CIEN AÑOS DE FANATISMO
Por HERMANN TERTSCH
ABC Lunes, 30.06.14
El odio
fanático hizo disparar a Gavrilo Princip contra un heredero de Francisco José
I, su sobrino Francisco Fernando, que temía planes reformistas para el Imperio
Austro-Húngaro. Quería restaurar el equilibrio roto con los privilegios de
Hungría otorgados en 1867. Fue una trágica concesión al nacionalismo húngaro,
que pudo así aplastar al resto de pueblos como jamás había hecho Viena. Y
generó en los eslavos aquel odio infinito. El victimismo del nacionalismo es
hoy el mismo. En Visegrad, el sábado conmemoraron el asesinato del heredero con
una función con serbios ahorcados en represalia. Como la estatua al asesino
Gavrilo Princip, una bofetada a quienes acudieron a Sarajevo con espíritu de
reconciliación.
El
fanatismo nacionalista solo sabe del sufrimiento propio. Fue hace cien años,
aquel día de San Vito, aniversario de la batalla de Kosovo Polje, en la que
dice la leyenda el Zar Lazar de Serbia fue derrotado por los turcos, aquel 28
de junio del 1914, el momento estelar del nacionalismo europeo. Mito y odio.
Murió un integrador y se desataron todas las fuerzas del chovinismo de pequeños
y de grandes. Las naciones se entusiasmaron ante la ocasión de aplastar a sus
enemigos. Cuatro años y veinte millones de muertos después había sucumbido el
orden antiguo y los fantasmas ya eran monstruos. Las ideologías redentoras del
comunismo y el fascismo habían acabado con tradición y respeto, con fe y
compasión, con autoridad y honor.
El
mundo cambió y las fronteras saltaron por los aires. Ahora en Oriente Medio,
las fronteras de entonces desaparecen ante el terror del nacionalismo de Alá,
la más vital hoy de las ideologías redentoras, el islamismo. Decenas de decenas
de millones han caído desde 1914. Habrá más. Ahí tienen a un moderno Gavrilo Princip
de Mahoma vigilante, mudo él, más audible el grito omnipresente del “viva la
muerte”.
MUCHO RUIDO, POCAS NUECES
Por HERMANN TERTSCH
ABC Sábado, 28.06.14
Juncker no debiera tener problemas para conseguir los 376
votos de un total de 751 del Parlamento Europeo
El primer ministro
británico, David Cameron, ha sido el gran perdedor. Y parece haber unanimidad
en que se lo ha ganado a pulso, no ya por una oposición explicable al candidato
a la presidencia de la Unión Europea. Sino por la torpeza que una vez más ha
mostrado el líder conservador británico en estas lides europeas. El perdedor
está claro, pero vencedor no ha sido nadie en este calamitoso proceso de elección
del presidente de la Comisión Europea que concluyó ayer con la nominación del
luxemburgués Jean Claude Juncker.
El candidato del PPE
ha sido finalmente el elegido en el Consejo Europeo cumpliéndose lo prometido
antes de las elecciones: que por primera vez, el presidente de la Comisión
sería el más votado en el Parlamento Europeo resultante de las elecciones del
pasado 25 de mayo. Que casi todos se arrepintieron de aquella promesa parece
evidente. Que los candidatos de los dos grupos mayores, que eran Jean Claude
Juncker y el alemán Martin Schulz, eran todo menos una apuesta ilusionante para una nueva etapa, es evidente. Como también es evidente que cuando Angela
Merkel no puede solucionar un embrollo entre los 28, todo amenaza con bloquearse
y colapsar.
El Consejo Europeo de
jefes de Estado y de gobierno tenía que resolver este lío. Y no tenía más
remedio que cumplir la promesa e imponer al candidato del grupo parlamentario
vencedor. Por mucho que molestara a muchos y no sólo a Cameron y al húngaro Viktor
Orban que han sido los dos únicos que han votado en contra. Con 26 a 2 se
cumple la no inacción. Y en el Parlamento, con los votos del PPE y los
anunciados del grupo socialista, Juncker no debiera tener problemas para
conseguir los 376 votos de un total de 751. Un incumplimiento de la promesa
habría aumentado la irritación. Las elecciones del 25 de mayo han mostrado ese
enfado con el creciente voto a grupos antieuropeístas, aún no capaces pero con
mucha vocación de hacer descarrilar el proceso.
Que Juncker, un
consumado gladiador en la arena europea, con todos los malos hábitos y buenas
mañas del político bregado, es todo lo contrario del dirigente con carisma que
pudiera ofrecer alguna idea para la salida de la profunda crisis de desarrollo
e identidad en que se haya la unión. Los estados nación no quieren a nadie que
amenace con tener ideas ahora que el Parlamento Europeo puede dar más sorpresas
de las que algunos quieren. Al final por tanto, tras semanas de zozobra,
tampoco ha pasado nada. Mucho ruido, pocas nueces, por darle un mensaje
shakesperiano de consuelo a Cameron, que quiere hacerse celebrar como héroe
resistente, pero que ha fallado mucho con la épica. Juncker será poca cosa más
que otro Durao Barroso.
La firma del acuerdo
de asociación con Ucrania, la causa de la guerra, invasión y anexión de Crimea
a Rusia ha sido el capítulo más sólido de la sesión. Porque reafirma la
soberanía ucraniana para este acuerdo que Moscú le quería negar. Y advierte al
presidente Putin que tiene que frenar a sus agentes que arman y dirigen a los
rebeldes en Ucrania oriental. Le han dicho a Moscu que tiene que haber
novedades para el lunes. Una contundente señal.
MEMORIAS Y CALIDADES
Por HERMANN TERTSCH
ABC 27.06.14
Ysasi-Ysasmendi comparte con coetáneos suyos ese precioso
respeto por la lengua. Que ya es difícil de encontrar hoy
LAS nostalgias son casi por definición engaños de uno mismo,
espejismos del recuerdo. De ahí lo incontestablemente falso del dicho de que
«todo pasado fue mejor». El pasado siempre fue bastante peor de lo que
recordamos. Pero sí hay en las sociedades occidentales terrenos en los que la
calidad de lo antes habido supera en mucho lo existente. Y en España el
deterioro en muchos campos resulta dramático. No me referiré hoy a la
insoportable dictadura del tuteo ni al desprecio a las tradiciones ni a la
falta de respeto al sentimiento religioso. Ni al gusto por la zafiedad, ni al
éxito de la bajeza en televisiones saturadas de obscenidad y mala fe, a la
falta de escrúpulos ni al rencor social. Solo me referiré al trato a la lengua
escrita. Porque el arrebato de nostalgia me lo indujo la lectura de las
memorias de un amigo octogenario, editadas sin ánimo de publicación y venta,
escritas para nietos y amigos.
Los «Recuerdos y reflexiones» de José Joaquín de
Ysasi-Ysasmendi son cuatrocientas páginas magníficamente escritas. Cargadas
además de inteligencia y experiencia expuesta con sencilla maestría. Según leía
los fascinantes capítulos sobre la Guerra Civil crecía en mí la admiración por
la facilidad descriptiva y la prosa de este hombre que se ha dedicado a todo menos
a escribir. Es jurista, juez de primera instancia en la España profunda,
abogado del Estado, premio especial en todo a lo que se presentaba, brillante
empresario, presidente del Consejo de Cámaras de Comercio, del Círculo de
Empresarios y mil cosas más. Pero -y permitan la adversativa- cómo escribe.
Nadie aluda a su condición de jurista, juez y abogado del Estado, porque
estamos hartos de oírlos y leerlos. A las nuevas hornadas. Nadie hable de los
empresarios, pequeños, medianos o grandes, la mayoría al borde del
analfabetismo funcional. Y mucho menos de los políticos, en los que la
devaluación y el deterioro inducen al abatimiento. ¡Cuánta calidad hay en la
limpieza y claridad con que describe el autor los acontecimientos del veraneo
de 1936, las peripecias de su padre el comandante Joaquín Ysasi-Ysasmendi al
ser enviado al frente de Talavera tras verse amenazado con el paredón! Y cómo
después de cruzar las líneas estuvo de nuevo a punto de ser fusilado dos veces
por «los suyos». Y cómo, providencialmente aparecieron, primero un capellán y
después Juan Ignacio Luca de Tena, director de ABC, para evitar in
extremis que lo pusieran frente al
pelotón. Ysasi-Ysasmendi comparte con coetáneos suyos, se dedicaran a la
judicatura o a la ingeniería, a la banca o a la empresa, ese precioso respeto
por la lengua. También con la diplomacia española como han demostrado con sus memorias
Javier Villacieros y Alonso Álvarez de Toledo, entre otros. Que ya es difícil
de encontrar hoy, incluso en las elites.
