecha real de la liberación de la ciudad no encajaba en
la agenda de Vladimir Putin. Por lo que se adelantó la fiesta al día jueves 16
de octubre en que las tropas serbias desfilaron ante el presidente de Rusia.
Putin busca aliados europeos. O al menos tantea en los eslabones más débiles en
la cadena de sanciones y aislamiento que su política de agresión en Ucrania le
ha granjeado. El aniversario de la lucha épica común era buena ocasión.
En realidad
celebraban la victoria conjunta sobre el enemigo alemán de dos países que ya no
existen. La URSS y Yugoslavia, dos estados surgidos de la Primera Guerra
Mundial, dejaron de existir sin llegar a cumplir los 75 años de vida. Vidas
tormentosas y azarosas fueron las de los dos estados multinacionales, como
también sus relaciones bilaterales. El paneslavismo fue un movimiento cultural
emanado como todas las doctrinas políticas sentimentales del romanticismo
alemán. Creció mucho a finales del siglo XIX cuando Hungría, desde 1867 con
estatus especial en el imperio austrohúngaro, generó inmensos agravios y
rencores entre los eslavos. El paneslavismo llevó a la creación en 1918 de esos
dos estados artificiales surgidos del Imperio Austrohúngaro que ya no existen,
Checoslovaquia y Yugoslavia, dos uniones de eslavos separadas por húngaros. El
paneslavismo habría de fracasar después en el «limes» de la cristiandad, entre
católicos y ortodoxos. Pero Moscú y Belgrado estaban del mismo lado y
estuvieron en la misma trinchera en las dos guerras mundiales.
Si pasaron por
momentos de lazos íntimos como aquel combate hombro a hombro por las calles de
Belgrado en 1944, pasaron por terribles enfrentamientos en los que en Moscú se
moría mucho y muy rápidamente de titoísmo. Si en el año 1937/38 lo lógico en
Moscú era ser fusilado como agente japonés o trotskista, en 1948 todos morían
por titoísmo, una fiebre yugoslava que dejaba muy pronto el torturado cuerpo
lleno de plomo. Y en la patria de Tito, de Josip Broz, quien no demostrara más
lealtad al héroe partisano que a los viejos lazos estalinistas, acababa en un
campo de concentración en una isla del Adriático. O con un tiro en la nuca en
una de las muchas fosas ya semillenas de huesos de colaboracionistas de la
guerra civil yugoslava que se batió simultánea a la guerra contra la ocupación
alemana. Así dirimieron sus diferencias en la posguerra durante mucho tiempo
Moscú y Belgrado. Después, muerto Stalin, fueron más civilizadas con una
Yugoslavia ya capitalizando el liderazgo de Tito en el Movimiento de los No
Alineados. Después llegó la revolución democrática en el este y la implosión
casi simultánea de la URSS y la R.F. de Yugoslavia con sus guerras
nacionalistas.
Equilibrios Los serbios, asociados a la OTAN, hacen maniobras militares con los rusos
Hoy Serbia ha aprendido, con sangre, la lección y sabe que su
futuro de prosperidad y seguridad está en la Unión Europea y Occidente. Los
serbios tienen un recuerdo muy fresco de la política ultranacionalista de
expansión de su presidente Slobodan Milosevic que tanto se parece a la que
ahora practica Putin en los países que tienen minoría rusa. Si Milosevic dijo
que la Gran Serbia llegaría allá donde está la tumba serbia más alejada, Putin
reclama el derecho de intervenir allí donde vivan rusos, sea en el territorio
que sea. Los serbios ven a Putin montado en su tigre nacionalista y no tienen
gana alguna de volver a una retórica y dinámica cuyos efectos conocen bien. Los
gobiernos serbios llevan ya desde la caída de Milosevic luchando con mayor o
menor convicción en favor de un realismo europeísta y contra esas emociones
nacionales, tan vivas aún, que fraguaron la catástrofe. Y Putin llegó a
Belgrado con el ánimo de hacérselo un poco más difícil. La propaganda de Moscú
ya identifica a EEUU, la UE y Occidente en general como enemigos de la paz y
del progreso. Y querría mayor solidaridad en Serbia que es candidato a entrar
en la UE y está asociado a la OTAN. Belgrado condenó la invasión de Crimea pero
no ha adoptado medidas contra Moscú. Serbia es totalmente dependiente del gas y
crudo ruso. Los serbios hacen maniobras conjuntas con los rusos pero están
asociados a la OTAN. Son mil los equilibrios, pero pese a las cálidas palabras
de hermandad y mucha nostalgia de los combates junto al Danubio, los serbios
han despedido a Putin sin otro compromiso que seguir como estaban.

AFP Putin y su homólogo serbio, Tomislav Nikolic, en el desfile de Belgrado
EL ÉBOLA Y NOSOTROS
Por HERMANN TERTSCH
ABC Viernes, 17.10.14
La carrera estelar del virus llegado de la selva estaba por
llegar. Para acabar con el desprecio que infundía en Occidente
FUE a
principios de año. Acababa de identificarse el brote epidémico del virus del
ébola. Ya era una epidemia que había saltado de Guinea a Liberia y a Sierra
Leona, después lo haría a Nigeria y Costa de Marfil. Entonces ya pensé que no
había en el mundo mayor prueba de arrojo, de vocación de servicio y amor al
prójimo que acudir a aquella región desde cualquier otro punto del globo.
Viajar a aquella región era mucho más que heroísmo. Para enfrentarse a un
enemigo invisible que acecha en todas partes, un virus cuya virulencia
destructora te destroza las entrañas en días sin que haya vacuna o remedio
eficaz que lo frene, letal en un altísimo porcentaje. Ni las guerras más
activas tienen la capacidad de generar más terror que esa enfermedad. Que hasta
hace pocas semanas se extendía por los países del golfo de Guinea sin
inquietarnos nada en el Primer Mundo. Todo el mundo se sentía seguro lejos de
allí. Casi nadie tenía la mínima intención de aparecer por allí. Mis héroes,
los gigantes morales que dejan cómodas clínicas en ciudades norteamericanas y
europeas para irse a chabolas en las que no hay sitio ni para morir, son muy
pocos. Los pocos españoles entre ellos, por cierto, son vilmente vejados en
España por el mero hecho de hacer el bien creyendo en Dios.
Era ya la epidemia más grave jamás habida desde que se
descubrió en 1976 en Congo y se le dio el nombre de un río cercano a las aldeas
en que mataba a la población. Porque en los primeros meses de 2014 abandonó su
escenario en brotes anteriores, que era el mundo rural de África central. En
las ciudades, el hacinamiento, el contacto permanente, la falta de higiene, la
ausencia de alcantarillado, lo convirtieron por primera vez en un gran drama.
Pero la carrera estelar del virus llegado de la selva estaba por llegar. Para
acabar con el desprecio que infundía en Occidente. Demostrado por el hecho de
que nadie intentara en cuarenta años producir una vacuna. Si no había dinero
para la malaria que afecta a millones, ¿cómo la iba a haber para una enfermedad
de pocos cientos o miles en el último rincón de la selva más ignorada? Eso se
ha acabado. El ébola ha triunfado en el mundo y ya nos anuncian que la vacuna
estará lista este próximo año. El virus ha hecho su entrada triunfal en el
mundo desarrollado. Esta en Broadway. En los luminosos de Times Square,
dominados por lo que solo es aparente oxímoron: pánico contenido. Nadie quería
ir a combatir al ébola porque nos sentíamos muy seguros en casa. Y fue el virus
el que vino. Y convierte la visita en parábola de todos los males de la
sociedad occidental. Que su cobardía, su comodidad y su desprecio al
sufrimiento ajeno multiplican todos los problemas de los que huye. El ébola
nunca va a ser epidemia en países desarrollados, aunque mate aun a individuos
en EE.UU. y Europa. Pero ya ha expuesto nuestra mayor miseria, el miedo de los
afortunados. Todos andamos llenos de miedos concretos y difusos como
individuos. Pero es el miedo colectivo que nos convierte en ovejas aterradas el
que debiera llenarnos de vergüenza. Debiera darnos espanto ese terrible efecto
del miedo que convierte a una sociedad en un inmenso rebaño de seres indignos
en fuga que se desentienden del prójimo inmediato. Más aun cuando minorías en
la cumbre de la infamia siempre utilizan esas estampidas de pánico para fines
políticos. Por desgracia en España lo consiguen con frecuencia. Nuestro miedo
nos deja así siempre a merced de los peores.