Cuando la mayoría de los profesionales de la escritura
apenas redactan, paupérrimos, algunos en guerra con la ortografía, la prosa de
estos alumnos de colegios religiosos de preguerra, que estudiaron en otra
Complutense, la de posguerra, con su dureza y grandeza, es prosa rica, fresca y
serena. Cuestión de respeto. Y orden en la escritura y en los criterios. Porque
los «Recuerdos y reflexiones» están además impregnados por esa calidad humana
que tan bien refleja el encuentro con Seco Serrano, hijo de otro militar, este
sí fusilado por ser leal a la república. Seco Serrano e Ysasi-Ysasmendi, como
símbolos de la reconciliación de españoles enfrentados en la historia, esa
última gran gesta de nobleza de España en el siglo XX que algunos se empeñan en
arrastrar por el fango. Hay aquí preciosa calidad de forma y de fondo de
españoles. De profundo respeto a nuestra lengua y nuestra historia. ¡Que ojalá
encontraran en nuestra España actual más emuladores de prosa y vida!
ANÁLISIS EN DIARIO DE LA NOCHE 26.06.14
Por HERMANN TERTSCH
TELEMADRID - DIARIO DE LA NOCHE 26.06.14
Uno de los tristes lastres que el franquismo legó a la
democracia española es una impenitente pretensión de hegemonía cultural y
superioridad moral de la izquierda. Que con los años se ha convertido en un
aplastante dominio del mensaje mediático televisivo. Que es el mensaje que
decide humor y opinión en nuestra sociedad, lo queramos o no. Con mucha lógica,
los Gobiernos socialistas han ayudado a expandir y cimentar este dominio de la
izquierda. Con muy poca lógica, los gobiernos del Partido Popular también.
Se genera automáticamente una brutal unanimidad -con mínimas voces
discrepantes- para acosar a unos y defender a otros siempre, según un juicio
previo siempre desde una perspectiva de la izquierda. Que es un problema
capital se ve en situaciones como la actual. El juez Castro ha decidido
mantener la imputación de la infanta Doña Cristina como colaboradora necesaria
de su marido Iñaki Urdangarín. En dos casos de fraude y uno de blanqueo de
capital. Es comprensible y legítimo. Aunque la pasión del juez que se refleja
en el auto sea cuestionable. Será ahora la Audiencia de Palma la que decida si
la hermana del rey de España ha de sentarse en el banquillo. Hay muchas voces
que discrepan de la decisión de Castro. Sin embargo, la realidad mediática en
España ya ha dictado sentencia y transmitido a la sociedad que cualquier
decisión que no sea la condena de la Infanta deberá ser tachada como un trato a
favor intolerable. Cuando la realidad es que la Infanta se ha visto perjudicada por su
condición. Y el agravio es de escándalo si se compara con constantes ejemplos
de políticos aforados que han recibido un claro trato de privilegio por su
condición. Véase el ejemplo de los escándalos de la Junta de Andalucía
socialista con la UGT. Entre EREs y cursos de formación parece claro que
estamos ante el mayor robo de fondos públicos de la historia de España. Ante
una inmensa trama criminal continuada en el tiempo por centenares de millones
de euros como botín. Indicios de implicación hay contra Chaves y Griñan, contra Zarrias y
Susana Diaz, contra Cándido Méndez y mucha de su gente. Desde aquí solo pediré
que en este caso se les dé a todos los implicados el supuesto trato de
privilegio de que supuestamente ha gozado la Infanta con el juez Castro.
Dicho eso, que la Infanta, pero también todos esos políticos que han sabido
esconderse tras las faldas del Supremo y de las televisiones benevolentes que
los olvidan, que se esconden gracias a un aforamiento que le quieren negar
ahora obscenamente al padre del Rey que lo requiere precisamente para evitar
acosos, que todos, cada uno y cada cual, aguante su vela. Pero insisto, todos.
DIARIO DE LA NOCHE - A partir del minuto 34:30
http://www.telemadrid.es/programas/diario-de-la-noche/diario-de-la-noche-25062014
REALPOLITIK Y BRÚJULA MORAL
Por HERMANN TERTSCH
ABC Martes, 24.06.14
Quienes dieron la alarma ante las amenazas para la
civilización occidental fueron los idealistas, no los racionalistas, que creyeron que podrían pactar
con los enemigos
«REALPOLITIK» es un término alemán para definir una política
basada en las realidades. Tiene esa carga de «pragmatismo» que le confiere credibilidad,
racionalidad y sobriedad, en contraposición a políticas idealistas, románticas
y voluntaristas. Hoy la gente habla de «realpolitik» cuando pretende tachar
otras alternativas como peligrosas, soñadoras o ideológicas. Lo cierto es que
estamos de nuevo en una era estelar de la «realpolitik» en su peor sentido. Antes de la Primera Guerra Mundial solo había una política defendible, lógica y
real, y era la «machtpolitik», la política de poder. La había buena y mala. La
que defendía bien y la que defendía mal los intereses de quien la practicaba.
La «machtpolitik» era la política de poder cuyo objeto era defender, asegurar y
nutrir y ampliar los intereses propios para el futuro más largo posible. No
había contraposición entre la política real y la ideal. Hoy asistimos a tal
desprestigio de cualquier ideal que toda acción tendente a ir más allá de la
mínima y garantizada actividad es descalificada como idealismo o irracionalidad
cuando no aventurerismo. El ejemplo mejor es la política de la socialdemocracia
en Alemania en los años setenta hacia el este europeo, también conocida como
«ostpolitik». Es falso que fuera exclusivamente una política de aceptación de
las fronteras y la división de Europa, como decían tanto los comunistas como
los adversarios de dicha política. Era una política de acercamiento muy
intencionada que debía «contagiar» libertad mediante el trato a los países
europeos bajo el yugo comunista. Y como tal era una política con ideales bien
vivos que buscaban generar una dinámica que acercara al continente a su
reunificación, como de hecho sucedió, gracias a aquel milagro de la gran
política cargada de principios e ideales, «realpolitik» en el mejor sentido del
término, que fue el proceso de Helsinki y la firma del Acta en 1975. Solo 14
años después de firmarse se hundía el Muro.
Pese a aquellos éxitos de la libertad y democracia hace 25
años, hoy todo Occidente practica esa mezquina política «realista» tras la cual
solo se esconde cobardía y resignación con el mal menor. Con un relativismo tan
enfermizo a la hora de valorar alianzas, comunidad de intereses y riesgos que
otorgamos desde el principio decisivas ventajas a los enemigos de nuestras
libertades. Miedo y falta de brújula moral, falta de ideales y visión histórica
han convertido la política en algo peor que fría, es siempre débil e ineficaz.
Con efectos graves para nuestra estabilidad y seguridad. Hoy da igual si
miramos a la Casa Blanca o a La Moncloa, dos grandes ejemplos de los males que
nos aquejan. A Barack Obama todo el mundo lo sorprendió en su vergonzoso
renuncio en la crisis de las armas químicas en Siria. De aquellos polvos nos
llegan los lodos crimeanos de Putin y también los yihadistas de la
descomposición de Siria e Irak.
En España se esperan con temor los efectos de una pasividad
similar ante el proceso sedicioso que con total impunidad dirige, promueve y
financia la Generalidad de Cataluña con el objetivo criminal de destruir
España. Hay muchos más ejemplos de la terrible tendencia a ese supuesto
pragmatismo que posterga los conflictos, huye a falsas armonías, mientras deja
crecer a los enemigos de occidente y las libertades. Un supuesto pragmatismo
gravemente irracional. La política «práctica» sin ideales de las democracias
occidentales facilitó el auge totalitario y el desastre el siglo XX. Fue poco
práctica. Porque falló la brújula moral. Lo dijo Robert Osgood. Quienes dieron
la alarma ante las amenazas para la civilización occidental fueron los
idealistas, no los racionalistas, supuestos pragmáticos, que creyeron ilusos
que podrían pactar con los enemigos. Hasta que fue tarde.
EL OCASO DE LA IZQUIERDA DEMOCRÁTICA
Por HERMANN TERTSCH
ABC Domingo, 22.06.14
El centro asume sus postulados y los antisistema captan a
los más radicales
Aunque parecía enterrada tras la caída del Muro de Berlín,
triunfa una izquierda redentora, soberbia y violenta que desprecia la
democracia
En
la Europa meridional Baqueteada por la crisis y con Bruselas como chivo
expiatario, surge una izquierda antisistema Punto de inflexión Llega en 1959
cuando el SPD alemán abraza la democracia parlamentaria y el sistema capitalista
Fiel a su fama, ha
sido el socialista francés Manuel Valls quien más claro lo ha dicho. Pero el
miedo que expuso es general. Dijo el primer ministro francés de origen español
que «la izquierda puede morir, la izquierda puede desaparecer». Lo decía tres
semanas después del terrible golpe que supusieron para los socialistas
franceses las elecciones europeas. Con un 13,8% de votos, el PSF cosechó el
peor resultado de su historia, lejos de toda posición de relevancia. El
presidente François Hollande cosecha un inaudito grado de reprobación del 85%.
Manuel Valls se refería a la izquierda francesa, devorada por el fenómeno de la
ultraderecha de Marine Le Pen, que ya ha convertido en marginal a la
ultraizquierda. El voto obrero se vuelca en opciones de ultraderecha y
antieuropeas.