EL DESCALABRO DE LA LIBERTAD
Por HERMANN TERTSCH
ABC Martes, 14.10.14
Orban ya ha proclamado que «el Estado húngaro ha dejado de
regirse por principios liberales»
EL resultado de las elecciones municipales del domingo en
Hungría son la constatación de un fenómeno espectacular que avanza allí como en
ningún país europeo: la liquidación de la democracia liberal por voluntad
popular. Sin la burda y brutal represión de la Rusia de Vladímir Putin, sin
pucherazos ni alardes dictatoriales, la democracia húngara bajo Viktor Orban se
despide del modelo liberal occidental. Con el apoyo y el aplauso de la mayoría.
La Unión Europea ve este fenómeno desde hace años con tanta preocupación como
impotencia. Pero no se le ocurre nada. De Bruselas y de las capitales
democráticas occidentales solo llegan letanías de corrección política tan
piadosas como tediosas. Que insisten en la liberalidad y la tolerancia
incondicionales al tiempo que persisten en las intransigencias administrativas.
Y sus sempiternas condenas a todo lo que no sea relativismo. Vista la evolución
política en Hungría, no parecen las recetas adecuadas. Porque además de Fidesz,
el partido del primer ministro Viktor Orban, hegemónico ya en el país desde
hace más de una década, sube como segunda fuerza el ultraderechista Movimiento
por una Hungría Mejor, Jobbik, una organización de corte inequívocamente
neonazi. Lo que sucede en Hungría lo vemos aún en estadio inicial en otros
países europeos. La democracia liberal, ideologizada, prisionera de su
corrección política que le impide formular y afrontar las inquietudes reales de
la población, cada vez tiene más dificultades para renovar su legitimidad. Los
mecanismos y cálculos electorales, la corrupción y los bloqueos de minorías
impiden medidas eficaces contra dichos problemas. Así, cada día se desprestigia
y desautoriza más frente a opciones autoritarias o totalitarias. Si en los
países más ricos y con tradición democrática es la ultraderecha, como en
Francia con Marie Le Pen u Holanda con Geert Wilders, en países más pobres y
desarticulados como España o Grecia es la ultraizquierda de Podemos o Syriza.
Es el descalabro de la libertad. Que deja de ser prioritaria.
De nada sirven las descalificaciones a Viktor Orban y a su
política autoritaria, cada vez más directa y menos garantista. El joven Orban
liberal que yo traté en los años previos a la caída del Muro, mimado por
Occidente como joven promesa, cumple con los suyos. El ferviente anticomunista
se declara admirador de Putin y le emula en su legislación de control de ONG y
movimientos cívicos. Su contundencia contra el delito y la inmigración ilegal,
su falta de contemplaciones con las minorías, son aplaudidas. El electorado renueva
sus mayorías absolutas y solo deja crecer a una derecha aun más radical, la de
Jobbik, heredero del Partido de la Cruz Flechada, autores de atroces crímenes
en el Holocausto. Aquí tomó su venganza la hipocresía de las democracias
liberales con su doble vara de medir totalitarismos. Su lógica condena de
nazismo y fascismo ha contrastado obscenamente con el trato de guante blanco a
los comunistas. En los países que sufrieron el comunismo ese agravio ha ayudado
al desprestigio de la democracia liberal. Orban ya ha proclamado que «la
democracia liberal está acabada». Eligió un discurso en el viejo balneario
austrohúngaro en Transilvania de Baile Tusnad, dirigido a la minoría húngara en
Rumanía, para anunciar que «el Estado húngaro ha dejado de regirse por principios
liberales. No garantizan el bienestar a las familias ni la protección de los
intereses nacionales». Y decir nada menos que «los modelos a seguir son Rusia,
China, Singapur o Turquía». ¡Qué horror!, dirán algunos. Bueno, en España nos
prometen desde las televisiones que nos van a gobernar partidarios, cuando no
agentes, de regímenes como Venezuela, Cuba y Corea del Norte. Ante semejante
perspectiva, les aseguro que Singapur o la Hungría de Orban se convierten en un
plan inmensamente apetecible.
NIÑOS PARA LA PAZ
Por HERMANN TERTSCH
ABC Sábado, 11.10.14
La educación en el respeto a la libertad y la cultura de la
tolerancia evita que los niños se conviertan en adultos fanáticos y explotadores de menores
La paquistaní
Malala Yousafzai y el activista indio Kailash Satyarthi comparten el Premio
Nobel de la Paz 2014 «por su lucha contra la opresión de los niños y los
jóvenes y por el derecho de todos los niños a la educación», según el Comité
Nobel Noruego. Sin su proverbial corrección política, podría haber explicado
que no hay mejor labor para la paz que evitar la cría de monstruos. Y que es la
educación en el respeto a la libertad y la cultura de la tolerancia lo que
evita que esos niños se conviertan en adultos brutales explotadores de niños y
adultos y fanáticos.
El mérito fundamental de esa maravillosa y extraordinaria
niña coraje que es Malala está en haberse erigido con valor, inteligencia e
inaudito talento para la comunicación, en el símbolo de la lucha contra el
oscurantismo y el terror del islamismo. Al resistir al terror con su lápiz como
símbolo de la escolarización de las niñas de Afganistán, puede romper el
círculo vicioso infernal de incultura, fanatismo, opresión de la mujer,
miseria, miedo y subdesarrollo.
Lo mismo vale para el activista indio Kailash Satyarthi.
Hace décadas fundó el «movimiento para la salvación del niño». Rescata a
menores de la esclavitud laboral a que están sometidos millones de menores en
India y toda Asia.
«Los niños deben ir a la escuela» sentencia el Comité
Nobel. Cierto. Pero no a cualquiera. Porque a Malala le pegaron un tiro unos
talibanes que habían ido a la escuela, a alguna medrasa en Afganistán o
Paquistán.
Otros niños van a la brutal escuela de la guerra
como niños soldados especialmente en África. Otros entran en las escuelas de
las maras, bandas y sectas por todo el mundo. Los niños deben tener educación
en la libertad, en la tolerancia y en la compasión. En el derecho a buscar la
felicidad. Y en el valor para defender estos valores como los dos premiados.
ANA MATO COMO METÁFORA
Por HERMANN TERTSCH
ABC Viernes, 10.10.14
Debemos prepararnos a otro asalto de la peor izquierda en
busca del conflicto social. Y lo tienen a mano
NI el
miedo a la muerte logra ya romper el círculo vicioso del odio ideológico que se
puso en marcha en España cuando se declaró, hará ahora una década,
desacreditada, fracasada o fenecida la reconciliación nacional. Sin haber
muerto aun la enfermera Teresa Romero, ya circulaban ayer las advertencias
sobre «la venganza» que habría de pagar este Gobierno por su supuesta
responsabilidad en esa muerte. Venganza contra este Gobierno que ha traído la
muerte desde África. Ese es el mensaje canalla. Con el que debemos prepararnos
a otro asalto de la peor izquierda en busca del conflicto social. Y lo tienen a
mano. Porque ya han quebrado esta sociedad quienes siempre quisieron hacerlo
para saldar viejas cuentas.