Sucede en Francia,
sucede en toda la Europa más rica y desarrollada. Mientras en la Europa
meridional, más baqueteada por la crisis económica, con la percepción tan falsa
como contundente y eficaz de ser maltratada por Bruselas, surge en detrimento
de la izquierda democrática otra radical, comunista y abiertamente antisistema
como son Syriza o Podemos.
La crisis de la izquierda
es en realidad tan vieja como la izquierda misma. Cuando se funda la Tercera
Internacional (comunista) como escisión de la Segunda (socialista) en 1920 ya
se hablaba de ella. Y los comunistas con Lenin decían entonces tener la llave
para superar esa crisis definitivamente poniendo fin a la dependencia y
obediencia socialista a las reglas democráticas del sufragio. Setenta años y
decenas de millones de muertos después, la aventura del comunismo se hundía
estrepitosamente en su inapelable fracaso económico y cultural, pero ante todo
moral. Durante todo ese «siglo corto» que va desde la Primera Guerra Mundial y
la Revolución Soviética hasta la caída del Muro en 1989, las dos principales
opciones de la izquierda se han combatido o han colaborado. Se han querido y
odiado. Y se han achacado mutuamente ser origen y culpa de la crisis de la
izquierda. Hasta que el gran padre de la izquierda democrática, el SPD alemán,
ratificó el compromiso irreversible de la socialdemocracia con la democracia
parlamentaria y el sistema de libre mercado o capitalismo. Lo hizo en Bad
Godesberg en 1959. Toda Europa septentrional le siguió. La Europa meridional
volvió a ser excepción. Allí los socialistas siguieron en permanente
colaboración con los comunistas y siempre con el sueño de la unidad para la
derrota definitiva de la derecha. Lo que en terminología de Stalin dio en
llamarse Frente Popular, como intuido aunque nunca reconocido asalto y punto
final a la alternancia en el poder.
La ruptura
Precisamente la
ruptura definitiva con ese sueño del Frente Popular y la «superación del
capitalismo » fue lo que hizo del Congreso de Bad Godesberg un hito en la
historia de la izquierda europea. En 1959 había muchas razones para que el
partido socialdemócrata alemán (SPD) decidiera en un congreso extraordinario en
las cercanías de Bonn la escenificación de esa ruptura con el marxismo y los
comunistas. Fuera del cinismo y la obediencia a Moscú era ya imposible defender
en forma alguna al régimen soviético y las brutales dictaduras comunistas. Seis
años después de la muerte de Stalin, las dictaduras comunistas habían
demostrado que, también sin el gran asesino y a pesar del XX Congreso del PCUS,
eran el peor enemigo de la libertad y la prosperidad.
Tres años antes lo
habían demostrado a sangre y fuego en Hungría y Polonia. Como seis años antes
en Berlín oriental. Solo una opción de izquierdas inequívocamente democrática,
comprometida con la defensa del sistema parlamentario y el capitalismo y por
tanto anticomunista podía aspirar a ser una opción de gobierno en la República
Federal de Alemania. Pronto lo sería y con Willy Brandt primero y Helmut
Schmidt después, la izquierda gobernó en la República de Bonn.
Perversión económica
Pero volvamos a la
pesadilla de ese socialista franco y duro que es Manuel Valls. Su advertencia
de que la izquierda puede desaparecer va dirigida a los votantes que ahora le
dan masivamente la espalda. Se la dan porque va a hacer todo lo que hasta ahora
había condenado en la derecha. Valls ha anunciado un plan de recorte de 60.000
millones de euros de gasto público. La realidad económica de Francia obliga al
Gobierno a tomar medidas de saneamiento presupuestario. Y son las medidas que
la izquierda siempre ha condenado y calificado de perversión de una derecha
cruel y sin empatía con los ciudadanos sufridores. Le había sucedido al español
José Luis Rodríguez Zapatero, quien durante seis años destruyó economía y
hacienda de España con las medidas impenitentemente erróneas surgidas de su
irresponsabilidad y facundia izquierdista. «No me digas, Pedro (Solbes), que no
hay dinero para la política». Lo hubo a chorros para cheques bebés, 400 euros y
demás regalos asistenciales al electorado mientras se obviaban todas las señales
de alarma y un inmenso
andamiaje de mentiras, cultivadas por su partido y un panorama mediático
rendido a Zapatero mantenía en pie un edificio en creciente riesgo de
hundimiento. Hasta que en mayo de 2010 colapsan los andamios. Desde Washington,
desde Pekín desde Bruselas y Berlín llamaron a Zapatero para decirle que se
acabó la mala broma. Y el 12 de mayo murió en España el gobierno de la
«izquierda Alicia», de la izquierda manirrota con dinero ajeno, la adanista que
nada sabía y todo lo inventaba, la soberbia y la revanchista, la sentimental y
la odiadora, la socialista frentepopulista.
Zapatero tuvo que
adelantar él personalmente la aplicación de la política de la derecha que
habría de ganar año y medio más tarde. Así comenzó el calvario personal de
Zapatero hasta que perdió las elecciones y sumió a su partido en la mayor
crisis de su historia en tiempos democráticos. De la que nadie sabe si saldrá.
O sí correrá la suerte del PASOK, caído en la irrelevancia marginal o, peor
aun, del PSI, también centenario, desparecido tras pasar Bettino Craxi por su
mando.
Fascinación errónea
En realidad hace ya
más de tres décadas que la izquierda tradicional democrática se hunde
lentamente en Europa. La socialdemocracia de Willy Brandt, Bruno Kreisky y Olof
Palme, fue más fugaz y en el campo económico mucho menos relevante de lo que
nos sugiere nuestra memoria. Confusión sin duda debida en España a la
fascinación que generaron en una sociedad encandilada por el último
socialdemócrata de esa escuela que fue Felipe González. El ocaso viene de
largo. Y ha continuado en esta década convulsa. Contra todo pronóstico. Muchos
pensaron que después de la caída de Lehman Brothers en 2008, las cosas
cambiarían. Análisis diversos anunciaban tras el tsunami financiero una era de
las regulaciones, del hipercontrol político de los mercados y de la
intervención permanente. Se anunciaba que, tras el shock de los mercados, los
pueblos en las sociedades desarrolladas exigirían más seguridad y severidad.
Sería la hora estelar de la socialdemocracia.
Mercados no regulados
No fue así. Los dos
mandatos de Barack Obama en la Casa Blanca no han aumentado los controles sobre
los mercados. Por el contrario, han desprestigiado seriamente a la izquierda
moderada en Estados Unidos como en Europa. Aquí, Merkel es más poderosa que
nunca y tiene a los socialdemócratas desesperados buscando un hueco que no
encuentran entre la nada del infantilismo y el radicalismo callejero y una
canciller que cada vez abarca más espacio político.
Independientemente de
los ciclos económicos, estas décadas demuestran, después del hundimiento de
Wall Street más que nunca, que la izquierda está tan sometida como todas las
demás fuerzas a unas reglas mundiales de producción y competencia en la
globalización que hacen inviable toda política clásica de izquierdas. Al menos
en libertad. La única alternativa real a la gran política consensuada que se
hace desde dentro de la Unión Europea no es democrática. En los países menos
desarrollados de Europa la protesta antieuropeísta, antiglobalizadora y
antisistema no se articula en la extrema derecha como en el norte, sino en una
izquierda comunista, radical, de vocación totalitaria y potencialmente
violenta. Confusa y sin rumbo, la socialdemocracia que no puede marcar rasgos
identitarios propios frente a liberales y conservadores.
Por eso triunfa la izquierda redentora, demagógica y
soberbia, con desprecio tan absoluto a las reglas como a las realidades. Es una
nueva victoria de la Tercera sobre la Segunda Internacional. Es el ocaso de esa
izquierda democrática que Manuel Valls ve morir. Pero es también el resurgir,
con otras ideologías ultras, de una izquierda totalitaria y violenta que
creímos para siempre enterrada cuando, tras causar decenas de millones de
muertos, el comunismo parecía muerto, hace ahora un cuarto de siglo.
EL FUTURO MEDIEVAL
Por HERMANN TERTSCH
ABC Sábado, 21.06.14
El califato que buscan los yihadistas aspira a dominar el
mundo entero
Cortan manos y
cuellos, ametrallan a prisioneros desarmados en sus fosas y degüellan civiles y
militares con la misma buena conciencia con la que rompen a martillazos joyas
arqueológicas o vuelan con dinamita estatuas milenarias. Matan porque han de
limpiar el mundo de todo aquel que no sea como ellos. Somos sus enemigos a
destruir sin piedad, porque somos un obstáculo para el mundo que Alá les
demanda.
Somos causa y origen
del mal. Para vencernos e imponer el bien, su bien, tienen permiso de Dios para
mentir y engañar, para simular y matar sin descanso. Y su bien principal, su
objetivo que hoy parece ya alcanzable y hasta cercano, es el califato islámico,
el primer estado incondicionalmente dedicado a Alá y su gloria en el mundo. Que
se extenderá hasta dominarlo. Como enemigos tienen la ventaja de que nadie
puede esperar de ellos compasión ni transacción.