Y lo han hecho con la
ayuda inagotable de quienes han aceptado con sus concesiones y obsequiosidad,
imponer una lógica perversa que convierte todo Gobierno de centro derecha en
España en accidente electoral. Que ha de ser subsanado con la paralización de
su programa primero y el cuestionamiento de su existencia y legitimidad
después. El Gobierno de Aznar se salió algo del guión y España lo pagó con
terrible contundencia. Este Gobierno de Rajoy ha intentado capear la
legislatura dedicado a no irritar a la izquierda más que con las inevitables
órdenes de Bruselas. Ha dejado intactas todas las leyes ideológicas que
Zapatero impuso implacable con su rodillo de izquierdas y nacionalistas. El
disparate de la ideología de género sigue vigente como esa aberración de la ley
de memoria histórica que tanto ha servido a cimentar la perversión de la
legitimidad histórica preferencial de la izquierda. Se planteó una ley del
aborto que queda en nada. Y que muchos sospechan, nunca fue otra cosa que una
trampa para dejar que se estrellara el ambicioso ministro de Justicia por su
supuesta deslealtad durante el caso Bárcenas.
El Gobierno se ha
prodigado en gestos de desprecio a su electorado. Desde el olvido de promesas
electorales hasta los vergonzosos casos Bolinaga o Faisán. Muy seguro de que
éste no tendrá otra opción que votarle. En el terreno mediático, la ayuda a un
grupo para salvar una televisión hundida que amigos de Zapatero crearon con
ventajismo, ha tenido un resultado espectacular: España se ha convertido en el
único país desarrollado con dos cadenas de ultraizquierda, una de cada grupo
del lamentable duopolio, dedicadas mañana, tarde y noche a fomentar la agresión
entre españoles, el entierro de la reconciliación nacional, el revanchismo
guerracivilista y la destrucción de las instituciones. Y la mala educación.
Ahora compiten en el patrocinio de una fuerza política totalitaria cuyas
conexiones patrias conducen a grupos simpatizantes con ETA y las extranjeras, a
narcodictaduras iberoamericanas. No es un exitazo gubernamental en el fomento
de la democracia liberal, las libertades y las regeneración de las
instituciones, aquellos objetivos del PP que habían llevado a más de once
millones de españoles a votarlos. Y a darles una mayoría absoluta y un poder
con el que acometer la reforma histórica que el sistema democrático español
necesitaba con urgencia. Con tanta urgencia que ahora parece ya tarde.
Una sociedad líquida en su indignación, miedo y rabia solo
recibe mensajes de los enemigos de las instituciones. Como en Cataluña, solo de
los nacionalistas sediciosos. Ruido por todas partes. Miedo a que España quede
rota, en manos de descerebrados chavistas y fuera de Europa. Y desde el
Gobierno, ante tamaña amenaza, Ana Mato como metáfora. Sin músculo moral ni
iniciativa, balbuceante ante quienes pretenden utilizar una vez más la tragedia
para imponer en España la cultura del fracaso.
EL NARRADOR DEL DRAMA ALEMÁN
Por HERMANN TERTSCH
ABC Miércoles, 08.10.14
Siegfried Lenz (1926-2014)
Nunca fue obsequioso
con la izquierda omnipotente en el mundo cultural

Era un escritor menos gesticulante
que Heinrich Böll y Günther Grass, los otros dos grandes que con él formaron el
gran trío de la literatura de posguerra alemana. Era probablemente el más
reflexivo de los tres. Y fue el único del trío que nunca se dejó llevar por la
tentaciones del zeitgeist «progresista» surgido en 1968. Le costó ser tachado
de «reaccionario» por generaciones de jóvenes enfadados con sus padres por el
nazismo, pero entregados a causas totalitarias. Nunca fue obsequioso con la
izquierda omnipotente en el mundo cultural en aquellos años. En plenos tumultos
de frivolidad y brutalidad sesentayochista, publicó un libro clave para que
muchos alemanes entendieran mejor Alemania. Aquel libro, «Deutschstunde», como
su otra gran obra, «Heimatmuseum», supuso para varias generaciones de alemanes
un aldabonazo para la reflexión y para un luto tardío y una contrición
pendiente tras los años de miseria de la derrota y los del fervor de la
reconstrucción y del milagro alemán.