Frente a ellos o matas o mueres. Parecen una pesadilla del
medievo. Pero son más bien un adelantado del futuro. Forman ya, en todo caso,
parte de nuestro cada vez más complejo y peligroso presente.
DEL VÉRTIGO Y LA INERCIA
Por HERMANN TERTSCH
ABC Viernes, 20.06.14
Los trámites constitucionales y las ceremonias oficiales se
han llevado a cabo con razonable solvencia y normalidad
HAN concluido los actos institucionales de un relevo en el
trono de España que hace exactamente un mes y dos días nadie en España se
planteaba así y ahora. Nadie salvo sus dos protagonistas y unas cuantas
personas del círculo más íntimo de la Corona. Por mucho que hayan surgido
después por doquier los listos inevitables en la patria del más frívolo mentir.
Cierto sí es que hoy, hasta los más escépticos o incluso inicialmente
espantados con el proceso y las formas en que se han producido la abdicación de
un Rey y la proclamación del otro, parecen convencidos de que se ha hecho en el
mejor de los momentos. O dicho de otra forma, que cualquier otro posterior
sería mucho peor. Los trámites constitucionales y las ceremonias oficiales se
han llevado a cabo con razonable solvencia y normalidad. Pese a una urgencia de
lógica evidente, si bien mal explicada. Ahora ya tenemos al nuevo Rey Felipe VI
que puede actuar sin todos los condicionantes que habían paralizado las
posibilidades reales de intervención de su padre. Ahora, al margen de tantas
esperanzas hipócritas, irreales e interesadas sobre soluciones milagrosas que
se quieren atribuir al nuevo Rey, conviene echar una sobria mirada sobre la
calamitosa, alarmante situación general de España y ver cómo pueden mejorarla
quienes constitucionalmente tienen el deber y los instrumentos legales para
hacerlo. El Monarca pronunció ayer un discurso razonable, integrador y animoso,
un discurso previsible con un llamamiento a la regeneración de la vida pública,
un compromiso de ejemplaridad y una apelación al imperio de la ley muy
oportuna. Porque la inmensa mayoría de nuestros problemas radican en la falta
de respeto a la ley y a la Constitución. No puede existir entendimiento ni
convivencia pacífica a medio plazo cuando se tolera la impunidad sistemática de
ese desacato permanente de las leyes. Insistió ayer el Rey en nuestra
diversidad en España, tan cierta como magnífica, tan garantizada legalmente
como por nadie cuestionada. Lo que está seriamente en peligro inminente es nuestra
unidad, una unidad y cohesión masivamente cuestionada y atacada en diversos
frentes por fuerzas que quieren destruir España desde instituciones del Estado.
Y lo proclaman, lo preparan y lo practican diariamente sin que el propio Estado
y los responsables de garantizar la unidad les pongan la mínima traba en su
actividad sediciosa. Son las fuerzas políticas democráticas nacionales, en la
medida en que aún lo son, las que tienen que poner coto a los preparativos del
separatismo.
Lo que demanda la situación es más protección para todos los
españoles en todos los rincones de España. No es comprensión al separatismo lo
que ha faltado por desgracia en estas pasadas décadas. Más bien al contrario.
El tiempo nos ha demostrado que concesiones retóricas, pecuniarias o
competenciales no sacian al insaciable por naturaleza. Hay que ponerle límites.
Al nacionalismo hay que vencerle con una narración política más vigorosa, más
veraz, más lógica y más auténtica. Esa narración existe y es potente porque la
verdad y la razón están con España y contra las mentiras de los nacionalismos
separatistas. Pero España ha carecido hasta ahora de voluntad de articularla,
proclamarla, defenderla y luchar con ella. Si el nacionalismo gana en Cataluña
hoy en día es solo por incomparecencia de la idea de España. El Rey de todos
los españoles debe tener un papel histórico para sacar a España de esa inercia,
de la indolencia y resignación que han permitido extenderse la tiranía
nacionalista. Pero la política es responsabilidad del Gobierno y es él quien
tiene que restablecer la legalidad como condición urgente para acabar con este
vértigo que aqueja a la nación española.
TRISTE JUSTICIA POÉTICA
Por HERMANN TERTSCH
ABC Martes, 17.06.14
La crisis económica impidió a Zapatero culminar la
liquidación de España, al menos dirigirla desde el poder
CASI da pudor hablar de algunos de los protagonistas del
vodevil precongresual socialista. Lo hace uno con el temor a escuchar aquello
de: «¿pero de qué conoces tú a gente como esa? Cuando una personalidad
acreditada y con largo servicio público como Joaquín Leguina, viejo
socialdemócrata, ex presidente de la Comunidad de Madrid, autor, lector,
intelectual y hasta exnovio de Charo López, es conminado a abandonar el PSOE
por una tal Beatriz Talegón que es nada y exnada, además de recontranada, uno
puede intuir lo bajo que ha caído ya el debate interno en ese partido. Si
además sus diferencias se exponen en un programa de televisión de zafiedad y
rufianismo desconocidos, dirigido por un chico del servicio de la vieja
dirección de Ferraz, la trifulca es una metáfora de los efectos tóxicos
inevitables para la sociedad española que se derivan de la putrefacción del
socialismo español. En realidad, dirán muchos con razón, este oprobio sin fin
para el Partido Socialista Obrero Español en esta fase de agonía que nadie sabe
si superará, solo responde a una justicia poética siempre muy rara en España,
pero muy bienvenida. La inconcebible, indescriptible devastación causada en
España por José Luis Rodríguez Zapatero, no podía quedar sin castigo. Sin un
castigo extraordinario que al menos sugiriera las colosales dimensiones del
perjuicio causado. Hay quien lo equipara a Fernando VII en felonía y daño a la
patria. Aquel rey tuvo más tiempo para hacer mal. No creo que nadie en nuestra
milenaria historia hiciera tanto daño en tan poco tiempo como este personaje
que vuelve ahora a pasearse por los platós en una permanente ofensa añadida
para todos los españoles que sufrirán aun durante mucho tiempo los efectos de
su miserable irresponsabilidad. Como contra toda razón y justicia, Zapatero no
pagará personalmente por sus actos cometidos desde la presidencia del Gobierno,
justo es que paguen los que hicieron posibles sus desmanes. Es decir, un
partido que le apoyó en todos sus atentados al bien común, a la unidad de
España y al patrimonio, economía y hacienda de los españoles. Y sobre todo, a
su imperdonable dinamitación de la convivencia de los españoles. Porque el
despreciable éxito permanente y mayor legado de este personaje negro de nuestra
historia ha sido la reactivación del espíritu de revancha y odio entre
españoles.
El primer y único presidente del Gobierno que evocó a los
bandos de la Guerra Civil para declararse miembro de uno de ellos ha sido muy
eficaz en esto. Había muchos frustrados con el fracaso histórico de la izquierda
que esperaban algún factor movilizador. Zapatero trajo el sentimiento, la
emoción de la revancha. En él encontraron al personaje que necesitaban para
movilizar resentimientos como sustitutivos de las ideas agotadas e
inexistentes. La crisis económica impidió a Zapatero culminar la liquidación de
España, al menos dirigirla desde el poder. Pero las fuerzas puestas en marcha
por la era Zapatero entre ciertos sectores, radicalizadas por los efectos
dramáticos de dicha crisis, nos han traído al presente todo lo peor de nuestra
historia de país pobre, desgarrado por la envidia, despiadado y cruel. Y los
personajes de la socialdemocracia que intentaron crear en España una izquierda
serena y europea, con su inevitable frivolidad e hipocresía, pero decidida al compromiso
en la democracia capitalista civilizada, hoy son corridos a gorrazos en las
teles. Véase Leguina. El legado de Zapatero es el socialismo radical que, en
manos de unos cuantos agentes comunistas con talento, se convierte en una marca
populista ideal para una sociedad pauperizada, insegura, infantil, sentimental
y embrutecida. Que de la mano de Iglesias y Talegón, Monedero y Madina, están a
punto de enterrar el sueño de una izquierda civilizada en España.
EL CALIFATO TERRORISTA
Por HERMANN TERTSCH
ABC Sábado, 14.06.14
La región puede acabar convirtiéndose en un califato
terrorista desde el Mediterráneo hasta Bagdad
Ahora ya sólo Alá puede salvar a Irak de los guerreros de
Alá. A esa conclusión ha llegado la máxima autoridad religiosa chií del país,
Alí al Sistani, al ver lo inútiles que son los llamamientos del poder terrenal
representado por el primer ministro chií Kamal al Maliki. Con el ejército
iraquí en rápida descomposición y la población suní en abierto apoyo a las
fuerzas yihadistas del EIIL, Al Sistani ha llamado a todo hombre capaz a
defender con las armas Irak y los sagrados lugares del chiísmo. Es su deber
sagrado, ha proclamado el ayatolá chií, ante la amenaza del ejército de miles
de soldados suníes fanáticos y suicidas llegados de decenas de países a la
guerra de Siria y ahora avanzan triunfantes por Irak sin encontrar resistencia.