Siegfried Lenz
murió ayer en Hamburgo a los 88 años. Y con él muere el grandísimo narrador del
drama alemán, del crimen y la culpa, de la desmemoria y el autoengaño, del
valor y la redención, sueños y pesadillas que arrastra una patria que tuvo que
arder y desaparecer para expiar su desvarío. Fue menos político en el sentido
inmediato que Böll, el mayor de los tres, y que Grass, al que llevaba un año.
Igual que Grass, Lenz procedía de una parte de Alemania que dejó de existir. Su
pueblo, Elk, ahora Lyck, en Prusia Oriental, pasó a ser parte de Polonia. Y sus
casas fueron ocupadas por unos polacos que a su vez habían sido expulsados del
Este que dejaba de ser Polonia para convertirse en URSS. El colapso del mundo
propio arrastrado por la propia culpa nunca era justa con ninguna de las piezas
humanas arrastradas por las violentas avalanchas de la historia.
En 1943
fue llamado a filas con 16 años. Combatió con una Wehrmacht ya en permanente
retirada y desertó después de unas ejecuciones en Dinamarca. Prisionero de
guerra de los británicos, cuando fue liberado hizo una breve incursión en la
Universidad para estudiar filosofía y literatura, pero la abandonó por un
puesto como becario del diario «Die Welt». Pronto entra en contacto con el
grupo literario Gruppe47 al que pertenecen Böll y Grass y todos los grandes de
la posguerra. Y comienza a publicar en 1951. Desde entonces, decenas de
novelas, cuentos, relatos, guiones, libros para niños, la obra de Lenz es
inmensa. Y decenas de películas basadas en ella. La guerra, la experiencia
extrema que todo lo rompe, está presente siempre de una forma u otra. Como lo
está el deber, esa trampa de la conciencia y la lealtad o la culpa por actuar o
no hacerlo. Lenz nos lega una vasta obra con joyas en la narración de esa
Alemania surgida de unas cenizas que siguen quemando en las conciencias de los
supervivientes del colapso del mundo.
Siegfried Lenz nació el 17 de marzo de 1926 en Elk (Prusia Oriental), y ha
muerto el 7 de octubre de 2014 en Hamburgo. Fue un escritor alemán autor de
novela, ensayo y obra de teatro. En el año 2000, en el 250 aniversario del nacimiento
de Johann Wolfgang von Goethe, le fue otorgado el Premio Goethe.
TAN DÉBILES, DEFENSA Y PENSAMIENTO
Por HERMANN TERTSCH
ABC Martes, 07.10.14
NUESTRA sociedad del bienestar -todas las europeas lo son,
por plañideras que se pongan- ha alcanzado un grado de infantilización que hace
quimérico exigirle a la opinión pública que establezca una relación directa
entre dos hechos separados por el espacio o por el tiempo. Hasta el niño más
obtuso entendería que si hay muchos ladrones merodeando por el barrio conviene
tener algún policía lo más cerca posible de casa. Y que la seguridad depende de
que el policía sea más fuerte que los ladrones. Europa ha estado acostumbrada a
que a los policías los pagaran los ricos de otro barrio. Y ahora que los
potentados de allende el Atlántico lo son menos y no asumen toda la cuenta, los
europeos pretenden que su vigilancia salga gratis, porque el dinero lo quieren
para continuar su fiesta. Al fin y al cabo no les han robado últimamente,
piensan. Sin recordar las razones de que así haya sido. Así, cuando surge una
amenaza como ahora, todos se ponen a buscar al policía. Y resulta que este
murió de hambre. En Alemania han intentado ayudar estos pasados meses un poco
en Ucrania, un poco en Irak y un poco en los países afectados por el virus del
ébola. Un poco solo. Y no ha podido hacerlo en ninguno de los tres casos. La
mayor potencia económica y política europea ha tenido que constatar que no
tiene aviones que vuelen. Y que todo el material del ejército de este orgulloso
exportador de armamento de alta tecnología está tan anticuado que, con leyes y
ordenanzas en la mano, los soldados pueden negarse a todo. El ejército alemán no
puede ni soñar en realizar una operación eficaz ni lejos, ni cerca ni dentro de
la patria. Tiene suerte de estar muy lejos de ese ejército de guerreros
yihadistas, que arrasan Irak y Siria en estos momentos para ampliar el Estado
Islámico (EI). Porque si por el ejército alemán fuera, unos miles de soldados
islamistas con convicción y experiencia podrían cruzar Alemania de un lado al
otro sin encontrar más resistencia que la que les ofrece hoy el descompuesto
ejército iraquí.