El colapso del Estado iraquí
puede así acelerarse. El llamamiento de Al Sistani agudizará sin duda el
enfrentamiento sectario. Pero este colapso vertiginoso es también el colapso de
la estrategia de Obama de entrar en la historia como el presidente bueno que
eliminó las consecuencias del presidente malo, George W. Bush. La ansiedad
manifiesta de Obama de salir de todos los lugares en los que EE.UU. entró en
conflicto durante el mandato de su antecesor, le ha jugado finalmente la peor
jugada posible. Obama pareció haber aprendido de un presidente de gobierno
español ese lema de hacer las cosas «como sea». Y así fue como se salió de
Irak. Así es como está saliendo de Afganistan. Y así es como en los próximos
días, meses y años, la realidad se vengará del populismo buenista.
Desde Washington, Obama se ve
ya obligado a asegurar a sus conciudadanos que no volverá a mandar tropas
norteamericanas a desplegarse por Irak. Porque lo que no puede ya negar es que
en los próximos días se tendrá que volver a implicar militarmente allí y quizás
de forma masiva, para intentar evitar que toda la región se convierta en un
campo de batalla o una inmensa bomba de relojería con un califato terrorista
desde el Mediterráneo hasta Bagdad, de momento. Con un resultado muy incierto.
Todo se mueve en sorprendentes
cabriolas estratégicas. Porque de repente Irán, que moviliza a su Guardia
Revolucionaria en su frontera con Irak por si tiene que ayudar a los hermanos
chiítas del gobierno Maliki, se convierte en aliado objetivo del Satán de EEUU.
Y Arabia Saudí que ha armado y financiado a los yihadistas para entrar en
Siria, ve que el régimen de Assad no ha caído pero sus fanáticos provocan
extrañas e incómodas alianzas. Nadie sabe si arderá la región. Todos saben que
cada vez hay más posibilidades de que así sea. Y todos ven que las debilidades
de Washington en Siria y sus huidas de los lugares de conflicto son un fracaso
cuya venganza tendrá un coste apenas hoy calculable.
LA VENGANZA DE SIRIA
Por HERMANN TERTSCH
ABC Viernes, 13.06.14
Miramos hacia otro lado como siempre para evitar conflictos.
Ahora Siria anuncia su venganza y nos visita y amenaza
QUIENES han seguido
desde las capitales de todo el mundo los acontecimientos cerca de la ciudad
iraquí de Mosul se declaran impresionados. Y asustados. Lo están por el arrojo
y la fiereza con que unos 800 combatientes yihadistas del ISIS ponían en fuga
caótica a unos 30.000 soldados del ejército regular del Gobierno de Bagdad. Y
tomaban, en horas, esta ciudad, la tercera en tamaño del país. Cerca de medio
millón de ciudadanos están en la huida ante estas tropas de yihadistas en las
que todos son suicidas y nadie obedece otra ley que la de Alá, dictada por
medio de sus líderes sunitas. Y ante todo de su caudillo máximo, Abu Bakr Al
Bagdadi. Lo que jamás logró Bin Laden con Al Qaida, un estado a su servicio y
un ejército regular de guerreros de Dios, es ya un objetivo alcanzable para el
jefe de ISIS, del estado islámico de Irak y Siria. Su ejército es temible porque
no tiene piedad y sí cada vez más fuerza. También porque es el primer ejército
verdaderamente mundial que se organiza bajo la bandera del Islam. Son iraquíes
y sirios y paquistaníes y jordanos y egipcios y saudíes. Pero también
británicos, americanos, españoles, alemanes, franceses, holandeses, italianos y
suizos. Deseosos de matar y morir. Ahora resulta espectacular la velocidad con
la que marchan hacia Bagdad estos yihadistas y conquistan pueblos y ciudades
que se encuentran en su camino. El Estado iraquí en el que EE.UU y sus aliados
han invertido miles de vidas, cientos de miles de millones y más de una década
de terrible esfuerzo bélico, se puede disolver como un azucarillo. Cientos de
miles de muertos después podemos estar ante una tragedia aún mayor. Cada vez
parece menos evitable el estallido de la guerra total entre chiítas y sunitas.
Con sus respectivos colosos, Irán y Arabia Saudí, embarcados en una carrera
armamentista con la bomba nuclear como objetivo inmediato. El nuevo escenario
sorprende por la velocidad con que ha cristalizado. Porque el origen de esta
revolución militar para un inmenso califato terrorista está en Siria.
Es una pesadilla no del todo imprevisible. Responde a los
más negros augurios de quienes advirtieron de las consecuencias de la decisión
occidental de no armar en la guerra contra Assad a unas fuerzas complicadas y
heterogéneas, pero no fanatizadas como son las integradas en el Ejército Libre
de Siria. Hillary Clinton acaba de reconocer que ella estuvo a favor de
hacerlo, pero Obama se negó. Así, los únicos que han recibido armas y dinero de
forma masiva en este conflicto –aparte de Assad, por supuesto– han sido los
yihadistas. Ahora desfilan como triunfadores por una amplia «franja liberada»
que va desde el Mediterráneo hasta el corazón de Irak y pronto podrían estar en
Bagdad. Son los ídolos en las mentes juveniles sunitas en la región pero
también en el islamismo en Occidente. Se estima que ya son miles los
occidentales en el ejército de ISIS. Que van y vuelven a sus casas convertidos
en expertos combatientes y fanáticos muy curtidos y taimados. En auténticas
bombas para la seguridad occidental. La situación es tan amenazadora que ya hay
voces en Occidente que creen necesario colaborar con Assad para aplastar a este
ejército en Siria. Maliki en Bagdad está siendo arrollado. Hoy el peligro ha
saltado las fronteras de Siria, marcha victorioso por tierras iraquíes entre
arengas que prometen liberar para el Califato tanto Jerusalén como El Cairo,
pero también Sicilia y Andalucía. No quisimos saber nada de Siria. Miramos
hacia otro lado como siempre para evitar conflictos. Ahora Siria anuncia su
venganza y nos visita y amenaza. Y nos recuerda cuánto sabemos equivocarnos.
DOS OLIGARCAS, MUCHAS MENTIRAS
Por HERMANN TERTSCH
ABC Martes, 10.06.14
Las mentiras de esta democracia son hoy ya mayores que las
mentiras del franquismo. Amplificadas y multiplicadas en los medios
LA inmensa mayoría de
los españoles no consumen ni saben que subsisten en una vida marginal unas
revistas que se autodenominan falsamente como satíricas y de humor y son en
realidad un permanente vómito de mal gusto que solo hace humor zafio por medio
la denigración, ridiculización y humillación de personas públicas o no. Nada
tienen que ver con aquellas revistas de ingenio como la legendaria Codorniz o
después el Hermano Lobo. Son pura agresión y transgresión de cochambre amoral,
habitualmente hiriente hacia la religión católica (con otras no se atreve) e
ideología de extrema izquierda. Una de esas revistas cambió la pasada semana su
portada en la que insultaban al Rey, al Príncipe y a la Corona. Lo hizo por
orden estrictamente privada de su propietario. Era una injuria menor comparada
con otras muchas que se han publicado en esa y otras revistas de similar
calaña. A partir de ahí todo han sido denuncias contra «el secuestro» de la
revista. Denuncias todas ellas acompañadas de la portada retirada, con lo que
tiene una difusión muy superior a la que jamás habría tenido en su miserable distribución
y venta habitual. Las grandes televisiones privadas han lamentado mucho el
secuestro que nunca existió. Y se ha repetido mil veces la patraña. La
solidaridad es lógica. Porque dichas televisiones que no cesan de verter basura
de la misma especie sobre los Reyes presentes y futuros y sobre la Monarquía.
Y, de paso, sobre todos los españoles que pudieran preferir esa forma de Estado
a la reedición de una II República que, según pretende, fue un régimen
impecable e ideal. Cuando, a los pocos años de su existencia, su principal
cualidad era la tolerancia para el asesinato de que gozaban los rufianes de la
soldadesca del Frente Popular.
Las cuatro grandes
televisiones privadas se las reparten nuestros dos oligarcas de la tele. Uno es
un español de Barcelona. Es el que marca tendencia en la agresión permanente y
los esfuerzos deslegitimadores. El otro es italiano. Viendo el éxito del
anterior es ya fiel emulador. Nuestros dos oligarcas son los dueños de todo el
cortijo por obra y gracia de Zapatero y de Rajoy. Cada uno tiene una televisión
generalista en la que pretenden tener algún escrúpulo y otra de combate en la
que presumen de carecer de ellos. Imponen sus criterios publicitarios gracias a
que Zapatero les entregó la parte del pastel de RTVE. Fue a cambio de una
entusiasta complicidad en este proceso de encanallamiento general que nos ha
traído a los españoles adonde estamos. El Gobierno actual ha respetado todas
estas tropelías de Zapatero. Como todas las miserables leyes ideológicas del
zapaterismo. Así, las mentiras del revanchismo se han hecho tan fuertes como la
mentira del secuestro de la revista basura. Y las televisiones bombardean con
basura ideológica a diario y sin pausa a la ciudadanía. Las mentiras de esta
democracia son hoy ya mayores que las mentiras del franquismo. Omnipresentes,
amplificadas y multiplicadas en estos medios, son «verdad revelada» para una
sociedad cada vez más manipulable. El Gobierno mientras parece más dedicado a
perseguir a los críticos y a quienes les recuerdan sus compromisos incumplidos.