El único debate sobre defensa que se produce regularmente en
Europa se circunscribe a la cuantía del recorte anual obligado al presupuesto
militar. Tan cómodo y popular en todos los países como lo es el sempiterno «no
a la guerra». El último debate real sobre seguridad europea fue en 1979 la
Doble Decisión de la OTAN con el rearme frente a la escalada armamentista de la
URSS. El canciller Helmut Schmidt logró resistir las tentaciones neutralistas y
antiamericanas en Alemania, incluidas las de su propio partido, SPD. Con el
rearme se acabó con el último intento de la URSS de imponer su voluntad a la
política europea por medio del chantaje y la amenaza militar. Fue el principio
del fin de la URSS. Y el último episodio de ejercicio de la conciencia de
defensa de Europa. Hoy la amenaza no es menor. En el este de Europa, una Rusia
neoimperial reabre sus intentos de acabar con la soberanía de los estados en
Centroeuropea. Desde Oriente Medio y el Magreb nos asedian serias amenazas.
Pero la peor amenaza a nuestra seguridad son la soberbia e ignorancia que hacen
ignorar motivaciones de fuerzas en este mundo que quieren destruir la
civilización. Su última máxima y paradigmática expresión nos la ha ofrecido el
líder socialista español Pedro Sánchez con su ocurrencia sobre la abolición del
Ministerio de Defensa. Lo más grave es que sin duda fue espontánea y es
sincera. La peor amenaza para nuestro continente no son Putin ni el Estado
Islámico, sino nuestro rampante pensamiento débil.
EL ESTADO IMAGINADO
Por HERMANN TERTSCH
ABC Sábado, 04.10.14
Suecia rompe la política de no reconocer un Estado palestino
hasta que exista una negociación real
El nuevo
primer ministro sueco, Stefan Löfven, ha anunciado que Suecia va a reconocer
oficialmente al Estado Palestino. Se convierte así en el primer país que, como
miembro de la Unión Europea, rompe el consenso de no hacerlo. Es un gesto
político al que cada parte dará el valor que desee. Dice el Gobierno sueco que
reconoce al Estado Palestino para favorecer la solución a los dos Estados. Para
eso quizás sea más útil convencer a Hamas de que acepte los dos Estados. Lo que
no hace. Estocolmo reconoce al Estado Palestino. ¿A cuál? ¿Al de Gaza gobernado
por los terroristas de Hamas que tienen la destrucción de Israel como su máximo
objetivo? ¿El de Abu Abbas que no controla ni manda en Gaza? ¿Al de un supuesto
gobierno conjunto que no hace sino litigar y discrepa sobre cuáles son sus
fronteras, si las de 1967, unas negociadas u otras conquistadas a sangre y
fuego en el Mediterráneo?
Como no se cumplen las condiciones mínimas, se está
reconociendo un Estado imaginado. Y ahora el socialista Löfven, débil jefe de
un gobierno en minoría, recién llegado por la carambola de la irresistible
crecida de la extrema derecha sueca, se busca una solución imaginativa en la
política exterior. Que es gratis. Además, es populista por antiisraelí tanto en
el electorado de izquierda como en la extrema derecha. Y gustará también a las
grandes comunidades inmigrantes musulmanas. Un gesto efectista propio de
Rodríguez Zapatero. Esto recuerda que fue el inefable Miguel Angel Moratinos
quien intentó en su día hacer de España el primer país de la Unión Europea en
reconocer a este Estado palestino sin un poder único y sin territorio definido.
Al final no lo hizo. Eslovaquia y Polonia, países de la UE, mantienen un
reconocimiento del Estado palestino promovido cuando no eran miembros. Aunque
son ya decenas los países que reconocen al estado Palestino, en la UE se había
impuesto la política de no hacerlo hasta ver una situación negociadora real.