La extrema izquierda, creen algunos, acabará beneficiando al PP. Hay que
cultivarla. Los españoles acabarán votando PP aterrados ante las barbaridades
de la extrema izquierda y la amenaza del Frente Popular. Y en caso de que falten
escaños y ante la presión de la ultraizquierda y el separatismo, el PSOE
presionado por Europa y en un alarde de patriotismo, renunciará al Frente
Popular para hacer una gran coalición con la derecha. En fin. Hay quien acusa a
este Gobierno de no creer en nada. Si creen que así se salvan nos hacen pensar
que creen hasta en los Reyes Magos.
LA CARRERA POR LA LIBERTAD
Por HERMANN TERTSCH
ABC Viernes, 06.06.14
70 AÑOS DE NORMANDÍA
En 1944 se conocía al perdedor, pero faltaba por saber
quiénes eran los vencedores
Freno al comunismo El Día D es la piedra angular de la
reconstrucción de la democracia en la Europa occidental
La Francia liberada saludó a las tropas aliadas que acabaron con la pesadilla nazi y colaboracionista
Dicen que nadie se
atrevió a despertar a Hitler aquella mañana en su residencia en las montañas
bávaras de Berchtesgaden. A todos aterrorizaba darle malas noticias. Si siempre
había recibido todo revés con nada disimulada cólera, en la primavera de 1944,
con la salud quebrada y sus fuertes combinados de fármacos, todos, desde sus
ayudantes de cámara a sus generales, tenían terror a tener que comunicarle
cualquier adversidad. Aquel día la noticia era de nuevo nefasta. Los aliados
occidentales, armados con una maquinaria militar jamás vista en la historia,
acababan de iniciar en la costa francesa el asalto al continente europeo por el
norte. Once meses antes habían desembarcado en Sicilia. Y ya avanzaban por la
bota italiana. Caído Montecassino, el día 4 de junio habían entrado en Roma. La
Wehrmacht cedía terreno sin cesar en aquel frente. Por no hablar del oriental.
Stalingrado había dictado suerte y después, la batalla de Kursk había supuesto
el definitivo punto de no retorno. Alemania iba a perder la guerra. Faltaba
saber cuándo y cuántos muertos y destrucción habría aún de costar. Se conocía
al perdedor. Pero faltaba por saber, cuestión en esta guerra mundial de
infinita importancia, quienes serían los vencedores.
Once meses después
había terminado la guerra. Once largos meses en que los ejércitos alemanes
resistieron a una derrota cierta con una dureza y obstinación dignas de mejor
causa. El asalto a la «fortaleza Europa», el desembarco de Normandía, supuso la
aceleración de la muerte del III Reich, al impedir a Hitler concentrarse en su
frente oriental. Pero supuso ante todo la salvación de la Europa libre y los
cimientos para una alianza trasatlántica que fue garante de la defensa de las
democracias europeas hasta que se hundió el otro imperio surgido, como el III
Reich, sobre una ideología criminal de terror y desprecio al ser humano.
De ahí que el Día D
fuera mucho más que una batalla militar. Porque allí sí se dirimió la lucha por
la libertad de Europa. Lo que no era el caso en Stalingrado o Kursk. En 1944
desde las costas del inmenso y heroico buque de guerra que habían sido las
islas británicas desde 1940, comienza el asalto definitivo de las naciones de
la libertad en armas a combatir en el oeste contra el monstruo nazi, pero muy
conscientemente en carrera también con aquel aliado que, por definición habría
de convertirse muy pronto en enemigo, el otro monstruo, el comunismo bajo
Stalin, en pleno avance por una Europa oriental y central en ruinas.
ABC Soldados aliados, tras la batalla
No hay que caer mucho
en la ucronía, pensar la suerte que habría corrido Francia de haber sido Stalin
el único vencedor del nazismo con la bota ocupante en territorio alemán. Con el
Ejército Rojo en toda Alemania, los comunistas franceses se habrían impuesto
con la misma facilidad que lo hicieron los «petainistas» con ayuda de la
Wehrmacht. Con Polonia, Alemania y Francia en manos soviéticas, la historia
habría sido otra. Y sin duda peor. El Día D es la piedra angular de la
reconstrucción de la democracia en la Europa continental, del anclaje de
Alemania a occidente y, al final, de la victoria de la democracia sobre el
comunismo en esa larga Guerra Fría que tras 45 años de sordo combate se decide
hace un cuarto de siglo en 1989 en el Muro de Berlín.
Hoy Europa vuelve a
estar amenazada en su seguridad y valores democráticos por enemigos internos y
externos. Y vuelve a adolecer de las mismas debilidades que en la década de los
años treinta llevó al naufragio de las democracias y
auge de las ideologías redentoras. Frente a estas, la alianza atlántica es el
único mecanismo de probada eficacia de autodefensa de las democracias.
Pero nadie espere que
por tercera vez sea EE.UU. quien mande a sus hijos a morir por arreglar una
catástrofe causada por egoísmo, comodidad, cobardía y debilidad europeas.
Muchos reconocen el valor de la libertad, pocos quieren ver que también tiene
precio. Esperemos todos sean conscientes de ello hoy cuando recuerden a los
muertos en aquellas playas por la libertad. Y porque una tiranía no fuera
sustituida por otra.
La guerra vista de
lejos, en el espacio y en el tiempo, ha sido siempre motivo de las más bellas
construcciones de la palabra y el espíritu. Las Termópilas o Accio, Lepanto o
Waterloo, Stalingrado o Normandía, despojadas de su realidad de espanto,
muerte, miseria, dolor, heces y sangre, las grandes batallas siempre han dejado
una huella muy determinada en la memoria del mundo o las naciones implicadas.
UN DISCURSO INAUDITO
Por HERMANN TERTSCH
ABC Viernes, 06.06.14
¡Cuánto ayuda tener unos poderes firmes e implacables
defensores de la Constitución para que ésta sea respetada!
SOLO dijo gracias. En
mil bellísimas formas. Fue una extensa, preciosa, cultivada, bien articulada y
magnífica expresión de gratitud a una Constitución, a quienes la hicieron
posible y a quienes la defienden y hacen cumplir todos los días. Fue un largo
discurso ante el pleno del Bundestag hace diez días, en la solemne ceremonia de
conmemoración del 65 aniversario de la Constitución alemana. Este emocionado e
inteligente homenaje a la Constitución de Alemania de 1949 fue tan conmovedor
como inaudito. No tiene precedentes. Es un canto al orden constitucional
democrático alemán de un ciudadano procedente de una cultura muy remota. Navid
Kermani es un escritor de origen iraní. Sus padres llegaron a Alemania en los
años cincuenta. Nacido él ya cerca de Bonn, Kermani aprovechó el honor que le
otorgaba el Bundestag para hacer lo que es tan infrecuente y que tanto se echa en
falta en las sociedades modernas occidentales que acogen a millones de
inmigrantes: expresiones de gratitud. Kermani la logró con virtuosismo en un
homenaje a la tolerancia, a la fuerza transformadora de la democracia y la
palabra y al compromiso de los alemanes en asumir su terrible pasado. Y a su
honradez y decisión al hacerlo precisamente en la defensa de la dignidad
humana.
Kermani no ocultó las facetas difíciles y oscuras de la
sociedad alemana. Pero en un minucioso, culto y sensible balance dio las gracias
a Alemania por su hospitalidad, por su generosidad y por el esfuerzo de su
política de perseguir unos ideales expuestos en el Bundesgesetz, su
constitución desde la creación de la República Federal. Que es una constitución
más vieja que la española. Pero una constitución respetada por todos y
protegida por todos los órganos que la misma establece para su defensa. Con
toda firmeza y contundencia frente a sus enemigos. Quienes conspiran contra
esta Constitución, intentan destruirla o subvertir sus órganos, son
delincuentes a perseguir. Quienes pretendan violar la Constitución o cambiarla
sin seguir las reglas para ello establecidas en la misma son criminales que han
de ser perseguidos. Porque quienes quieren romper el código de convivencia son
una amenaza para todos. Alemania sabe muy bien lo que supuso un Estado débil y
una constitución violada, ignorada o ridiculizada por las fuerzas políticas
emergentes, cada vez más extremistas en los años de la República de Weimar. La
constitución de 1949 surge de la voluntad de fundación de un Estado libre y
democrático sobre los escombros de una Alemania arrastrada a la destrucción por
el totalitarismo, la intolerancia y el miedo. Con voluntad firme de proteger a
todos los alemanes en sus derechos individuales y en la búsqueda del bien
común. Quien osa ignorarla o violarla está fuera del juego político y fuera de
la legalidad. El Tribunal que la interpreta desde Karlsruhe tiene un carácter
poco menos que sagrado. Y el Gobierno y todas las instituciones tiemblan si ese
Tribunal los desautoriza o sanciona. Todos acatan. Nadie discute a los órganos
supremos. «Esta Alemania es la mejor que jamás tuvimos. Y debemos estar
orgullosos de su poder de atracción», dice Kermani. Gracias por la seguridad
jurídica, por los derechos, por el humanismo de la propia constitución y del
esfuerzo cotidiano en aplicarlo, por el trabajo, por el bienestar. «También en
nombre de los musulmanes que gozan aquí de los derechos que se les niegan a los
cristianos en países islámicos». (…) «En nombre de los 26 miembros de mi
familia, me inclino simbólicamente y digo “gracias, Alemania”». ¡Cuánto ayuda
tener unos poderes firmes e implacables defensores de la Constitución y la
legalidad para que esta sea respetada y agradecida en su inmensa superioridad
moral frente a sus enemigos!