Suecia ha puesto final a ello. Claro está que la decisión no cambia la terca realidad.
AMANECER COMO JOSEF K.
Por HERMANN TERTSCH
ABC Viernes, 03.10.14
El Parlamento catalán, decidido a violar las leyes sobre las
que radica su existencia, parece ya en guerra con el Estado de Derecho
HACE ahora cien años que empezaba un joven judío de Praga
una novela que habría de tener inmenso impacto, no ya en la literatura, sino en
la percepción del mundo del hombre del siglo XX. En el número 10 de la calle
Bilek de la capital de Bohemia, en un Imperio austro-húngaro que ya agonizaba
sin saberlo, Franz Kafka escribía esa frase inicial de «El proceso» que habría
de ser célebre como pocas. «Alguien tenía que haber calumniado a Josef K, pues
fue detenido una mañana sin haber hecho nada malo». «El proceso» es la
increíble obra adivinatoria de un judío checo que mostraba las claves de un
laberinto monstruoso de la banalidad administrativa y jurídica deshumanizada
que adelantaba la pesadilla de las víctimas de los grandes genocidios del siglo
XX y del Holocausto en especial. Despojado de toda seguridad legal, invertida
monstruosamente la carga de la prueba por instancias ignotas, sin saberse
culpable de nada y vapuleado por una lógica absurda de un poder distante, Josef
K. es el paradigma de la víctima del aparato totalitario. «El proceso» no
habría de ser publicado hasta 1925, un año después de la muerte de Kafka. Fue
su primera novela que vio la luz e impresionó al mundo. Los fantasmas del
totalitarismo ya recorrían Europa. Pero el gran terror no había comenzado.
Llegaría con la caída de las democracias y del Estado de Derecho. Del imperio
de la ley en el que todo individuo es inocente mientras no se demuestre su
culpa. En la que todos los seres humanos son iguales ante la ley.
Recordaba esto viendo noticias en televisión sobre la nueva
«Ley de Derechos de las Personas Gais, Lesbianas, Bisexuales y Transexuales y
para la Erradicación de la Homofobia» que aprobó ayer el Parlamento catalán.
Decidido a violar las leyes sobre las que radica su propia existencia, parece
ya en guerra con el Estado de Derecho. Y desprecia la legalidad española y los
principios y el acervo de cultura legal de 2.500 años de experiencia y
sabiduría occidental desde la polis griega. Entusiasmada decía la locutora de
TVE de la nueva ley que «entre sus rasgos más progresistas está la inversión de
la carga de la prueba». Será el supuesto agresor, acusado por un homosexual, el
que deba demostrar que es inocente de la acusación de que es objeto. Es
monstruoso, pero no es original. Es la misma perversión que se impuso con las
leyes de género. El poder de la denuncia sin pruebas invita al abuso. Creando
dolor e injusticia añadida a la plaga de la violencia contra las mujeres que
nadie niega. Resulta que es progresista que un homosexual por el hecho de serlo
pueda denunciar a cualquiera y éste quede automáticamente imputado. Hay multas
y penas hasta la inhabilitación por desprecios percibidos en relaciones
oficiales, laborales y privadas. Que son interpretados por los denunciantes. Y
el acusado debe demostrar que no hubo delito. El movimiento gay quería acabar
con siglos de persecución y marginación. En eso estábamos de acuerdo. En que
sean superiores, su forma de sexualidad deba ser fomentada y merezcan mayor
fuerza legal que el resto de la ciudadanía, no. Pero quizás el siguiente paso
sea invertir la carga de la prueba también para denuncias nacionalistas. O
«progresistas». En Cataluña y el resto de España. Y que los que no son ni lo
uno ni lo otro tengan que demostrar su inocencia de los crímenes de los que se
les acuse. En esa deriva estamos. Los totalitarios, jefes en los juzgados.
Pocos denunciarán las barbaridades consumadas o por venir. Hoy ya es peligroso.
Y nadie quiere amanecer como Josef K.