DE GRATITUD Y BUENA FE EN ESPAÑA
Por HERMANN TERTSCH
ABC Martes, 03.06.14
El Rey Juan Carlos I ha abdicado. Se cierra un capítulo
extraordinario en la larga historia de España. Han sido 39 años de Monarquía
Parlamentaria en la que los españoles han vivido unidos, en paz y en libertad.
Algo extraordinario. Libres y sin matarse entre ellos. Nunca había sucedido. Y
nada predeterminaba entonces, en aquella precariedad de noviembre de 1975, que
así fuera. Demasiados miedos, angustias y sobre todo odios internos había
acumulado el pueblo español durante todo el siglo XX, por no mencionar el XIX,
para que nadie pudiera atreverse a garantizar que el célebre “cainismo” no iba
a rebrotar. Que los españoles no volverían a los ajustes de cuentas, a la
goyesca riña a garrotazos.
El Rey recién llegado supo sentir mejor que nadie la
necesidad y el espíritu, pero también las posibilidades del momento. Cierto que
tuvo el Monarca mucha suerte. Como todos nosotros. Por una vez suerte española
en una encrucijada histórica en ese siglo pasado jalonado de maldiciones.
Porque el joven Rey supo rodearse de quienes solo tenían buena fe y mejor
consejo para la Monarquía y su gran proyecto de reconciliación nacional en una
democracia. Mucho se ha escrito, con motivo de la muerte del otro gran
protagonista, Adolfo Suárez, sobre aquellos años sorprendentes de los españoles
en permanente esfuerzo por entenderse los unos a los otros. Porque siempre hubo
ambiciones, tensiones y traiciones. Pero quienes vivimos aquella época lejana
sabemos que sí se produjo entonces un insólito tsunami de buena fe en España.
El director de orquesta que se esforzaba por coordinar las corrientes, limar
desconfianzas, hacer olvidar afrentas, mitigar enconos y, sobre todo, impedir
que odios pasados volvieran a dinamitar presente y futuro, fue siempre su
Majestad, el Rey.
Corrupción y separatismo
Casi cuarenta años después, España es otra en muchos
sentidos. En demasiados. Hace tiempo ya surgieron los terribles efectos de
nuestros pecados originales en aquella transición política. Dos son los peores:
la peste de la corrupción y el cólera del separatismo. Los nacionalismos habían
recibido un trato de especial deferencia como ciertas fuerzas de izquierda y
los sindicatos, en un esfuerzo del Estado por lavar una mala conciencia de los
políticos procedentes del anterior régimen. Y la mala conciencia de la
dictadura se convirtió en el germen de las principales enfermedades que habrían
de asaltar a nuestra democracia. La ley electoral y el papel de partido
nacionalista bisagra impusieron un ritmo de transferencias a las autonomías y
vaciado del Estado central que nos ha traído adonde estamos. La buena fe de la
transición tuvo como respuesta de los nacionalismos una deslealtad furiosa por
causar daño a España. Las advertencias fueron desoídas y ridiculizadas. Hoy ya
nadie duda de que España, su unidad, está abiertamente amenazada en una deriva
suicida de los nacionalismos por la independencia y una pasividad continuada
del Estado central, hoy prácticamente ausente en ciertas regiones españolas. La
abierta complicidad del pasado Gobierno socialista con todos los sectores
nacionalistas, desde ETA hasta CiU pasando por ERC, dinamitó los últimos
anclajes de respeto a la legalidad del Estado nacional. Cataluña se comporta ya
como un Estado independiente para todo menos para financiarse.
“Una nueva generación reclama con justa causa el papel
protagonista”, ha dicho el Rey. Ahora ya tiene su hijo ese protagonismo. Felipe
VI se tendrá que enfrentar, nada más llegar al trono, con el desafío
separatista catalán. Y probablemente con otro en el País Vasco, si no se pone
freno a este delirio. El desafío separatista es ya también un acoso contra la
legalidad y democracia de todo el Estado. A ellos se une ahora como amenaza la
radicalización de la izquierda en toda España que el hundimiento del PSOE trae
consigo. Veremos cómo puede Felipe VI relanzar el espíritu de una nueva
transición para que todos los españoles vuelvan a sentirse protegidos por la
Constitución española y la vigencia de las leyes haya sido restablecida en todo
el territorio.
Una nueva transición
Toda la ayuda que tiene procede de unos partidos faltos de
liderazgo, debilitados y mediocres. Acosados por fuerzas radicales,
embrutecidas y nutridas de unas generaciones crecidas en el culto a la
transgresión y sin respeto a España ni a las instituciones. Así las cosas, el
nuevo Rey tendrá que afrontar una transición no menos amenazada por
totalitarismos y violencia que la de su padre. Su ventaja respecto al punto de
partida de Juan Carlos en 1975 está en que el marco legal previo existe. Su
desventaja está en que la España de la buena fe de la transición y la
reconciliación no existe. Ha tenido demasiados enemigos. Y no suficientes
defensores. Solo cabe desearle mucha suerte y que cuando acabe su reinado pueda
gozar de la profunda e inamovible gratitud que profesamos a su padre quienes
bien sabemos que hay hombres, muy imperfectos, que pueden ser bendición de la
historia.
DE GRATITUD Y BUENA FE EN ESPAÑA
Por HERMANN TERTSCH
ABC Lunes, 02.06.14
Los desafíos
El nuevo Rey tendrá que afrontar una transición no menos
amenazada por totalitarismos y violencia
El Rey Juan Carlos I ha abdicado. Con esta decisión real se
cierra un capítulo extraordinario en la larga historia de España. Han sido 39
años de Monarquía Parlamentaria en la que los españoles han vivido unidos, en
paz y en libertad. Nunca había sucedido. Y nada predeterminaba entonces, en
aquella precariedad de noviembre de 1975, que así fuera. Demasiados miedos,
angustias y sobre todo odios internos había acumulado el pueblo español durante
todo el siglo XX, por no mencionar el XIX, para que nadie pudiera atreverse a
garantizar que el célebre “cainismo” no iba a rebrotar. Que los españoles no
volverían a los ajustes de cuentas, a la goyesca riña a garrotazos. No fue así.
El Rey recién llegado supo sentir mejor que nadie la necesidad y el espíritu,
pero también las posibilidades del momento. Cierto que tuvo el Monarca mucha
suerte. Como todos nosotros. Por una vez suerte española en una encrucijada
histórica en ese siglo pasado jalonado de maldiciones. Porque el joven Rey supo
rodearse de quienes solo tenían buena fe y mejor consejo para la Monarquía y su
gran proyecto de reconciliación nacional en una democracia. Ahí está para
recordarlo la fotografía de Torcuato Fernández Miranda, junto a otra de los
Príncipes de Asturias, en el despacho del Rey, en la imagen que capta el
instante hoy en que éste entrega al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, el
recién firmado documento de abdicación. Mucho se ha escrito, con motivo de la
muerte del otro gran protagonista, Adolfo Suárez, sobre aquellos años
sorprendentes de los españoles en permanente esfuerzo por entenderse los unos a
los otros. Porque cierto que siempre hubo, como tiene que haber, ambiciones,
tensiones y traiciones. Pero quienes vivimos aquella época lejana sabemos que
sí se produjo entonces una insólita oleada de buena fe en España. El director
de aquella orquesta que se esforzaba por limar desconfianzas, por hacer olvidar
afrentas, por mitigar enconos y, sobre todo, por impedir que odios pasados
volvieran a dinamitar presente y futuro, fue siempre su Majestad, el Rey.
Casi cuarenta años después, España es otra en muchos
sentidos. Probablemente en demasiados. Todos los grandes estados europeos han
cambiado. En España, sin embargo, ha entrado en crisis existencial. Fueron
muchos los años de desarrollo y, pese a todos los problemas lógicos de un país
de la Europa meridional pobre, de legítimo orgullo compartido por todos los
avances y el progreso tan manifiesto en todo el país. Pero hace tiempo ya
surgieron los terribles efectos de nuestros pecados originales en aquella
transición política. Uno ha sido la peste corrosiva de la corrupción. El otro
el del separatismo. Los nacionalismos habían recibido un trato de especial
deferencia como ciertas fuerzas de izquierda y los sindicatos, en un esfuerzo
del Estado por lavar una mala conciencia de los políticos procedentes del
anterior régimen. Y la mala conciencia de la dictadura se convirtió en el
germen de las principales enfermedades que habrían de asaltar a nuestra
democracia. Y que hoy la tienen permanentemente desestabilizada. La ley
electoral y el trato a las minorías nacionalistas como socio en el papel de
partido bisagra para los dos grandes partidos impuso un ritmo de transferencias
a las autonomías y vaciado del Estado central que nos ha traído adonde estamos.
Porque la buena fe de la transición tuvo como respuesta de los nacionalismos
una deslealtad que muchas veces es bajeza en sus ansias por dañar a la nación
española, su lengua y su Estado común. Muchos sarcasmos han tenido que sufrir
los que han manifestado por todo ello su temor por la unidad de España. Hoy ya
nadie duda de que está abiertamente amenazada en una deriva suicida de los
nacionalismos por la independencia y una pasividad continuada del Estado
central que ha quedado prácticamente ausente en ciertas regiones españolas. La
abierta complicidad del pasado Gobierno socialista con todos los sectores nacionalistas,
desde ETA hasta CiU pasando por ERC, dinamitó los últimos anclajes de respeto a
la legalidad del Estado nacional. Cataluña se comporta ya como un Estado
independiente para todo menos para financiarse.
Nos dicen que la abdicación del Rey ha sido preparado todos
estos meses. En todo caso habrá influido en esta decisión y su momento el temor
a que, en estos momentos de humores tan inestables, después de las próximas
elecciones las mayorías parlamentarias o los nuevos liderazgos radicalizados en
algunos partidos, hicieran más problemático el traspaso de la Jefatura del
Estado a Felipe VI. “Una nueva generación reclama con justa causa el papel
protagonista”, ha dicho el Rey. Ya lo tiene su hijo. Felipe VI se tendrá que
enfrentar, nada más llegar al trono, con el desafío separatista catalán. Y
probablemente otro en el País Vasco, si no se pone freno a este delirio.
Reimponer el imperio de la ley, no el transigir ante el chantaje, debiera ser
la única opción. Porque el desafío separatista lo es también contra la
democracia. Porque los procesos nacionalistas desvelan cada vez más su carácter
totalitario. Como lo tienen las nuevas opciones de izquierda que el hundimiento
del PSOE trae consigo. Veremos cómo puede Felipe VI relanzar el espíritu de una
nueva transición para que todos los españoles vuelvan a estar protegidos por la
Constitución española. No tendrá mucha ayuda desde unos partidos actuales faltos de
liderazgo, debilitados y mediocres. Acosados por fuerzas radicales,
embrutecidas y nutridas de unas generaciones crecidas sin respeto a España ni a
las instituciones. Así las cosas, el nuevo Rey tendrá que afrontar una
transición no menos amenazada por totalitarismos y violencia que la de su
padre. Su ventaja respecto al punto de partida de su padre es que el marco
legal previo existe y permite la transición sin fisuras. Y que sin duda una
inmensa mayoría de los españoles quiere un futuro en paz, unidad y concordia
democrática. La desventaja que ha de afrontar es que la España de la buena fe
de la transición y la reconciliación no existe. Ha tenido demasiados enemigos.
Y no suficientes defensores. Difícil tarea por tanto. Solo desearle que cuando
concluya su reinado se haya merecido la gratitud de tantos españoles como somos
los que se la debemos a su padre.
EUROPA, EL CAMBIO MÁS NECESARIO. EL AUGE DE LOS POPULISMOS. LA CRISIS DEL BIPARTIDISMO
Por HERMANN TERTSCH
ABC Domingo, 01.06.14
La UE tiene que abordar una reforma en profundidad si no
quiere que las opciones eurófobas ganen terreno
Europa evoca este año
2014 tres fechas de terrorífico poder simbólico en la historia de la humanidad.
Hace cien años comenzó la Primera Guerra Mundial que supuso una quiebra
profunda en la civilización occidental. Y cambió radicalmente la percepción que
de sí mismo tiene el mundo moderno. Hace 75 comenzó la Segunda Guerra Mundial
por el auge y choque de los totalitarismos surgidos de la Primera. Con el infierno
añadido del crimen ideológico. Y hace 25 años fue derribado el Muro de Berlín,
al colapsar el sistema soviético en Europa oriental. Las muchas decenas de
millones de europeos que murieron violentamente entre la primera fecha, 28 de
junio de 1914, y la última, 9 de noviembre de 1989, pero también los coetáneos
de todos ellos, considerarían la actual situación de Europa una inconcebible
bendición. Europa es un continente en paz y sin fronteras que garantiza
libertad y propiedad y en el que la compasión y la ayuda al prójimo son
oficiales. Nada menos. No en una minúscula isla. Tiene 500 millones de
habitantes y se extiende desde el Algarve hasta el extrarradio de San
Petersburgo. La Unión Europea es, desde esta perspectiva histórica, el proceso
de expansión pacífica del bien más espectacular, rotundo e incuestionable de la
historia de la humanidad.

EFE ABC YA LO ALERTÓ El 23 de mayo pasado, ABC denunciaba en su portada que el auge de los populismos eurófobos era uno de los asuntos importantes que no se abordaron en la campaña electoral
Mensaje inequívoco
Este año 2014 nos
quedará también grabado por otra fecha clave: el pasado 25 de mayo. Cuando la
Unión Europea recibió el mensaje inequívoco de sus habitantes de que la isla de
afortunados, en su actual forma de gestión, se ha vuelto inviable. Y que debe
reformarse urgentemente o prepararse para morir. Conocido es el mensaje que
Angela Merkel no se cansa de repetir: Europa supone el 7% de la población, el
25 por ciento del PIB y el 50% del gasto social del mundo. Las dos primeras
cifras seguirán bajando con rapidez. La tercera, la que financia la isla de los
afortunados, es ya hoy perfectamente absurda e imposible de mantener. Los
cambios se harán. Por iniciativa política o por imposición de los hechos. Pero
la confusión es inmensa. Tras muchas resistencias al cambio hay arrogancia que
surge de un eurocentrismo casi colonial, que desprecia a las realidades
económicas del siglo XXI y a sus competidores, el 93% del mundo. Por no hablar
de aquellos en Europa que creen poder afrontar el futuro en trinchera
nacionalista y barrera arancelaria. Alemania, recuerda Merkel, es un enano que
no puede sobrevivir solo. Y otros hacen proyectos de tribalismo decimonónico.
Avisos previos
Los avisos llegaban
desde hace años. Pero la inmensa maquinaria de Bruselas no se ha dado por
enterada. Tampoco los Estados miembros, con sus grandes partidos tradicionales,
en sus bloques de conservadores, liberales, socialdemócratas. Por eso han
surgido otros para expresarlo con claridad. Si la democracia es, con todos sus
defectos y miserias, un sistema tan superior a los demás, es porque tarde o
temprano acaba avisando a sus dirigentes de sus errores y fracasos. Así lo han hecho
ahora las ciudadanías de los Estados nacionales en Europa. Reafirmando a los
Estados nacionales como el «demos» fuente y origen de la soberanía, por mucha
soberanía que se ceda a Bruselas. Han surgido partidos populistas por doquier.
Y que sean más o menos populistas no significa que no tengan razones de peso.
Los dos grandes
desestabilizadores en estas elecciones han sido el Frente Nacional de Le Pen en
Francia y el UKIP de Nigel Farage. Ambos se han convertido en primera fuerza en
sus países, a su vez dos de los cuatro grandes. Más allá de otros aspectos
ideológicos en esos partidos que puedan disgustar más o menos, lo cierto es que
ellos dos sí estarán pronto en situación de dar un golpe decisivo a la UE. Y
como todos los demás partidos de este tipo, no lo podrán hacer en el Parlamento
Europeo, donde, pese a su crecimiento, suponen solo el 30% de los votos. Pero
sí y con seguridad en sus parlamentos nacionales si sus éxitos se reflejan en
las legislativas nacionales. En los países del norte, desde Dinamarca a
Austria, Holanda a Francia, el populismo beneficia a la extrema derecha con su
egoísmo mientras en países como España y Grecia fortalece a la extrema
izquierda y el comunismo con su resentimiento, véase Syriza o Podemos. Es un
hecho que refleja el diferente nivel de desarrollo de la sociedad. Son los
mismos instintos desde diferente actitud.
Camino de sobresaltos
Nada indica que se
vaya a cumplir el proverbial augurio reaccionario de que, tras el sobresalto,
las aguas vuelven a su cauce. Todo indica que los sobresaltos serán mayores.
Porque la rebelión contra el camino emprendido por la UE es, para cada vez más
europeos, necesaria. Malo es que fieles a la trágica historia de este
continente, los defensores de las libertades y los éxitos habidos, acaben una
vez más arrollados en su cobardía paralizante por proyectos totalitarios.
Porque todo nos dice que, además del futuro en común y la subsistencia de las
grandes conquistas en libertad, solidaridad y progreso hechas juntos, los
europeos se juegan en la urgente reforma de la Unión Europea también sus
democracias.